domingo, 28 de marzo de 2010

El pueblo judío, un pueblo que sabe bendecir

Cuando lo estudiado se hace oración…
(Al hilo de la lectura de "Oraciones judías", Anne Catherine Avril, Nicolás Darrical, Dominique de La Maisonneuve, Verbo Divino 1990)

Quiero expresar la gracia y la riqueza que ha supuesto para mí profundizar en la vida de oración del pueblo judío.
Me sobrecoge su bendición incesante
, en todo tiempo, circunstancia y lugar. Es hermosa la vida puesta en presencia continua del Absoluto, reconociendo en Él la fuente de todo cuanto se tiene, en la gratuidad y con gratitud por los dones recibidos.
Es hermoso sentir Su mirada amorosa en los detalles más pequeños y sencillos de la cotidianidad. Me estremece el repentino aroma de un perfume y el encuentro con el mar convertido en bendición, percibir que en el despertar a un nuevo amanecer y en el inesperado cruce con una vieja amiga se derrama en abundancia la vida de Dios.
Me conmueve cómo, a lo largo de los siglos, muchos judíos han recitado el Shemá, Israel mientras eran conducidos a la muerte: “Poned estas palabras en vuestro corazón y en vuestra alma…”
Me gusta cómo todo el ser se hace oración. Los gestos, la postura del cuerpo, la música, la danza, el manto de oración, la Kipá, todo es válido para abrir las puertas de los sentidos de par en par y para que fluyan los sentimientos y poder “saborear a Dios, oír a Dios, sentir a Dios, ver a Dios y gozar con Dios”.
Aprendo de su oración de petición, siempre entrelazada con la bendición. No canalizan la petición hacia necesidades particulares porque les bastan los milagros permanentes de la vida y su Adonai no aparece reticente, como el que necesita dejarse convencer por nuestra palabra reclamadora.
Me sorprende el gran amor a la Torá, el amor a su Palabra. Desde su cándida infancia, apenas cumplidos los cinco añitos, los niños comienzan a estudiar y recitar la escritura de memoria, como si ya intuyeran que esa historia es su historia y nuestra historia. ¿Y nosotros? ¿Cuántos de nosotros, sacerdotes, religiosos y religiosas, laicos, hemos si quiera leído la Biblia desde el principio al final?
Me emociona que la casa sea espacio sagrado y santuario donde celebrar, de forma entrañable, una liturgia familiar de bello simbolismo y hondo significado. ¡Qué distante de nuestras lúgubres y frías celebraciones!
Me estremece musitar el Gran Hallel y el Dayenú de la noche de Pascua. El recuento de todas las obras maravillosas de Dios en la historia de su pueblo, subrayadas por el repetitivo estribillo “porque es eterno su amor” y constatando que cualquiera de ellas hubiera bastado: “dayenú, dayenú, dayenú”.
Creo que tenemos mucho que aprender de este pueblo israelita.
Bendito seas, Adonai.

(Publicado por Lidia Troya Cáceres)

sábado, 20 de marzo de 2010

Una pecadora anónima

* Para orar con Juan 8,1-11

Jesús se fue al monte de los Olivos.
Pero de madrugada se presentó otra vez en el Templo, y todo el pueblo acudía a él. Entonces se sentó y se puso a enseñarles.


Los escribas y fariseos le llevan una mujer sorprendida en adulterio, la ponen en medio y le dicen: “Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés nos mandó en la Ley apedrear a estas mujeres. ¿Tú qué dices?
Esto lo decían para tentarle, para tener de qué acusarle. Pero Jesús, inclinándose, se puso a escribir con el dedo en la tierra.

Pero, como ellos insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo:
“Aquel de vosotros que esté sin pecado, que le arroje la primera piedra.”E inclinándose de nuevo, escribía en la tierra.

Ellos, al oír estas palabras, se iban retirando uno tras otro, comenzando por los más viejos; y se quedó solo Jesús con la mujer, que seguía en medio.
Incorporándose Jesús le dijo: “Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha condenado?”
Ella respondió: “Nadie, Señor.” Jesús le dijo: “Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no peques más.”


martes, 16 de marzo de 2010

Podrías convertirme

Foto: Euge L.




















Podrías convertirme
en puro acto amoroso sin palabra,
en pura llama de fuego que calienta,
en pura lluvia sin cese,
que hace fecunda la tierra,
en pura mirada enamorada
fija en el corazón del Amado.

Podrías convertirme
en un destello de tu luz inextinguible
consumido en vencer sombras
a mi paso.

