domingo, 30 de septiembre de 2012

La intolerancia y el escándalo (1)

Orando con Marcos 9,38-43.45.47-48 

En aquel tiempo, dijo Juan a Jesús: "Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre, y se lo hemos querido impedir, porque no es de los nuestros." Jesús respondió: "No se lo impidáis, porque uno que hace milagros en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros está a favor nuestro.

Y, además, el que os dé a beber un vaso de agua, porque seguís al Mesías, os aseguro que no se quedará sin recompensa.
El que escandalice a uno de estos pequeñuelos que creen, más le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar. Si tu mano te hace caer, córtatela: más te vale entrar manco en la vida, que ir con las dos manos al infierno, al fuego que no se apaga.
Y, si tu pie te hace caer, córtatelo: más te vale entrar cojo en la vida, que ser echado con los dos pies al infierno.
Y, si tu ojo te hace caer, sácatelo: más te vale entrar tuerto en el reino de Dios, que ser echado con los dos ojos la infierno, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga."

Meditación

El evangelio de este domingo tiene tres unidades (perícopas) distintas:
a) La intolerancia de Juan con quienes no son “de los suyos”.
b) La recompensa a la hospitalidad con los seguidores de Jesús.
c) El escándalo.

En la primera parte del evangelio, y tras la enseñanza del Maestro (“sed los últimos y los servidores de todos”), choca la actitud intolerante y violenta del joven Juan. El hecho es que los discípulos habían visto a uno que expulsaba demonios invocando el Nombre de Jesús y se lo habían querido impedir.
“Expulsar demonios” describe, en el evangelio, la misión de Jesús y de los discípulos, enviados con ese mismo poder de su Maestro (Mc 6,7). Ese “expulsar demonios” consistía en liberar a la persona de todo aquello que la tenía sometida y anulada. De María Magdalena se dice que Jesús había expulsado siete demonios, y el evangelio de Marcos comienza con la actividad exorcista de Jesús en la sinagoga de Cafarnaún (Mc 1,21-28).
El hombre que expulsa demonios en nombre de Jesús seguramente ha oído hablar de él, ha creído vivamente en su persona, quizá ha sido testigo de lo que Jesús ha hecho a favor de mucha gente poseída, y ha querido hacer lo mismo que hace Jesús, “invocando su Nombre”.
Juan, el hijo del Trueno (Mc 3,17), el mismo que quería prender fuego a los samaritanos por no acoger a Jesús a su paso por Samaría (Lc 9,54), no se para a pensar en el bien que está haciendo ese exorcista anónimo. Sólo piensa en clave de poder y rivalidad. Poco tiempo antes, ellos mismos no habían podido curar a un endemoniado epiléptico a pesar de ser “discípulos” de Jesús y haber recibido su mismo “poder” (Mc 9,14-29). En su actitud, puede que haya un celo indiscreto hacia su Maestro, como el que demostró Josué hacia Moisés, en el pasaje del libro de los Números que acompaña al evangelio, en la lectura litúrgica del domingo XXVII del tiempo ordinario. Pero puede que haya, sobre todo, envidia, pretensión de ser los únicos, rivalidad, afán de poder. Jesús defiende al extraño: “No se lo impidáis… En el fondo, este hombre está a nuestro favor, es nuestro aliado, hace el bien, siembra el Reino con su acción liberadora.”

- Y tú, ¿te reconoces en la actitud de Juan o en la de Jesús?
- ¿Alguna vez has sentido recelo o rechazo ante el bien que hacían otros, sólo porque “no eran de los tuyos?
- ¿Has sentido envidia, has restado reconocimiento y valor a acciones buenas de personas hacia las que tienes prejuicios negativos?
- ¿Hay algún colectivo especial o alguna persona hacia la que sientas rechazo o consideres una amenaza, tan sólo motivada por prejuicios: hombres, mujeres, homosexuales, personas de otras razas, “de derechas”, “de izquierdas”, “divorciados”, “drogadictos”, “progres”, “retrógrados”, “liberales”, “fascistas”, “comunistas”…?
- ¿Eres capaz de reconocer el bien que siembran también quienes no obran en nombre del Señor Jesús? (personas de otras religiones, ideologías políticas…).

