El escrito que sigue no es mío.
Pero lo siento como mío.
Me ha parecido hermoso... y genial. Por eso os lo ofrezco aquí, por si aún no conocéis su blog.
El limonero está en el patio de mi casa. Es un arbolito que pasaría desapercibido para cualquiera, menos para alguien que sabe mirar y que rescata, con sus ojos luminosos, el sentido profundo de un objeto, convirtiéndolo en sujeto para otros: sujeto cuya presencia enraizada en la historia de una familia alegra sus tardes al sol.
Toda una tarea: educar la mirada, al estilo de Dios, cuyos ojos son "diez mil veces más brillantes que el sol, que observan todos los caminos y penetran los rincones más ocultos" (cf. Ben Sirá 23,19)
............................
El limonero
Al abrigo de una pared de cal descansa el limonero. Sus frondosas ramas se vencen hacia el suelo. Ramas desbordadas de hojas, acorazadas de espinos, plagadas de limones verdes como los berros, otros iniciando su metamorfosis a verde amarillento luminoso, otros convertidos ya en óvalos relucientes amarillo limón, con olor a deshielo, paladar agridulce de ceño fruncido.
Es el único superviviente a la helada de un mes de Marzo de no recuerdo qué año, que congeló la savia del joven cerezo y lo despojó de todas sus hojas, y de todas sus flores, esas que se abrían inocentes a las caricias del sol de una recién estrenada primavera y estranguladas con alevosía por un manto de escarcha, al encontrarlas dormidas, confiadas al despuntar el día. Él, que más que cerezo de un humilde patio empedrado, resplandecía como si fuese del Jerte, engalanado de colores hasta el copete, presuntuoso y coqueto, ahora quebrado, roto, seco, muerto.
Hoy, su lugar lo ocupa otro nuevo cerezo, que el ama cubre con una fina tela cada noche, con mimo, para que no se congele su savia ante el repentino frío, para que no se sienta abandonado por ese que lo acaricia con hilos de seda a la luz del día. Para que no le invada el miedo en las noches sin luna. Para que las gotas de rocío no se conviertan en puñales de hielo. Para que dormite tranquilo.
Él, el limonero, también parecía muerto... se quedó sin hojas, desierto, descolorido, mudo... El mismo motosierra que cercenó el cerezo a ras de suelo, seccionó impunemente una de sus ramas primero, tal vez con la esperanza de encontrar lo que encontró: la vida por dentro... Resguardada, tímida, fría como la muerte, la savia resbaló por la herida, furtiva lágrima dejándose caer por la mejilla con la esperanza de ser vista. "Niña, mira, el limonero no está seco. Mejor lo podo entero, a ver qué pasa". Y sólo dejó el tronco y seis o siete puntas desnudas que salían de él, mirando al cielo... Y pasó la primavera, y pasó el verano, y pasó el otoño, y el invierno, y llegó otra nueva primavera, y en sus frágiles ramas afloraban las hojas, pero no las flores, como el vientre de mujer estéril, que se vierte mes a mes sin ninguna esperanza de retener el cálido mar donde germina la vida... El limonero no daba limones, daba hojas y más hojas, y ramas y más ramas plagadas de espinos. Ahora era meramente ornamental en ese humilde escenario: un inmenso patio meticulosamente empedrado por un padre y un hijo, piedra sobre piedra, día tras día, hasta completar el petreo mosaico color piedra, enmarcado entre cuatro paredes de cal y tejas.Un hijo de ojos verdes,
verdes como la albahaca,
verdes como el trigo verde
y el verde, verde limón.El padre, entonces, quería cortarlo... el hijo ya no estaba... nunca supo del limonero, nunca supo que varias piedras, de las que él porteó, colocó, martilleó y fijó sobre ese suelo, fueron arrancadas para sembrar un pequeño limonero. Un limonero que ya no daba limones, sólo hojas y más hojas, espinos y más espinos. La madre se negaba a cortarlo. A ella -más indulgente- no le importaban los limones, le gustaba cómo quedaba su limonero en el patio, si no daba limones qué más daba; daba armonía, daba color... en una palabra: Belleza. "No, el limonero no se corta".
Y el limonero no se cortó.Sentada en una vieja butaca de mimbre, al abrigo de una pared de cal, en la tranquilidad de esta soleada tarde de domingo otoñal, observo detenidamente al limonero, cuyas ramas se mecen tímidamente al vaivén de la brisa, y en ellas docenas de limones, verdes como los berros, amarilloverdosos, verdeamarillentos, amarillos como soles, con olor a deshielo, con sabor a tequila, con sabor a sal, con sabor agridulce que te hace fruncir el ceño, con sabor a supervivencia, con sabor a victoria.
Sí, ahí está, el testigo de nuestras vidas, el testigo de mi patio. El limonero.
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miércoles, 31 de octubre de 2007
lunes, 29 de octubre de 2007
Súplica desde la dispersión y el despiste
SERIE: "Orad constantemente" (1 Tes 5, 17)
En la Escritura, encontramos múltiples oraciones sembradas por los distintos libros, en boca de personajes que estaban atravesando momentos existenciales de todo tipo.
La Biblia es un libro de grandes orantes (1) que nos enseñan a ir por la vida volviendo constantemente nuestra mirada hacia el Único Rostro.
Ellos rezan en todo tiempo. Toda circunstancia de la vida es susceptible de verse convertida en oración. Y ahí tenemos, por ejemplo:
- a Ana, suplicando un hijo en su esterilidad y dando gracias a Dios cuando fue escuchada (cf. 1 Sm 1,9-18; 2),
- a Tobías y a Sara, orando en su desesperación (cf. Tob 3,2-6.11-15),
- a Myriam, entonando, al son de tímpanos, el cántico del paso del Mar Rojo (cf. Éx 15,20),
- a Débora, bendiciendo a Dios por la victoria cósmica del bien sobre el mal, simbolizada en la aniquilación de Sísara (cf. Jue 5),
- a Judit, pidiendo fuerza para vencer con su debilidad al opresor poderoso (cf. Jud 13,4-7),
- a Mardoqueo y a Esther, unidos en clamor unánime (Est 4,17a-17z-Biblia Jerusalén),
- a Jesús, el Orante por excelencia y nuestro Maestro de oración (2)
Docenas de ejemplos de creyentes para quienes la oración es tan connatural como respirar. En el A.T. existe incluso un libro de ciento cincuenta oraciones para ser cantadas (salmodiadas). Es el libro de los Salmos.
Al hilo de estos orantes bíblicos, inicio esta serie dedicada a la oración para invitar a todos a "orar siempre sin desfallecer" (cf. Lc 18,1), a orar en todo tiempo. Son oraciones compuestas desde diversos sentires (gozo, tristeza, desolación, fascinación, asombro, felicidad...) y desde los acontecimientos vitales más dispares (nacimiento, crecimiento, amor, enfermedad, fecundidad, muerte, esperanza...).
En este caso, oro desde la dispersión, así, como vino, una mañana de agosto.
...............................................................................................
¿Tendrás un instante de tu tiempo?
Hola, Señor, estoy aquí.
Y no me extrañaría nada que Tú estuvieras en otra parte.
No me extrañaría nada, y no podría reprocharte en absoluto
que, en este momento, me dieras la espalda
y me dejaras sola, en este pequeño rincón,
abandonada a mi cuaderno, a mi guitarra,
y a la lectura orante de una Palabra que, sin Ti,
es letra muerta.
Dos lámparas iluminan el lugar sagrado.
Una enarbola una llama firme, quieta, silenciosa,
serenamente inconmovible.
La otra es pequeña y vacilante.
Parpadea cada poco, tímida, asustadiza,
inestable.
Se diría que, en cualquier momento, podría extinguirse...
¿Qué interés (3) puede tener, para Ti,
fijar tu mirada, perder "tu tiempo",
en este diminuto reducto de tu Universo inconmensurable?
¿Qué interés puede tener, para Ti,
fijar tu atención en mi atención desatenta,
voluble y veleta como nube mañanera,
o como rocío que en seguida se evapora? (4)
Seguramente que toda la Energía de tu Amor
y tu Espíritu Vivificante
se hayan empleadas a fondo
en vendar los corazones desgarrados
de quienes van a la deriva en cayucos maltrechos.
Seguramente estás reforzando el vigor
de quienes tiemblan, aterrados,
por la amenaza de las bombas
o de la hambruna que no cesa,
aunque nunca sea noticia en el telediario de la noche.
¿Por qué habrías de ocuparte de mí,
desconsiderada y caprichosa?
¿Qué se te ha perdido aquí, en este rincón
en el que estoy acurrucada?
Y, con todo, me atrevo a suplicar:
"Mira, Señor, ¿tendrás un instante de "tu tiempo"
para este ser que también Tú has creado?
Sé que no merezco ese instante.
Pero quizá, si por fortuna tus Ojos y los míos se cruzaran,
en esa fracción de segundo,
quizá,
tan sólo quizá,
mi corazón endurecido
volvería a sentir, al fin y nuevamente,
el roce de tu Amor sin límites,
y a consentir el ser transformado
en compasión enamorada,
en clamor comprometido (5).
Mira, ¿tendrás un instante apenas?
Mi lámpara vacilante se ha apagado..."
................................
(1) A propósito, recomiendo el precioso libro del jesuita Juan Manuel Martín-Moreno, La Biblia, escuela de oración, Mensajero Bilbao 2006
(2) En numerosas ocasiones, el evangelio muestra a Jesús orando: tras su bautismo, Jesús está en oración cuando recibe el Espíritu (Lc 3,21); al amanecer, suele retirarse a lugares solitarios para orar (Lc 4,42; Mc 1,35); cuando su fama se iba extendiendo y la multitud le asediaba, movida por sus necesidades y deseos, él buscaba descansar junto a su Padre en soledad (Lc 5,16); antes de elegir a los doce, pasó la noche en oración (Lc 6,12); la pregunta por su propia identidad (“¿Quién dice la gente que soy yo?”) tiene su espacio y su lugar en un contexto de oración (Lc 9,18); la transfiguración acontece en un momento en que Jesús ora (Lc 9,28); Jesús ora en el Espíritu Santo y se dirige a Dios llamándole Padre (Lc 10,21; 22,41; 23,34.46); Jesús intercede por Pedro (Lc 22,32) y ora en toda circunstancia: en el gozo (Lc 10,21) y en la cruz (Lc 23,34.46).
(3) La pregunta me evoca el famoso soneto de Lope de Vega: "¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras? / ¿qué interés se te sigue, Jesús mío...", soneto inspirado en el cuarto poema del Cant 5,2. El único "interés" de Dios es el absoluto "desinterés" con el que nos ama, sin más razón que la gratuidad y la incondicionalidad de su Amor.
(4) cf. Os 6,4
(5) Título de un libro del mercedario Alejandro Fernández Barrajón, actual presidente de la CONFER española. El título juega con las palabras: "Clamor comprometido" y "amor prometido".
En la Escritura, encontramos múltiples oraciones sembradas por los distintos libros, en boca de personajes que estaban atravesando momentos existenciales de todo tipo.
La Biblia es un libro de grandes orantes (1) que nos enseñan a ir por la vida volviendo constantemente nuestra mirada hacia el Único Rostro.
Ellos rezan en todo tiempo. Toda circunstancia de la vida es susceptible de verse convertida en oración. Y ahí tenemos, por ejemplo:
- a Ana, suplicando un hijo en su esterilidad y dando gracias a Dios cuando fue escuchada (cf. 1 Sm 1,9-18; 2),
- a Tobías y a Sara, orando en su desesperación (cf. Tob 3,2-6.11-15),
- a Myriam, entonando, al son de tímpanos, el cántico del paso del Mar Rojo (cf. Éx 15,20),
- a Débora, bendiciendo a Dios por la victoria cósmica del bien sobre el mal, simbolizada en la aniquilación de Sísara (cf. Jue 5),
- a Judit, pidiendo fuerza para vencer con su debilidad al opresor poderoso (cf. Jud 13,4-7),
- a Mardoqueo y a Esther, unidos en clamor unánime (Est 4,17a-17z-Biblia Jerusalén),
- a Jesús, el Orante por excelencia y nuestro Maestro de oración (2)
Docenas de ejemplos de creyentes para quienes la oración es tan connatural como respirar. En el A.T. existe incluso un libro de ciento cincuenta oraciones para ser cantadas (salmodiadas). Es el libro de los Salmos.
Al hilo de estos orantes bíblicos, inicio esta serie dedicada a la oración para invitar a todos a "orar siempre sin desfallecer" (cf. Lc 18,1), a orar en todo tiempo. Son oraciones compuestas desde diversos sentires (gozo, tristeza, desolación, fascinación, asombro, felicidad...) y desde los acontecimientos vitales más dispares (nacimiento, crecimiento, amor, enfermedad, fecundidad, muerte, esperanza...).
En este caso, oro desde la dispersión, así, como vino, una mañana de agosto.
...............................................................................................
¿Tendrás un instante de tu tiempo?
Hola, Señor, estoy aquí.
Y no me extrañaría nada que Tú estuvieras en otra parte.
