miércoles, 28 de noviembre de 2012

María, fe y kénosis en el seguimiento de Jesús

El 11 de octubre dio comienzo, para toda la Iglesia, un año dedicado a la fe. Así lo ha querido el papa Benedicto XVI, conmemorando el 50 aniversario de la inauguración del concilio Vaticano II. La fe es apoyar nuestra vida, con total abandono y sin reservas, en Aquel que es nuestra Roca y cuya solidez nos sostiene. En Isaías 7,9, leemos esta famosa frase sobre la fe: “Si no creéis, no subsistiréis”. Alguien interpreta esa frase, partiendo del texto hebreo, del siguiente modo: “Si no os apoyáis en mí, no experimentaréis que sois sostenidos”. La experiencia de saberse en buenas manos, sostenido y cuidado en todo tiempo (como las aves del cielo y los lirios del campo, Mt 6,26-28) sólo puede saborearla quien corre el riesgo de apoyarse en Dios, el Dios Amor, Luz y Vida revelado en Cristo Jesús.

En la Escritura, encontramos una inmensa nube de testigos de la fe. El capítulo 11 de la carta a los Hebreos recorre la historia de la salvación en clave de personajes que destacaron por su fe, desde Abel hasta el mismo Jesús, “el que inicia y completa nuestra fe” (Heb 12, 2). De entre todos estos grandes creyentes bíblicos, hoy vamos a poner los ojos en María, madre y discípula del Señor.
Hay incontables libros hermosos sobre María, escritos desde el amor y una tierna devoción a la Madre de Dios. Yo quisiera invitar hoy a los lectores a escribir su propio libro sobre el camino de fe de María, bebiendo de las únicas fuentes en las que podemos seguir las huellas de esta joven mujer de Nazaret: los cuatro evangelios.
En realidad, la primera cita que hace alusión a María en el N.T., es el conocido pasaje de la carta a los Gálatas que habla de la encarnación del Hijo y de  nuestra filiación divina: “Al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer…” (Gál 4,4). Es la colaboración de María en la obra de la salvación. Es María, corredentora de la humanidad. Es María, la hija amada del Padre que consintió que el Verbo tomara carne y cuerpo en sus entrañas. Es la Apóstol con una misión: alumbrar a su Hijo para la vida del mundo.
La alusión de Pablo nos conduce al evangelio de la infancia de Lucas (Lc 1-2). Quizá es este evangelista el que más nos ayuda a intuir el camino interior de María.
Contemplemos a María en el episodio de la Anunciación. ¿Hay algo más inesperado que el hecho de que Dios ponga sus ojos en una joven virgen de Nazaret? “¿De Nazaret puede salir algo bueno?”, diría Natanael más adelante, haciéndose eco del sentir común de los judíos contemporáneos de Jesús (Jn 1,46). Pues precisamente allí donde no cabía esperar nada, en “la Galilea de los gentiles”, lejos del templo sagrado y de Jerusalén,  allí puso Dios los ojos para buscar a la mediadora de su salvación.
Esa mujer era virgen, incapaz, por tanto, de concebir la vida desde su condición virginal, al igual que tantas mujeres estériles de la historia de Israel, desde Sara, mujer de Abrahán, hasta la misma Isabel, madre de Juan. En esa misma línea de incapacidad, aunque por motivos diversos, se sitúa María. Pero Dios muestra, una vez más, a través de ella, que lo que es imposible para el ser humano es posible para Dios (Gn 18,14; Lc 1,37).
La irrupción del ángel en la vida de María y su saludo rebosan de gozo mesiánico: “¡Alégrate!” “¡Alégrate, hija de Sión!... El Señor, Rey de Israel, está en medio de ti!”, dirá el profeta Sofonías (3,14-15). “¡Llena de gracia!”… Y ella se preguntaba qué saludo era aquel. “¡El Señor está contigo!” Lo mismo que se les dijo a Moisés, Josué, Gedeón o los profetas antes de encargarles una misión de liberación (Éx 3,12; Jos 1,5; Jue 6,12; Jr 1,8.19). Pero ella se llenó de miedo y el ángel tuvo que disipar sus temores: “No temas, María, porque has hallado gracia ante Dios”. La gracia es la huella del paso de Dios por el alma, que la renueva enteramente y la embellece imprimiendo en ella el amor inmenso y gratuito de Dios. Así lo canta la esposa del Cántico Espiritual de San Juan de la Cruz, y así podría cantarlo también María:
“… ya bien puedes mirarme,
después que me miraste,
que gracia y hermosura en mí dejaste”.
O como reza el poema de Gabriela Mistral: “Si tú me miras, yo me vuelvo hermosa, como la hierba a que bajó el rocío…” Como el rocío, Dios ha descendido hasta María, le ha revelado su identidad más honda, y le ha encargado una misión: “Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande, se le llamará Hijo del Altísimo y el Señor le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob y su reino no tendrá fin… El Espíritu Santo vendrá sobre ti.” 
Es misterioso cómo Jesús cumplió esta palabra de manera totalmente contraria a las expectativas humanas. Y María tuvo que purificar su fe y aprender a ser discípula compartiendo la kénosis de su hijo quien, “a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo pasando por uno de tantos…” (Filp 2,6-7). Jesús fue grande haciéndose el último de todos y el servidor de todos (Lc 22,27). A Jesús le conocían como “el carpintero, el hijo de María”, y se escandalizaban de él (Mc 6,3). El reino de Jesús no era de este mundo y por eso fue asesinado por los jefes de este mundo (Jn 18,36)… ¡Qué paradójico fue todo! ¡Y qué fe necesitó María para pronunciar las mismas palabras que habían sido pronunciadas en el pasado por Abrahán, cuando Dios le pidió sacrificar a su hijo único, el amado (Gn 22,1), por Moisés, en el Horeb, ante la zarza ardiente (Éx 3,4), por Samuel, cuando escuchó su nombre en medio de la noche (1 Sam 3), o por Isaías, en la teofanía del templo (Is 6,8)…!: “Heme aquí”, “Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”.

