martes, 27 de marzo de 2012

El testimonio de Juan Bautista

Lectio divina de Marcos 6,14-29

Se enteró el rey Herodes, pues su nombre se había hecho célebre. Algunos decían: «Juan el Bautista ha resucitado de entre los muertos y por eso actúan en él fuerzas milagrosas.»
Otros decían: «Es Elías»; otros: «Es un profeta como los demás profetas.»
Al enterarse Herodes, dijo: «Aquel Juan, a quien yo decapité, ése ha resucitado.»
Es que Herodes era el que había enviado a prender a Juan y le había encadenado en la cárcel por causa de Herodías, la mujer de su hermano Filipo, con quien Herodes se había casado.
Porque Juan decía a Herodes: «No te está permitido tener la mujer de tu hermano.»
Herodías le aborrecía y quería matarle, pero no podía, pues Herodes temía a Juan, sabiendo que era hombre justo y santo, y le protegía; y al oírle, quedaba muy perplejo, y le escuchaba con gusto.
Y llegó el día oportuno, cuando Herodes, en su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a los tribunos y a los principales de Galilea.

Entró la hija de la misma Herodías, danzó, y gustó mucho a Herodes y a los comensales. El rey, entonces, dijo a la muchacha: «Pídeme lo que quieras y te lo daré.»Y le juró: «Te daré lo que me pidas, hasta la mitad de mi reino.»Salió la muchacha y preguntó a su madre: « ¿Qué voy a pedir?» Y ella le dijo: «La cabeza de Juan el Bautista.» Entrando al punto apresuradamente adonde estaba el rey, le pidió: «Quiero que ahora mismo me des, en una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista.»El rey se llenó de tristeza, pero no quiso desairarla a causa del juramento y de los comensales.
Y al instante mandó el rey a uno de su guardia, con orden de traerle la cabeza de Juan. Se fue y le decapitó en la cárcel y trajo su cabeza en una bandeja, y se la dio a la muchacha, y la muchacha se la dio a su madre. Al enterarse sus discípulos, vinieron a recoger el cadáver y le dieron sepultura.


CUANDO LEAS

Este Herodes era hijo de Herodes el Grande, que había muerto dos años después de ordenar la matanza de los inocentes en Belén. Su reino se dividió entre sus hijos: Filipo en el norte, Arquelao en Judea y Herodes Antipas en Galilea y Perea. Este Herodes había subido al trono con diecisiete años y tendría un reinado largo, hasta el año 40 de la era cristiana. Amante del lujo y del poder, como su padre, aunque menos violento y sanguinario. Estando en Roma se enamoró de la mujer de su hermanastro Filipo, Herodías. Esta mujer le prefirió a él y se fueron a vivir a Palestina. Herodes estaba casado con la hija del rey árabe Aretas y la abandonó. Herodías también tenía una hija adolescente. El escándalo que producían en el pueblo era grande.
La más famosa de las ciudades construidas por Herodes Antipas fue Tiberíades, en la orilla occidental del Mar de Galilea. La llamó así en honor de su amigo el emperador Tiberio y la hizo capital del tetrarcado. La ciudad, a su vez, dio su nombre al mar y así ha quedado hasta hoy. Por largo tiempo fue una gran escuela de estudios judíos. Fue ante este Herodes que Jesús compareció y fue injuriado (Lc 23, 7-13). Antipas iría más tarde a Jerusalén para la Pascua, y se le nombra junto a Pilatos como enjuiciador de Cristo (Hech 4, 27). 
Juan el Bautista había sido detenido y encarcelado. Herodes, sin embargo, hacía muchas cosas por el consejo de Juan, pues le oía con gusto. Rara circunstancia en la que se combinan la injusticia y el respeto. Pero finalmente Herodes manda matar a Juan y con esta muerte se puso al pueblo en contra. Aretas, el padre de la esposa repudiada, se vengó invadiendo su reino, destruyendo y arruinando sus palacios. Herodes acabó deportado por el emperador a las Galias con Herodías, donde murió. 
Herodes le tenía miedo al pueblo, y además admiraba a Juan. Parece que su vida era doble. Por un lado su conciencia le reclamaba el mal hecho; por otra parte le hacía mucho bien el escuchar a ese hombre de Dios. Dos caras de una misma moneda...