No me extrañaría nada, y no podría reprocharte en absoluto
que, en este momento, me dieras la espalda
y me dejaras sola, en este pequeño rincón,
abandonada a mi cuaderno, a mi guitarra,
y a la lectura orante de una Palabra que, sin Ti,
es letra muerta.
Dos lámparas iluminan el lugar sagrado.
Una enarbola una llama firme, quieta, silenciosa,
serenamente inconmovible.
La otra es pequeña y vacilante.
Parpadea cada poco, tímida, asustadiza,
inestable.
Se diría que, en cualquier momento, podría extinguirse...
¿Qué interés (3) puede tener, para Ti,
fijar tu mirada, perder "tu tiempo",
en este diminuto reducto de tu Universo inconmensurable?
¿Qué interés puede tener, para Ti,
fijar tu atención en mi atención desatenta,
voluble y veleta como nube mañanera,
o como rocío que en seguida se evapora? (4)
Seguramente que toda la Energía de tu Amor
y tu Espíritu Vivificante
se hayan empleadas a fondo
en vendar los corazones desgarrados
de quienes van a la deriva en cayucos maltrechos.
Seguramente estás reforzando el vigor
de quienes tiemblan, aterrados,
por la amenaza de las bombas
o de la hambruna que no cesa,
aunque nunca sea noticia en el telediario de la noche.
¿Por qué habrías de ocuparte de mí,
desconsiderada y caprichosa?
¿Qué se te ha perdido aquí, en este rincón
en el que estoy acurrucada?
Y, con todo, me atrevo a suplicar:
"Mira, Señor, ¿tendrás un instante de "tu tiempo"
para este ser que también Tú has creado?
Sé que no merezco ese instante.
Pero quizá, si por fortuna tus Ojos y los míos se cruzaran,
en esa fracción de segundo,
quizá,
tan sólo quizá,
mi corazón endurecido
volvería a sentir, al fin y nuevamente,
el roce de tu Amor sin límites,
y a consentir el ser transformado
en compasión enamorada,
en clamor comprometido (5).
Mira, ¿tendrás un instante apenas?
Mi lámpara vacilante se ha apagado..."
................................
(1) A propósito, recomiendo el precioso libro del jesuita Juan Manuel Martín-Moreno, La Biblia, escuela de oración, Mensajero Bilbao 2006
(2) En numerosas ocasiones, el evangelio muestra a Jesús orando: tras su bautismo, Jesús está en oración cuando recibe el Espíritu (Lc 3,21); al amanecer, suele retirarse a lugares solitarios para orar (Lc 4,42; Mc 1,35); cuando su fama se iba extendiendo y la multitud le asediaba, movida por sus necesidades y deseos, él buscaba descansar junto a su Padre en soledad (Lc 5,16); antes de elegir a los doce, pasó la noche en oración (Lc 6,12); la pregunta por su propia identidad (“¿Quién dice la gente que soy yo?”) tiene su espacio y su lugar en un contexto de oración (Lc 9,18); la transfiguración acontece en un momento en que Jesús ora (Lc 9,28); Jesús ora en el Espíritu Santo y se dirige a Dios llamándole Padre (Lc 10,21; 22,41; 23,34.46); Jesús intercede por Pedro (Lc 22,32) y ora en toda circunstancia: en el gozo (Lc 10,21) y en la cruz (Lc 23,34.46).
(3) La pregunta me evoca el famoso soneto de Lope de Vega: "¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras? / ¿qué interés se te sigue, Jesús mío...", soneto inspirado en el cuarto poema del Cant 5,2. El único "interés" de Dios es el absoluto "desinterés" con el que nos ama, sin más razón que la gratuidad y la incondicionalidad de su Amor.
(4) cf. Os 6,4
(5) Título de un libro del mercedario Alejandro Fernández Barrajón, actual presidente de la CONFER española. El título juega con las palabras: "Clamor comprometido" y "amor prometido".
domingo, 28 de octubre de 2007
Somos Tierra Sagrada en la que habita Dios
Contemplación en Tierra Santa
Son las 16:40 y tengo un ratito antes de acudir al último ensayo de los cantos que precederá a la Eucaristía de Jesús Maestro.
Toda la Familia Paulina de Madrid y numerosos amigos participan en esta celebración. Jesús es el Señor, la razón de nuestra vida y queremos celebrarlo en esta fiesta anual.
Esta mañana, en mi parroquia de Toledo, un catequista les decía a los numerosos chavales de su grupo de confirmación que "no hay que avergonzarse de ser cristiano". Y yo no he podido reprimir el ímpetu de acercarme y decirles que "no sólo no hay que avergonzarse, sino que hay que estar agradecidos y dichosos por serlo, porque la vida cristiana es una vida hermosa, plena, desbordante de sentido, como lo es la de Jesús, 'el más bello de los hombres".
Y eso es precisamente lo que los hermanos y hermanas que van llegando a nuestra casa esta tarde quieren testimoniar con su presencia: la dicha de amar, seguir y servir a tan Buen Amigo...
Mientras tanto, se me ocurre leer, en el ordenador, una meditación-oración que escribí hace días, a las dos de la madrugada (la noche siempre es tiempo de inspiración para mí...). Estaba pensando en Tierra Santa y en un encuentro que tendría al día siguiente con un grupo en la parroquia San Bonifacio de Madrid. Y se me ocurrió lo que sigue.
Lo pongo aquí por si a alguien le sirve para algún encuentro en torno a ese tema.
Mis amigos de San Bonifacio y de la Santísima Trinidad de Madrid se van esta semana de peregrinación a la tierra de Jesús. Yo fui el año pasado, más o menos en estas fechas.
Mientras se contemplan algunas de las fotos colgadas en discipulasdm.org, se puede leer este texto con actitud orante, y deseando, con todo el corazón, que Dios nos transforme en Tierra Sagrada en donde Él habita.
............................................................................
Y finalmente, subiré a Jerusalén, a la Sión amada (Lc 9,51),
“corona fúlgida en la mano del Señor y diadema real en la palma de su Dios” (Is 62,3)
Allí expulsaré a los vendedores de tu Templo (Mc 11,15-19),
y haré de su casa una casa de oración y de encuentro en la que quepan todos.
Oraré con tu Hijo Jesús, mi Señor, en el pavor de su entrega, (Mc 14,32-42)
le seguiré de cerca hasta el Calvario (Lc 23,49)
y, en la mañana de Pascua,
correré con mis perfumes en las manos para robarle a la muerte,
por breves instantes, la posesión del Viviente (Lc 24,1-8).
Después de esto, al tercer día, en la Jerusalén morada de su Gloria,
me veré sorprendida por la noticia
de que no está entre los muertos el que Vive.
Su Espíritu nos habita
La Jerusalén del cielo somos nosotros,
los que llevamos en nuestro cuerpo las marcas de Jesús, (Gál 6, 17)
y estamos habitados por el Amor de la Trinidad (Jn 14,23).
Volvamos de esta contemplación de Tierra Santa
convertidos en tierra sagrada,
de la que el Señor se prenda y toma posesión hoy,
en la que el Señor se forma y nace hoy,
para ser de nuevo, en nuestra carne,
Dios-con-nosotros para toda la Humanidad.
Son las 16:40 y tengo un ratito antes de acudir al último ensayo de los cantos que precederá a la Eucaristía de Jesús Maestro.
Toda la Familia Paulina de Madrid y numerosos amigos participan en esta celebración. Jesús es el Señor, la razón de nuestra vida y queremos celebrarlo en esta fiesta anual.
Esta mañana, en mi parroquia de Toledo, un catequista les decía a los numerosos chavales de su grupo de confirmación que "no hay que avergonzarse de ser cristiano". Y yo no he podido reprimir el ímpetu de acercarme y decirles que "no sólo no hay que avergonzarse, sino que hay que estar agradecidos y dichosos por serlo, porque la vida cristiana es una vida hermosa, plena, desbordante de sentido, como lo es la de Jesús, 'el más bello de los hombres".
Y eso es precisamente lo que los hermanos y hermanas que van llegando a nuestra casa esta tarde quieren testimoniar con su presencia: la dicha de amar, seguir y servir a tan Buen Amigo...
Mientras tanto, se me ocurre leer, en el ordenador, una meditación-oración que escribí hace días, a las dos de la madrugada (la noche siempre es tiempo de inspiración para mí...). Estaba pensando en Tierra Santa y en un encuentro que tendría al día siguiente con un grupo en la parroquia San Bonifacio de Madrid. Y se me ocurrió lo que sigue.
Lo pongo aquí por si a alguien le sirve para algún encuentro en torno a ese tema.
Mis amigos de San Bonifacio y de la Santísima Trinidad de Madrid se van esta semana de peregrinación a la tierra de Jesús. Yo fui el año pasado, más o menos en estas fechas.
Mientras se contemplan algunas de las fotos colgadas en discipulasdm.org, se puede leer este texto con actitud orante, y deseando, con todo el corazón, que Dios nos transforme en Tierra Sagrada en donde Él habita.
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Una Tierra para una historia de Amor
Hoy quiero poner los ojos
en la tierra que un día Tú, Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob,
Dios de Judá y de José,
Dios de Moisés, de Aarón y de María,
Dios de Débora, de Gedeón, Jefté, Sansón y Samuel,
Dios de David,
Dios de los profetas y los sabios,
Dios de José y de María,
Dios y Abbá de tu Mesías Jesús,
Padre de todos nosotros,
miraste con predilección
para hacer de ella tu morada.
“El Señor ha elegido a Sión,
ha deseado morar en ella.
Aquí está mi reposo para siempre,
aquí viviré, porque lo he querido” (Sal 132,13-14)
Hoy quiero contemplar este misterio de tus preferencias:
el pueblo que Tú escogiste como heredad (1),
no por ser el más sabio, numeroso, rico e inteligente,
sino por puro amor, porque así te pareció bien (Dt 7,7; cf. Lc 2,14; Mt 3,17; 11,26).
Hoy quiero poner los ojos en ese rincón del mundo
en el que hiciste una historia de salvación
con tu pueblo amado
para mostrar a todos los demás pueblos, en él,
cómo ERES y cómo ACTÚAS, Dios, rico en misericordia (2).
Hoy recorreré la misma senda de Abrahán, de Sara y de Lot (cf. Gn 12, 1-5)
en busca de un presente y un futuro mejores,
llevada en volandas por la voz del Invisible,
que me invita a salir de mi tierra y de mis caminos trillados
para adentrarme, con los ojos de la fe (3), en la promesa sorprendente de Dios.
Llevada de la mano, iré a la tierra que mana leche y miel (4),
tierra de dulzura y bienaventuranza.
y levantaré santuarios en cada lugar
que se halle sin noticias de Dios (Gn 12,6-9)
Con Jacob, bajaré a Egipto (también hay “egiptos” en mi vida…).
Miraré de frente lo que me esclaviza y clamaré a Ti,
cuyo Nombre es una promesa: “Yo soy el que soy”, (Ex 3,14)
“Yo soy el que está contigo siempre para librarte”.
Y, desde el fondo de mi esclavitud, clamaré que tires de mí a un lugar espacioso,
que en el aprieto me des anchura (Sal 4)
que me lleves con alas como de águila,
que me rodees cuidando de mí,
que me guardes como un pastor a su rebaño (5).
Con Moisés, recorreré un inmenso desierto,
con hambre del alimento que perdura hasta la vida eterna, (Jn 6, 27)
y con sed del agua viva que sólo Tú puedes dar (Jn 4,15)
y que es tu Espíritu (Jn 7,37-39)
Con Moisés, atisbaré la tierra de la promesa (Dt 34,1-4).
Con Josué, entraré atravesando el Jordán sin miedo (Jos 3,14-4,18).
Y allí haré memoria agradecida de una historia
poblada de héroes y heroínas que supieron amarte con todo el corazón;
historia de profetas convertidos en Voz y Fuego de Dios (1 Re 17-18),
reyes justos conforme a tu corazón (1 Sm 16; 2 Sm 6),
mujeres sagaces, en cuya debilidad triunfó tu fuerza (6),
sabios que descubrieron tu Rostro Amigo de la Vida… (Sab 11,26)
Me adentraré después, no sin riesgo, en la Galilea de los gentiles (Is 8,23b-9,1ss),
“gentuza” para los “verdaderos hijos de Abrahán” (cf. Jn 8,39-41).
Y descubriré que, sobre ese pueblo que yace en tinieblas,
has hecho brillar una gran Luz:
Una doncella está encinta y dará a luz un hijo, (Is 7,14)
que será Dios con nosotros,
Luz para alumbrar a las naciones (Lc 2,32)
y Sol de Justicia que nace de lo alto (Lc 1,78).
en la tierra que un día Tú, Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob,
Dios de Judá y de José,
Dios de Moisés, de Aarón y de María,
Dios de Débora, de Gedeón, Jefté, Sansón y Samuel,
Dios de David,
Dios de los profetas y los sabios,
Dios de José y de María,
Dios y Abbá de tu Mesías Jesús,
Padre de todos nosotros,
miraste con predilección
para hacer de ella tu morada.
“El Señor ha elegido a Sión,
ha deseado morar en ella.