María, la humilde esclava del Señor, tuvo una fe tan grande como para conmover los cimientos de la historia desde la revolución silenciosa del amor en lo pequeño. En el anuncio del ángel lo que resuena, como voz de trompetas, son realidades importantes, relevantes, grandiosas… pero lo que María vio desde el principio fue el día a día en su insignificante aldea de Nazaret, su niño envuelto en pañales y recostado en un pesebre, a las afueras de Belén, treinta años de vida escondida, irrelevante, como hijo de un simple carpintero, la muerte del hijo de sus entrañas en la cruz, como un malhechor, y un pequeño grupo de seguidores dispersos y paralizados por el miedo tras la crucifixión de su Maestro. Nada de tronos ni de reinos. Nada de poderío militar ni de relevancia social. Nada de triunfos ni de éxitos a nuestro estilo... Una vida escondida en lo pequeño y lo inadvertido, e incluso, en lo marginal.
Necesitó María mucha fe para recorrer todo ese camino. Y necesitó aprender, siguiendo las huellas de su Hijo, la difícil tarea del “descenso”. Todo cuanto vio, oyó y tocaron sus manos acerca del Verbo de la Vida, pasó por su corazón, una y otra vez, como repite Lucas en dos ocasiones: “María guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón” (Lc 2,19.51). Por eso decimos que María es la mujer del silencio y de la escucha, de la obediencia (ob-audire significa escuchar con atención) y de la confianza. Por eso Isabel la ensalzó con esta bienaventuranza: “¡Feliz tú, porque has creído…!”. Y Jesús la alabó indirectamente con esta otra proclamación de felicidad: “¡Dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen!” (Lc 11,28).
Sigamos las huellas de la fe de María en la visitación, en la Natividad, en Jerusalén, en Caná, al pie de la cruz y en el Cenáculo… Y digamos nuestro sí al Padre como María, para consentir la obra de salvación del Espíritu a través de nosotros, orando con fe humilde: “Quiero lo que tú quieres, sin preguntarme si puedo, sin preguntarme si lo quiero, sin preguntarme si lo deseo.” (Madeleine Delbrêl)

Para el trabajo personal o de grupo

1. Pregúntate, para empezar, qué episodios de la vida de María conoces. Enúncialos por escrito. Si trabajáis en grupo, intentad recomponer el “evangelio de María” con lo que cada uno recuerda sobre ella. ¿Dónde situáis esos relatos? ¿A qué evangelio pertenecen?
2. ¿Qué se dice de María en esos pasajes? ¿Cómo la “retratan”? ¿Cuáles son los rasgos de su carácter? ¿Cómo es su relación con los otros y con Dios? ¿Cómo vive la historia de su pueblo?
3. ¿Qué palabras pronunciadas por María te llaman más la atención y por qué? ¿Por qué son significativas para tu vida creyente? ¿Qué te dicen a ti hoy?
4. Como es el Hijo, así es la madre. Como es el Maestro, así su discípula. Contempla a María a la luz del sermón del monte (Mt 5-7), que es uno de los textos que mejor describen a Jesús. ¿Cómo habrá vivido María las bienaventuranzas,  y el abandono en la providencia, y el amor a los enemigos…? ¿Cómo habrá rezado el Padre nuestro?…
5. Contempla a María como mujer orante. Reza, con ella, el Magnificat (Lc 1,46-55) y cae en la cuenta de la imagen-experiencia de Dios que tiene María. ¿Cómo nombra a Dios? ¿Con qué verbos describe lo que hace Dios con ella y con su pueblo? ¿Qué ejemplos de vida concretos y actuales conoces en los que el Magnificat de María se ha hecho realidad?
6. Compara el cántico de María con el cántico de Ana (1 Sam 2,1-10).
7. Compón tus propias letanías para orar dirigiéndote a María, según la experiencia y la percepción que tienes de ella. Dile cosas que te salgan del corazón. María, mujer llena de Espíritu, ruega por nosotros; María, mujer de la escucha atenta y de la alabanza gozosa, ruega por nosotros…
8. Lectura recomendada: Javier Garrido, El camino de María, Sal Terrae 2007.

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(Publicado en la revista Cooperador Paulino. Comunicación social y pastoral).
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martes, 27 de noviembre de 2012

"Mi corazón vela"

Lectura orante de Lucas 21,25-28.34-36

Para disponer el corazón

Comenzamos suplicándole al Señor que nos enseñe sus caminos, caminos por los que transitar en este tiempo de adviento, actitudes que asumir, modos de acercarnos más a Él… Y lo hacemos con el salmo de este domingo, el salmo 25 (24), rezado en segunda persona:

Señor, enséñame tus caminos,
instrúyeme en tus sendas,
haz que camine en siendo fiel a ti,
enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador.

Tú, Señor, eres bueno y justo,
y enseñas el camino a los pecadores;
Haces caminar a los humildes con rectitud,
enseñas tu camino a los humildes.

Tus sendas, Señor, son misericordia y fidelidad
para los que cuidan tu alianza
y buscan vivir tu Palabra.
Tú te confías a los que te aman
y les das a conocer tu alianza.
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“Que el Señor os colme y os haga rebosar de amor mutuo y de amor a todos, lo mismo que nosotros os amamos. 
Y que así os fortaleza internamente, para que, cuando Jesús, nuestro Señor, vuelva… os presentéis santos e irreprensibles ante Dios, nuestro Padre….
En fin, hermanos, por Cristo Jesús, os rogamos y exhortamos: Habéis aprendido de nosotros cómo proceder para agradar a Dios; proceded así y seguid adelante.”

(cf. 1 Tes 3,12-4,2)
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Lucas 21,25-28.34-36

25 Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y de las olas, 26 muriéndose los hombres de terror y de ansiedad por las cosas que vendrán sobre el mundo; porque las fuerzas de los cielos serán sacudidas.
27 Y entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria.
28 Cuando empiecen a suceder estas cosas, cobrad ánimo y levantad la cabeza porque se acerca vuestra liberación.

34 Tened cuidado de que no se os embote la mente por el libertinaje, por la embriaguez y por las preocupaciones de la vida, y venga aquel Día de improviso sobre vosotros, 35 como un lazo; porque vendrá sobre todos los que habitan toda la faz de la tierra.
36 Estad en vela, pues, orando en todo tiempo para que tengáis fuerza y escapéis a todo lo que está para venir, y podáis estar en pie delante del Hijo del hombre.

PROPUESTAS DE MEDITACIÓN

“Habrá señales.., y entonces verán venir al Hijo del Hombre…”
- Jesús está viniendo siempre… Está aquí, Resucitado. Es el Emmanuel, el Dios con nosotros. Prometió estar con nosotros, todos los días, hasta el fin del mundo… ¿Podemos percibir su Presencia en sus mediaciones, en el amor humano…, en los gestos de entrega gratuitos…, en los pequeños “milagros” que suceden todos los días…, en la belleza de la creación…, en la belleza y la bondad de las creaciones humanas…, en la paz…, en el perdón…, en la reconciliación…, en todo lo inesperado que se juzgaba imposible…, en todo lo esperado, rutinario y cotidiano…? 
- ¿Podemos verle venir “ahora a nuestro encuentro, en cada hombre y en cada acontecimiento, para que lo recibamos en la fe”, como dice uno de los prefacios de Adviento? 

“¡Ánimo, levantad la cabeza, se acerca vuestra liberación!”
- ¡Ánimo! Así le dijeron al ciego de Jericó postrado al borde del camino. ¡Ánimo, incorpórate a la vida! ¡Ánimo, todo puede empezar ahora! ¡Ánimo, todo pasa… esto también pasará! ¡Ánimo, el Señor es un Dios de vivos y no de muertos! ¡Ánimo… levántate… Dios te libera de tus cargas, te da alas como de águila, hace que camines sin cansarse y corras sin fatigarte…! ¡Ánimo, su buena noticia es noticia de liberación! Solamente ten fe.