Podrías convertirme en “sí”,
cincelado en el alma
a golpe de oración silenciosa
y de quehaceres escondidos,
de tiempo consumido para Ti.

lunes, 15 de marzo de 2010

En oración con las parábolas de la viña. Va por nosotros

El jueves pasado, el grupo de lectio divina de la Universidad Pontificia Comillas, oramos con dos parábolas de Mateo 21,28-46. Desde hace dos cursos y medio estamos haciendo la lectio continua del Evangelio de Mateo. Terminaremos de recorrerlo entero este curso.
Os invito a rezar con esta Palabra. El evangelio avisa que "va por nosotros".
Que esta Palabra nos toque el corazón y la vida.
__________________________

Comenzamos invocando al Espíritu, el Maestro interior que nos abre los ojos y nos enseña cómo hemos de vivir.




1. Leemos Mateo 21,28-46

28 Pero ¿qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Llegándose al primero, le dijo: “Hijo, vete hoy a trabajar en la viña.” 29 Y él respondió: “No quiero”, pero después se arrepintió y fue. 30 Llegándose al segundo, le dijo lo mismo. Y él respondió: “Voy, Señor”, y no fue. 31 ¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre? – “El primero” - le dicen. Les dice Jesús: “En verdad os digo que los publicanos y las prostitutas llegan antes que vosotros al Reino de Dios.32 Porque vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia, y no creísteis en él, mientras que los publicanos y las prostitutas creyeron en él. Y aun después de ver esto, vosotros no os arrepentisteis ni creísteis en él”.

33 “Escuchad otra parábola. Era un propietario que plantó una viña, la rodeó de una cerca, cavó en ella un lagar y edificó una torre; la arrendó a unos labradores y se ausentó.
34 Cuando llegó el tiempo de los frutos, envió sus siervos a los labradores para recibir sus frutos. 35 Pero los labradores agarraron a los siervos, y a uno le golpearon, a otro le mataron, a otro le apedrearon. 36 De nuevo envió otros siervos en mayor número que los primeros; pero los trataron de la misma manera.
37 Finalmente les envió a su hijo, diciendo: “A mi hijo le respetarán.” 38 Pero los labradores, al ver al hijo, se dijeron entre sí: “Este es el heredero. Vamos, matémosle y quedémonos con su herencia.” 39 Y agarrándole, le echaron fuera de la viña y le mataron.
40 Cuando venga, pues, el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?” 41 Le dicen: “A esos miserables les dará una muerte miserable arrendará la viña a otros labradores, que le den los frutos a su tiempo.”
42 Y Jesús les dice: “¿No habéis leído nunca en las Escrituras: La piedra que los constructores desecharon, en piedra angular se ha convertido; fue el Señor quien hizo esto y es maravilloso a nuestros ojos? 43 Por eso os digo: Se os quitará el Reino de Dios para dárselo a un pueblo que rinda sus frutos.”
45 Los sumos sacerdotes y los fariseos, al oír sus parábolas, comprendieron que estaba refiriéndose a ellos. 46 Y trataban de detenerle, pero tuvieron miedo a la gente porque le tenían por profeta.