Aquí está mi reposo para siempre,
aquí viviré, porque lo he querido” (Sal 132,13-14)
Hoy quiero contemplar este misterio de tus preferencias:
el pueblo que Tú escogiste como heredad (1),
no por ser el más sabio, numeroso, rico e inteligente,
sino por puro amor, porque así te pareció bien (Dt 7,7; cf. Lc 2,14; Mt 3,17; 11,26).
Hoy quiero poner los ojos en ese rincón del mundo
en el que hiciste una historia de salvación
con tu pueblo amado
para mostrar a todos los demás pueblos, en él,
cómo ERES y cómo ACTÚAS, Dios, rico en misericordia (2).
Hoy recorreré la misma senda de Abrahán, de Sara y de Lot (cf. Gn 12, 1-5)
en busca de un presente y un futuro mejores,
llevada en volandas por la voz del Invisible,
que me invita a salir de mi tierra y de mis caminos trillados
para adentrarme, con los ojos de la fe (3), en la promesa sorprendente de Dios.
Llevada de la mano, iré a la tierra que mana leche y miel (4),
tierra de dulzura y bienaventuranza.
y levantaré santuarios en cada lugar
que se halle sin noticias de Dios (Gn 12,6-9)
Con Jacob, bajaré a Egipto (también hay “egiptos” en mi vida…).
Miraré de frente lo que me esclaviza y clamaré a Ti,
cuyo Nombre es una promesa: “Yo soy el que soy”, (Ex 3,14)
“Yo soy el que está contigo siempre para librarte”.
Y, desde el fondo de mi esclavitud, clamaré que tires de mí a un lugar espacioso,
que en el aprieto me des anchura (Sal 4)
que me lleves con alas como de águila,
que me rodees cuidando de mí,
que me guardes como un pastor a su rebaño (5).
Con Moisés, recorreré un inmenso desierto,
con hambre del alimento que perdura hasta la vida eterna, (Jn 6, 27)
y con sed del agua viva que sólo Tú puedes dar (Jn 4,15)
y que es tu Espíritu (Jn 7,37-39)
Con Moisés, atisbaré la tierra de la promesa (Dt 34,1-4).
Con Josué, entraré atravesando el Jordán sin miedo (Jos 3,14-4,18).
Y allí haré memoria agradecida de una historia
poblada de héroes y heroínas que supieron amarte con todo el corazón;
historia de profetas convertidos en Voz y Fuego de Dios (1 Re 17-18),
reyes justos conforme a tu corazón (1 Sm 16; 2 Sm 6),
mujeres sagaces, en cuya debilidad triunfó tu fuerza (6),
sabios que descubrieron tu Rostro Amigo de la Vida… (Sab 11,26)
Me adentraré después, no sin riesgo, en la Galilea de los gentiles (Is 8,23b-9,1ss),
“gentuza” para los “verdaderos hijos de Abrahán” (cf. Jn 8,39-41).
Y descubriré que, sobre ese pueblo que yace en tinieblas,
has hecho brillar una gran Luz:
Una doncella está encinta y dará a luz un hijo, (Is 7,14)
que será Dios con nosotros,
Luz para alumbrar a las naciones (Lc 2,32)
y Sol de Justicia que nace de lo alto (Lc 1,78).
Miraré a la humilde María y a José, pobre de Yahveh,
en camino hacia la aldea más pequeña de Judá (cf. Mi 5,1):
a la patria de Noemí, Booz, Obed, Jesé y David.
Y contemplaré allí el nacimiento del Gran Rey, despojado, anonadado,
hecho uno de tanto, Siervo nuestro por Amor (Filp 2, 6-11).
Recorreré sus pisadas por los caminos de Galilea,y contemplaré cómo pasó haciendo el bien (Hch 10,38)
dando la Buena Noticia a los pobres (Lc 4,18-19),
a los ciegos, la vista,
y a los oprimidos, la libertad,
como Único Maestro y dador de Vida abundante (Jn 10,10; Mt 23,8).
Me contagiaré de sus preferencias,de su mirada compasiva,
de sus palabras y de sus gestos de misericordia,
y aprenderé con Él el camino del amor.
Le seguiré de cerca a rincones apartadosen donde aprendía de Ti, Padre Bueno, tus sentires y tus proyectos,
el sencillo y deseable arte de ser feliz construyendo el Reino desde el Amor.
en camino hacia la aldea más pequeña de Judá (cf. Mi 5,1):
a la patria de Noemí, Booz, Obed, Jesé y David.
Y contemplaré allí el nacimiento del Gran Rey, despojado, anonadado,
hecho uno de tanto, Siervo nuestro por Amor (Filp 2, 6-11).
Recorreré sus pisadas por los caminos de Galilea,y contemplaré cómo pasó haciendo el bien (Hch 10,38)
dando la Buena Noticia a los pobres (Lc 4,18-19),
a los ciegos, la vista,
y a los oprimidos, la libertad,
como Único Maestro y dador de Vida abundante (Jn 10,10; Mt 23,8).
Me contagiaré de sus preferencias,de su mirada compasiva,
de sus palabras y de sus gestos de misericordia,
y aprenderé con Él el camino del amor.
Le seguiré de cerca a rincones apartadosen donde aprendía de Ti, Padre Bueno, tus sentires y tus proyectos,
el sencillo y deseable arte de ser feliz construyendo el Reino desde el Amor.
Y finalmente, subiré a Jerusalén, a la Sión amada (Lc 9,51),
“corona fúlgida en la mano del Señor y diadema real en la palma de su Dios” (Is 62,3)
Allí expulsaré a los vendedores de tu Templo (Mc 11,15-19),
y haré de su casa una casa de oración y de encuentro en la que quepan todos.
Oraré con tu Hijo Jesús, mi Señor, en el pavor de su entrega, (Mc 14,32-42)
le seguiré de cerca hasta el Calvario (Lc 23,49)
y, en la mañana de Pascua,
correré con mis perfumes en las manos para robarle a la muerte,
por breves instantes, la posesión del Viviente (Lc 24,1-8).
Después de esto, al tercer día, en la Jerusalén morada de su Gloria,
me veré sorprendida por la noticia
de que no está entre los muertos el que Vive.
Su Espíritu nos habita
y ahora somos nosotros
la tierra sagrada
donde Él quiere morar.
La Jerusalén del cielo somos nosotros,
los que llevamos en nuestro cuerpo las marcas de Jesús, (Gál 6, 17)
y estamos habitados por el Amor de la Trinidad (Jn 14,23).
Volvamos de esta contemplación de Tierra Santa
convertidos en tierra sagrada,
de la que el Señor se prenda y toma posesión hoy,
en la que el Señor se forma y nace hoy,
para ser de nuevo, en nuestra carne,
Dios-con-nosotros para toda la Humanidad.
.....................................
(1) Sal 32,12: “Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor, el pueblo que Él se escogió por heredad”.
Sal 46,5: “Él nos escogió por heredad suya, gloria de Jacob, su amado”.
Dt 33,29: “¡Dichoso tú, Israel! ¿Quién como tú, pueblo salvado por el Señor? Él es tu escudo protector, tu espada victoriosa”.[2] Éx 34,6; Ef 1,4[3] Hebreos 11,8: "Por la fe, Abraham, al ser llamado por Dios, obedeció y salió para el lugar que había de recibir en herencia, y salió sin saber a dónde iba".[4] Ez 20,15: “… tierra que mana leche y miel, la más hermosa de todas las tierras”; Éx 3,8; Dt 8,7-20. “Cuando me miras, yo me siento hermosa” (Gabriela Mistral) ; “Yéndolos mirando, con sola su figura, vestidos los dejó de su hermosura” (Cántico Espiritual, San Juan de la Cruz”)[5] Dt 32,10-12; Is 40,11: “Como un pastor que apaciente el rebaño, su brazo los reúne, toma en brazos los corderos y hace recostar a las madres”; 49,10: “no pasarán hambre ni sed, no les dará el bochorno ni el sol, porque los conduce el compasivo y los guía a manantiales de agua”.[6] Sara, Rebeca, Raquel, Débora, Yael, Ana, Ester, Judit, Rut…
(1) Sal 32,12: “Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor, el pueblo que Él se escogió por heredad”.
Sal 46,5: “Él nos escogió por heredad suya, gloria de Jacob, su amado”.
Dt 33,29: “¡Dichoso tú, Israel! ¿Quién como tú, pueblo salvado por el Señor? Él es tu escudo protector, tu espada victoriosa”.[2] Éx 34,6; Ef 1,4[3] Hebreos 11,8: "Por la fe, Abraham, al ser llamado por Dios, obedeció y salió para el lugar que había de recibir en herencia, y salió sin saber a dónde iba".[4] Ez 20,15: “… tierra que mana leche y miel, la más hermosa de todas las tierras”; Éx 3,8; Dt 8,7-20. “Cuando me miras, yo me siento hermosa” (Gabriela Mistral) ; “Yéndolos mirando, con sola su figura, vestidos los dejó de su hermosura” (Cántico Espiritual, San Juan de la Cruz”)[5] Dt 32,10-12; Is 40,11: “Como un pastor que apaciente el rebaño, su brazo los reúne, toma en brazos los corderos y hace recostar a las madres”; 49,10: “no pasarán hambre ni sed, no les dará el bochorno ni el sol, porque los conduce el compasivo y los guía a manantiales de agua”.[6] Sara, Rebeca, Raquel, Débora, Yael, Ana, Ester, Judit, Rut…
viernes, 19 de octubre de 2007
Mt 5-7: Un retrato de Jesús
Leemos juntos la Biblia
Diálogos de María y Micaela
Rinnnnnn, rinnnnnnnnnnn.....................
-¡Dígame! ¡Al habla Micaela!
-¡Micaela, hija, finalmente te encuentro! Me tenías preocupada. Paco me ha dicho que te nota muy rara últimamente. Que te metes en la habitación y no hay quien te saque, y que andas silenciosa y meditabunda todo el día, como con la mirada perdida. También me ha dicho que de vez en cuando te ve sonreír sola, y que ya ni te apetece sentarte con él a ver la tele. Que te levantas sigilosamente y allí le dejas plantado viendo El diario de Patricia para encerrarte en tu cuarto a hacer Dios sabe qué.
¿Se puede saber qué te pasa? ¿No quieres contármelo? Porque para que tú andes silenciosa, ¡algo muy grave debe de ser!
-Pues no veo por qué tanta preocupación. Sólo porque estoy haciendo un retiro espiritual...
- ¿Un retiro espiritual de seis días? ¡Eso es una tanda de ejercicios en toda regla! ¿No crees que te estás pasando, Micaela?
-Pues no sé de qué te quejas. ¡La culpa es tuya por haberme dicho que leyera a San Mateo!
-¿Y qué tiene que ver San Mateo con tu extraño comportamiento?
-Pues que es imposible leer los sermones de Jesús y no querer encerrarse en algún sitio, en silencio, a saborearlos despacio.-¡Vaya! ¡Pues sí que te ha dado fuerte, Micaela!
-Pero bueno, ¿tú querías que leyera la Biblia o no?
-Sí, pero no por eso tienes que abandonar al pobre Paco que, entre la prejubilación y que no te ve el pelo, tiene una depre que no hay quien le aguante...
-Esto es sólo temporal, pasajero, momentáneo. ¿Entiendes? Ya se me pasará cuando termine de meditar el sermón del monte...
-Pero Micaela, ¿no quedamos en que leeríamos cuatro capítulos por día?
-María, ¡qué superficial! ¡Parece mentira que seas una religiosa hecha y derecha! ¿Cómo voy a leer lo de los pájaros del cielo y los lirios del campo y pasar a otra cosa como si nada? Ese día me fui al Parque del Retiro a contemplar los peces del estanque y los patos del Palacio de Cristal para ambientarme...
-Peces y patos... ¡ya!; ¿y Paco, qué?
-Se quedó viendo el fútbol. ¡Yo que culpa tengo de que tenga gustos tan prosaicos! Le he invitado a leer conmigo la Biblia y dice que ni hablar, que no quiere que "le coma el tarro" con cuentos chinos. "¡Hebreos, Paco! ¡Son cuentos hebreos!", le digo yo. Pero le da igual chinos que hebreos. No me quiere ni oír hablar de ello.
-Y, además, Micalea, no son cuentos, ni chinos ni hebreos...
-Bueno, algunos sí...
-Ya, pero mayormente es una historia, no un cuento.
-¿Y qué tienes tú contra los cuentos?
-Que los cuentos no son verdad.
-Depende. Hay veces en que los cuentos pueden hablar de una verdad más profunda que la historia "histórica" objetivamente documentada.
-¡Puf! ¡Cómo andas, Micaela! ¡Desde que has comenzado a leer en serio la Escritura, no hay quien te aguante!
-Dejémoslo, María. Pero escucha, ¿no me digas que mi emoción no está justificada?
Por ejemplo, ¿qué me dices del Padre nuestro? ¿No te emociona saber que Jesús rezaba lo mismito que nosotros, tal cual!
-Bueno, más bien nosotros rezamos lo mismito que Él, tal cual...