CUANDO MEDITES

- Los discípulos de Juan "fueron y cogieron el cadáver y lo sepultaron. Después vinieron a confiárselo a Jesús" (Mt). No sabemos su reacción, pero debió ser una gran consternación para Él y para todos, especialmente para los que habían sido discípulos de Juan. El Señor decide llevarse a los discípulos aparte, a un lugar desierto, para que descansen, y para que los ánimos se calmen, ante los hechos dolorosos de la muerte de Juan.
 - Juan le echó en cara a Herodes su pecado y lo hizo con energía y con entereza de espíritu. Juan no se fijó en categorías humanas para decir la verdad y empezó por la autoridad; nada acalló su denuncia de la inmoralidad y de la injusticia. La mentira destruye el alma, la verdad la fortalece. Jesús dirá a los judíos que creen en Él: “Si permanecéis en mi palabra, seréis en verdad discípulos míos, y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”. (Jn 8, 31-33)
- La muerte de Juan Bautista está enmarcada en el evangelio de Marcos entre el envío misionero y el regreso de los discípulos. Mientras la comunidad que acompaña a Jesús asume tareas de evangelización directa y se prepara para proseguir la misión de Jesús, los poderosos derrochan en veleidades y destrozan a un profeta del pueblo. Unos construyen, mientras los otros destruyen. Unos, desde su pobreza y precariedad siembran buenas noticias; mientras otros, desde su riqueza y poder, esparcen muerte y malas noticias. Un profeta muere vilmente, víctima de los juegos de poder y de las intrigas. Juan Bautista muere por denunciar atropellos y fechorías… pero su muerte no se pierde en el vacío y en el sinsentido. La muerte del Bautista es semilla de vida. Aunque él no lo sepa, ya Jesús ha retomado el mensaje de Juan y lo ha llevado a nuevos límites. La Buena Nueva pasa del río y del desierto a la periferia urbana y a todos los campos de Galilea.
- Jeremías y todos los profetas de Israel fueron siempre perseguidos por proclamar el incómodo mensaje de Dios, que exige una auténtica conversión del corazón. Pero siempre afrontaron la persecución con valentía, aun a costa de la propia vida y del derramamiento de la propia sangre, como Juan Bautista, para dar testimonio de la verdad de Dios y de su palabra. Juan el Bautista es el ejemplo clásico de la defensa inerme y valiente del profeta que, por defender su fe y la verdad, termina su vida como víctima fecunda, prefiguración de la muerte redentora de Cristo. El verdadero cristiano, entonces, se convierte en “mártir”. Más aún, sólo el mártir es el verdadero cristiano y testigo de Cristo (en griego, mártir significa “testigo”). Ésta es la condición radical del cristiano. Todos debemos estar dispuestos, por amor a Él y por su Iglesia, a ser testigos intrépidos del Evangelio, incluso hasta dar nuestra propia vida por Él. 

 CUANDO ORES

- Mira cómo muchas veces un pecado lleva a cometer otro pecado. Herodes y Herodías empezaron siendo adúlteros y terminaron siendo asesinos. El pecado del adulterio los llevó al crimen, al asesinato de un hombre justo. Pide no dejarte llevar sin más por la opinión de los demás, como una veleta…
- Herodes lo mandó matar por “no quedar mal con todos los comensales, y a causa del juramento que había hecho”. Por no estropear su reputación, por preservar su buen nombre, por el “qué dirán si no cumplo lo que prometí”, prefirió el mal antes que el bien que le reclamaba su conciencia… ¿Soy o no soy indiferente al “honor del mundo”? ¿Soy esclavo de la opinión de los demás?


