lunes, 26 de enero de 2009

Crónica de un mes intenso y precioso

Me da la sensación de que estoy viviendo este mes como si fuera una carrera de obstáculos en la que fuera haciendo equilibrios para ir superando las vallas, demasiado próximas unas de otras, sin tropezar y estrellarme, sin detenerme, sin rendirme, y sin tirar la toalla porque en algún momento tema que el esfuerzo supera mi capacidad. ¡Puffffffff! Respiro largamente, con satisfacción, ante el obstáculo final. Con certeza, el más difícil de todos para mí. Y me digo que quién me habrá mandado meterme en este berenjenal...
El caso es que el año comenzó, como siempre, comiendo las uvas con mi madre y, este año, también con mi hermano. Algún que otro "buen cristiano" me ha dicho que esa tradición tan pagana es una superstición. ¡Qué tontería! ¡Todo se puede cristianizar! Y, en esta ocasión, yo rezé al tomar cada una de las uvas por todos mis seres queridos y por el mundo entero. Cada uva era, para mí, la petición de un don para el mundo: paz, igualdad, justicia, misericordia, fe, esperanza... ¡Y no me atraganté!
Mi padre nunca se queda. A las diez, ya está en la cama. Quizá sea el único español que, estando sano y no teniendo otra ocupación, se va a dormir como un día cualquiera, en esa noche bulliciosa de fin de año. ¡Claro que a las 12 y 5 minutos se llevó un buen susto, porque los tres festivos y solitarios noctámbulos le sobresaltamos con nuestros besos y gritos de felicitación!
Después, como siempre en los últimos años, llegaron mis sobrinas pequeñas con su buya. ¡Cuánta algarabía arman y... cómo las echaríamos de menos si no estuvieran!

El día 29 de diciembre había estado en Jaén para hacer un curso de introducción a San Pablo con las Misioneras de acción parroquial. Y, desde mi pueblo, me trasladé a Toledo y luego a Madrid para hacer la segunda tanda del mismo curso a otro grupo de la misma Congregación. Unas hermanas con las que nó sólo he disfrutado mucho saboreando la Palabra en San Pablo, sino admirando su sencillez, cercanía, y detalles de fraternidad. Tienen una bella misión: evangelizar en las parroquias preferentemente de ambiente rural. Ir a los lugares adonde no va nadie. En esa línea he querido yo moverme este año, en parte.
Terminada la Navidad, comenzaron las actividades ordinarias, y alguna que otra extraordinaria. En las tres parroquias en las que acompaño grupos bíblicos, vamos estudiando ahora la segunda carta a los Corintios. Como hay que reconocer que San Pablo no es, en ocasiones, nada fácil de entender, algún que otro grupo casi se ha amotinado: "¡Vamos a saltarnos la 2 Corintios!"... Pero, superada la tentación de ignorar algún libro difícil, seguimos adelante con constancia, interés, e incluso, entusiasmo para terminar de aproximarnos al Cristo de Pablo a través de todos sus escritos.
También la CONFER de Toledo ha querido tener, este año, su curso de formación sobre Pablo y su evangelio. Y yo tuve la gracia de animar ese encuentro el día 17. "Con temor y temblor" acepto estas propuestas. Al ir, no es que vaya "llorando", como dice el salmo, pero un poco trémula sí. Y al volver, siempre vuelvo cantando, porque no hay nada con lo que disfrute más que hablando de la Palabra de Dios, sea cual sea el libro del que tenga que hablar.

En el intermedio de estas cosas, me tomé cuatro días para asistir a los ejercicios espirituales de Familia Paulina que animaba Elena Bosetti, hjbp, como dije abajo. Una aproximación hermosa a la experiencia religiosa de Pablo, modelo de discípulo y apóstol.

Mientras tanto, y a lo largo del mes, estábamos preparando una celebración importante. Como Familia Paulina, la Eucaristía televisada del día 25. Y, como Congregación, la entrada de una joven para abrazar la vida religiosa en nuestra familia: Lidia, una de mis compañeras de fatiga y apostolado del último año.