-¡Qué más da! ¡Lo importante es saber que esas palabras las tenía Él en los labios todos los días! ¿Alcanzamos a entender su significado profundo?
¿Y el amor a los enemigos...? ¡Hija! ¿No me digas que no se necesita tiempo para digerir semejante "requisito"? Además, he leído en el evangelio una cosa que dice todo lo contrario de lo que yo aprendí cuando era niña, en el catecismo.
-¿Estás segura de que dice lo contrario? ¡Ya me extraña!
-Pues que no te extrañe, rica. "¿Quién es Dios? -aprendíamos en el catecismo-, Dios es nuestro Padre, que está en el cielo, Creador y Señor de todas las cosas, que premia a los buenos y castiga a los malos". ¿Era así o no era así?
-Así era, Micaela.
-Pues Mateo dice que hay que amar a nuestros enemigos para ser hijos de nuestro Padre; que hemos de ser así porque Él es así, porque Él hace salir su sol sobre malos y buenos y manda la lluvia sobre justos e injustos. ¿No es hermoso, María, que la perfección consista en ser pura misericordia para con todos, incluida la vecina del quinto, que nunca te saluda y encima deja la basura en tu puerta para que se la saques...?
-Realmente lo es...
Mira, Micaela, me alegra muchísimo que te esté entusiasmando el evangelio de este modo pero es que... a este paso vas a terminar divorciándote de Paco y, además, vas a necesitar una década para leer la Biblia entera.
-Ya te he dicho que esto es sólo momentáneo, hasta que se me pase "el shock" de las Bienaventuranzas. ¡Porque esa es otra! ¿Qué le dirías a alguien que te dice que es rico precisamente porque es pobre? Que está loco de remate, ¿no? Pues eso es lo que dice Jesús: que los pobres son dichosos porque son los más ricos de los hombres: ¡DIOS ES SUYO! ¡Qué felicidad tan paradójica la de Jesús!, ¿verdad?
-Ya veo que el evangelio te está afectando...
-Pues para eso está el evangelio, para AFECTAR. Por ahí he leído de una santa contemporánea que el "Evangelio no está hecho para ser leído sino para ser recibido en nosotros".
-Bien. ¡Hoy tienes toda la razón! Realmente, el evangelio te inspira...
Pero dime, ¿qué es lo que más te ha gustado del sermón del monte, ya que estamos en ello?
-¡Vaya! Así "de sopetón" no sé con qué quedarme. Mira, me quedo con lo de ser sal de la tierra, porque en general los cristianos somos más bien el vivo retrato de una dieta para hipertensos: ¡sin pizca de sal!Y lo de los pájaros y los lirios me gusta un montón. ¡Con lo agobiados que andamos siempre por acumular y acumular, y tener y tener más! ¡Señor, qué libertad da saber que Tú te cuidas de nosotros!
En realidad, María, estaba pensando una cosa: que el sermón del monte es el vivo retrato de Jesús:
- El Pobre, feliz porque Dios es suyo,
- El Manso, el Justo, el Misericordioso, el Pacífico...
- La Sal de la tierra y la Luz del mundo,
- El Amén de Dios a todas sus promesas de la Ley y los Profetas,
- El Compasivo con los pecadores,
- La Paz y Reconciliación nuestra,
- El Limpio de corazón que ve siempre el Rostro del Padre,
- El que perdona y no ofrece resistencia al malvado, como Cordero llevado al matadero,
- El que ama a los enemigos y ora por ellos, atravesado por sus clavos,
- El que vive bajo la mirada del Padre, sin importarle los juicios ajenos, ni las apariencias, ni "dar la talla" ante el bien o mal decir de los otros,
- El que tiene su tesoro en el cielo, porque su tesoro es Dios mismo,
- El que contempla los pájaros y los lirios, y confía en que su Padre Dios lo sostiene en la vida,
- El que busca primero, sólo y siempre, el Reino de Dios y su justicia,
- El que acoge incondicionalmente a todos, sin juicio,
- El que ora confiada e ininterrumpidamente al Padre,
- El que sigue el camino estrecho de la entrega y la abnegación,
- El que da frutos incontables, desmesurados de bondad, caridad, alegría y vida para todos,
- El que tiene su vida apoyada, edificada en su Roca firme que es el Padre, desde el que vive, ama, se entrega y es absolutamente dichoso.
Sencillamente, quiero parecerme a Él.
-¡Para qué te habré preguntado! ¡Me alegra ver que lo tuyo no es nada grave! (¿o sí...?). Te dejo, Micaela, que se me pegan las lentejas.
-Y yo te dejo, María, que voy a seguir leyendo.
..................................
Nota de interés: Podéis encontrar un artículo sobre la estructura y comentario al Sermón del Monte en discipulasdm.es, sección: artículos de biblia y espiritualidad, tomado de El Evangelio según San Mateo, vol. I, Salamanca 1993, de Ulrich Luz.
Diálogos de María y Micaela
Rinnnnnn, rinnnnnnnnnnn.....................
-¡Dígame! ¡Al habla Micaela!
-¡Micaela, hija, finalmente te encuentro! Me tenías preocupada. Paco me ha dicho que te nota muy rara últimamente. Que te metes en la habitación y no hay quien te saque, y que andas silenciosa y meditabunda todo el día, como con la mirada perdida. También me ha dicho que de vez en cuando te ve sonreír sola, y que ya ni te apetece sentarte con él a ver la tele. Que te levantas sigilosamente y allí le dejas plantado viendo El diario de Patricia para encerrarte en tu cuarto a hacer Dios sabe qué.
¿Se puede saber qué te pasa? ¿No quieres contármelo? Porque para que tú andes silenciosa, ¡algo muy grave debe de ser!
-Pues no veo por qué tanta preocupación. Sólo porque estoy haciendo un retiro espiritual...
- ¿Un retiro espiritual de seis días? ¡Eso es una tanda de ejercicios en toda regla! ¿No crees que te estás pasando, Micaela?
-Pues no sé de qué te quejas. ¡La culpa es tuya por haberme dicho que leyera a San Mateo!
-¿Y qué tiene que ver San Mateo con tu extraño comportamiento?
-Pues que es imposible leer los sermones de Jesús y no querer encerrarse en algún sitio, en silencio, a saborearlos despacio.-¡Vaya! ¡Pues sí que te ha dado fuerte, Micaela!
-Pero bueno, ¿tú querías que leyera la Biblia o no?
-Sí, pero no por eso tienes que abandonar al pobre Paco que, entre la prejubilación y que no te ve el pelo, tiene una depre que no hay quien le aguante...
-Esto es sólo temporal, pasajero, momentáneo. ¿Entiendes? Ya se me pasará cuando termine de meditar el sermón del monte...
-Pero Micaela, ¿no quedamos en que leeríamos cuatro capítulos por día?
-María, ¡qué superficial! ¡Parece mentira que seas una religiosa hecha y derecha! ¿Cómo voy a leer lo de los pájaros del cielo y los lirios del campo y pasar a otra cosa como si nada? Ese día me fui al Parque del Retiro a contemplar los peces del estanque y los patos del Palacio de Cristal para ambientarme...
-Peces y patos... ¡ya!; ¿y Paco, qué?
-Se quedó viendo el fútbol. ¡Yo que culpa tengo de que tenga gustos tan prosaicos! Le he invitado a leer conmigo la Biblia y dice que ni hablar, que no quiere que "le coma el tarro" con cuentos chinos. "¡Hebreos, Paco! ¡Son cuentos hebreos!", le digo yo. Pero le da igual chinos que hebreos. No me quiere ni oír hablar de ello.
-Y, además, Micalea, no son cuentos, ni chinos ni hebreos...
-Bueno, algunos sí...
-Ya, pero mayormente es una historia, no un cuento.
-¿Y qué tienes tú contra los cuentos?
-Que los cuentos no son verdad.
-Depende. Hay veces en que los cuentos pueden hablar de una verdad más profunda que la historia "histórica" objetivamente documentada.
-¡Puf! ¡Cómo andas, Micaela! ¡Desde que has comenzado a leer en serio la Escritura, no hay quien te aguante!
-Dejémoslo, María. Pero escucha, ¿no me digas que mi emoción no está justificada?
Por ejemplo, ¿qué me dices del Padre nuestro? ¿No te emociona saber que Jesús rezaba lo mismito que nosotros, tal cual!
-Bueno, más bien nosotros rezamos lo mismito que Él, tal cual...
-¡Qué más da! ¡Lo importante es saber que esas palabras las tenía Él en los labios todos los días! ¿Alcanzamos a entender su significado profundo?
¿Y el amor a los enemigos...? ¡Hija! ¿No me digas que no se necesita tiempo para digerir semejante "requisito"? Además, he leído en el evangelio una cosa que dice todo lo contrario de lo que yo aprendí cuando era niña, en el catecismo.
-¿Estás segura de que dice lo contrario? ¡Ya me extraña!
-Pues que no te extrañe, rica. "¿Quién es Dios? -aprendíamos en el catecismo-, Dios es nuestro Padre, que está en el cielo, Creador y Señor de todas las cosas, que premia a los buenos y castiga a los malos". ¿Era así o no era así?
-Así era, Micaela.
-Pues Mateo dice que hay que amar a nuestros enemigos para ser hijos de nuestro Padre; que hemos de ser así porque Él es así, porque Él hace salir su sol sobre malos y buenos y manda la lluvia sobre justos e injustos. ¿No es hermoso, María, que la perfección consista en ser pura misericordia para con todos, incluida la vecina del quinto, que nunca te saluda y encima deja la basura en tu puerta para que se la saques...?
-Realmente lo es...
Mira, Micaela, me alegra muchísimo que te esté entusiasmando el evangelio de este modo pero es que... a este paso vas a terminar divorciándote de Paco y, además, vas a necesitar una década para leer la Biblia entera.
-Ya te he dicho que esto es sólo momentáneo, hasta que se me pase "el shock" de las Bienaventuranzas. ¡Porque esa es otra! ¿Qué le dirías a alguien que te dice que es rico precisamente porque es pobre? Que está loco de remate, ¿no? Pues eso es lo que dice Jesús: que los pobres son dichosos porque son los más ricos de los hombres: ¡DIOS ES SUYO! ¡Qué felicidad tan paradójica la de Jesús!, ¿verdad?
-Ya veo que el evangelio te está afectando...
-Pues para eso está el evangelio, para AFECTAR. Por ahí he leído de una santa contemporánea que el "Evangelio no está hecho para ser leído sino para ser recibido en nosotros".
-Bien. ¡Hoy tienes toda la razón! Realmente, el evangelio te inspira...
Pero dime, ¿qué es lo que más te ha gustado del sermón del monte, ya que estamos en ello?
-¡Vaya! Así "de sopetón" no sé con qué quedarme. Mira, me quedo con lo de ser sal de la tierra, porque en general los cristianos somos más bien el vivo retrato de una dieta para hipertensos: ¡sin pizca de sal!Y lo de los pájaros y los lirios me gusta un montón. ¡Con lo agobiados que andamos siempre por acumular y acumular, y tener y tener más! ¡Señor, qué libertad da saber que Tú te cuidas de nosotros!
En realidad, María, estaba pensando una cosa: que el sermón del monte es el vivo retrato de Jesús:
- El Pobre, feliz porque Dios es suyo,
- El Manso, el Justo, el Misericordioso, el Pacífico...
- La Sal de la tierra y la Luz del mundo,
- El Amén de Dios a todas sus promesas de la Ley y los Profetas,
- El Compasivo con los pecadores,
- La Paz y Reconciliación nuestra,
- El Limpio de corazón que ve siempre el Rostro del Padre,
- El que perdona y no ofrece resistencia al malvado, como Cordero llevado al matadero,
- El que ama a los enemigos y ora por ellos, atravesado por sus clavos,
- El que vive bajo la mirada del Padre, sin importarle los juicios ajenos, ni las apariencias, ni "dar la talla" ante el bien o mal decir de los otros,
- El que tiene su tesoro en el cielo, porque su tesoro es Dios mismo,
- El que contempla los pájaros y los lirios, y confía en que su Padre Dios lo sostiene en la vida,
- El que busca primero, sólo y siempre, el Reino de Dios y su justicia,
- El que acoge incondicionalmente a todos, sin juicio,
- El que ora confiada e ininterrumpidamente al Padre,
- El que sigue el camino estrecho de la entrega y la abnegación,
- El que da frutos incontables, desmesurados de bondad, caridad, alegría y vida para todos,
- El que tiene su vida apoyada, edificada en su Roca firme que es el Padre, desde el que vive, ama, se entrega y es absolutamente dichoso.
Sencillamente, quiero parecerme a Él.
-¡Para qué te habré preguntado! ¡Me alegra ver que lo tuyo no es nada grave! (¿o sí...?). Te dejo, Micaela, que se me pegan las lentejas.
-Y yo te dejo, María, que voy a seguir leyendo.
..................................
Nota de interés: Podéis encontrar un artículo sobre la estructura y comentario al Sermón del Monte en discipulasdm.es, sección: artículos de biblia y espiritualidad, tomado de El Evangelio según San Mateo, vol. I, Salamanca 1993, de Ulrich Luz.