“¡Tened cuidado de que no se os embote la mente con los agobios de la vida…”
- ¿Qué distrae nuestra atención de lo esencial? ¿Qué distrae nuestra atención de que nada puede separarnos del amor de Dios, de que somos sus amados, de que estamos llamados a vivir en Él? 
- Podemos hacer lo mismo que hacemos, sin agobios, sin preocupación… La experiencia y la sabiduría humana nos dice que con o sin ellos, las cosas sucederán igualmente, y más nos vale vivirlo todo con serenidad, sin resistencias, acogiendo lo que es como es. Pero además, Jesús nos dice: ¿No andéis preocupados por vuestra vida? El mundo, la vida, la muerte, el presente, el futuro, todo es vuestro, vosotros de Cristo y Cristo, de Dios (Mt 6,25ss; 1 Cor 3,22-23). 

“Estad en vela, orando en todo tiempo…”
- Vela quien ama. “Yo duermo, pero mi corazón vela”, dice la joven enamorada del Cantar de los Cantares… “La voz de mi amado que llama: Ábreme, hermana mía, amiga mía, paloma mía sin tacha. Mi cabeza está cubierta de rocío, mis cabellos, del relente de la noche…” (Cant 5,2).
- “Vigila la esposa que espera al esposo, la madre que espera al hijo lejano, el centinela en plena noche en situación de peligro, el familiar junto al ser querido enfermo al que vela …” (cardenal Martini). 
- La vela, la vigilancia, es atención intensa y despierta… ¿Pongo toda mi atención amorosa al paso de Dios por mi vida? ¿Escucho con atención su palabra? ¿Corro a su encuentro o pongo excusas, me evado, me escapo, huyo de él?
¿Cómo oro “en todo tiempo”?

“Manteneos en pie ante el Hijo del Hombre”
Actitud “paciente”, “resistente”. Actitud que lo soporta todo en la espera y en la esperanza. Actitud en la que el corazón se mantiene firme a pesar de todo: circunstancias adversas, enfermedades, dificultades económicas, pérdidas personales… “Mi corazón está firme, Dios mío, mi corazón está firme”, dice el Sal 108.
Mantenernos en pie, sin sucumbir a la desesperanza, sin que nos venza el miedo, sin dar nada por perdido, confiando y trabajando para que llegue “lo mejor” con la confianza de que llegará… 
Confiar en la Palabra del Señor que nos transmite Pablo: “en todas las cosas, Dios trabaja para el bien de los que lo aman” (Rom 8,28).

“Que el Señor os colme y os haga rebosar de amor mutuo y de amor a todos…”
El amor... Siempre el amor… “En el atardecer de la vida seremos juzgados sobre el amor”, dice San Juan de la Cruz. Ninguna otra cosa será importante… Sólo el amor. Por eso, ocupémonos de que sólo el amar sea nuestro ejercicio. Acallemos nuestros juicios, pre-juicios, condenas… Dejemos que juzgue el Señor. ¿Qué sabemos nosotros de lo profundo del corazón de otros?... Sólo el amor es camino seguro.

PROPUESTAS DE ORACIÓN

1) Ponemos nuestra meditación en el corazón de Dios. A Él alzamos nuestras manos pidiéndole que se cumplan sus promesas, que venga su reino, que traiga justicia, que levante al caído, al cansado. Recordamos a todos los hermanos y hermanas que sufren y que anhelan la definitiva liberación…

2) Deseos de Adviento

Al comenzar un nuevo Adviento,
deseamos que se robustezca nuestra esperanza
para que no nos falten deseos 
del Señor de la Vida
que viene y vendrá.

 Deseo que mis deseos sean apasionados,
deseo que mi espera no se enfríe,
deseo que mi caridad no decaiga,
deseo que mi oración no sea rutinaria.
Deseo que mi vida no sea de pasada,
deseo que mi corazón lata al compás 
de muchos otros,
deseo que mi fe no se sienta asegurada,
deseo que mi canto testimonie mi esperanza.

Sí, Señor que vienes,
haznos seres llenos de deseos,
hombres y mujeres de esperanza,
que aún esperan de la vida la sorpresa
que puede regalarnos cada jornada.
Mujeres y hombres liberados
por la fuerza sorprendente de tu mirada 
y tu Palabra.

Mujeres y hombres despiertos
porque se han encontrado contigo 
y no pueden vivir aletargados.
Mujeres y hombres valientes
que han disuelto sus miedos al calor 
de tu corazón.
Mujeres y hombres del Reino constructores
que no pueden vivir sus días
sin responder a los clamores de otros corazones.


(Oración de Mª Pilar Casarrubios Lucas)

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NOTAS SOBRE LAS LECTURAS

1. La primera carta de San Pablo a los Tesalonicenses se considera como el primer escrito del cristianismo que ha llegado hasta nosotros (50/51 a.C.). Su tema central es la última venida del Señor, que los cristianos de aquel tiempo esperaban con impaciencia y con la convicción de que sería inminente. Se imaginaban que de un momento a otro iba a aparecer el Señor para cambiar todas las cosas e instaurar los cielos nuevos y la tierra nueva donde habite la justicia (cf. 2Pe 3,14).
La lectura que leemos gira en torno al amor, que será el único criterio de juicio, cuando el Señor venga (cf. Mt 25,31-46): Que rebosemos de amor, y de amor a TODOS, sin exclusión, sin condenas, sin acepción de personas… La actitud y el comportamiento ante la venida del Señor no tiene que ver con la angustia ni con el miedo, sino con el amor y la santidad. Así nuestras vidas serán agradables a Dios.

2.  Con el Adviento comenzamos un nuevo año litúrgico y la lectura del tercer evangelio. Como los otros evangelios sinópticos (Mc 13 y Mt 24-25), Lucas concluye la predicación de Jesús en Jerusalén con un discurso o sermón escatológico, que algunos consideran el capítulo más oscuro y difícil del evangelio. Con la palabra “escatología” se designa la consideración religiosa de la historia del mundo en la perspectiva de su término final. Así pues, el discurso escatológico es un discurso acerca de los acontecimientos del fin. El leccionario no nos propone la lectura del entero discurso (Lc 21,5-38) sino de los fragmentos de la última parte del mismo (vv. 25-28 y vv. 34-36), de los que destacamos las ideas más importantes.

La conmoción del universo (vv. 25-26). El encuentro con Cristo o Parusía es motivo de angustia para aquellos que están en actitud negativa ante Dios. Lucas describe este sentimiento de forma plástica mediante un cataclismo universal.