Ayer fue la fiesta. Por la mañana, tuvimos una Eucaristía preciosa en Toledo, presidida por el vicario parroquial, Gustavo Adolfo Conde. El coro había preparado los cantos con esmero, atendiendo a la petición de algún canto favorito de Lidia ("Ven del Líbano"). Gustavo se había preparado la homilía en clave vocacional, porque las lecturas nos acompañaron plenamente (la conversión de San Pablo y la llamada de los primeros discípulos), y Lidia habló a la asamblea de su vocación y de la vida consagrada como "una vida hermosa". Su familia ha estado aquí tres días, y el llanto reiterado de sus padres me recordó el llanto de los míos cada vez que me acompañaban en cada paso que iba dando: entrada al noviciado, primera profesión y profesión perpetua.
Es sabido de todos (y muchos lo ponderan, cual profetas de calamidades anunciando el ocaso inevitable de la vida religiosa) que "no hay vocaciones". Yo estoy convencida de que sí las hay. De que Dios llama hoy, como siempre ha llamado, para una vida de especial consagración. Luego está la libertad humana para elegir escuchar o elegir "pasar" del tema. Podemos poner miles de excusas para no escuchar: "las monjas de hoy día están muy secularizadas...", "los conventos parecen geriátricos...", "son anticuadas y no saben de la vida...", "no son felices; parece que están amargadas...", "no viven todo lo sántamente que debieran..." etc, etc. Pero nada de esto es una excusa para desoír la voz de Dios que llama a cada persona para hacer SU historia, no la de las demás.
Cuando comencé en la vida religiosa, tenía 17 años. Conmigo entró otra joven que se fue al año siguiente. Fue triste y preocupante para las hermanas, porque ya había comenzado la "crisis vocacional" hacía unos años. Alguna se atrevió a preguntarme: "Y tú, ¿qué?" Y yo respondí: "¿A qué te refieres? Nada de lo que pase fuera de mí podrá hacer que me aparte de mi vocación. Así es yo, nada; ¡yo, adelante!". ¿Presuntuoso? ¿Una falsa seguridad? Sé que Dios me perseguiría hasta el fin del mundo, si lo dejara. Sé que no puedo ser otra cosa que la que soy. Al menos, es lo que sé desde que tenía 15 años.

Lidia ha sido valiente. Dice que no le asusta la ancianidad de las hermanas ni la soledad generacional. Sólo le asusta que no respondamos a lo que la gente necesita. Sólo eso. Que el carisma se quede anclado en el pasado, en formas que ya no le dicen nada a nadie. Ni siquiera a quien las vive...
El viernes por la tarde, con sus padres, fuimos a Radio María para dejar grabado el programa del próximo miércoles, a las 5, sobre Antiguo Testamento. Estoy explicando el libro del Éxodo y, ¡"casualidad" también!, tocaba la vocación de Moisés. Aproveché para pedirle a Lidia que diera testimonio de su vocación. Ella no quedó muy contenta. Se lo pedí de sopetón y no pudo prepararse. Su experiencia también me recuerda la mía: la insistente persecución de Dios hasta que te vence y terminas diciéndole: ¡Hinnenî! ¡Aquí estoy! ¡Haz lo que quieras!
Hoy, más tranquila, me dispongo a saltar la última valla de mi carrera de enero: la animación de los ejercicios espirituales que comenzarán mañana para un grupo de la Familia Paulina. Es mi segundo curso como animadora. ¡Ahora sí que tiemblo! Pero, hasta ahora, tengo la experiencia de que el Espíritu Santo lleva las cosas y de que, si respondo mínimamente, Él lo hace todo muy bien.
Así sea.
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domingo, 11 de enero de 2009

Hijos míos, por quienes de nuevo sufro dolores de parto...

"Hijos míos, por quienes de nuevo sufro dolores de parto hasta ver a Cristo formado en vosotros" (Gál 4,19)

Ejercicios espirituales de la Familia Paulina

Los próximos tres días tendré la gracia de vivir una parte de los ejercicios espirituales (E.E.) de la Familia Paulina (F.P.), en las Rozas (Madrid).
Habitualmente, suelo realizar mis E.E. anuales en verano. Desde el año 1999 en adelante, la mayor parte de los cursos los he realizado con Emma Martínez, teresiana de Poveda. Por muchas razones, me parece una acompañante y animadora excepcional.
Pero este año, los E.E. de la Familia Paulina tienen, para mí, un atractivo especial: la presencia, como animadora, de Elena Bosetti, hermana de Jesús Buen Pastor (HJBP), profesora de Biblia en la Universidad Gregoriana.