Yo camino
Un viaje a Las Edades del Hombre
Ponferrada:
1.- Caída de Cristo, camino del Calvario, un anónimo napolitano del s. XVII. La mirada de Cristo al espectador del cuadro tiene una expresión indescriptible y me introdujo, en un instante, en la Homilía antigua sobre el grande y santo sábado que leemos en el Oficio de Lectura del Sábado Santo. Como si esos ojos dijeran:
“Por ti yo, tu Dios, me he hecho tu hijo; por ti yo, tu Señor, he revestido tu condición servil; por ti yo, que estoy sobre los cielos, he venido a la tierra y he bajado al Abismo; por ti me he hecho hombre, «semejante a un inválido que tiene su cama entre los muertos»; por ti, que fuiste expulsado del huerto, he sido entregado a los judíos en el huerto, y en el huerto he sido crucificado. Contempla los salivazos de mi cara que he soportado para devolverte tu primer aliento de vida; contempla los golpes de mis mejillas que he soportado para reformar, de acuerdo con mi imagen, tu imagen deformada. Contempla los azotes en mis espaldas que he aceptado para aliviarte del peso de los pecados que habían sido cargados sobre tu espalda. Contempla los clavos que me han sujetado fuertemente al madero; por ti los he aceptado, que maliciosamente extendiste una mano al árbol…”.
Me quedé un buen rato con ese “por ti” y con el "por mí" de Pablo cuando dice: "vivo de la fe en el Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí".
2.- Piedad del s.XVI. Bajorrelieve en madera policromada, de la Iglesia de San Francisco en Villafranca del Bierzo (León). Belleza y dramatismo en el Cristo hundido en el regazo de su Madre. Juan sosteniendo a María entre sus brazos, y María Magdalena, como siempre, en su sitio, a los pies de Jesús, agarrándolo como la esposa del Cantar.
3.- Escultura de San Francisco de Asís en madera policromada (s. XVIII), de la catedral de Ciudad Rodrigo (Salamanca). Confieso que recibí una buena reprimenda de un vigilante por intentar hacerle una foto al rostro de Francisco, que me dejó prendada. Es de una dulzura, inocencia y misticismo admirablemente logrados.
Astorga:
León:
La que no me canso de mirar es la catedral de León, elevada, espiritual, vestida de color, incomparablemente hermosa en su simplicidad. Como si sus arcos tirasen de ti hacia arriba, hacia el cielo.
Agradecimiento por la fraternidad, las risas, las peripecias, la familia, la belleza y un rapidísimo viaje de regreso, sin sobresaltos.
El fin de semana de la fiesta del Pilar nos fuimos juntas a Ponferrada (León). ¿Objetivo? Ver Las Edades del Hombre. ¿Que quiénes fuimos? Tres cuartas partes de mi comunidad y Esperanza, una hermana de la comunidad Divino Maestro de Madrid.
En mi comunidad de Toledo somos cuatro: Otra Esperanza, Paula, Concepción y yo. Concepción tuvo que quedarse por razones de trabajo. Habrá que inventarse otra excursión en primavera para que podamos salir a festejar el más de un año que llevamos viviendo juntas.
Porque, a decir verdad, no fue la ya tradicional exposición de arte religioso la que nos movió a hacer mil doscientos kilómetros en dos días y medio, sino las ganas de estar juntas fuera del trajín diario, entregadas a lo ocioso, lo inútil, lo lúdico, lo no programado, lo distinto. Días de re-creación.
Días radiantes, espléndidos, de cielo azul y sol caliente. En el inicio del otoño se agradece. Viajes amenizados por ecos de evangelio, cantos, salmos y “avemarías”. Estancia en casas familiares con sabor a hogar y a hospitalidad (Gracias, Pepa, por las super-camas en las que una podía estar a sus anchas). Paisajes hermosos (¡pero qué bonita es España!) y arte hasta cansar los ojos.
En mi comunidad de Toledo somos cuatro: Otra Esperanza, Paula, Concepción y yo. Concepción tuvo que quedarse por razones de trabajo. Habrá que inventarse otra excursión en primavera para que podamos salir a festejar el más de un año que llevamos viviendo juntas.
Porque, a decir verdad, no fue la ya tradicional exposición de arte religioso la que nos movió a hacer mil doscientos kilómetros en dos días y medio, sino las ganas de estar juntas fuera del trajín diario, entregadas a lo ocioso, lo inútil, lo lúdico, lo no programado, lo distinto. Días de re-creación.
Días radiantes, espléndidos, de cielo azul y sol caliente. En el inicio del otoño se agradece. Viajes amenizados por ecos de evangelio, cantos, salmos y “avemarías”. Estancia en casas familiares con sabor a hogar y a hospitalidad (Gracias, Pepa, por las super-camas en las que una podía estar a sus anchas). Paisajes hermosos (¡pero qué bonita es España!) y arte hasta cansar los ojos.
Ponferrada:
¿Merece la pena un viaje tan largo para ver Las edades del hombre? En mi humilde opinión, no. La exposición es escasa y poco atractiva, en esta ocasión. Su motivo es el camino de Santiago visto desde el relato de Emaús (cf. Lc 24). Por eso lleva por título “Yo camino”.
* Imágenes impactantes para mí:
1.- Caída de Cristo, camino del Calvario, un anónimo napolitano del s. XVII. La mirada de Cristo al espectador del cuadro tiene una expresión indescriptible y me introdujo, en un instante, en la Homilía antigua sobre el grande y santo sábado que leemos en el Oficio de Lectura del Sábado Santo. Como si esos ojos dijeran:
“Por ti yo, tu Dios, me he hecho tu hijo; por ti yo, tu Señor, he revestido tu condición servil; por ti yo, que estoy sobre los cielos, he venido a la tierra y he bajado al Abismo; por ti me he hecho hombre, «semejante a un inválido que tiene su cama entre los muertos»; por ti, que fuiste expulsado del huerto, he sido entregado a los judíos en el huerto, y en el huerto he sido crucificado. Contempla los salivazos de mi cara que he soportado para devolverte tu primer aliento de vida; contempla los golpes de mis mejillas que he soportado para reformar, de acuerdo con mi imagen, tu imagen deformada. Contempla los azotes en mis espaldas que he aceptado para aliviarte del peso de los pecados que habían sido cargados sobre tu espalda. Contempla los clavos que me han sujetado fuertemente al madero; por ti los he aceptado, que maliciosamente extendiste una mano al árbol…”.
Me quedé un buen rato con ese “por ti” y con el "por mí" de Pablo cuando dice: "vivo de la fe en el Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí".
2.- Piedad del s.XVI. Bajorrelieve en madera policromada, de la Iglesia de San Francisco en Villafranca del Bierzo (León). Belleza y dramatismo en el Cristo hundido en el regazo de su Madre. Juan sosteniendo a María entre sus brazos, y María Magdalena, como siempre, en su sitio, a los pies de Jesús, agarrándolo como la esposa del Cantar.
3.- Escultura de San Francisco de Asís en madera policromada (s. XVIII), de la catedral de Ciudad Rodrigo (Salamanca). Confieso que recibí una buena reprimenda de un vigilante por intentar hacerle una foto al rostro de Francisco, que me dejó prendada. Es de una dulzura, inocencia y misticismo admirablemente logrados.
Fotos. Muchas fotos. El castillo de Ponferrada no fue nunca tan bien mirado. ¡Me encantan los castillos!
Astorga:
Gaudí parece un niño grande que se aprovechó de su condición de arquitecto famoso para plasmar sus sueños de la infancia en sus obras, para jugar, mientras diseñaba. ¡Su palacio arzobispal parece salido de Neverland! ¡De ensueño!
León:
La que no me canso de mirar es la catedral de León, elevada, espiritual, vestida de color, incomparablemente hermosa en su simplicidad. Como si sus arcos tirasen de ti hacia arriba, hacia el cielo.
Agradecimiento por la fraternidad, las risas, las peripecias, la familia, la belleza y un rapidísimo viaje de regreso, sin sobresaltos.
lunes, 15 de octubre de 2007
Mi vocación, de la mano de Santa Teresa
(Al lector: Tómate un tiempito. Soy de fácil palabra y no he podido resumirlo más)
-¡Qué “monja” más jovencita!
-Fui jovencita en otro tiempo, como todo el mundo. Ahora peino canas.
-¡Anda ya! ¡Con lo joven que eres! ¡Si andarás por los treinta!
-Treinta y tantos…, sí, señora. Pero mire, ya llevo veinte años en el convento.
-¡Veinte años! Pues habrás entrado siendo una cría.
-Realmente, sí, era casi una cría, aunque ya tenía mis añitos: 17, para más información.
Exclamaciones, perplejidad, expresión sorprendida, boca abierta y pregunta consiguiente:
-¿Y a los 17 años ya sabías lo que querías?
-A los 17, y a los 15, y a los 8…-¡Imposible! ¿Cómo lo ibas a saber a los 8? ¡Serían cosas de niña!
-Sí, pero casi treinta años después estoy aquí: donde quería y donde lo pensé cuando era una niña. Bueno, más bien, donde Él me atrajo insistentemente con lazos de amor a lo largo de toda mi vida.
- ¿Y cómo fue la cosa? Porque, hija, ¡ya me gustaría a mí que me hablara Dios tan claramente!
Me ruborizo. ¿Hablarme Dios a mí…? Me siento aturdida y no quiero dar la impresión de ser una “visionaria” o una “mimada de Dios” (si bien esto último, aunque me pese por mi indignidad, lo sobrellevo por su misericordia). Sin embargo, en verdad no sé cómo explicar lo que me pasó a los ocho años, y a los quince, si no es diciendo que Él me susurró su amor al oído y yo no pude resistir a su Voz. O que su silbo me atrajo, desde el desierto por donde andaba extraviada, a su redil, para siempre.
No sé explicarlo de otro modo, sino tomando palabras e imágenes prestadas a enamorados y enamoradas de Dios.
Santa Teresa, mi santa amiga, habla en sus Moradas de que el Señor “no deja de llamar con una voz muy dulce” a quienes ama (2 M 1,2). Y en las Cuartas Moradas habla del silbo del Pastor:
El consentimiento de mis quince años obró el milagro de una transformación indescriptible, portentosa en mi vida, porque para Dios nada hay imposible (Lc 1,37). Me encontré a mí misma, mi lugar en su maravilloso universo, el sentido de mi vida, la tarea de mi futuro, el Amor verdadero y el despliegue de mi ser de un modo irreprimible.
Tras todo esto y una vez decidido mi destino, una hermana pía discípula aventurera y llena de celo por Jesús y su Evangelio acertó a pasar por mi pueblo, sin casualidad, por pura Providencia divina. Nos conocimos, fui a Madrid, hubo feeling entre las hermanas y yo e ingresé dos años después. Por mí hubiera entrado ya mismo, pero la obediencia comenzó a funcionar entonces y hube de terminar COU y selectividad. La verdad es que no sé cómo, porque con mi cuerpo estaba en mi pueblo, pero con mi mente y corazón estaba ya en mi nueva vida.
Y ahora, cada año que pasa, cada década, me confirmo más en la certeza de que ésta es la vida hecha para mí y de que yo estoy hecha para esta vida. Éste es mi sitio en el corazón del mundo, de la Iglesia y de la Familia Paulina. Dios me conduce como un “águila caudalosa, cogida bajo sus alas” (Vida 20, 3). Siento que mi vida es hermosa. Me siento misionera en medio de los hombres desde el carisma de discípula del único Maestro, tomada de la mano por un montón de hermanas con las que comparto tarea y vida.
Termino con una frase de Santa Teresa que llevo grabada a fuego y que, además, como todo lo que ella dice, es la pura verdad. Abra bien los oídos, señora mía, que también va para usted:
............................................
(1) San Agustín, Confesiones 1,10, cap. 29
(2) Exclamación 16,2.3; 2 Moradas 1,4
.................................
P.S.: Alguien, tras leer esto, me ha dicho: "¿Y tu abuelo, qué? Si no lo ven mis ojitos, no sé si me voy a creer que esté como una rosa".
¡Ay, tomasa, tomasa! Aquí te dejo una imagen, que vale más que mil palabras. Imagínate un esqueleto con piel macilenta pegada a él, los ojos salidos de las órbitas, sin voz (tan sólo alaridos), con tan sólo una llamita de vida vacilante... Pues esos huesos secos, tal cual los describe Ezequiel 37, se transformaron, por obra y gracia de la fe, en este abuelito tan felizmente rubicundo. ¡Y que la Virgen nos lo conserve muchos años! Al menos, hasta la boda de Cecilia...
Una parroquiana me entra "a saco"...
-¡Qué “monja” más jovencita!
-Fui jovencita en otro tiempo, como todo el mundo. Ahora peino canas.
-¡Anda ya! ¡Con lo joven que eres! ¡Si andarás por los treinta!
-Treinta y tantos…, sí, señora. Pero mire, ya llevo veinte años en el convento.
-¡Veinte años! Pues habrás entrado siendo una cría.
-Realmente, sí, era casi una cría, aunque ya tenía mis añitos: 17, para más información.