Oración

1. Oración para pedir sabiduría que nos haga tolerantes y fraternos

Maestro bueno, dame fe para expulsar demonios en tu Nombre,
mis propios demonios y los ajenos.
Dame sabiduría para arrojar de mí la intolerancia y la violencia.
Dame un espíritu amplio y una mirada profunda y generosa
para reconocer y agradecer
el bien que viene de fuera, de los que “no son de los nuestros”.
Dame tu bondad y mansedumbre para no ser intransigente
con lo que no comparto y con lo que no puedo comprender.
Ayúdame a entender que sólo Tú eres la Verdad, inabarcable para mí,
y que, en todo ser humano, creado a tu imagen y semejanza,
hay luz y bondad para llegar hasta Ti y para hacer el bien
por caminos que yo ignoro.
Limpia mis ojos para ver, en mi prójimo,
simplemente a un hermano.

2. Puedes orar también, expresándole al Señor, con fuerza y sinceridad, el mismo deseo ardiente de Moisés:

¡Ojalá todo el pueblo del Señor fuera profeta y recibiera el espíritu del Señor!

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Autora: Conchi López, pddm, equipo de Lectio Divina de la UPComillas

sábado, 29 de septiembre de 2012

Palabras y silencio

Foto: Conchi López. Buenafuente del Sistal.
¿Para qué sirven las palabras?
¿Para qué sirven las palabras que escuchamos, las palabras que escribimos, las palabras que pronunciamos? ¿Para qué sirven las palabras de una buena conferencia, de una buena predicación, de una buena homilía?
Cuando son palabras que salen del corazón y llegan a otro corazón, pueden servir para endender un fuego, alentar una esperanza, apagar un mal humor... Muchas veces yo me he agarrado a palabras como un funambulista a su cuerda, para no estrellarme hasta el fondo del precipicio de situaciones aparentemente absurdas. Quienes pronunciaron aquellas palabras pueden estar satisfechas, pues su esfuerzo ha cumplido un propósito seguramente mayor del que buscaban. A veces, el propósito de sostener una vida.
Las palabras son valiosas. Después de lo dicho, no voy a negarlo.
Reconozco que rara vez me he agarrado al silencio.
Y, sin embargo, las palabras de otros llevan a vivir la vida de otros, mientras que en el silencio está mi ser desnudo, sostenido en su propia consistencia, la pesada consistencia de un ser diminuto apoyado en el Único Consistente: el Ser inmenso, infinito y amoroso de Dios.

viernes, 28 de septiembre de 2012

El que quiera ser el primero

Lectio divina de Marcos 9,30-41

30  Salieron de allí y atravesaron Galilea. Jesús no quería que se supiera, 31 porque estaba enseñando a sus discípulos. Les decía: «El hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; lo matarán y, después de muerto, a los tres días resucitará». 32 Pero ellos no entendían estas palabras y no se atrevían a preguntarle.
33 Llegaron a Cafarnaún y, una vez en casa, les preguntó: «¿Qué discutíais por el camino?» 34 Pero ellos callaban, porque en el camino habían discutido sobre quién entre ellos sería el más grande. 35 Jesús se sentó llamó a los doce y les dijo: «El que quiera ser el primero que sea el último y el servidor de todos». 36 Tomó en sus brazos un niño, lo puso en medio de ellos y les dijo: 37 «El que acoge a uno de estos pequeños en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí, no es a mí a quien acoge, sino al que me ha enviado a mí».
38 Juan dijo a Jesús: «Maestro, hemos visto a uno que echaba los demonios en tu nombre y no anda con nosotros, y se lo hemos prohibido». 39 Jesús dijo: «No se lo prohibáis, porque nadie que haga un milagro en mi nombre puede después hablar mal de mí; 40 y el que no está en contra de nosotros está a nuestro favor. 41 El que os dé de beber un vaso de agua por ser del mesías, os aseguro que no se quedará sin recompensa. 