La venida del Hijo del Hombre (v.27). Lucas describe la venida gloriosa de Cristo al final de los tiempos con un lenguaje apocalíptico que se inspira en el capítulo 7 del libro de Daniel, más exactamente en la visión del Hijo del hombre, un personaje misterioso y simbólico que representa a Dios en figura humana y con rasgos maravillosos. En el evangelio, ese Hijo del hombre humano y divino se identifica con Cristo.

El gozo de los elegidos (v.28). Ante los signos que anuncian la proximidad de Cristo, los que se mantendrán fieles al evangelio no han de sentir miedo sino la alegría del oprimido cuando ve que su liberación se acerca.

La actitud de vigilancia (vv.34-36). Lucas indica algunos de los vicios propios del paganismo que amenazaban con corromper el corazón de los fieles a la vez que les exhorta a ser vigilantes en la oración. Así es como hay que prepararse para la venida de Cristo.

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(Notas tomadas de Nuria Calduch Benages, Misa Dominical 2012 (15)).
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miércoles, 21 de noviembre de 2012

Servidor se hizo mi Rey

Lectio divina de Juan 18,33-37
Canto inicial: Rendid honor al Señor (Grupo Hesed)




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Juan 18,33-37

33 En aquel tiempo, dijo Pilato a Jesús:
- ¿Eres tú el rey de los judíos?
34 Jesús le contestó:
- ¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?
35 Pilato replicó:
- ¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?
36 Jesús le contestó:
- Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí.
37 Pilato le dijo:
- Conque, ¿tú eres rey?
Jesús le contestó:
- Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo; para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz.

PROPUESTAS DE LECTURA

1. El evangelio está tomado de la pasión según san Juan. En el cuarto evangelio, el proceso de Jesús ante el procurador romano Pilato está muy cuidado desde un punto de vista teológico-literario, y todo el diálogo está encaminado a la proclamación de Jesús como Rey por parte del representante de Roma.
Los autores distinguen siete escenas en ese diálogo, determinadas por las palabras entrar y salir. En la cuarta  escena (19,1-3) no se habla de entrada, pero en 19,4 se dice que salió otra vez. Las escenas van desde 18,28 a 19,16. Ésta es la ordenación propuesta: Presentación de los protagonistas (18,28): Jesús y Pilato, en el pretorio, de madrugada; primera escena (18,29-32): acusación y petición de condena; segunda escena (18,33-38a): realeza; tercera escena (18,38b-40): Barrabás; cuarta escena (19,1-3: coronación de espinas; quinta escena (19,4-8): Ecce Homo; sexta escena (19,9-12): poder de Pilato; sétima escena (19,13-15): “Ahí tenéis a vuestro Rey”; conclusión (19,16a): Jesús condenado a la crucifixión.
Nuestro pasaje corresponde a la segunda de las siete escenas. A primera hora de la mañana del viernes, en una sala interior del palacio, Pilato somete a Jesús a un interrogatorio. En él, Jesús declara que su reino no es de este mundo. Su realeza viene de lo alto, es decir, es espiritual. Su reino no es de aquí abajo, porque no se apoya en un ejército ni en las potencias del mundo. La realeza de Jesús se manifiesta en dar testimonio de la Verdad. Y en el cuarto evangelio la Verdad es la revelación de Dios al mundo realizada por Jesús. Jesús da ese testimonio a lo largo de toda su vida y su ministerio público, pero este testimonio se concentra ahora en su pasión y muerte, un auténtico “martirio” de y por la Verdad: Dios es un Dios que ama hasta el extremo.

2. Sobre el Reino/reinado de Dios (Benedicto XVI):
[En Jesús, el Reino es] algo nuevo que se expresa sobre todo en las palabras “está cerca el Reino de Dios” (Mc 1,15), "ha llegado a vosotros” (Mt 12,18), está “dentro de vosotros” (Lc 17,21) (…) La nueva proximidad del Reino de la que habla Jesús y cuya proclamación es lo distintivo de su mensaje, esa proximidad del todo nueva reside en Él mismo. A través de su presencia y actividad, Dios entra en la historia aquí y ahora de un modo totalmente nuevo, como Aquel que obra. Por eso ahora “se ha cumplido el plazo” (Mc 1,15); por eso ahora es, de modo singular, el tiempo de la conversión y del arrepentimiento, pero también el tiempo del júbilo, pues en Jesús, Dios viene a nuestro encuentro. En Él ahora es Dios quien actúa y reina, reina al modo divino, es decir, sin poder terrenal, a través del amor que “llega hasta el extremo” (Jn 13,1), hasta la cruz”.
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(Notas tomadas de Nuria Calduch Benages, Misa Dominical 2012 (15); Secundino Castro, Evangelio de Juan. Comprensión exegético-existencial, UPComillas 20022; Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, La esfera de los libros, 2007, 83-88).
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PROPUESTAS DE MEDITACIÓN

“Mi Reino no es de este mundo”

- Jesucristo es un Rey despojado. Su “Reino” no es de este mundo. No tiene palacio, ni ejército, ni servidores, ni guardaespaldas, ni riqueza, ni poder político… Su compañía es un grupo de discípulos y discípulas, gente socialmente irrelevante… Él pasó haciendo el bien a todos, especialmente a las clases marginales de su tiempo: enfermos, “endemoniados”, mujeres, niños, pobres, gente de mala vida y de dudosa reputación. ¿Dónde radica su poder? ¿Qué les hacía a todos preguntarse, con asombro, “¿pero quién es éste?”
Jesucristo es la transparencia de Dios, el Revelador del Rostro de Dios. Él vino a dar testimonio de la Verdad. Y la Verdad es que no hay nada más poderoso que el Amor. Y la Verdad es que Dios es Amor.
- Nos empeñamos en contraponer la realeza de Dios a la realeza de los poderosos de este mundo. En defenderla, en resaltarla. Incluso con una fiesta litúrgica. Pero esa comparación y esa “defensa” no tienen objeto. Dios es incomparable. La palabra “Rey” no sólo se queda corta. Es que, hoy, distorsiona el Ser de Dios. Dios es El que Es. El Creador. El Amor. La Luz. La Vida. El Todo. El Todo inmenso e infinito, compasión infinita que se ha hecho “nada” para enseñarnos cómo vivir.
- “Quien dice que cree en Él debe vivir como vivió Él”, dice Juan. Ese es el Reino y el reinado de Dios: que la humanidad conozca y viva lo que es: hijas e hijos de Dios, Amor, Luz, Vida y Compasión. Una humanidad nueva con la misma tarea de su Señor: liberar, sanar, sacar de la postración, dar vida… transparentando a Dios.
- ¿Cómo podemos vivir esto? La oración es el camino: los ojos fijos en Jesús. El despojamiento es el camino. La acción compasiva es el camino. Vivir el evangelio es el camino. Tal como el evangelio es. Escuchándolo y actuándolo con simplicidad. Creyendo que el evangelio “no está hecho para ser leído, sino para ser recibido en nosotros” (Madeleine Delbrêl)… ¿Más caminos…?
Cuando vivamos de este modo, no estaremos lejos del Reino de Dios.