* Pistas para la lectura
- Las dos parábolas con las que hoy vamos a orar pertenecen a una sección del Evangelio de Mateo que habla del rechazo de Jesús en Jerusalén (21,1-23,39). Esta sección se abre y se cierra con la aclamación: “¡Bendito el que viene en nombre del Señor!” (21,9 y 23, 39).
- Si hacemos una lectura continua de estos tres capítulos nos daremos cuenta del contraste entre el recibimiento triunfal de la “gente muy numerosa” que aclamaba a Jesús como Hijo de David y profeta, y el rechazo frontal de las autoridades religiosas del pueblo (sumos sacerdotes, escribas, ancianos, fariseos).
- Jesús pronuncia las parábolas de los dos hijos (21,28-32), de los viñadores malvados (21,23-46) y de los invitados a la boda (22,1-14) en el contexto de la controversia con los sumos sacerdotes y ancianos, que tiene lugar en el templo, en torno a su autoridad: “¿Con qué autoridad haces esto?” y “¿Quién te ha dado tal autoridad?” (v.23). Jesús no les responde directamente a esa pregunta, pero les propone estas tres parábolas que hablan del rechazo de Israel hacia él y de la oferta del Reino a “los de fuera” (publicanos, pecadores, mendigos… paganos). De estas tres parábolas, sólo tomaremos hoy las dos primeras. En ellas hay un escenario común (la viña que, desde Isaías 5, 1 ss. ha representado frecuentemente a Israel), un motivo común (las diversas actitudes de quienes trabajan en la viña) y la referencia final al Reino de Dios (¿quién está realmente más cerca del Reino? ¿a quién le es dado el Reino de Dios?).
- La parábola de los dos hijos (exclusiva de Mateo) es clara y directa: los dirigentes religiosos del pueblo dijeron sí a Dios al aceptar la ley de Moisés, pero no cumplieron la voluntad del Padre al rechazar la invitación de Juan a la conversión. En palabras de Isaías: “Este pueblo me honra con los labios pero su corazón está lejos de mí” (Is 29,13). Por el contrario, los publicanos y prostitutas, que dijeron no a Dios al negarse a vivir según sus mandatos, finalmente se arrepintieron y se convirtieron, cumpliendo con ello la voluntad del Padre. Ellos están más cerca del Reino. Ellos, desde el reconocimiento de su pecado y de su lejanía de Dios, han dado un cambio radical a su vida al acoger el mensaje de Juan y la salvación de Jesús. Ellos experimentaron que, a quien mucho se le perdona, mucho ama.
En la comunidad de Mateo, la comparación entre los dos hijos explicaba el rechazo de los líderes religiosos de Israel y la acogida del evangelio por parte de los paganos.
- La parábola de los viñadores malvados (alegoría) es la versión actualizada del cántico de amor a la viña de Isaías 5,1-7. En ella, el dueño que cava, despedrega, planta la viña, edifica una torre, excava un lagar y espera el fruto es Dios. La viña es, no Israel, sino su Reino (ver paralelismo entre vv. 41 y 43). Respecto al cántico, la parábola introduce unos personajes nuevos: los labradores (jefes religiosos cuya tarea era responsabilizarse de cuidar la viña y entregar los frutos a su tiempo), los siervos (profetas, cuyo trágico final está atestiguado en Jr 20,2; 26,21-23; 2 Cro 24,19-21; Mt 5,2; 22,6; 23,30-37) y el hijo, el heredero (Jesús). Como los viñadores matan al hijo fuera de la viña, así los jefes del pueblo quieren matar a Jesús y, de hecho, lo crucifican fuera de las murallas de la ciudad.
La parábola concluye (como hace también el cántico de Isaías: "juzgad entre mi viña y yo") con una interpelación a los oyentes: “¿Qué hará el dueño de la viña cuando vuelva?” Y ellos mismos responden dando la sentencia en el juicio contra Israel: “… arrendará la viña a otros labradores, que le paguen los frutos a su tiempo.” Esta pregunta encontró, más tarde, su respuesta en dos acontecimientos: el Padre resucita a Jesús, piedra rechazada y ahora convertida en piedra angular (Sal 118, 22-23), y suscita a la Iglesia como nuevo pueblo llamado a dar los frutos a su tiempo.
- El evangelio concluye con la reacción de los sumos sacerdotes y los fariseos. Las palabras de Jesús pretendían ser una llamada urgente y definitiva a la conversión. Sin embargo, se convirtieron en ocasión de endurecimiento de su actitud hostil hacia Jesús: “trataban de detenerle, pero tuvieron miedo a la gente porque le tenían por profeta.”
* Cuando medites
- Jesús, a través de dos preguntas, hace que nos impliquemos personalmente en las historias que nos ha contado: “¿Qué os parece?” “¿Quién hizo realmente la voluntad del Padre?”. Vosotros que escucháis, ¿os creéis mejores que los publicanos y prostitutas? ¿Sois como el hijo que dice un sí que luego es no, o como el rebelde y descarado que dice no pero luego, quizá vencido por el amor, hace lo que el padre quiere? ¿Qué os parece? ¿Estáis realmente cerca del Reino de Dios y en un camino de conversión o sólo lo estáis en apariencia? ¿Dónde nos situamos dentro de esta parábola?
- La parábola del obediente-desobediente y del desobediente-obediente nos recuerda otras palabras del Señor:
“No todo el que diga “Señor, Señor” entrará en el Reino de los Cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre Celestial” (Mt 7,21)
“¿Por qué me llamáis “Señor, Señor” y no hacéis lo que os digo” (Lc 6,46)
“Haced, pues, y observad todo lo que os digan, pero no imitéis su conducta, porque ellos dicen y no hacen… Todas sus obras las hacen para ser vistos por los hombres” (Mt 23,3.5).
“Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra” (Jn 4,34).
- En la segunda parábola, nosotros somos, a un tiempo, la viña que el Señor planta y trabaja con sumo cuidado, y los labradores que hemos de dar los frutos a su tiempo.- ¿Qué hacemos con la viña del Señor que somos y con la porción de su viña que se nos ha encomendado? ¿Hacemos o hablamos?
- ¿Me siento viña del Señor, cuidada, mimada, protegida? ¿En qué? ¿Qué ha hecho, y hace, Dios por mí?
- Soy un siervo inútil que trabajo en una viña que no es mía. ¿Me apropio, de alguna manera, del Reino, del Evangelio, de la salvación, de la Verdad…? ¿Trabajo con gozo y gratuidad o soy como un "profesional" del Reino que trabajo por deber en mi campo, sin ilusión, sin alegría, sin amor al Señor de la viña?...
- Los jefes religiosos de Israel comprendieron que lo que dijo Jesús “iba por ellos”. El Evangelio no se pronuncia sobre nosotros para que se lo apliquemos a los otros, o para juzgar a los otros, sino para obrar en nosotros una transformación. ¿Es así como escuchamos siempre la Palabra de Jesús?