Autor: Equipo de lectio divina de la UPComillas.

miércoles, 21 de marzo de 2012

Sorprendido por su falta de fe

Lectio divina de Marcos 6,1-13


1 Jesús se fue de allí y regresó a su pueblo acompañado de sus discípulos. 2 Cuando llegó el sábado se puso a enseñar en la sinagoga; y muchos que lo escuchaban no salían de su asombro y se preguntaban: «¿De dónde ha sacado éste todo eso? ¿Quién le ha dado esos conocimientos y de dónde proceden esos milagros que hace? 3 ¿No es este el carpintero, el hijo de María y hermano de Santiago, José, Judas y Simón? ¿Y no son sus hermanas estas que viven aquí?» Así que estaban desconcertados a causa de Jesús. 4 Por eso les dijo: «Solo en su propia tierra, en su propia casa y entre sus familiares menosprecian a un profeta.»
5 Y no pudo hacer allí ningún milagro, aparte de curar a unos pocos enfermos poniendo las manos sobre ellos. 6 Estaba verdaderamente sorprendido de la falta de fe de aquella gente.

Andaba Jesús enseñando por las aldeas de alrededor, 7 cuando reunió a los doce discípulos y empezó a enviarlos de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus impuros. 8 Les ordenó que no llevaran nada para el camino, excepto un bastón. Ni pan, ni zurrón, ni dinero en el bolsillo; 9 que fueran calzados con sandalias y no llevaran más que lo puesto. 10 Les dio estas instrucciones: «Cuando entréis en una casa, quedaos en ella hasta que salgáis del lugar. 11 Y si en algún sitio no quieren recibiros ni escucharos, marchaos de allí y sacudid el polvo pegado a vuestros pies, como testimonio contra esa gente.
12 Los discípulos salieron y proclamaron la necesidad de la conversión. 13 También expulsaron muchos demonios y curaban a muchos enfermos ungiéndolos con aceite.

CUANDO LEAS

El texto con el que oramos hoy podríamos dividirlo en dos partes: el rechazo en la sinagoga de Nazaret (6,1-6a) y el envío a la misión de los discípulos (6,6b-13).
Jesús ha regresado a su tierra seguido por sus discípulos. Podríamos decir que esta frase es como el resumen de todo lo que viene detrás.
Jesús debía estar contento en su tierra. Era allí donde había pasado su niñez y juventud, y donde había desarrollado su oficio de artesano.
Nazaret es una pequeña aldea que nunca es nombrada en el Antiguo Testamento y de la que Natanael dirá "¿De Nazaret puede salir algo bueno?" (Jn 1,46). Como era su costumbre, el sábado va a la sinagoga, donde se puso a enseñar. Lo cual quiere decir que es reconocido como Maestro, e invitado a leer y a dirigir algunas palabras a la asamblea. La gente se maravillaba, lo mismo que ocurrió en Cafarnaun. Del maravillarse pasan a la duda: ¿de dónde le viene esto? No reconocen en Jesús al enviado del Padre. Pero además, ellos estaban seguros de quién era: un artesano, hijo de María; conocían a sus parientes hasta por su nombre propio. De una u otra manera se quedaron encasillados en juicios puramente humanos y se escandalizan de él. Jesús intenta iluminarles: ¿Acaso no puede suscitar Dios profetas donde él quiera? No consigue nada. Sólo algunos tienen fe y puede imponerles las manos para curarlos.

La segunda parte de este texto nos adentra en la misión de los discípulos, que no es otra que la de predicar y expulsar demonios. Hasta este momento, como discípulos, se han limitado a seguirlo y estar con él. Jesús les enseña qué deben hacer, cómo deben presentarse al mundo, cómo comportarse cuando se es acogido y cuando se es rechazado.

Lo que deben hacer es predicar la conversión, echar demonios y curar enfermos. Ahora bien  el mensaje no debe ser oscurecido por los bienes y las preocupaciones de este mundo. El apóstol ha de confiar plenamente en la Providencia. El enviado ha de presentarse como uno que no cuenta social ni económicamente. Solo desde la pobreza el misionero puede garantizar la credibilidad y dar testimonio de su confianza en Dios. Y si uno no es acogido, no importa, se sacude el polvo de los pies, poniéndoles frente a su responsabilidad. Ese sacudid el polvo es el testimonio de su rechazo al mensaje de la salvación. Aunque a los discípulos no les fue tan mal como a Jesús.