CUANDO LEAS

El texto que nos ocupa lo podríamos dividir en tres partes:
a)      Mc 9,30-32 Segundo anuncio de la pasión en Galilea.
b)      Mc 9,33-37 El más grande en el Reino.
c)      Mc 9, 38-41 «El llanero solitario».

Mc 9, 30-32: Jesús se encuentra de nuevo en Galilea; sin embargo, no quiere que nadie se entere. Va camino de Jerusalén. Quiere instruir a sus discípulos. Y no quiere que nadie le desvíe de su propósito. Ha de hacer todo lo posible para que sus discípulos comprendan que Él será entregado. Pero, ¿quién es el sujeto de esta afirmación? Sin duda alguna, el Padre. Será Dios Padre quien entregará su Hijo a los hombres. Por tanto, si es una acción de Dios, resulta que dicha acción va más allá y en ella cabe una esperanza. Es una acción escatológica en la que existe algo más, no sólo la muerte: la resurrección. Los discípulos no entienden, prefieren no entender, callan, Jesús no entra en sus esquemas. Es mejor hacer como que no se ha oído nada.

Mc 9,33-37: Llegan a Cafarnaún, es la tierra de Pedro. ¿Entran en su casa? Es posible. Allí en la tranquilidad del hogar es donde Jesús les pregunta: ¿Qué discutíais por el camino? Mientras Jesús les hablaba de sufrimiento, de pasión, muerte y resurrección, ellos anda preocupados por el rango que cada uno ostenta, ¿quién es el más grande? Jesús, después de llamarlos, se sienta. Así lo hace el maestro. Y Jesús es el Maestro.
Está dispuesto a enseñarles. El primero debe ser el último y el servidor de todos. Para ser el primero hemos de estar dispuestos a hacer algo por los demás. Hemos de comprometernos con el prójimo.
Para dar más énfasis a lo que está diciendo, Jesús llama a un niño y lo pone en medio. Según dice el texto, lo abraza, signo de donación de amor. El niño, sin embargo, en Israel no contaba para nada. Jesús pone de manifiesto qué postura ha de adoptar la comunidad para con los menos considerados de la sociedad. Jesús se identifica con los «pequeños»: Quien acoge a uno de ellos está acogiendo al mismo Dios.

Mc 9,38-41: Juan se hace portavoz de los discípulos. Por ahí hay alguien que está expulsando demonios en nombre de Jesús. Los discípulos han intentando disuadirle. No pertenece a los suyos. No cabe duda de que en el trasfondo se encuentra una problemática de la comunidad marquiana. Alguien que no pertenece a la comunidad, utiliza el nombre de Jesús. Sin embargo, Jesús quiere poner de manifiesto que todo aquel que no se presenta abiertamente como enemigo es de los nuestros. Todo aquel que de alguna manera ayude a la comunidad cristiana pertenece a Cristo. Necesitamos la ayuda de todos en la evangelización.
  
CUANDO MEDITES

- Cuando Jesús «me habla», ¿Cuál es mi actitud?
- ¿Cuál es mi mayor preocupación mi vida cristiana?
- ¿Deseo ser el primero, ser reconocido, según la mentalidad del mundo?
- ¿Estoy dispuesto/a a ponerme al servicio de los demás sin condiciones?
- ¿Cómo acojo a los demás? ¿a los diferentes? ¿a los que no piensan como yo? ¿A los que no pertenecen a mi grupo, aunque estén realizando labores de evangelización?
  