“El Reino de Dios está dentro de vosotros”
-“Quien pide en la oración la llegada del Reino de Dios, ora sin duda por el Reino de Dios que lleva en sí mismo, y ora para que este reino dé fruto y llegue a su plenitud…” (Orígenes)
- ¿A quién o a qué tienes entregada o rendida tu vida, tus pensamientos, tus acciones, tus proyectos, tu tiempo…?  
- ¿Cómo reconoces la presencia del Reinado de Dios en ti, en la Iglesia y en el mundo?
- ¿Qué pides cuando pides en el Padre nuestro: "Venga a nosotros tu Reino"?

"Todo el que es de la Verdad escucha mi voz"
La expresión "escucha mi voz" conecta la imagen de Jesús Rey con la imagen de Jesús Pastor que aparece en Jn 10,27: "Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco y ellas me siguen". Jesús realiza su reinado como un Pastor cuida sus ovejas y da su vida por ellas. Sale en busca de la perdida, venda a la herida, se ocupa de la más débil... De nuevo aparece, como motivo, la entrega de amor, que testimonia la existencia del Dios de la Vida. ¿Cómo escuchas la voz de Jesús? ¿Cómo te sientes cuidado, protegido, acompañado y guiado...? ¿Cómo cuidas y acompañas tú a otros...?

"El Reino de Dios se parece a..."
Haz memoria (o busca en tu Biblia) con qué compara Jesús el Reino. Habitualmente es algo pequeño: una semilla que cae en tierra, un grano de mostaza, un poco de levadura escondida en la masa, un tesoro escondido en un campo... Es algo pequeño que contiene un gran dinamismo de vida en su interior y está llamado al continuo crecimiento de dentro a fuera. 
- ¿Con qué compararías tú, hoy, el Reino de Dios?
- ¿Como crece el Reino de Dios en ti? 

PROPUESTA DE ORACIÓN

Orando con el Salmo 93 (92) a la luz del Evangelio.

“El Señor reina vestido de majestad…”
Te contemplamos vestido de bondad.
Tu majestad es tu bondad para con todos,
en especial para con los pequeños y los pecadores.
Tu grandeza es tu humildad,
Señor, último y servidor de todos.

“… el Señor, vestido y ceñido de poder”
Te contemplamos vestido de debilidad,
con cansancio, hambre y sed en el camino,
necesitado de compañía amiga,
con miedo y terror ante lo que se te venía encima,
indefenso y entregado a la traición de un amigo,
condenado y asesinado con una muerte vergonzosa,
despojado y convertido en “uno de tantos”.

“Tu trono está firme desde siempre y tú eres eterno”
Por toda la eternidad, estabas en el corazón del Padre,
en sus entrañas, en su intimidad, en su secreto…
Te hiciste carne y pusiste tu tienda humilde entre nosotros,
sin tronos ni honores, sin un sitio donde reclinar la cabeza.
Y cuando llegó la hora de pasar de este mundo al Padre,
habiendo amado a los tuyos, los amaste hasta el extremo.
Tu amor es firme, fiel y eterno.
No se retira, no se apaga, nunca dice “basta”.

“Tus mandatos son fieles y seguros”
Sólo Tú tienes palabras de Vida eterna.
Tu Evangelio es el Camino, la Verdad que nos hace libres,
la Vida que nos colma de alegría.

“La santidad es el adorno de tu casa,
Señor, por días sin término”.
Tu santidad es tu absoluta misericordia sin fisuras.
Tu casa, el templo de tu Cuerpo, tu Persona entera
resplandecen con la luz de tu compasión
derramada por los caminos.
Eres el más bello de los hombres,
de tus labios, de tus manos, de tu mirada
se derrama la gracia, que es amor gratuito,
el amor del Padre hacia toda la humanidad perdida.

Eres Rey, sí, lleno de majestad y de poder.
Un Rey distinto a los reyes de la tierra.
Un Rey al que la humanidad entera quedaría rendida
si fuera capaz de comprender y contemplar
la belleza indescriptible
de tu humildad desconcertante
y de tu incansable compasión.
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Canto final: El amor no dice basta
(Ain Karem; C4)




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lunes, 19 de noviembre de 2012

Jesús, los niños y el hombre rico

Lectio divina de Mc 10, 13-31

13 Le presentaban unos niños para que los tocara; pero los discípulos les reñían. 14 Mas Jesús, al ver esto, se enfadó y les dijo: “Dejad que los niños vengan a mí, no se lo impidáis, porque de los que son como éstos es el Reino de Dios. 15 Yo os aseguro: el que no reciba el Reino de Dios como niño, no entrará en él”. 16 Y abrazaba a los niños, y los bendecía poniendo las manos sobre ellos.  
17 Se ponía ya en camino cuando uno corrió a su encuentro, y arrodillándose ante él, le preguntó: “Maestro bueno, ¿qué he de hacer para tener en herencia vida eterna?”18 Jesús le dijo: “¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino sólo Dios. 19 Ya sabes los mandamientos: No mates, no cometas adulterio, no robes, no levantes falso testimonio, no seas injusto, honra a tu padre y a tu madre” 20 Él entonces le dijo: “Maestro, todo eso lo he guardado desde mi juventud.” 21  Jesús, fijando en él su mirada, le amó y le dijo: “Una cosa te falta: anda, cuanto tienes véndelo y dáselo a los pobres  tendrás un tesoro en el cielo; luego, ven y sígueme.” 22 Pero él, abatido por estas palabras, se marchó entristecido, porque tenía muchos bienes.  
23 Jesús, mirando a su alrededor, dice a sus discípulos:  ”¡Qué difícil es que los que tienen riquezas entren en el Reino de Dios!” 24 Los discípulos quedaron sorprendidos al oírle estas palabras. Mas Jesús, tomando de nuevo la palabra les dijo: “¡Hijos qué difícil es entrar en el Reino de Dios!  25 Es más fácil que un camello pase por el ojo de la aguja, que el que un rico entre en el Reino de Dios.” 26 Pero ellos se asombraban aún más, y se decían unos a otros: “¿Y quién se podrá salvar?” 27 Jesús, mirándolos fijamente, dice:”Para los hombres, imposible; pero no para Dios, porque todo es posible para Dios.” 
28 Pedro se puso a decirle: “Ya lo ves, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido.” 29 Jesús dijo: “Yo os aseguro: nadie que haya dejado casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos  o hacienda por mí y por el Evangelio, 30 quedará sin recibir el ciento por uno: ahora al presente, casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y hacienda, con persecuciones; y en el mundo venidero, vida eterna. 31 Pero muchos primeros serán últimos, y los últimos, primeros.”