Exclamaciones, perplejidad, expresión sorprendida, boca abierta y pregunta consiguiente:
-¿Y a los 17 años ya sabías lo que querías?
-A los 17, y a los 15, y a los 8…-¡Imposible! ¿Cómo lo ibas a saber a los 8? ¡Serían cosas de niña!
-Sí, pero casi treinta años después estoy aquí: donde quería y donde lo pensé cuando era una niña. Bueno, más bien, donde Él me atrajo insistentemente con lazos de amor a lo largo de toda mi vida.
- ¿Y cómo fue la cosa? Porque, hija, ¡ya me gustaría a mí que me hablara Dios tan claramente!
Me ruborizo. ¿Hablarme Dios a mí…? Me siento aturdida y no quiero dar la impresión de ser una “visionaria” o una “mimada de Dios” (si bien esto último, aunque me pese por mi indignidad, lo sobrellevo por su misericordia). Sin embargo, en verdad no sé cómo explicar lo que me pasó a los ocho años, y a los quince, si no es diciendo que Él me susurró su amor al oído y yo no pude resistir a su Voz. O que su silbo me atrajo, desde el desierto por donde andaba extraviada, a su redil, para siempre.
No sé explicarlo de otro modo, sino tomando palabras e imágenes prestadas a enamorados y enamoradas de Dios.
Santa Teresa, mi santa amiga, habla en sus Moradas de que el Señor “no deja de llamar con una voz muy dulce” a quienes ama (2 M 1,2). Y en las Cuartas Moradas habla del silbo del Pastor:
Él, “como buen pastor, con un silbo tan suave que aun casi ellos mismos no lo entienden, hace que conozcan su voz y que no anden perdidos, sino que se tornen a su morada; y tiene tanta fuerza este silbo del pastor, que desamparan las cosas exteriores en que estaban enajenados, y se meten en el castillo” (4M 3,2). Ese silbo llega a ser “una señal tan cierta que no se puede dudar, y un silbo tan penetrante para que le entienda el alma, que no se puede dejar de oír” (6M 2,3).
El castillo es la propia interioridad, claro. Y su silbo es…
-¿Qué es, niña? ¿No me digas que de verdad has oído la voz de Dios con estos oídos que tenemos tú y yo, porque me parece que “no me lo puedo de creer”?
-Mire, la verdad es que no sé cómo explicarlo. No es sólo una intuición o una corazonada… Es la certeza de una Presencia que te envuelve y te habla al corazón con palabras más reales que las que salen de la garganta. No se oyen con estos oídos, sino con los oídos del alma.
-¡Niña mía, qué bonito! ¡Con los oídos del alma! Muy poético, pero no entiendo nada.
-No me extraña. Entiendo que las cosas que ni se ven, ni se oyen, ni se tocan son difíciles de entender. La misma Santa Teresa se hacía un jaleo para explicarlo. Juzgue usted si no es difícil de entender lo que explica ella:
El castillo es la propia interioridad, claro. Y su silbo es…
-¿Qué es, niña? ¿No me digas que de verdad has oído la voz de Dios con estos oídos que tenemos tú y yo, porque me parece que “no me lo puedo de creer”?
-Mire, la verdad es que no sé cómo explicarlo. No es sólo una intuición o una corazonada… Es la certeza de una Presencia que te envuelve y te habla al corazón con palabras más reales que las que salen de la garganta. No se oyen con estos oídos, sino con los oídos del alma.
-¡Niña mía, qué bonito! ¡Con los oídos del alma! Muy poético, pero no entiendo nada.
-No me extraña. Entiendo que las cosas que ni se ven, ni se oyen, ni se tocan son difíciles de entender. La misma Santa Teresa se hacía un jaleo para explicarlo. Juzgue usted si no es difícil de entender lo que explica ella:
“Ahora vengamos a lo interior de lo que el alma siente. ¡Dígalo quien lo sabe, que no se puede entender, cuánto más decir!(…) La voluntad debe de estar bien ocupada en amar, mas no entiende cómo ama. El entendimiento, si entiende, no se entiende cómo entiende; al menos no puede comprender nada de lo que entiende. A mí no me parece que entiende porque –como digo- no se entiende. Yo no acabo de entender esto” (Vida 18,14).
¿Estará de acuerdo conmigo, señora, en que si no lo entiende ella, quién lo va a entender?
-Tienes razón. A Santa Teresa no hay quien la entienda, pero intenta explicarte, que me consta que labia no te falta.
-Pues verá, la primera vez que oí “el silbo del pastor” tenía ocho años. Mi abuelo materno estaba a punto de morir, desahuciado por la enfermedad, y yo me puse a orar. Simplemente. A orar con toda la fuerza de mi fe infantil. Y le hice una proposición a Dios. ¿Qué podía yo ofrecerle a cambio de la vida de mi abuelo? Era una niña. No tenía nada valioso. Pero, sí, de mí brotó, como un impulso espontáneo que no provenía de mí sino de un lugar interior desconocido hasta entonces, el deseo de perdonar de corazón todas las ofensas recibidas en mi tierna edad, todas las heridas… (que aseguro no eran pocas para una vida aún tan breve), y el deseo de entregarle toda mi persona, purificada por el perdón: “De lo pasado no hay memoria, Señor... Haz que él viva y yo seré enteramente para ti. Me haré monja.”
Aquella oferta (“me haré monja”) la hice con temor y temblor porque ¿quién era yo para ofrecerme al Dios del cielo, Inmenso y Fascinante? Pero la hice con insólita alegría, porque sentí que era Él quien reclamaba de mí esa posesión. Yo lo deseaba, y era su atracción la que me pegó a Él, como a un imán, desde niña.
-¿Y qué pasó con tu abuelo? ¿No me digas que se curó?
-Ahora tiene noventa y dos años y una salud envidiable. Con decirle que está pensando en ir a la boda de mi sobrina Cecilia que ahora tiene… diez añitos.
-¡Válgame la Macarena! ¡Qué cosas hace Dios!
Aquella oferta (“me haré monja”) la hice con temor y temblor porque ¿quién era yo para ofrecerme al Dios del cielo, Inmenso y Fascinante? Pero la hice con insólita alegría, porque sentí que era Él quien reclamaba de mí esa posesión. Yo lo deseaba, y era su atracción la que me pegó a Él, como a un imán, desde niña.
-¿Y qué pasó con tu abuelo? ¿No me digas que se curó?
-Ahora tiene noventa y dos años y una salud envidiable. Con decirle que está pensando en ir a la boda de mi sobrina Cecilia que ahora tiene… diez añitos.
-¡Válgame la Macarena! ¡Qué cosas hace Dios!
-Todo hay que decir que, de por medio, no estuvo sólo mi oración. Supongo que muchas otras plegarias impertinentes habrán sacudido los oídos de nuestro Padre Dios y le habrán forzado a dejar por aquí abajo a mi abuelo un tiempito más. También medió cierto episodio de un poco de agua de Lourdes con la que el moribundo agonizante se mojó los labios con apego inquebrantable a la vida y una fe más viva que nunca. La fe cura. Ya lo dice el Evangelio.
-Pero, dime, ¿cómo fue aquel episodio de tu encuentro con Dios? ¿Hubo una luz especial, algún signo, oíste algo? En serio, niña, ¡dime qué pasó!
-¿Por casualidad el periodismo no es su vocación frustrada, señora? ¡Qué curiosidad más exhaustiva! Ya le digo que no resulta fácil explicarlo.
-Pero, dime, ¿cómo fue aquel episodio de tu encuentro con Dios? ¿Hubo una luz especial, algún signo, oíste algo? En serio, niña, ¡dime qué pasó!
-¿Por casualidad el periodismo no es su vocación frustrada, señora? ¡Qué curiosidad más exhaustiva! Ya le digo que no resulta fácil explicarlo.
Mire, si Zefirelli hubiera rodado aquel episodio con una cámara, hubiera captado a una niña dando vueltas y más vueltas en el patio de una casa vieja. Hubiera captado que aquella niña tenía los ojos abiertos, pero la mirada vertida hacia dentro, lavada en lágrimas. Y se habría percatado de que ella no dejaba de susurrar algo con denodado empeño. Nada más. Algo irrelevante. Sin voces, luces o truenos espectaculares como en las grandes teofanías bíblicas...
Pero eso no es lo real. Esa es la cáscara de lo real. Lo que sucedió en realidad es que la nube de una Presencia densa envolvía a aquella niña y la penetraba profundamente. Lo real es que ella sabía que estaba ante el Dador de la vida. Lo real fue que ella se comprometió con Él para siempre, y Él con ella, porque El así lo quiso.
El caso es que, después de aquello, pasaron los años y me alejé de Dios. Lo hice conscientemente, con rebeldía y con resistencia. Él seguía atrayéndome a sí “con cuerdas de amor”. Pero, cuanto más Él me llamaba, más me alejaba de Él (Os 11,2.4). El caso es que seguía deseando lo que un día prometí, aquella entrega que era una cosa de dos, una promesa de dos, una alianza de dos. Pero me sentía absolutamente indigna y quería que Dios me dejara en paz.
Fueron años de lucha hasta la extenuación, en los que “no era la que había de ser" (…). Años en los que "deseaba vivir –que bien entendía que no vivía, sino que peleaba con una sombra de muerte –y no había quien me diese vida, y no la podía yo tomar; y Quien me la podía dar, tenía razón de no socorrerme, pues tantas veces me había tornado a Sí, y yo, dejádole” (Vida 8,12).
Pero eso no es lo real. Esa es la cáscara de lo real. Lo que sucedió en realidad es que la nube de una Presencia densa envolvía a aquella niña y la penetraba profundamente. Lo real es que ella sabía que estaba ante el Dador de la vida. Lo real fue que ella se comprometió con Él para siempre, y Él con ella, porque El así lo quiso.
El caso es que, después de aquello, pasaron los años y me alejé de Dios. Lo hice conscientemente, con rebeldía y con resistencia. Él seguía atrayéndome a sí “con cuerdas de amor”. Pero, cuanto más Él me llamaba, más me alejaba de Él (Os 11,2.4). El caso es que seguía deseando lo que un día prometí, aquella entrega que era una cosa de dos, una promesa de dos, una alianza de dos. Pero me sentía absolutamente indigna y quería que Dios me dejara en paz.
Fueron años de lucha hasta la extenuación, en los que “no era la que había de ser" (…). Años en los que "deseaba vivir –que bien entendía que no vivía, sino que peleaba con una sombra de muerte –y no había quien me diese vida, y no la podía yo tomar; y Quien me la podía dar, tenía razón de no socorrerme, pues tantas veces me había tornado a Sí, y yo, dejádole” (Vida 8,12).
No se me ocurre otro modo mejor de describir aquella batalla ni mis sentimientos que estas palabras de Santa Teresa, o las de Jeremías: “Reconoce y ve cuán malo y amargo te resulta dejar al Señor, tu Dios” (2,19). Porque yo estaba hecha para Él. Y lo deseaba, pero me alejaba de "mi manantial de aguas vivas para beber de cisternas, cisternas agrietadas que no retienen el agua” (Jr 2,13).
-Niña mía, ¡qué bonito y qué dramático! Sigue contando: ¿cómo fue que te bajaste del burro de tu cabezonería?
-Fue en el verano de mis quince años. No recuerdo el día. Debía haberlo grabado a fuego en mi memoria como el primer día realmente feliz de mi vida. Estando yo en mi habitación en plena lucha con EL QUE TANTO ME ESPERÓ (Vida, Prólogo 2), caí vencida y le juré amor eterno y le supliqué su ayuda para vivir la vida a la que me arrastraba: “¡Dame lo que me pides y pídeme lo que quieras…! (1) Sí. Sí. Aquí me tienes. Tuya soy, para Ti nací. ¿Qué mandas hacer de mí?”. Eso fue, en sustancia, lo que le dije, ante la seducción consumada del que tanto me esperó, incluso “muchos días y años” (2M 3).
-Niña mía, ¡qué bonito y qué dramático! Sigue contando: ¿cómo fue que te bajaste del burro de tu cabezonería?
-Fue en el verano de mis quince años. No recuerdo el día. Debía haberlo grabado a fuego en mi memoria como el primer día realmente feliz de mi vida. Estando yo en mi habitación en plena lucha con EL QUE TANTO ME ESPERÓ (Vida, Prólogo 2), caí vencida y le juré amor eterno y le supliqué su ayuda para vivir la vida a la que me arrastraba: “¡Dame lo que me pides y pídeme lo que quieras…! (1) Sí. Sí. Aquí me tienes. Tuya soy, para Ti nací. ¿Qué mandas hacer de mí?”. Eso fue, en sustancia, lo que le dije, ante la seducción consumada del que tanto me esperó, incluso “muchos días y años” (2M 3).
Dios es así. De ideas fijas. Sin mudanza. Y cuando alguien tiene la certeza de ser tocado por su elección, más le vale responder, porque no hay felicidad para él o ella fuera de ese destino soñado por Dios. Cuando Dios llama, no hay ningún sitio donde te puedas esconder, ningún lugar adonde puedas huir, ninguna tarea o proyecto tras el que te puedas refugiar, ninguna excusa para hacerle desistir de su elección obstinada. Que lo digan, si no, Jonás, Moisés, Gedeón, Jeremías y la colección de elegidos inapropiados y escurridizos que quisieron zafarse de la llamada y la misión de nuestro Señor. Y es que, a los que pretenden “librarse”, “su Majestad anda mirando y remirando por dónde los puede tornar a Sí” (Vida 2,9). ¡Palabra!