Las HJBP son la cuarta congregación de la Familia Paulina, fundada por el beato Santiago Alberione. Como su nombre sugiere, su carisma es la pastoral. Ellas son "pastoras" que, junto a los "pastores" de la Iglesia, hacen visible el amor y cuidado de Jesucristo, Maestro y Pastor, hacia la humanidad entera.
Conocí a Elena en Roma, en 1997, cuando fui enviada a realizar un curso internacional sobre el carisma paulino. En aquel curso, ella nos explicó, entre otras cosas, la primera carta de Pedro, carta que lleva estudiando y enseñando ya más de treinta años. De Elena me llamó la atención su amor "conmocionado" por la Palabra de Dios, y la capacidad de comunicarla y contagiar su misma "conmoción".
Desde entonces, más de una vez propuse llamarla a España, bien para cursos de formación permanente, bien para ejercicios espirituales. ¡Y por fin llegó!
Aunque estos días, en mitad del curso, lleno de clases y tareas pastorales programadas desde hace meses, me resultan muy inapropiados para detenerme una semana, ¡cómo no aprovechar una ocasión tan extraordinaria! ¡A Elena da gusto escucharla, os lo aseguro!

Anoche comenzó nuestra "aventura espiritual" de seis días. El itinerario vendrá marcado por la carta a los Gálatas y por los Hechos de los Apóstoles.
En el recorrido trazado por Elena, "cada día se distinguirá por una 'confessio' de Pablo... El primer día (es decir, hoy) lo caracterizará la confessio laudis, ya que Pablo es, ante todo, el cantor de la "gracia", de la divina misericordia..."
Este domingo, día del Señor, es, por tanto, un día para cantar "las abundantes riquezas de la gracia de Dios" derramadas sobre nosotras a lo largo de toda nuestra vida y, especialmente, en el último año.

Os invito a hacer lo mismo: a explorar vuestras razones para estar agradecidos/as.

sábado, 3 de enero de 2009

El camello (Auto de los Reyes Magos)

El camello se pinchó
con un cardo del camino
y el mecánico Melchor
le dio vino.

Baltasar fue a repostar,
más allá del quinto pino...
e, intranquilo, el gran Melchor
consultaba su “Longinos”.
-¡No llegamos,
no llegamos,
y el Santo Parto ha venido!
-son las doce y tres minutos
y tres reyes se han perdido-.

El camello cojeando
más medio muerto que vivo
va espeluchando su felpa
entre los troncos de olivos.
Acercándose a Gaspar,
Melchor le dijo al oído:
-Vaya birria de camello
que en Oriente te han vendido.















A la entrada de Belén
al camello le dio hipo.
¡Ay qué tristeza tan grande
en su belfo y en su tipo!
Se iba cayendo la mirra
a lo largo del camino,
Baltasar lleva los cofres,
Melchor empujaba al bicho.

Y a las tantas ya del alba
-ya cantaban pajarillos-
los tres reyes se quedaron
boquiabiertos e indecisos,
oyendo hablar como a un Hombre
a un Niño recién nacido.
-No quiero oro ni incienso
ni esos tesoros tan fríos,
quiero al camello, le quiero.
Le quiero, repitió el Niño.























A pie vuelven los tres reyes
cabizbajos y afligidos.
Mientras el camello echado
le hace cosquillas al Niño.


(Gloria Fuertes)

jueves, 1 de enero de 2009

El Señor te bendiga y te proteja...

En la fiesta de Santa María, Madre de Dios, encuentro una de mis lecturas preferidas del Antiguo Testamento: se trata de la bendición del libro de los Números:

El Señor te bendiga y te proteja,
ilumine su rostro sobre ti
y te conceda sus favor;
el Señor se fije en ti
y te conceda la paz.


¿Qué significa comenzar el año con una bendición? ¿Qué significa que somos seres bendecidos por Dios?
“La palabra bendición... significa literalmente hablar bien, o decir cosas buenas de alguien. Es más que una palabra de alabanza o de aprecio; más que hacer ver a una persona los talentos o las buenas cualidades que tiene; más que hacer que alguien sea conocido. Bendecir es afirmar, decir sí a la condición de amado de una persona. Incluso más que eso: dar una bendición crea aquello que dice.
Hay mucha admiración mutua en este mundo, lo mismo que hay mucha condena. Una bendición va mucho más allá de la admiración y de la condena... La bendición tiene que ver con la afirmación de la bondad original del otro” (Henry Nouwen).


Dios nos ha bendecido para siempre y nuestra única tarea es hacernos conscientes de ello y acoger esa bendición.
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