CUANDO ORES

- Da gracias a Jesús por ser uno de los suyos, por haberte elegido, por ser su discípulo/a.
- Pídele que te habrá el entendimiento y sobre todo que sepas escucharle con el corazón.
- Invoca al Espíritu Santo pidiéndole en don de la humildad.
- Ora por los que no son como tú o no pertenecen a tu circulo.
- Pide a Jesús que te ayude a acoger a los diferentes que en su nombre llevan la salvación a nuestros contemporáneos.


 Cf. J. GNILKA, El evangelio según San Marcos,  Vol. II, Salamanca (Sígueme) 2005. 60-70.
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Autor: Pepe Pedregosa, equipo de Lectio Divina de la UPComillas

jueves, 27 de septiembre de 2012

Últimos y servidores

Orando con Marcos 9,30-37


En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se marcharon de la montaña y atravesaron Galilea; no quería que nadie se enterase, porque iba instruyendo a sus discípulos. Les decía: "El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y, después de muerto, a los tres días resucitará." Pero no entendían aquello, y les daba miedo preguntarle.

Llegaron a Cafarnaún, y, una vez en casa, les preguntó: "¿De qué discutíais por el camino?" Ellos no contestaron, pues por el camino habían discutido quién era el más importante.

Jesús se sentó llamó a los Doce y les dijo: "Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos."
Y, acercando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: "El que acoge a un niño como éste en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí no me acoge a mí, sino al que me ha enviado."

Preparando el corazón

Señor, enséñame tus caminos,
instrúyeme en tus sendas.
Dame tus mismos sentimientos,
tu modo de pensar y de vivir.
Dame el ser como una niña,
despojada de mi yo.
Dame la libertad de que nada me importe
no contar en “importancia” humana.
Dame un corazón humilde.
Dame sentir la dicha de ser la última de todas
y la servidora de todas.

Si mi yo se hincha y se llena de vanidad,
perdóname, Señor.
Si mi orgullo desea que se me tenga en cuenta,
perdóname, Señor.
Si mi ego desea poder, ser “significativa” y “relevante”,
ten misericordia de mí, Señor.
Dame un corazón libre.
Dame un corazón despojado.
Dame buscar, siempre y en todo,
tan sólo amar y servir.

Meditación

Tras la confesión de Cesarea, Jesús se pone en camino hacia Jerusalén y convierte el camino en un lugar de enseñanza especial para sus discípulos. Las primeras tres lecciones del Maestro son los tres anuncios de su pasión.
Hoy contemplamos la escena del segundo anuncio. Pero ellos, dice el evangelio, no entendían y les daba miedo preguntarle. Ya Pedro había expresado su resistencia a aceptar el primer anuncio: “¡De ningún modo, Señor! ¡Eso no puede pasarte a ti!”
El Maestro anuncia que va a ser traicionado, entregado y asesinado, y ellos andan dolorosamente enfrascados en lo que más les importa: quién es el más importante del grupo. ¡Cómo ciega la ambición hasta el punto de no ser conscientes de la trascendencia del momento que vive su Maestro y amigo! ¡Les está diciendo que va a ser asesinado! ¿Sentiría miedo Él? ¿Sabía acaso quién le iba a traicionar? ¿Por qué dirigirse a Jerusalén, entonces?... Nada de esto parece importarles a los amigos de Jesús...
Cuando llegan a casa, en Cafarnaún, Jesús les pregunta sobre qué iban hablando, con tanta “pasión”, por el camino. Pero ellos callan. Algo en su interior les dice que su discusión es demasiado mezquina y que no va a gustar al Maestro. Algo en ellos reconoce que hay una distancia infinita entre sus pensamientos y los de Dios, sus pretensiones soberbias y la humildad de su Maestro. Algo en su interior les hace avergonzarse de sus ambiciones de “prosperar” según lo humano.
Y Jesús, lleno de paciencia y de cariño, conociendo los pensamientos de su corazón, les llamó en torno a sí y les enseñó nuevamente: “Quien quiera ser el primero, sea el último de todos y el servidor de todos”. Y puso, en medio de ellos a un niño: “Así soy yo y así debéis ser vosotros. Tan poco importantes, tan pequeños y tan libres de pretensiones de poder como un niño”.
Todo, en este mundo de apariencias, nos empuja a desear el triunfo, la fama, ser reconocidos, adulados, alabados... ¡Qué ceguera!
¿Por qué nos es tan difícil dejarnos evangelizar en lo más profundo de nuestra interioridad, en nuestras búsquedas y deseos?
¿Por qué nos es tan difícil ser como los pájaros del cielo, los lirios del campo o los niños?
¿Por qué nos es tan difícil ser como Jesús, así de sabios, pobres, despojados, humildes y servidores?
¿Por qué nos es tan difícil callar y escuchar la voz que nos habla dentro y nos dice en qué reside el tesoro de nuestra vida, nuestro verdadero crecimiento y “prosperidad”, nuestra “importancia” y nuestra identidad?