* Cuando ores
- Da gracias al Padre por tu persona y por tu vida. Eres la viña amada del Señor. Agradece su Presencia, sus cuidados… a lo largo del camino que has recorrido hasta hoy.
- El Señor te llama a colaborar con Él en el cuidado de este mundo y en el cuidado de los otros, que también son su viña. Pídele la gracia de trabajar con amor y fidelidad, allí donde te encuentras…
- La viña del Señor también es su Iglesia, el nuevo pueblo querido por el Señor. Ora por ella, con versículos del Salmo 80: “Ven a visitar tu viña, la cepa que tu diestra plantó…” “Oh Dios, restáuranos, que brille tu Rostro y nos salve”.- Pon los ojos en Jesús, el Hijo amado del Padre, y pídele que te contagie sus preferencias, que su sí sea el tuyo, que su alimento sea el tuyo, que su compasión sea la tuya, que su trabajo sea el tuyo…
- Puedes concluir recitando la oración de Carlos de Foucauld o alguna de las oraciones siguientes.

Padre, me pongo en tus manos.
Haz de mí lo que quieras.
Sea lo que fuere, por ello te doy las gracias.

Estoy dispuesto a todo.
Lo acepto todo, con tal de que se cumpla
tu voluntad en mí
y en todas tus criaturas.

No deseo nada más, Padre.
Te encomiendo mi alma,
te la entrego con todo el amor
de que soy capaz,
porque te amo y necesito darme,
ponerme en tus manos sin medida,
con infinita confianza,
porque Tú eres mi Padre.

- Bendición a Jesús, vid verdadera
Te bendecimos a Ti, Jesús,
vid verdadera plantada en nuestra tierra,
cuidada y amada por el Padre,
fecunda en el Espíritu
hasta dar el fruto esperado
del Amor que se entrega hasta el extremo.

En Ti queremos permanecer
para dar frutos
de alegría, paz, justicia y compasión.

Te bendecimos a Ti, Jesús,
vid verdadera a la que estamos unidos
como sarmientos que participan
de su savia buena.

En ti queremos permanecer
para dar frutos
de misericordia, reconciliación y perdón.

Te bendecimos a Ti, Jesús,
el Hijo del Sí sin arrepentimiento,
el Amén de todas las promesas de Dios,
cuyo alimento es hacer la voluntad del Padre.

En Ti queremos permanecer
para poder decir,
con los labios y con la vida:
“Quiero lo que Tú quieres,
sin preguntarme si puedo,
sin preguntarme si lo quiero,
sin preguntarme si lo deseo”.


(Entrecomillado de Madeleine Delbrel)

sábado, 13 de marzo de 2010

Parábola del padre con entrañas de madre

Lectura orante de Lucas 15, 1-3.11-32

- Oración para disponer el corazón

Dios y Padre Bueno,
quiero contemplar tu misericordia entrañable,
semejante a la compasión de una madre y de un padre:
misericordia que acoge, que abraza,
que perdona, que recrea,
que lo hace todo nuevo.

Quiero contemplar tu paciencia esperanzada,
que no se cansa de aguardar el regreso
del hijo ingrato y perdido.

Quiero contemplar tu Caridad,
que no toma en cuenta el mal,
que mira al pecador con una mirada siempre nueva,
recién estrenada, como la inocente mirada de un niño,
sin juicio, sin condena, sin ira,
colmada de absoluta bondad.

Quiero contemplar tu Amor infinito,
que todo lo excusa, todo lo espera,
todo lo aguanta,
con tal de ver nacer a la Vida
a tus hijos, heridos de muerte por el pecado.

Dios y Padre Bueno,
Tú eres la Caridad perfecta.
Tú eres el amor sin medida.
Tú eres el Perdón sin condiciones:
quiero contemplarte y darte gracias.
Quiero suplicarte que me acojas, que me abraces,
que me perdones y me recrees,
a Ti, que lo haces todo nuevo.