CUANDO MEDITES

- Cuando Jesús realiza alguna acción en mi favor soy de los que piensan: ¡De dónde le viene esto?
- ¿Cuál es mi reacción ante la Palabra de Jesús?
- Me veo enviado/a a la misión, ¿qué sentimientos despierta esto en mí?
- ¿Estoy dispuesto a pasar «todo tipo de calamidades» en el cumplimiento de la misión que Jesús me ha encomendado?

CUANDO ORES
Tú llamas a seguirte y arrancas al hombre de los suyos.
Tú llamas a seguirte y pides vender todo y darlo por nada.
Tú llamas a seguirte y exiges perder la vida, perderla toda.
Tú llamas a seguirte, cargando con la cruz como revolucionario
del amor entre los hombres. Tu llamada es radical.

 Tú llamas por el nombre y haces tuyo al hombre para siempre.
Tú llamas porque has amado primero y el amor es comunión.
Tú llamas porque eres bueno, porque tu corazón es fiesta.
Tú llamas y abres al hombre la voluntad del Padre.
Tú llamas y quieres hombres libres que te sigan.
Aquí estoy, Señor, quiero seguirte con mi corazón roto.
Aquí estoy, Señor del alba, quiero cambiar haciendo seguimiento.
Aquí estoy, Señor Jesús, da ritmo a mi proceso.
Aquí estoy, Señor, porque me has llamado, gracias.

(Autor: José Ignacio Pedregosa. Equipo de Lectio Divina de la U.P. Comillas)  

miércoles, 7 de marzo de 2012

Que crezcan rosas

Esta canción ha brotado de unos rosales que él ha llevado a su casa... La dedico a matrimonios ejemplares como el de Odette y Jesús, a matrimonios amigos (las chicas del coro y sus esposos, mi siamesa...), a matrimonios que no están en su mejor momento, a parejas de todo tipo que se aman...

Es un canto en forma de BENDICIÓN: Que vuestro amor mutuo crezca de día en día y prevalezca sobre todo aquello que pueda turbarlo. "Grandes aguas no podrán apagar el amor ni los ríos anegarlo" (Cantar de los Cantares)


 

"Que crezcan rosas"
Letra y música: Conchipddm

martes, 6 de marzo de 2012

Curación de la hemorroísa

Lectio divina de Marcos 5,21-43


21 Jesús pasó de nuevo en la barca a la otra orilla y se aglomeró junto a él mucha gente; él estaba a la orilla del mar. 22 Llega uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verle, cae a sus pies, 23 y le suplica con insistencia diciendo: “Mi hija está a punto de morir; ven, impón tus manos sobre ella, para que se salve y viva.” 24 Y se fue con él. Le seguía un gran gentío que le oprimía.

25 Entonces, una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años, 26 y que había sufrido mucho con muchos médicos y había gastado todos sus bienes sin provecho alguno, antes bien, yendo a peor, 27 habiendo oído lo que se decía de Jesús, se acercó por detrás entre la gente y tocó su manto. 28 Pues decía: “Si logro tocar aunque sólo sea sus vestidos, me salvaré.”
29 Inmediatamente se le secó la fuente de sangre y sintió en su cuerpo que quedaba sana del mal.
30 Al instante, Jesús, dándose cuenta de la fuerza que había salido de él, se volvió entre la gente y decía: “¿Quién me ha tocado los vestidos?”
31 Sus discípulos le contestaron: «Estás viendo que la gente te oprime y preguntas: "¿Quién me ha tocado?"»
32 Pero él miraba a su alrededor para descubrir a la que lo había hecho. 33 Entonces, la mujer, viendo lo que le había sucedido, se acercó atemorizada y temblorosa, se postró ante él y le contó toda la verdad.
34 El le dijo: “Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz y queda curada de tu enfermedad.”