-¿Y después del sí, qué? ¿Cómo se lo tomaron tus padres?
-A ellos se lo dije inmediatamente. No tenía sentido esperar. Todo estaba decidido ya. Mi madre lloró cuando vio que iba en serio. Mi padre se resignó y se consoló a sí mismo con un razonamiento práctico fuera de toda discusión: “Mejor monja que con un sinvergüenza” (Bueno, "sinvergüenza" no dijo; dijo algo mucho más rotundo que no conviene al decoro de este blog... En fin, ¡padres...!)
-¿Y después del sí, qué? ¿Cómo se lo tomaron tus padres?
-A ellos se lo dije inmediatamente. No tenía sentido esperar. Todo estaba decidido ya. Mi madre lloró cuando vio que iba en serio. Mi padre se resignó y se consoló a sí mismo con un razonamiento práctico fuera de toda discusión: “Mejor monja que con un sinvergüenza” (Bueno, "sinvergüenza" no dijo; dijo algo mucho más rotundo que no conviene al decoro de este blog... En fin, ¡padres...!)
-Bueno, tal y como está la vida, tu padre tenía toda la razón...
-No se lo discuto, aunque no me parece el argumento más adecuado para decidir seguir a Jesús... La vida y todo cuanto ofrece me parece hermoso...
-¿Ah, no? ¡Vaya, me dejas perpleja! ¿Y cómo te las arreglas para prescindir de algo que te parece tan bueno, niña?
-¡PORQUE ESTOY ENAMORADA! Porque Otro llena mi universo por entero. Porque quiero ser fiel a mi primer v más grande Amor, y eso me basta. ¡Y no siga preguntando porque nos pueden dar las uvas! A lo que íbamos:
El consentimiento de mis quince años obró el milagro de una transformación indescriptible, portentosa en mi vida, porque para Dios nada hay imposible (Lc 1,37). Me encontré a mí misma, mi lugar en su maravilloso universo, el sentido de mi vida, la tarea de mi futuro, el Amor verdadero y el despliegue de mi ser de un modo irreprimible.
Sin miedo a la infelicidad, porque Dios es mi Amor que me ama más de lo que yo me puedo amar ni entiendo (Exclamaciones, 17).
Sin miedo a la inconstancia, porque Él es la Roca firme que sostiene mi perseverancia y mi fidelidad.
Sin miedo al futuro, porque Él y su Reino son mi futuro.
Sin miedo a la soledad, porque Él abre mis puertas y ventanas y llena mi corazón de nombres…
Sin miedo a lo que sobrevenga, porque Él me da una vida hermosa en todo tiempo: en las luces y en las sombras. Él es mi vida hermosa.
Sin miedo al dolor y a la muerte, porque la Luz de la Pascua ilumina todos los rincones oscuros de la historia.
Tras todo esto y una vez decidido mi destino, una hermana pía discípula aventurera y llena de celo por Jesús y su Evangelio acertó a pasar por mi pueblo, sin casualidad, por pura Providencia divina. Nos conocimos, fui a Madrid, hubo feeling entre las hermanas y yo e ingresé dos años después. Por mí hubiera entrado ya mismo, pero la obediencia comenzó a funcionar entonces y hube de terminar COU y selectividad. La verdad es que no sé cómo, porque con mi cuerpo estaba en mi pueblo, pero con mi mente y corazón estaba ya en mi nueva vida.
Y ahora, cada año que pasa, cada década, me confirmo más en la certeza de que ésta es la vida hecha para mí y de que yo estoy hecha para esta vida. Éste es mi sitio en el corazón del mundo, de la Iglesia y de la Familia Paulina. Dios me conduce como un “águila caudalosa, cogida bajo sus alas” (Vida 20, 3). Siento que mi vida es hermosa. Me siento misionera en medio de los hombres desde el carisma de discípula del único Maestro, tomada de la mano por un montón de hermanas con las que comparto tarea y vida.
El Evangelio es el tesoro por el que vendo todos los días campos deseables. Para mi libertad, mi Adonai me da alas con las que sobrevuelo mundos inexplorados portando una leve voz de la Única Palabra que salva.
La llamada no es para mí. Es para que otros sepan que el mundo está traspasado por el Absoluto, penetrado por Dios, el divino Amador (2), y que nuestra identidad y sentido más profundos es que somos hijos infinitamente amados por Dios.
Termino con una frase de Santa Teresa que llevo grabada a fuego y que, además, como todo lo que ella dice, es la pura verdad. Abra bien los oídos, señora mía, que también va para usted:
“Él no se cansa de dar, ni se pueden agotar sus misericordias.
No nos cansemos nosotros de recibir” (Vida 19, 15).
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(1) San Agustín, Confesiones 1,10, cap. 29
(2) Exclamación 16,2.3; 2 Moradas 1,4
.................................
P.S.: Alguien, tras leer esto, me ha dicho: "¿Y tu abuelo, qué? Si no lo ven mis ojitos, no sé si me voy a creer que esté como una rosa".
¡Ay, tomasa, tomasa! Aquí te dejo una imagen, que vale más que mil palabras. Imagínate un esqueleto con piel macilenta pegada a él, los ojos salidos de las órbitas, sin voz (tan sólo alaridos), con tan sólo una llamita de vida vacilante... Pues esos huesos secos, tal cual los describe Ezequiel 37, se transformaron, por obra y gracia de la fe, en este abuelito tan felizmente rubicundo. ¡Y que la Virgen nos lo conserve muchos años! Al menos, hasta la boda de Cecilia...
jueves, 11 de octubre de 2007
Mt 3-4: "Éste es mi Hijo Amado..."
Esta tarde se me ocurre ofrecer pistas para la lectura y la personalización de los capítulos 3 y 4 de Mateo, dado que Micaela, nuestra inquieta lectora de la Biblia, al parecer, se ha quedado sin palabras...:
Tras hacer una lectura atenta de los capítulos fijándote sobre todo en los personajes, sus acciones, los términos que se repiten y subrayando lo que más te llama la atención...
1. Caracteriza a Juan según lo que has leído en Mt. ¿Qué diferencia significativa resaltarías entre Juan y Jesús?
2. El bautismo de Jesús: "Éste es mi hijo amado, en quien me complazco". ¿Has escuchado en alguna ocasión esa Voz dirigida a ti? ¿Cuándo y de qué modo?, ¿a través de qué mediaciones?
3. Desierto, tentación, hambre, sed, cuarenta días y cuarenta noches, Palabra... ¿a qué te suenan estos "ingredientes" (aparte de a "cuaresma", claro)? ¿qué te sugieren?
4. La gran tentación de Jesús: No es la Magdalena... como sostenía la novela "La última tentación de Cristo" de Nikos Kazantzakis llevada al cine por Scorsese, o los "culebrones" de Dan Brown. La tentación es la duda sobre su identidad, su condición de Hijo Amado ("Si eres Hijo de Dios..."), y la utilización de su "poder" en su propio provecho. Son también nuestras tentaciones: ¿Somos de veras incondicionalmente amados? ¿Es Dios nuestra columna vertebral? ¿Nos fiamos absolutamente de su Palabra o le pedimos pruebas al amor?
5. Cafarnaúm de Galilea, junto al mar, será la residencia de Jesús más estable, aunque Él andaba siempre por los caminos como misionero itinerante (el "misionero" del Padre). Jesús ha venido para todos, para ser LUZ de todos los pueblos que yacen en la oscuridad, para ser LUZ de todos los ojos, de todos los buscadores de Dios.
Observa el empleo repetitivo del término "todo/os" en Mt 4,23-25. Contempla cómo la gente ansiaba estar junto a Jesús y buscaba escucharlo y tocarlo... porque veía en Él el cumplimiento de sus expectativas y deseos de vida bendecida y plena.
6. Con Jesús ha llegado el Reino porque Él mismo, su persona, es el Reino.
7. "El mirar de Dios es amor" dice San Juan de la Cruz. Jesús mira con amor, elige y llama: "Ven detrás de mí" (no "ven conmigo", como dicen algunas traducciones; esto tendrá después su importancia). Simón, Andrés, Santiago y Juan, todos dejan algo atrás cuando siguen, ligeros de equipaje, las huellas de su Maestro. ¿Cuáles son "las redes", "las barcas", "los padres" que has de dejar atrás para vivir como vivió Él?
Tras hacer una lectura atenta de los capítulos fijándote sobre todo en los personajes, sus acciones, los términos que se repiten y subrayando lo que más te llama la atención...
1. Caracteriza a Juan según lo que has leído en Mt. ¿Qué diferencia significativa resaltarías entre Juan y Jesús?
2. El bautismo de Jesús: "Éste es mi hijo amado, en quien me complazco". ¿Has escuchado en alguna ocasión esa Voz dirigida a ti? ¿Cuándo y de qué modo?, ¿a través de qué mediaciones?
3. Desierto, tentación, hambre, sed, cuarenta días y cuarenta noches, Palabra... ¿a qué te suenan estos "ingredientes" (aparte de a "cuaresma", claro)? ¿qué te sugieren?
4. La gran tentación de Jesús: No es la Magdalena... como sostenía la novela "La última tentación de Cristo" de Nikos Kazantzakis llevada al cine por Scorsese, o los "culebrones" de Dan Brown. La tentación es la duda sobre su identidad, su condición de Hijo Amado ("Si eres Hijo de Dios..."), y la utilización de su "poder" en su propio provecho. Son también nuestras tentaciones: ¿Somos de veras incondicionalmente amados? ¿Es Dios nuestra columna vertebral? ¿Nos fiamos absolutamente de su Palabra o le pedimos pruebas al amor?
5. Cafarnaúm de Galilea, junto al mar, será la residencia de Jesús más estable, aunque Él andaba siempre por los caminos como misionero itinerante (el "misionero" del Padre). Jesús ha venido para todos, para ser LUZ de todos los pueblos que yacen en la oscuridad, para ser LUZ de todos los ojos, de todos los buscadores de Dios.
Observa el empleo repetitivo del término "todo/os" en Mt 4,23-25. Contempla cómo la gente ansiaba estar junto a Jesús y buscaba escucharlo y tocarlo... porque veía en Él el cumplimiento de sus expectativas y deseos de vida bendecida y plena.
6. Con Jesús ha llegado el Reino porque Él mismo, su persona, es el Reino.
7. "El mirar de Dios es amor" dice San Juan de la Cruz. Jesús mira con amor, elige y llama: "Ven detrás de mí" (no "ven conmigo", como dicen algunas traducciones; esto tendrá después su importancia). Simón, Andrés, Santiago y Juan, todos dejan algo atrás cuando siguen, ligeros de equipaje, las huellas de su Maestro. ¿Cuáles son "las redes", "las barcas", "los padres" que has de dejar atrás para vivir como vivió Él?
Mt 3-4 - La voz bautizó a la Palabra
Leemos juntos la Biblia
Habla Judit: "Lo que he visto, he oído y han tocado mis manos
acerca del Verbo de la Vida"
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Yo lo miraba desde lejos, sumergido, como estaba, en el agua hasta la cintura, con los ojos cerrados y el rostro hacia el cielo. Después de que Juan acompañó su bautismo introduciéndole en el Jordán y pronunciando sobre Él las mismas palabras que había pronunciado sobre nosotros, se había apartado de Él como un tiro de piedra y lo miraba con una mezcla de asombro contenido, veneración y amor.
Y recordé cómo, al encontrarse, Juan balbuceó una queja ante Jesús, que el Maestro acalló con un leve movimiento de cabeza: "No, Juan. Conviene que se cumpla toda justicia".
-Pero, Jesús, ¿bautizarte yo a ti? Tú eres el Mesías, el Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo (1), ¡y vienes a mí para que te purifique en un agua que recibe de ti su pureza!
-Juan, bajemos juntos al río.
-¿Para qué quieres un bautismo en este río si dentro de ti brota un manantial que salta hasta la vida eterna (2), si el Espíritu está sobre ti, si su fuego divino te abrasa ya para que seas enteramente de Dios?
-Juan, baja conmigo al río.
-Si tuya es la sandalia, Señor, que no soy digno de desatar...
Y yo recordé aquel episodio del libro de Rut, que tanto nos gustaba a mi hermana Susana y a mí, y que nuestra madre nos contaba muchas veces, porque nosotras se lo pedíamos cuando caía la noche: "...entonces aquel pariente descalzó su sandalia y se la entregó a Booz diciéndole: Rut es tuya, adquiérela para ti. Y Booz se convirtió en su goel" (3).
Jesús era nuestro Goel, nuestro Redentor, nuestro "rescatador", nuestro esposo. Y Juan lo sabía. Pero no le valieron sus objeciones. Jesús era realmente tenaz... y Juan tuvo que bajar al río. Él sabía que era sólo "el amigo del novio" (4), que oye la voz del esposo y se alegra de que celebre su banquete de bodas, el día de la alegría de su corazón (5).