- Leemos Lucas 15,1-3.11-32

En aquel tiempo 1 se acercaban a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharlo. 2 Y los fariseos y los letrados murmuraban entre ellos:
- Ése acoge a los pecadores y come con ellos.
3 Jesús les dijo esta parábola:

- 11 Un hombre tenía dos hijos; 12 el menor de ellos dijo a su padre: “Padre, dame la parte que me toca de la fortuna”.
El Padre les repartió los bienes.
13 No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, emigró a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente.
14 Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad.
15 Fue entonces y tanto le insistió a un habitante de aquel país, que lo mandó a sus campos a guardar cerdos. 16 Le entraban ganas de llenarse el estómago de las algarrobas que comían los cerdos; y nadie le daba de comer.
17 Recapacitando entonces se dijo: “Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan mientras yo aquí me muero de hambre. 18Me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; 19 ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros”.
20 Se puso en camino adonde estaba su padre: cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió; y, echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo.
21 Su hijo le dijo:
- Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo.

22 Pero el padre dijo a sus criados:
- Sacad en seguida el mejor traje y vestidlo; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; 23 traed el ternero cebado y matadlo; celebremos un banquete, 24 porque este hijo mío estaba muerto y revivido, estaba perdido y lo hemos encontrado.
Y empezaron el banquete.

25 Su hijo mayor estaba en el campo.
Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y el baile, 26 y, llamando a uno de los mozos, le preguntó qué pasaba.
27 Éste le contestó:
- Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud.
28 Él se indignó y se negaba a entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo. 29 Y él replicó a su padre:
- Mira, en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; 30 y cuando ha venido ese hijo tuyo, que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado.
31 El padre le dijo:
- Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo: 32 deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido, estaba perdido y lo hemos encontrado.

1. Pistas de lectura

1.1. La ocasión de la parábola
La parábola del hijo pródigo es una de las tres parábolas conocidas con el nombre de “parábolas de la misericordia”, recogidas en el capítulo 15 del Evangelio de Lucas.
Lo que provoca que Jesús pronuncie estas parábolas es la murmuración de los fariseos y letrados porque Jesús “acoge a los pecadores y come con ellos”. Su actitud es dura, despectiva e inmisericorde. En lugar de alegrarse porque los publicanos y pecadores son acogidos por el Maestro Jesús, los fariseos sienten envidia y critican la actitud misericordiosa del Señor.
Ellos entienden mucho de leyes, pero poco de amor y compasión.
Entonces Jesús les dirige, con dedicatoria personal, tres parábolas: la del buen pastor, la de la dracma perdida y la del hijo perdido. Las tres tienen mucho en común: algo que se pierde (una oveja, una moneda, un hijo), alguien que busca o que espera (el pastor, la mujer, el padre), la constancia y la paciencia en la búsqueda o la espera, la inmensa alegría de reencontrarlos, la fiesta por haberlos recobrado...
1.2. Los personajesCuando leas la parábola, fíjate en cada uno de los personajes principales: el padre, el hijo pequeño y el hijo mayor. ¿Qué actitudes y rasgos caracterizan a cada uno de ellos?

El hijo menor:
- Ingrato y egoísta: sólo piensa en sus deseos de diversión y placer. No le importa herir a su padre con el abandono y el desprecio. No le importa faltarle al respeto y al honor pidiéndole su parte de herencia. Reclamar la herencia era equivalente a considerar al padre muerto para él.
- Derrochador y “vividor”: Derrochó su hacienda con malas mujeres.
- Calculador e interesado: No le mueve a regresar el amor filial sino la necesidad. El que se enalteció y pisoteó el amor y el honor de su padre, después fue humillado por la vida misma: llegó incluso a cuidar cerdos, animales considerados impuros por los judíos.
- Lo positivo de este personaje es que aprende la lección: no vuelve orgullosamente reclamando sus derechos de hijo, sino que se humilla y pide ser tratado como un jornalero más de su padre.

El padre:
- Es un hombre bueno. No sólo bueno. Es la personificación de la caridad: no se irrita cuando su hijo lo desprecia y abandona; no tiene en cuenta el mal y, cuando su hijo regresa, corre a su encuentro, lo abraza, lo besa, lo viste, lo calza, le pone un anillo... y organiza un banquete.
- Lucas dice que el padre, al ver a lo lejos a su hijo despojado de bienes y de su dignidad, sintió compasión, se le conmovieron las entrañas, como a una madre por sus hijos. La compasión es el rostro de este personaje.

El hijo mayor:
- Trabajador, fiel y obediente a su padre. Pero, como el otro hijo, tampoco éste sabe amar. Sirve a su padre como un jornalero más, esperando “la paga”. No se siente verdadero hijo, no ha sabido comprender el amor de su padre, que le dice, perplejo: “Pero, hijo, tú estás siempre conmigo y todo lo mío es tuyo...”. No se parece a su padre ni en la compasión, ni en la generosidad ni en la alegría.