CUANDO LEAS

En esta extensa y riquísima perícopa que hemos escuchado podemos distinguir claramente dos temas: 1) 10,13-16  Los niños y su primacía a los ojos de Dios se refleja en la acogida y la bendición, que junto a los que son similares reciben constantemente 2) 10,17-31. Las riquezas y la actitud ante ellas; continuando con el adoctrinamiento del Maestro a los discípulos
         * 10,13-16 Como sucedía en los  tres versículos previos que nos mostraban el status de las mujeres (10,12), ahora son los niños los que experimentan un cambio en el suyo. A lo largo del evangelio, toda persona tiene acceso a Jesús: las multitudes, los considerados ritualmente impuros e incluso las criaturas potencialmente peligrosas (cf. 5,1-20: El endemoniado de Gerasa liberado por Jesús de los espíritus inmundos).

“Le presentaban niños para que los tocara; pero los discípulos les reñían. Mas Jesús, al ver esto, se enfadó. Sólo los niños encuentran en los discípulos dificultades para acercarse a él, llegando a ser reprendidos. No se explican las causas de tales conductas; ello tiene que ver con la “pequeñez”, interpretada equivocadamente por insignificancia. Esta actitud de los discípulos indigna a Jesús (10,14 cf.10, 41; 14,4).
        “Dejad que los niños vengan a mí, no se lo impidáis, porque de los que son como ellos es el Reino de Dios”.  Indignado con los discípulos les ordena que permitan a los niños llegar hasta él, situarse a su lado (cf. 9,34a), afirmando que, lejos de ser insignificantes, son ellos los que heredarán el reino de Dios. Marcos añade mucho énfasis a esta idea que encontramos también en otros contextos. El trato cariñoso que Jesús prodiga a los niños (¡tres verbos: abrazaba, bendecía, ponía las manos sobre ellos!) en v.16 contrasta fuertemente con el que reciben de los “otros” mayores, los discípulos en v.13; y asegura a los niños un lugar principal en la comunidad de la fe.
      * 10,17-31  El segundo tema de la perícopa es el de las riquezas. Tal pasaje contiene el relato del encuentro de Jesús con un hombre rico (vv. 17-22), dichos de Jesús sobre las riquezas y el reino de Dios (vv.23-27) y un novedoso dicho de Jesús acerca de los que han debido sacrificarse por ser sus discípulos (vv.28-31). Esta última parte del pasaje permite ver como el asunto aquí tratado era de enorme interés para la Iglesia primitiva.
      “Maestro bueno, ¿qué he de hacer para tener en herencia vida eterna?”  La cuestión que plantea el rico “sobre la vida eterna” es otra forma de la pregunta relativa a cuál es el mandamiento más importante (12,28), y la insistencia de Jesús en que sólo es “bueno” Dios, origen y dador de toda cosa buena, incluida la vida eterna (cf. 1Cr 16,34: “¡Dad gracias a Yahveh, porque es bueno, porque es eterno su amor!”;  Sl 118,1), puede ser una referencia al Shemá (Mc 12,29,30  donde Jesús  hace eco del principal mandamiento: “Escucha Israel: El Señor, nuestro Dios es el único Señor, y amarás al Señor con todo tu corazón (…) con todas tus fuerzas”. Incapaz de ir más allá de la obediencia a los mandamientos, desprendiéndose de sus riquezas, el rico se retira triste y abatido.
       “¡Qué difícil es que los que tienen riquezas entren en el Reino de Dios! (…) (…) Para los hombres, imposible, pero todo es posible para Dios” Jesús pone al rico como dramático ejemplo de que el apego a los bienes materiales hace casi imposible la verdadera participación en el reino de Dios. No puede ocurrir a menos que Dios, librando a la persona de la fascinación de las riquezas le induzca a buscar vida en él.  
      ”Nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido” (…)Nadie que haya dejado (…) quedará sin recibir (…)casas, hermanos (…) con persecuciones (…) y vida eterna”.  Pedro afirma que precisamente eso es lo que ha sucedido en el caso de los discípulos y Jesús los incluye, junto a todo aquel que ha dejado casa y familia por Jesús y por el evangelio, entre los afortunados del presente y del futuro. Los seguidores del Maestro son los que han recibido otras casas y una familia mayor, la familia de Dios (3,31-35), la Iglesia.  Pero todo esto lleva el sello de la cruz: es “con persecuciones” como vive la Iglesia en tiempos de Marcos.

CUANDO MEDITES

Ser niño es sentirse serenamente pequeño porque para Dios la pequeñez no se mide por el ser aplastados o despreciados por otros, o por tener una edad, cultura, prestigio o poder menor. Ser pequeño es ser discípulo abierto incondicionalmente a los valores del Reino y a sus caminos. Ser pequeño a los ojos de Dios no significa sentir dureza de juicio sino vivir seguros en la conciencia  de que me mira con amor.
Nuestro Dios Madre y Padre es el Dios de Jesús, y como él hacía sigue abrazándonos, abrazándome, mimándome, fijando su mirada mientras me ama y se acerca con delicadeza, haciendo llegar a mis entrañas el calor de su corazón y de sus manos. Todos podemos hacernos pequeños ante él si buscamos que la ambición no nos domine y que sea él quien conduzca nuestra vida y se convierta en el baremo de ella. Todos los seres humanos necesitamos ser bendecidos constantemente. Bendecir significa hablar bien (bene-dicere), o decir cosas buenas de alguien.
- Contemplando y reflexionando ahora sobre los discípulos nos preguntamos y detenemos a pensar concienzudamente la causa por la que estaban tan asombrados ante las palabras de Jesús dirigidas al hombre rico. ¿Qué pide, qué te pide Jesús? Acojamos y profundicemos la enseñanza dada a este hombre que decía querer seguir al Maestro. Reconozcamos que no basta con llevar una vida moral buena para seguir al Maestro.

CUANDO ORES

* Bendecir a alguien es la afirmación más significativa que podemos ofrecerle. La bendición tiene que ver con la bondad original del otro, de cada uno. Contempla a Jesús bendiciendo y acogiendo y cae en la cuenta en esta tarde noche de la importancia de bendecir y ser bendecido. Pon ante el Maestro esas situaciones, personas o circunstancias que te hacen sentir zarandeado y te quitan la paz. Contémplate, mírate sin emitir juicios y sella en ti la profunda realidad de que como hijo/a amado/a de Dios estás bendecido/a. Serenamente, deja aflorar en tu corazón las bendiciones que necesitas, o que otros necesitan de ti. Presta atención a las que te llegan día a día. No permitas que estar demasiado ocupado te impida reconocerte y sentirte una persona bendecida, porque lo somos. Asegúrate de poner tu fe y confianza en Dios mismo, no en las bendiciones que recibimos. Centra la atención en Dios (Sl 90, 12-17) y con Sab 7,7-11 renueva en ti como la sabiduría de Dios es más valiosa que las riquezas de este mundo.