Oración a la luz del Salmo 131

Señor, nuestro corazón, como el de los discípulos,
a menudo es ambicioso, y nuestros ojos, altaneros.
Buscamos grandezas que superan nuestra capacidad,
buscamos alabanzas, honores y triunfos,
un brillante curriculum que justifique nuestra existencia
a los ojos de los demás.

Ayúdanos tú, Dios humilde, a ser servidores
en la mesa de tu Reino,
a vestirnos el delantal y a lavar los pies de los demás.
Ayúdanos a acallar los deseos equivocados de nuestro ego,
y haznos como niños, serenos, confiados y satisfechos
en tus brazos, Dios Padre-Madre, que tanto nos amas.

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Conchi López, pddm

miércoles, 26 de septiembre de 2012

Creo, pero ayuda mi poca fe

Lectio divina de Marcos 9,14-29 

9 14Cuando llegaron donde estaban los otros discípulos, los encontraron rodeados de muchísima gente y a unos maestros de la Ley discutiendo con ellos. 15Al ver a Jesús, la gente quedó sorprendida y corrieron a saludarlo.
16 El les preguntó: “¿Qué estabais discutiendo con ellos?”
17 Y uno de entre el gentío le respondió: “Maestro, te he traído a mi hijo, que tiene un espíritu mudo; 18cada vez que se apodera de él, lo tira al suelo, echa espuma por la bocas, rechina los dientes y se queda rígido. He pedido a tus discípulos que lo echaran, pero no han podido”.
19 El les respondió: “¡Que generación tan incrédula! ¿Hasta cuándo tendré que estar entre vosotros? ¿Hasta cuándo tendré que soportaros? Traedme al muchacho.” 20 Y se lo trajeron.
Apenas vio a Jesús, el espíritu sacudió violentamente al muchacho, que cayendo al suelo se revolcaba echando espuma por la boca. 21 Entonces Jesús preguntó al padre: “¿Cuánto tiempo hace que le pasa esto?” Y él contestó: “Desde niño. 22 Y muchas veces el espíritu lo lanza al fuego y al agua para matarlo. Si puedes hacer algo, ayúdanos, ten compasión de nosotros”.
23 Jesús le dijo: “¿Por qué dices: si puedes? Todo es posible para el que cree”. 24 Inmediatamente el padre gritó: “Creo, pero ¡ayuda mi poca fe!”.
25 Al ver Jesús que se amontonaba la gente, ordenó al espíritu: “Espíritu sordo y mudo, yo te mando: sal de éste y un vuelvas a entrar en él”. 26 Se oyó un grito tremendo y el espíritu lo sacudió y lo tiró al suelo antes de salir, dejándolo como muerto. Muchos creyeron que había muerto, pero Jesús, tomándolo de la mano, lo levantó y el muchacho de puso de pie.
28 Cuando entró en casa, sus discípulos le preguntaron en privado: “¿Por qué no pudimos expulsarlo nosotros?” 29 Y él les respondió: “Esta clase de demonios sólo se expulsa con la oración.”