1.3. ¿De quién está hablando Jesús?
En el contexto de Jesús, el hijo perdido representa a los publicanos, pecadores, prostitutas..., de los que Jesús era amigo y con los que frecuentemente comía. El padre representa a Dios Padre y al mismo Jesús. Y el hijo mayor representa a los fariseos: rígidos, legalistas, más propensos a juzgar que a acoger y perdonar.

1.4. Tres lecturas, desde diversos ojos
Sumérgete ahora en la historia de esta familia. Sitúate allí, en la casa de aquel hombre que tenía dos hijos y trata de relatar los hechos con tus palabras adoptando, cada vez, un personaje distinto:
- Si es el padre quien lo narra: “Yo tenía dos hijos. El más pequeño me dijo un día... Con dolor, le repartí los bienes y al poco tiempo se marchó de casa... Lo que sentí... Cada día esperaba su regreso... Cuando lo vi de lejos, se me conmovieron las entrañas, corrí a él y lo llené de besos...” - Si es el hijo pequeño: “No sé por qué, deseé recorrer mundo, experimentar mi libertad, no tener que depender de mi padre para darme a la buena vida. Le pedí la parte de mi herencia y le abandoné a él y a mi hermano mayor...”.- Si es el hijo mayor: “Siempre fui fiel a mi padre. Por eso no podía dar crédito a lo que allí estaba pasando: mi padre nunca me dio una fiesta, a pesar de haberle servido siempre como si fuera uno de sus criados. Pero llegó mi hermano, sinvergüenza y perdido, y mi padre le preparó una fiesta como a su hijo favorito... Cuando oí la música y las danzas, las risas y el bullicio sentí...”.
2. Entramos en la meditación (me pregunto: ¿qué me dice Dios en esta palabra?)

1. ¿Con qué personaje de la parábola me identifico más y por qué?

2. Imagina la continuación de la parábola:
¿Cómo te sentirías tú, si fueras el hijo pequeño, después de ser recibido con tanto amor? ¿Cómo actuarías después, en la casa de tu padre? ¿Comenzarías a amar mucho, porque tu padre te ha perdonado mucho?...
Y si fueras el hijo mayor, ¿cambiaría algo en ti al escuchar las palabras de tu padre: “Tú estás siempre conmigo y todo lo mío es tuyo...”? ¿Abrazarías a tu padre y entrarías en la fiesta? ¿Acogerías a tu hermano y le preguntarías por su vida...?
3. La parábola tiene una doble llamada para ti:
Te invita a sentirte y ser verdadero hijo amado de Dios.
Te invita a parecerte al Padre en tus relaciones con los demás: siendo paciente, compasivo, generoso, alegre... En definitiva, amando con el Amor del Padre.
¿Cómo puedes responder de un modo más auténtico y fiel a esa doble llamada?


3. Entramos en la oración (¿qué le quiero decir a Dios después de leer y meditar esta Palabra?)

- Pídele perdón a Dios por tu pecado, tu infidelidad, tu inconsciencia o tu alejamiento en muchos momentos... Pídele la gracia de volver a Él siempre que te alejes, con confianza, sin miedo, con corazón humilde y agradecido.

- Haz memoria de episodios significativos de tu vida en los que hayas experimentado el amor de Dios y el amor de otras personas que han sido para ti su sacramento. Dale gracias por su amor y por estas personas que ha puesto y pone en tu vida.

- Suplícale por todos sus hijos “perdidos”, equivocados, alejados...

- Pídele por todos los cristianos y por la Iglesia, para que seamos un espejo de su caridad para el mundo.

- O quédate en silencio, contemplando agradecidamente su amor para con todas su criaturas.

- Salmo de la ternura de Dios (Salmo 104/103 adaptado)
Bendito seas, Jesús, Dios de misericordia infinita,
imagen del Padre, encarnación de su bondad.
Desde el fondo de mi ser te bendigo, Señor,
y recuerdo siempre tus muchos beneficios.

Bendito seas Tú, que perdonas todas mis culpas
y sanas todas mis enfermedades.
Bendito seas Tú, que rescatas mi vida de la infelicidad,
del desánimo y la desesperanza,
y saturas de bienes mi existencia.

Bendito seas, Jesús, misericordioso y cercano.
Como se alzan los cielos por encima de la tierra,
así de alto e inmenso es tu amor para con nosotros.
Tan lejos como está el oriente del ocaso,
así alejas de nosotros todas nuestras rebeldías.
Como un padre y una madre sienten ternura por sus hijos,
así sientes ternura por nosotros,
porque Tú nos conoces enteramente,
y sabes que somos tan frágiles como el barro.

Bendito seas, Jesús, que nos recreas y nos haces de nuevo.
Como a los hijos pródigos de la parábola,
tiras de mí, atrayéndome con tu llamada amorosa,
para que abandone mis intereses y ambiciones
y me abra a la fraternidad, la generosidad y el compartir.