* Permite hoy que la Palabra viva y eficaz (Hb,4,12-13) ilumine y escrute tu ambición por las riquezas. Invoca humildemente que puedas llegar a decir serenamente con el apóstol Pablo: “Sé  vivir en pobreza y abundancia”.      

“Señor, mi corazón no es ambicioso ni mis ojos altaneros,
no pretendo grandezas que superan mi capacidad
sino que acallo y modero mis deseos como niño en brazos de su madre
Espere Israel en el Señor, ahora y por siempre.”
(cf. Sl 130)

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Autora: Mª Pilar Casarrubios, Equipo de lectio divina de la UPComillas.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Él está cerca, a la puerta

Lectura orante de Marcos 13,24-32

Para disponer el corazón

Canto: Ven, Señor Jesús (Glenda)

Ven, Señor Jesús, porque sin Ti ya no hay paisaje.
Ven, Señor Jesús, porque sin Ti no hay melodías.
Ven, Señor Jesús, porque sin Ti  no encuentro paz, nada.
Sin Ti, mis ojos no brillan.
La vida es poca cosa, sin Ti, sin Ti, sin Ti, sin Ti, la vida es poca cosa.
Ven, Señor Jesús, ven pronto a mi vida,
ven pronto, Señor, ven pronto.
Porque sin ti yo no quiero la vida, ya no canto con alma,
ya mis manos no sirven, ya no escucho latidos,
ya no abrazo con fuerza, mi corazón no se ensancha,
mi sonrisa no es plena, y todo sin ti.
Nada vale la pena. Porque sin Ti ya no me llena nada,
porque sin ti todo suena vacío.
Sin Ti todo me deja tristeza.

Porque sin Ti yo no respiro hondo, porque sin Ti todo me cansa.
Porque sin Ti me falta todo y me sobra todo, todo sin Ti, sin Ti.
Ven, Señor Jesús, ven pronto a mi vida,
ven pronto, Señor, ven pronto.
Porque, sin Ti, no me importa mi hermano, no me importa el que sufre.
Porque sin Ti mi corazón es de piedra a quien todo resbala,
acostumbrada a los pobres, acomodada en su casa,
sin jugarse la vida, sin gastarla por nada, sin gastarla por nada.
Ven, Señor Jesús…

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Del libro de Daniel (12,1-3)
Por aquel tiempo se levantará Miguel, el arcángel que se ocupa de tu pueblo: serán tiempos difíciles, como no los ha habido desde que hubo naciones hasta ahora. Entonces se salvará tu pueblo: todos los inscritos en el libro. Muchos de los que duermen en el polvo despertarán: unos para la vida eterna, otros para ignominia perpetua. Los sabios brillarán como el fulgor del firmamento, y los que enseñaron a muchos la justicia, como las estrellas, para toda la eternidad.
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Marcos 13,24-32
24 En aquellos días, después de esa gran angustia, el sol se hará tinieblas, la luna no dará su resplandor, 25 las estrellas caerán del cielo, los astros se tambalearán.
26 Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad; 27 enviará a los ángeles para reunir a sus elegidos de los cuatro vientos, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo.
28 Aprended de esta parábola de la higuera: Cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las yemas, deducís que el verano está cerca; 29 pues cuando veáis vosotros suceder esto, sabed que él está cerca, a la puerta. 30 Os aseguro que no pasará esta generación antes que todo se cumpla. 31 El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán, 32 aunque el día y la hora nadie lo sabe, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, sólo el Padre.

PROPUESTAS DE LECTURA
1. Nos acercamos al final del año litúrgico y, cada año, en estas semanas, la Iglesia nos acerca a las realidades últimas de la vida humana y de nuestra fe: la realidad de la muerte, la esperanza en la resurrección y la esperanza en la parusía o segunda venida del Señor, al final de los tiempos.
2. La primera lectura de este domingo está tomada del libro de Daniel, un libro que, más que profético es apocalíptico. El género apocalíptico se desarrolló en los últimos siglos del A.T. y los primeros del cristianismo (s.IV a.C.-II d.C.). Estos escritos apocalípticos tienen una doble finalidad: ofrecen a los creyentes claves para interpretar, desde la fe, situaciones existenciales difíciles, e intentan motivarles para que no abandonen la fe recibida, por dramáticas que sean las circunstancias (persecución, muerte…). Son escritos de resistencia y resiliencia.
El libro de Daniel, a pesar de sus referencias al exilio de Babilonia, fue escrito durante el levantamiento de Macabeo (167-164 a.C.) para alentar la fe y la esperanza de los judíos perseguidos por el rey Antíoco IV.
A nuestro texto de hoy podríamos ponerle el título: “Tiempos de angustia y promesa de resurrección”. En el v.1, el mundo divino (el arcángel Miguel) irrumpe en la historia para salvar al pueblo. A pesar de los sufrimientos, los elegidos se salvarán. El v. 2 habla de la resurrección como de un “despertar” para la vida eterna o para la “ignominia” eterna. Y en el v.3 se promete esa vida eterna en la luz para los guías espirituales del pueblo (“los sabios”), que sostuvieron su fe en medio de la persecución y el martirio.