CUANDO LEAS

* El pasado jueves Marcos nos llevó a la gloria del Tabor, el relato de esta tarde nos baja al llano del dolor. Este episodio de la vida de Jesús aparece en los tres sinópticos [Mateo 17,14-23; Lucas 9,37-45] y en los tres en el mismo lugar: iniciado el camino a Jerusalén, entre la transfiguración y el segundo anuncio de la pasión, basándose ambos en el relato de Marcos (9,14-29), que debió recibirlo directamente de la tradición de las comunidades cristianas. Este pasaje únicamente lo conocemos por los sinópticos, puesto que no ha sido recogido por Hechos ni por los varios apócrifos. Tampoco la liturgia hace mucho uso de él: sólo aparece una sola vez: el lunes de la 7ª semana del tiempo ordinario del ciclo B. 

* La narración, tal como nos ha llegado, se desarrolla en cuatro tiempos:
  - encuentro de Jesús con la gente –al volver del Tabor- y con los discípulos que quedaron abajo,  y la  presentación de la enfermedad del muchacho por su padre (vv, 14-19)
  - presentación del enfermo y diálogo de Jesús con el padre del muchacho (vv, 20-24)
  - Jesús sana al chico endemoniado (vv. 25-27)
  -  los discípulos interrogan a Jesús  acerca del fracaso de su actuación (vv. 27-29)

* La organización que  presenta el relato nos dice que a Marcos le interesa presentarnos a  Jesús que dialoga con los distintos personajes. Varios temas característicos de Marcos se encuentran en esta escena: la llamada a la fe (v. 23), la falta de fe (v. 24) y la autoridad de Jesús (v.25)

 *  Aspectos interesantes en este relato:
- la minuciosidad en los detalles, que recuerda el episodio del geraseno (Mc 5,1-20),
- la acentuación de la fe y la relación padre con hijo enfermo que evoca a Jairo y a la mujer con hemorragias (5,21-43),
- existencia de duplicaciones: se describe dos veces la enfermedad (vv. 18 y 21), con detalles casi de exposición clínica,
-  la fe del beneficiario como condición para la posibilidad del exorcismo (v. 23),
- este milagro, y el del ciego de Jericó (10, 46-52), no contienen la orden de silencio; los anteriores sí
- en este pasaje Jesús queda iluminado como quien enseña y obra, pero no recibe –raro en Marcos en este tipo de relatos- ningún título cristológico, incluso el padre se dirige a Jesús con el nada sorprendente  título de Maestro (v.17)

* Personajes: transformaciones que sufren a lo largo del relato:
- los discípulos que no habían subido al monte, aparecen discutiendo, no sabemos de qué, con la gente y “unos letrados”, pero cuando Jesús pregunta acerca de la discusión no responden, es el padre quien habla de la enfermedad del hijo y  de la incapacidad de de los discípulos para sanarlo. Sólo cuando están en casa y aparte (9,29)  preguntan a Jesús sobre los “porqués” de su fracaso como sanadores.
- la gente, que está discutiendo con los letrados, se sorprende al ver a Jesús, corre a saludarlo, y más tarde se agolpa para presenciar la curación
- el padre,  quien conjuga en sí mismo elementos contrarios: fe e incredulidad
- el muchacho enfermo/poseído, no actúa por voluntad propia, sino que, poseído por el “espíritu mudo” es objeto de maltrato y sufrimiento primero y, después, mediado por el padre es curado por Jesús
 - la enfermedad : es presentada como “posesión diabólica”, fenómeno cuya aparición relativamente frecuente está documentada en tiempos de Jesús entre el pueblo llano de Galilea. Hoy sería entendida como epilepsia, enfermedad psicosomática, etc. Lo importante es la enorme cuota de dolor a soportar por padre e hijo.
-  el demonio, aparece primero maltratando al chico y luego siendo expulsado de él por el poder de Jesús
* Jesús: él es el centro de toda la escena. “Convertir al padre para curar al hijo, esa es la estrategia de Jesús, el Jesús que viene de la montaña del encuentro con Dios, donde ha sido llamado”Hijo amado”.