Bendito seas, Jesús, el Amigo de los niños y de los pobres,
de las mujeres, de los enfermos y de los extranjeros,
de los extraviados y pecadores:
dame un corazón lleno de hospitalidad
para que pueda ofrecer a otros
el mismo amor que Tú derrochas conmigo.

Bendito seas Tú, Jesús, por sentarnos en la mesa nueva de tu Reino,
en la que todos somos hijos del mismo Dios y Padre, iguales y hermanos.
Bendito seas Tú, por darnos a comer tu pan partido
y a beber el vino de tu sangre derramada
para que todos seamos colmados de vida y de sentido.

miércoles, 10 de marzo de 2010

Autoevaluación

¿Qué tal andamos de profetas?
La pregunta no se refiere, en esta ocasión, a si andamos surtidos o desprovistos de "profetas" en la Iglesia, sino a si conocemos, si quiera someramente, los libros proféticos de nuestra Biblia.
El otro día puse un ejercicio de reconocimiento de textos, en uno de los grupos bíblicos. Los textos que elegí, sin ser obvios, eran representativos, conocidos, emblemáticos, no marginales. Eran once textos. Cada cual se autoevaluó y al final no me quedó claro si todos aprobaron con nota o qué. Os propongo el mismo ejercicio y que cada cual vea qué tal anda de profetas (¡ah!, ¡y prohibido buscar en google! Se trata de una autoevaluación no de un autoengaño...).

Texto 1

1 Y me dijo: «Hijo de hombre, come lo que se te ofrece; come este rollo y ve luego a hablar a la casa de Israel.»
2 Yo abrí mi boca y él me hizo comer el rollo, 3 y me dijo: «Hijo de hombre, aliméntate y sáciate de este rollo que yo te doy.» Lo comí y fue en mi boca dulce como la miel.
10 Luego me dijo: «Hijo de hombre, todas las palabras que yo te dirija, guárdalas en tu corazón y escúchalas atentamente, 11 y luego, anda, ve donde los deportados, donde los hijos de tu pueblo; les hablarás y les dirás: "Así dice el Señor Yahveh", escuchen o no escuchen.»

Texto 2

1 «Sucederá después de esto
que yo derramaré mi Espíritu en toda carne.
Vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán,
vuestros ancianos soñarán sueños,
y vuestros jóvenes verán visiones.
2 Hasta en los siervos y las siervas
derramaré mi Espíritu en aquellos días.

Texto 3

1 Mas tú, Belén Efratá,
aunque eres la menor entre las familias de Judá,
de ti me ha de salir
aquel que ha de dominar en Israel,
y cuyos orígenes son de antigüedad,
desde los días de antaño.

Texto 4

1 Yahveh me dijo: «Ve otra vez, ama a una mujer que ama a otro y comete adulterio, como ama Yahveh a los hijos de Israel, mientras ellos se vuelven a otros dioses y gustan de las tortas de uva.»

Texto 5

1 Escuchad esta palabra, vacas de Basán,
que estáis en la montaña de Samaria,
que oprimís a los débiles,
que maltratáis a los pobres,
que decís a vuestros maridos: «¡Traed, y bebamos!»
2 El Señor Yahveh ha jurado pro su santidad:
He aquí que vienen días sobre vosotras
en que se os izará con ganchos,
y, hasta las últimas, con anzuelos de pescar.

Texto 6

16b Tranquilo espero el día de la angustia,
que va a subir sobre el pueblo que nos asalta.
17 (Pues la higuera no volverá a echar brotes,
ni habrá que recoger en las viñas.
Fallará la cosecha del olivo,
los campos no darán alimento,
faltará el ganado menor en el aprisco,
no habrá ganado mayor en los establos.)
18 ¡Mas yo en Yahveh exultaré,
jubilaré en el Dios de mi salvación!
19 Yahveh mi señor es mi fuerza,
él me da pies como los de ciervas,
y por las alturas me hace caminar.

Texto 7

16 Aquel día se dirá a Jerusalén:
¡No tengas miedo, Sión,
no desmayen tus manos!
17 Yahveh tu Dios está en medio de ti,
¡un poderoso salvador!
El exulta de gozo por ti,
te renueva por su amor;
danza por ti con gritos de júbilo,
18 como en los días de fiesta.