3. El evangelio forma parte del “discurso escatológico” de Marcos, llamado también “discurso sobre la parusía” o “apocalipsis sinóptico” (13,1-37). Su estilo literario es apocalíptico y está lleno de simbolismos. Su objetivo es animar la fe de la comunidad desconcertada y asustada por los acontecimientos sucedidos en Judea durante los años 70 d.C. (opresión romana, destrucción del templo y persecución de la comunidad cristiana).
- El tema central de nuestro pasaje es la venida del Hijo del hombre, es decir, de Jesús. Los vv. 24-25 presentan una escena de conmoción del universo ante la venida del Señor. “No es que el Hijo del hombre llegue a través de la calamidad, sino que su llegada trastorna el mundo viejo. Su esplendor lo anula; ya no hay astros que iluminen ante su luz. En los Apocalipsis judíos llegaba el juez a condenar. Aquí no hay juicio de condenación, sino la aparición de la salvación, el inicio del mundo nuevo. El texto no pretende atemorizar sino dar esperanza” (F. Riera).
En efecto, esa conmoción cósmica era presentada ya en oráculos proféticos (Is 13,10; Ez 31,19) como un recurso literario para anunciar el nacimiento de un mundo nuevo. “Lo viejo ha pasado; todo es nuevo” (2 Cor 5,17), “He aquí que yo hago nuevas todas las cosas” (Ap 21,5).
- La venida de Jesús es presentada, en los vv. 26-27 al estilo como la describe Daniel 7,13-14, con imágenes de la apocalíptica judía de la época. En esencia, lo que se nos quiere decir que es, en la parusía del Señor (la palabra griega parusía significa venida), el mundo viejo pasará y Dios salvará a sus elegidos, sus hijos amados, por medio de su Hijo Jesús.
- Con parábola de la higuera, vv. 28-29, se nos quiere enseñar a mirar los acontecimientos que se mencionan anteriormente como un signo de que el Señor está cerca, a la puerta. La expresión “está cerca, a la puerta” hace alusión al juicio, a la salvación y al juez. En el mismo contexto aparece en otros textos neotestamentarios:
“Tened, pues, paciencia, hermanos, hasta la Venida del Señor. Mirad: el labrador espera el fruto precioso de la tierra aguardándolo con paciencia… Tened también vosotros paciencia; fortaleced vuestros corazones, porque la Venida del Señor está cerca. No os quejéis, hermanos, unos de otros para no ser juzgados; mirad que el Juez está a las puertas…” (San 5,7-9)
“… Yo, a los que amo, los reprendo y los corrijo. Sé, pues, ferviente y arrepiéntete. Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo” (Ap 3,19-20)
- En nuestro pasaje, siguen tres dichos: sobre cuándo sucederá todo eso (v.30), sobre el valor permanente de la palabra de Cristo (v.31) y sobre el secreto del momento de la venida de Jesús (v.32). Este último dicho “habría nacido en una situación de apasionada e inminente espera de la parusía y habría pretendido servir de corrección de tal espera” (J. Gnilka). Por otra parte, la idea de que sólo Dios conoce el tiempo definitivo es típica en el judaísmo (Zac 14,7, “Será un día único, conocido sólo de Yahveh…”).
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(Notas tomadas de Nuria Calduch Benages, Misa Dominical 2012 (14); Secundino Castro, El sorprendente Jesús de Marcos, UPComillas 2005; J. Gnilka, El evangelio según San Marcos, vol II, Sígueme 1997).

PROPUESTAS DE MEDITACIÓN

Los textos “escatológicos” de los evangelios nos cuestionan sobre las razones de nuestra esperanza, sobre nuestras actitudes y nuestro modo de vivir el momento presente, y sobre nuestro modo de encarar el sufrimiento (lo que en los textos aparece como “tribulaciones”) y la muerte.

- “Él está cerca, a la puerta”

La razón de nuestra esperanza no es sólo ni principalmente que el Señor vendrá, que el Señor resucitó y nos resucitará, que hay vida eterna… La razón de nuestra esperanza no está en el futuro, sino en el presente. En realidad, sólo existe el presente, y Dios está en él. Dios está siempre cerca, viene siempre, está dentro, nos habita y, si consentimos, si le abrimos la puerta de nuestra casa, si tenemos fe, Él llena nuestro presente de Vida abundante, de sentido, de proyecto, de Presencia…
La razón de nuestra esperanza es que Dios es Amor. Se define como “Aquel que nos ama” (Ap 1,5; Rom 8,37); nada puede separarnos de su amor… Y eso es lo más real de nuestra existencia.
Los pasajes escatológicos pretenden despertarnos a esa verdad: vigilad, estad atentos, daos cuenta

- “Vosotros, hermanos, no vivís en la oscuridad… pues todos sois hijos de la luz e hijos del día. Nosotros no somos de la noche ni de las tinieblas. Así pues, no durmamos como los demás, sino velemos y seamos sobrios… Revistamos la coraza de la fe y de la caridad, con el yelmo de la esperanza de salvación.
Estad siempre alegres. Orad constantemente. En todo dad gracias, pues esto es lo que Dios, en Cristo Jesús, quiere de vosotros…” (1 Tes 5, 4-8.16-18)
- “Mirad atentamente cómo vivís; no seáis necios, sino sabios” (Ef 5,15)
- “Despojados del hombre viejo, con sus obras, os habéis revestido del hombre nuevo… Revestíos, pues, como elegidos de Dios, santos y amados, de entrañas de misericordia, de bondad, humildad, mansedumbre, paciencia, soportándoos unos a otros, y perdonándoos mutuamente, si alguno tiene queja contra otro… Y por encima de todo esto, revestíos del amor…” (Col 3,9-14)
Esta es la actitud cristiana: vivir en la luz, vivir en el amor, con intensidad, en comunión con Dios y con los otros… Vivir atentamente y con profundidad el tiempo… Vivir de un modo “espiritual”. “Espiritual” no es lo contrario de “material”, sino lo contrario de “superficial”. Es espiritual quien es consciente de su identidad más profunda y vive desde ella, en compromiso con las realidades del mundo. “La esperanza cristiana es una esperanza que ama la tierra”.
- “Entonces verán venir al Hijo del hombre… para reunir a sus elegidos de los cuatro vientos…”
Nuestro “futuro” tras la muerte es “estar siempre con Él” (1 Tes 4,17). No sabemos cómo. Sabemos que será así. Pero en realidad, si comenzamos a vivir esa comunión aquí y ahora, no importa demasiado el “después”. Esa pregunta deja de tener sentido, así como el miedo a la muerte y a lo que pasará tras ella… Los santos han experimentado, mejor que nadie, esta verdad: “Para mí la vida es Cristo y la muerte, una ganancia… Mi deseo es partir y estar con Cristo, lo cual, ciertamente, es con mucho, lo mejor…” (Filp 1,21-23)

PROPUESTAS DE ORACIÓN

1) Con el Salmo 15/16, puedes expresarle a Dios tu confianza en que, al final de la vida y al final de la historia, Él no nos dejará en la muerte  sino que nos seguirá llenando de vida y de dicha en su Presencia.

El Señor es el lote de mi heredad y mi copa,
mi suerte está en tu mano.
Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha, no vacilaré.

Por eso se me alegra el corazón,
se gozan mis entrañas,
y mi carne descansa serena:
porque no me entregarás a la muerte
ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.

Me enseñarás el sendero de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha.

2) Ora al Señor:
“¡Maranatha! ¡Ven, Señor Jesús!”

3) Él viene, viene siempre

¿No oíste sus pasos silenciosos?
El viene, viene, viene siempre.

En cada instante y en cada edad,
todos los días y todas las noches,
él viene, viene, viene siempre.

He cantado muchas canciones
y de mil maneras;
pero siempre decían sus notas:
"El viene, viene, viene siempre".

En los días fragantes del soleado abril,
por la vereda del bosque,
él viene, viene, viene siempre.

En la oscura angustia lluviosa
de las noches de julio,
sobre el carro atronador de las nubes,
él viene, viene, viene siempre.

De pena en pena mía,
son sus pasos los que estremecen mi corazón,
y el dorado roce de sus pies
es lo que hace brillar mi alegría.

 (Tagore)
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Canto: Poneos en pie 
(Grupo Ain Karem; Re# = Re C1)





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- Otra propuesta de lectura orante, en nuestra web: www.discipulasdm.es

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