35 Mientras estaba hablando, llegan de la casa del jefe de la sinagoga unos diciendo: “Tu hija ha muerto; ¿a qué molestar ya al Maestro?”
36 Jesús que oyó lo que habían dicho, dice al jefe de la sinagoga: “No temas; solamente ten fe.”
37 Y no permitió que nadie le acompañara, a no ser Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago.
38 Llegan a la casa del jefe de la sinagoga y observa el alboroto, unos que lloraban y otros que daban grandes alaridos. 39 Entra y les dice: “¿Por qué alborotáis y lloráis? La niña no ha muerto; está dormida.”
40 Y se burlaban de él. Pero él, después de echar fuera a todos, toma consigo al padre de la niña, a la madre y a los  suyos, y entra donde estaba la niña.
41 Y tomando la mano de la niña, le dice: “Talitá kum”, que quiere decir: “Muchacha, a ti te digo, levántate.”
42 La muchacha se levantó al instante y se puso a andar, pues tenía doce años. Quedaron fuera de sí, llenos de estupor. 43 Y les insistió mucho en que nadie lo supiera; y les dijo que le dieran a ella de comer.

CUANDO LEAS

- Oramos hoy con un doble relato (la curación de la hermorroísa y la resurrección de la hija de Jairo), cargado de simbolismo. Fijémonos en los elementos que tienen en común: dos mujeres, enfermas graves (una llega a morir), que se curan al contacto con Jesús. En ambos casos, se repite el número doce. Un dato innecesario que invita al lector a leer el relato en clave simbólica. El número doce es símbolo del pueblo judío. Ambas mujeres representan a Israel, cuyas instituciones y su religión (sinagoga) son incapaces de dar vida.

- vv. 25-34: Jesús libera de la marginación. Mientras que Mateo y Lucas son breves y sobrios en la presentación del milagro de la curación de la hemorroísa, Marcos se prodiga en detalles. La mujer está enferma (el pueblo pierde la vida; a eso apunta la enfermedad de pérdida de sangre) y es marginada por su impureza: la ley prohibía que entrara en contacto con cualquier persona y nadie podía tocarla sin contaminarse (cf. Lev 15,25-27).
La mujer se encuentra al borde de la desesperación (ha sufrido mucho durante doce años y lo ha perdido todo), pero se atreve a transgredir la ley, a la hacer lo que está prohibido, movida por su certeza de que ese contacto con Jesús le dará la salud y la vida. “Tocar el manto” significa adherirse a Jesús, porque el manto es símbolo de la persona (cf. Lc 19,36; Mc 10,50; Jn 13,12). Por otra parte, la acción de tocar el vestido responde a la creencia, en tiempos de Jesús, de que brotaba del taumaturgo una energía que sanaba.
Tanto la mujer como Jesús saben lo que ha pasado. Los discípulos aún no comprenden, y la gente aprieta a Jesús pero no lo toca realmente. Ninguno de ellos ha experimentado la adhesión completa a Jesús ni la transformación que provoca.
La mujer reacciona con “temor”, sobrecogida ante la manifestación de la divinidad en Jesús. Ella “se echa a sus pies”, en gesto de adoración. Las palabras de Jesús la reincorporan a la vida en todas sus dimensiones (psíquica, social, religiosa…): la llama “hija”, título familiar raro en los evangelios, reconoce el valor de su fe y la bendice con la paz y la curación.