Texto 8

1 Voy a cantar a mi amigo
la canción de su amor por su viña.
Una viña tenía mi amigo
en un fértil otero.

Texto 9

31 He aquí que días vienen - oráculo de Yahveh - en que yo pactaré con la casa de Israel (y con la casa de Judá) una nueva alianza; 32 no como la alianza que pacté con sus padres, cuando les tomé de la mano para sacarles de Egipto; que ellos rompieron mi alianza, y yo hice estrago en ellos - oráculo de Yahveh -.
33 Sino que esta será la alianza que yo pacte con la casa de Israel, después de aquellos días - oráculo de Yahveh -: pondré mi Ley en su interior y sobre sus corazones la escribiré, y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo.
34 Ya no tendrán que adoctrinar más el uno a su prójimo y el otro a su hermano, diciendo: «Conoced a Yahveh», pues todos ellos me conocerán del más chico al más grande - - oráculo de Yahveh - cuando perdone su culpa, y de su pecado no vuelva a acordarme.

Texto 10

1 ¡Ay de la ciudad sanguinaria, mentira toda ella,
llena de rapiña,
de incesante pillaje!
2 ¡Chasquido de látigos,
estrépito de ruedas!
¡Caballos que galopan,
carros que saltan,
3 caballería que avanza,
llamear de espadas,
centellear de lanzas...
multitud de heridos,
montones de muertos,
cadáveres sin fin,
cadáveres en los que se tropieza!
4 Es por las muchas prostituciones de la prostituta,
bella de gracia y maestra en sortilegios,
que vendía a las naciones con sus prostituciones
y a los pueblos con sus sortilegios.

Texto 11

9 ¡Exulta sin freno, hija de Sión,
grita de alegría, hija de Jerusalén!
He aquí que viene a ti tu rey:
justo él y victorioso,
humilde y montado en un asno,
en un pollino, cría de asna.

lunes, 1 de marzo de 2010

Déjame ver toda tu bondad

Cuando Elías llegó al Horeb, tras caminar cuarenta días y cuarenta noches por el desierto, entró en una cueva, como en otro tiempo hiciera Moisés para aguardar a Yahveh (1) , y se quedó dormido.
Entonces Elías soñó que todo el pueblo de Israel, en el monte Carmelo, aclamaba, con voz unánime:
- Elías, ¡la voz de tu Dios es potente,
la voz de tu Dios es magnífica!
¡La voz de tu Dios lanza llamas de fuego,
la voz de tu Dios sacude el desierto!
¡El Señor, sobre las aguas torrenciales! (2)
¡Delante de Él avanza fuego,
abrasando en torno a tus enemigos! (3)Tu Dios es el Único, el Omnipotente.
¡Nadie se le puede comparar!
¡Yahveh, Él es Dios! (4)
El estrépito de voces se entremezclaba, en su sueño, con el ruido de un huracán tan violento que quebraba las rocas del Horeb (5).
Elías, sobresaltado, se puso en pie y salió a la entrada de la cueva, pero Dios no estaba en el huracán.
Después del huracán, hubo un terremoto, pero Dios no estaba en el terremoto.
Y, tras el terremoto, vino un fuego devastador. Pero, en el fuego, no estaba Dios.
Se entristeció Elías de que Dios no viniera a él en el fuego, en la tormenta o en el terremoto, como, en el pasado, se había manifestado a Moisés (6) . Pero, al instante, Elías escuchó en su corazón la voz de un silencio semejante a un soplo, se estremeció y se cubrió el rostro en presencia del Dios que, allí mismo, también se había revelado a Moisés como el Misericordioso, El lleno de amor y fidelidad (7).
-Así soy contigo,-creyó escuchar Elías en el susurro de aquella voz,-
el que te alimenta y te da de beber en el torrente,
el que te da cuanto tiene en la persona de una viuda pobre,
el que escucha tu clamor y da vida a un niño a través de tu cálido abrazo,
el que manda la lluvia a justos e injustos, preparando la cosecha para la siega,
el que te alienta en tu desierto y te da fuerza para que sigas tu camino hasta el final,
el que se fija en la suerte de los pobres y no deja impune el crimen de los poderosos.

Se le cayeron, entonces, a Elías, todas sus imágenes preconcebidas sobre Dios, y se atrevió a suplicar, como también en otro tiempo hiciera Moisés:
-Hasta ahora te conocía sólo de oídas. Ahora, muéstrame tu Rostro, Señor, y déjame ver toda tu bondad, para que sea, a partir de ahora, el humilde profeta de tu misericordia (8).
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(1) Éx 33,22.
(2) Sal 29,4.5.8.3c
(3) Sal 97,3
(4) 1 Re 18,39
(5) 1 Re 19.
(6) Éx 19,16-19
(7) Éx 34,6. En las palabras de Dios, encontramos referencias a 1 Re 17,2-7; 8-16; 20-22; 18,41-45; Mt 5,45; 1 Re 19,5-8; 1 Re 21.
(8) Cf. Job 42,5; Sal 27,8-9; Éx 33,18-19