CUANDO MEDITES

* Recuerda el espacio luminoso que vimos el jueves pasado, personajes de vestiduras resplandecientes, con la voz del Padre dirigida a su Hijo, el amado, y fíjate hoy la bajada a otro dominado por el dolor y los problemas que presenta la enfermedad: un horizonte cerrado. Nuestra vida tiene parte de ambas situaciones. Este tiempo de la lectura orante es un rato de los primeros, de “pascua”. Disfrútalo en la lectura, en la meditación, en la oración. Y llévalo contigo a los otros tiempos, lugares y personas que lo necesitan y lo esperan.

* Fíjate en la sorpresa de la gente y de los discípulos (9,18.28). Están discutiendo con  la multitud y los letrados (9,14) porque son incapaces de curar al chico.  Los discípulos han fracasado, pero ¿por qué? Está claro que entre Jesús y los discípulos hay una profunda distancia interior por la que no consiguen curar al muchacho, ni suscitar la fe del padre dolorido: siguen a Jesús pero le siguen. Los discípulos se encuentran al nivel de los escribas por eso discuten con ellos de cosas pequeñas.

* Todos tenemos fracasos. ¿Cuáles son los míos en los planos profesional, familiar, de comunidad¿ ¿en mi vida de relación con Dios? ¿Qué razones encuentro para esos fracasos? ¿Tiendo a justificarlos y … tal día hizo un año? ¿Se parecen a los de los discípulos o son los mismos en el fondo? ¿No será que, lo mismo que los discípulos sigo a Jesús pero no le sigo?

* La fe es un tópico importante en este pasaje. Se subraya la fe del padre en contraste con la de los discípulos. ¿Cómo es mi fe? ¿Cómo influye, si es que influye, en mi vida diaria, en  mi acercamiento a los problemas cotidianos? 

CUANDO ORES

*  Expresa sencillamente a Dios lo que has vivido en esta tarde. Déjate acoger por su amor de Creador y de Padre. Haz ejercicio de escucha de Dios, prestando atención a sus inspiraciones, descansando sabiéndote,  como Jesús, “hija/o amada/o”.

* Agradece el don de la fe y cuanto ha supuesto en tu vida y pide ayuda para evitar los sutiles “flecos de incredulidad” que pueden llegar a sofocarla y a fracasar como sucedió con los discípulos. Habla con Jesús de esa posibilidad, pide que te ayude… Pide al Espíritu que te haga pasar del Tabor al llano … como hemos visto que hizo Jesús

* Hoy celebramos la festividad de San Francisco de Asís, tal vez el santo más popular durante casi ocho siglos, un seguidor de Jesús “a tope”,  que recibió las señales de su pasión. Para unirnos a la celebración de toda la Iglesia rezaremos juntos la oración que la tradición le ha atribuido, expresando con los labios y el corazón el compromiso de vida que supone:

“Señor, haz de mi un instrumento de tu Paz                         
  Que donde hay odio, yo ponga Amor                                  
  Que donde hay ofensa, yo ponga el Perdón                         
  Que donde hay discordia, yo ponga la Unión                      
  Que donde hay error, yo ponga Verdad                               
  Que donde hay duda, yo ponga la Fe                                    
  Que donde hay desesperación, yo ponga Esperanza            
  Que donde hay tinieblas, yo ponga la Luz                              
  Que donde hay tristeza, yo ponga la Alegría
¡Oh, Señor! Que yo no busque tanto ser consolado como consolar
ser comprendido, cuanto comprender,
ser amado, cuanto amar,
Porque es dándose como se recibe,
Es olvidándose de de sí mismo como uno se encuentra a sí mismo
Es perdonando como se es perdonado.
Es muriendo como se resucita a la Vida eterna.
Amén
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Autora: Trinidad Brunet, equipo de Lectio Divina de la UPComillas