- vv. 5,21-24.35-43: Jesús libra de la muerte. La resurrección de la hija de Jairo anuncia que no hay casos perdidos, que el miedo se vence con la fe y que la fe es capaz de resucitar muertos. Para Jesús, la niña no está muerta, está dormida. El nombre de Jairo es evocador: “él despierta”. La niña simboliza al pueblo, al que Jesús “levanta” (= resucita). La insistencia final en que nadie se entere está en la línea del “secreto mesiánico” que recorre el evangelio de Marcos”.
(cf. Enrique Martínez Lozano, Sabiduría para despertar, DDB 2011, 152-162)

CUANDO MEDITES

- ¿Me reconozco, en ocasiones, como  la mujer que está perdiendo la vida en un flujo continuo de inercias no vivificantes? ¿Me reconozco como la niña dormida que necesita escuchar “¡levántate! ¡vive!”?
- ¿Por dónde se me escapa la vida?
- ¿Cuáles son mis miedos? ¿Cuáles son mis opresiones externas e internas?
- ¿Quiero realmente tocar a Jesús, dejar que mi vida sea transformada y liberada por Él?
“El texto nos propone hacer nuestra la experiencia de la mujer: tomar conciencia, en primer lugar, de por dónde “se nos está escapando la vida”, caer en la cuenta de nuestras “pérdidas”, de aquellos aspectos de nuestra existencia que nos hacen sentirnos estériles. Y nos adentra en la paradoja de la fe, invitándonos a creer que nuestro poder reside precisamente en nuestros límites e impotencias reconocidas y asumidas. Estamos llamados también a dejar atrás nuestros miedos, a ir más allá de nuestras expectativas, a confiar de una manera distinta de la prevista. Y a esperar una salvación que acontece en el encuentro interpersonal con Jesús, en la acogida a su invitación de “entrar en su familia”, como verdaderos hijos” (Dolores Aleixandre)

CUANDO ORES
- Jairo cae a los pies de Jesús para suplicarle por la vida de su hija. Pide, suplica con insistencia y con fe por personas…, situaciones… amenazadas de muerte, opresión, marginación, injusticia…
- Un gran gentío sigue y aprieta a Jesús, pero sólo una mujer lo toca realmente y es sanada. Acércate a Jesús con verdadero deseo, con fe viva. “Toca” su manto, su persona, sus palabras, su presencia… Déjate mirar (“él miraba a su alrededor”), déjate amar, déjate llamar “hija”, “hijo”, déjate curar…
- ¿“Por qué lloras” ante tantas situaciones personales, sociales, mundiales… aparentemente desesperadas?, dice Jesús. “No tengas miedo, solamente ten fe”.
- “Todo lo tenemos en Cristo. Todo es Cristo para nosotros:
Si quieres curar tus heridas, Él es médico.
Si estás ardiendo de fiebre, Él es manantial.
Si estás oprimido por la iniquidad, Él es justicia.
Si tienes necesidad de ayuda, Él es fuerza.
Si temes la muerte, Él es vida.
Si deseas el cielo, Él es el camino.
Si refugio de las tinieblas, Él es luz.
Si buscas manjar, Él es alimento” (San Ambrosio)
- Puedes orar el Salmo 30
2 Te ensalzaré, Señor, porque me has librado
y no has dejado que mis enemigos se rían de mí.
3 Señor, Dios mío, a ti grité y tú me sanaste.
4 Señor, sacaste mi vida del abismo,
me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa.
5 Cantad para el Señor, los que lo amáis,
dad gracias a su nombre santo;
6 su cólera dura un instante,
su bondad, de por vida;
Al atardecer nos visita el llanto,
por la mañana, el júbilo.
11 Escucha, Señor, y ten piedad de mí,
Señor, socórreme.
12 Has cambiado mi luto en danzas,
me has quitado el sayal y me has vestido de fiesta.
13 Por eso mi corazón te cantará sin callarse.
Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre.


(Autora: Conchi López, pddm, Equipo de lectio divina de la U.P.Comillas)


jueves, 1 de marzo de 2012

Restaurar el silencio

No sería poco, y quizá fuera una tarea más que suficiente para una vida, dedicarse enteramente a restaurar el silencio violentado por la avalancha de palabras y actuaciones que sólo conducen a la confusión y al caos, e impiden que brote la verdadera humanidad y la verdad de las cosas.
Silencio en el ruido interior, en lo personal. Silencio en lo familiar. Silencio en lo social.
Un poco de silencio que nos devuelva la verdad y acalle nuestro ego.

"Con el corazón en lo esencial" (Isabel Guerra)