Juan era sólo una pequeña voz llamada ahora, incomprensiblemente, a bautizar a la Palabra, para que el agua en la que la humanidad entera habría de lavarse quedara santificada para siempre con su Persona y su presencia llenas de gracia y de verdad (6).
Yo miraba a Jesús desde lejos. No vi que los cielos se rasgaran, ni oí una voz semejante a un trueno. Vi a un hombre con el rostro sereno e iluminado, radiante, como el rostro de Moisés cuando bajaba del Horeb (7). Un hombre musitando un nombre nuevo para Dios: "Yo te bendigo, Abbá. Yo te bendigo" (8).
Cuando Jesús salió del agua, se acercó a Juan. Se despidieron con el beso de la paz y se puso en camino, con resolución, hacia el desierto de Judea. Entre los discípulos de Juan que estábamos allí, corrió la voz de que había ido al desierto para hacer penitencia y prepararse para una gran misión. Pero yo tenía la certeza de que Jesús no fue al desierto, sino que fue arrastrado allí por Alguien, por el Espíritu de Dios que había tomado posesión de cada fibra de su ser. Y me pareció que aquel hombre, sumergido en el agua, escuchó palabras inefables que ninguno de nosotros podíamos imaginar, y que necesitaba digerir esa noticia. Quizá la noticia de que no sólo era el Mesías esperado durante siglos, sino el Hijo amado del Padre, en quien Dios tenía puesta toda su complacencia (9).
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(1) Jn 1,29; 3,28 (2) Jn 7,38; 4,14 (3) Rut 4,8 (4) Jn 3,29 (5) Cant 3,11 (6) Jn 1,14 (7) Éx 34, 29-35 (8) Mc 14,36 (9) Mt 4,17
Habla Judit: "Lo que he visto, he oído y han tocado mis manos
acerca del Verbo de la Vida"
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Yo lo miraba desde lejos, sumergido, como estaba, en el agua hasta la cintura, con los ojos cerrados y el rostro hacia el cielo. Después de que Juan acompañó su bautismo introduciéndole en el Jordán y pronunciando sobre Él las mismas palabras que había pronunciado sobre nosotros, se había apartado de Él como un tiro de piedra y lo miraba con una mezcla de asombro contenido, veneración y amor.
Y recordé cómo, al encontrarse, Juan balbuceó una queja ante Jesús, que el Maestro acalló con un leve movimiento de cabeza: "No, Juan. Conviene que se cumpla toda justicia".
-Pero, Jesús, ¿bautizarte yo a ti? Tú eres el Mesías, el Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo (1), ¡y vienes a mí para que te purifique en un agua que recibe de ti su pureza!
-Juan, bajemos juntos al río.
-¿Para qué quieres un bautismo en este río si dentro de ti brota un manantial que salta hasta la vida eterna (2), si el Espíritu está sobre ti, si su fuego divino te abrasa ya para que seas enteramente de Dios?
-Juan, baja conmigo al río.
-Si tuya es la sandalia, Señor, que no soy digno de desatar...
Y yo recordé aquel episodio del libro de Rut, que tanto nos gustaba a mi hermana Susana y a mí, y que nuestra madre nos contaba muchas veces, porque nosotras se lo pedíamos cuando caía la noche: "...entonces aquel pariente descalzó su sandalia y se la entregó a Booz diciéndole: Rut es tuya, adquiérela para ti. Y Booz se convirtió en su goel" (3).
Jesús era nuestro Goel, nuestro Redentor, nuestro "rescatador", nuestro esposo. Y Juan lo sabía. Pero no le valieron sus objeciones. Jesús era realmente tenaz... y Juan tuvo que bajar al río. Él sabía que era sólo "el amigo del novio" (4), que oye la voz del esposo y se alegra de que celebre su banquete de bodas, el día de la alegría de su corazón (5).
Juan era sólo una pequeña voz llamada ahora, incomprensiblemente, a bautizar a la Palabra, para que el agua en la que la humanidad entera habría de lavarse quedara santificada para siempre con su Persona y su presencia llenas de gracia y de verdad (6).
Yo miraba a Jesús desde lejos. No vi que los cielos se rasgaran, ni oí una voz semejante a un trueno. Vi a un hombre con el rostro sereno e iluminado, radiante, como el rostro de Moisés cuando bajaba del Horeb (7). Un hombre musitando un nombre nuevo para Dios: "Yo te bendigo, Abbá. Yo te bendigo" (8).
Cuando Jesús salió del agua, se acercó a Juan. Se despidieron con el beso de la paz y se puso en camino, con resolución, hacia el desierto de Judea. Entre los discípulos de Juan que estábamos allí, corrió la voz de que había ido al desierto para hacer penitencia y prepararse para una gran misión. Pero yo tenía la certeza de que Jesús no fue al desierto, sino que fue arrastrado allí por Alguien, por el Espíritu de Dios que había tomado posesión de cada fibra de su ser. Y me pareció que aquel hombre, sumergido en el agua, escuchó palabras inefables que ninguno de nosotros podíamos imaginar, y que necesitaba digerir esa noticia. Quizá la noticia de que no sólo era el Mesías esperado durante siglos, sino el Hijo amado del Padre, en quien Dios tenía puesta toda su complacencia (9).
.........................................
(1) Jn 1,29; 3,28 (2) Jn 7,38; 4,14 (3) Rut 4,8 (4) Jn 3,29 (5) Cant 3,11 (6) Jn 1,14 (7) Éx 34, 29-35 (8) Mc 14,36 (9) Mt 4,17
martes, 9 de octubre de 2007
Mt 1-2: Hijo de Abrahán, hijo de David – La persecución del hijo del Rey
Leemos juntos la Biblia
Diálogos de María y Micaela
Cuando comencé la lectura del dichoso evangelio de San Mateo, con ese pasaje tan poco poético y tan repleto de nombres extraños que le sirve de antesala (la llamada genealogía de Jesús), me dije: “¿Pero para qué le habré hecho caso a la lianta de María? ¡Menudo tostonazo de libro! Bueno, al menos algún nombre me suena. ¿Y éste es el “encanto” al que voy a sucumbir? Vamos a ver, Micaela, ¡cálmate! y trata de encontrar una salida airosa a este dilema: leer o no leer”.
Entonces tuve la tentación de saltarme los 15 primeros versículos e ir al grano, pero recordé lo que me había dicho María: “No hay que saltarse ni una palabra del libro más aburrido. Nunca se sabe dónde saltará la chispa de la gracia. Quizá en el árido desierto de nombres y datos incomprensibles se encuentre perdida una palabra para ti, capaz de transformar tu vida”.¡Qué cosas tiene esta mujer! Una palabra perdida y transformadora... ¡Desde luego que me estoy transformando! ¡Como el doctor Jekyll en Mister Hide! ¡Se me está subiendo la adrenalina con tanta sucesión de hombres que se engendran unos a otros "sin concurso de mujer"! ¡Esto no hay quien lo entienda!
Necesito que María me diga cómo encontrarle a esto la gracia y el salero.
Rinnnnnnnnnngggggg
- Sí, dígame.
- María, ¿se puede saber qué gracia le puedo encontrar yo a la bendita genealogía?
- Mujer, gracia, lo que se dice gracia… Pero sí que tiene su puntazo. Por ejemplo: ¿Te has fijado en lo bien organizadita que está?
- ¿Organizadita? A mí me parece un caos de nombres, todos parecidos.
- Fíjate: aparecen tres grupos de catorce generaciones divididas por las grandes etapas de la historia de Israel: los patriarcas, David, la dolorosa deportación a Babilonia del año 587, y el nacimiento de Jesús. Como si toda la historia alcanzara su plenitud de sentido en Él.- Bueno, sí, eso es bonito.
- Seguramente que a esa genealogía le faltan muchísimos nombres, porque es imposible que esas pocas personas cubran un espacio de tiempo tan largo. Pero la intención de San Mateo no es hacer un minucioso recorrido histórico, sino decir algo en clave.-¿En clave? ¿Como en el códido Da Vinci?
- Bueno, algo así, pero de verdad. ¿Sabes por qué hay catorce generaciones en cada grupo?
- ¡Pues eso digo yo! ¿No es el doce el número perfecto?
- Sí, pero es que el catorce es el número del nombre de David. Como los números no nos llegaron hasta los árabes, resulta que eran representados por las letras, correspondientes a su posición en el alfabeto hebreo o alefato. La D está en cuarto lugar y la W, en sexto. Suma ahora y entenderás lo del catorce. Es como si Mateo nos estuviera diciendo a gritos: ¡Jesús, Mesías descendiente de David, David, David…!
- ¡Vaya, qué interesante!
- En realidad, la genealogía es, aparte de una legitimación del enraizamiento de Jesús en Judá y en David, una profesión de fe: Este Mesías del linaje de David trae la salvación para todos los pueblos. Abrahán representa la universalidad, porque en él fueron bendecidas todas las naciones de la tierra. Según San Pablo, Abrahán es el padre de todos los creyentes, no sólo de los judíos, sino de todos.
Y otra cosa: ¿Te has fijado en las mujeres que aparecen en la genealogía?
- ¿Mujeres? Pues mira, es que me cuesta distinguir los nombres masculinos de los femeninos. En mi barrio nadie se suele llamar Naasón...
- Hay cuatro mujeres que, curiosamente, no son las grandes matriarcas de la historia de Israel. ¿Y por qué teniendo a mujeres con un pasado glorioso y tan amadas como Sara, Rebeca o Raquel, San Mateo se va a fijar justo en cuatro mujeres que venían a ser casi como las ovejas negras de la familia: la mentirosa Tamar, la prostituta Rahab, la moabita Rut y la adúltera Betsabé? Y en continuidad con esas mujeres, María, la madre del Señor.
- Ah, pues no me imagino por qué San Mateo hizo una cosa tan irreverente en la genealogía de nuestro Señor.
- Pues piénsalo y si extraes alguna conclusión, llamas y me la cuentas.
- ¡Oye! ¡María! ¡No se te ocurra colgarme! ¡Necesito preguntarte por qué José se pasa todo el tiempo soñando y no dice ni mu! ¡Quiero saber por qué se dice que “le pondrán por nombre Emmanuel" y luego van y le llaman Jesús! ¡Quiero saber si realmente la Sagrada Familia viajó a Egipto, y si existió una estrella, y si unos magos de Oriente, llenos de alegría, fueron a adorarlo!...
Nada. Me ha dejado con la palabra en la boca. Y, además, no encuentro la Anunciación ni la Visitación, con la devoción que a mí me dan cuando rezo el rosario. ¿En qué parte del evangelio de la infancia estarán?
Diálogos de María y Micaela
Cuando comencé la lectura del dichoso evangelio de San Mateo, con ese pasaje tan poco poético y tan repleto de nombres extraños que le sirve de antesala (la llamada genealogía de Jesús), me dije: “¿Pero para qué le habré hecho caso a la lianta de María? ¡Menudo tostonazo de libro! Bueno, al menos algún nombre me suena. ¿Y éste es el “encanto” al que voy a sucumbir? Vamos a ver, Micaela, ¡cálmate! y trata de encontrar una salida airosa a este dilema: leer o no leer”.
Entonces tuve la tentación de saltarme los 15 primeros versículos e ir al grano, pero recordé lo que me había dicho María: “No hay que saltarse ni una palabra del libro más aburrido. Nunca se sabe dónde saltará la chispa de la gracia. Quizá en el árido desierto de nombres y datos incomprensibles se encuentre perdida una palabra para ti, capaz de transformar tu vida”.¡Qué cosas tiene esta mujer! Una palabra perdida y transformadora... ¡Desde luego que me estoy transformando! ¡Como el doctor Jekyll en Mister Hide! ¡Se me está subiendo la adrenalina con tanta sucesión de hombres que se engendran unos a otros "sin concurso de mujer"! ¡Esto no hay quien lo entienda!
Necesito que María me diga cómo encontrarle a esto la gracia y el salero.
Rinnnnnnnnnngggggg
- Sí, dígame.
- María, ¿se puede saber qué gracia le puedo encontrar yo a la bendita genealogía?
- Mujer, gracia, lo que se dice gracia… Pero sí que tiene su puntazo. Por ejemplo: ¿Te has fijado en lo bien organizadita que está?
- ¿Organizadita? A mí me parece un caos de nombres, todos parecidos.
- Fíjate: aparecen tres grupos de catorce generaciones divididas por las grandes etapas de la historia de Israel: los patriarcas, David, la dolorosa deportación a Babilonia del año 587, y el nacimiento de Jesús. Como si toda la historia alcanzara su plenitud de sentido en Él.- Bueno, sí, eso es bonito.
- Seguramente que a esa genealogía le faltan muchísimos nombres, porque es imposible que esas pocas personas cubran un espacio de tiempo tan largo. Pero la intención de San Mateo no es hacer un minucioso recorrido histórico, sino decir algo en clave.-¿En clave? ¿Como en el códido Da Vinci?
- Bueno, algo así, pero de verdad. ¿Sabes por qué hay catorce generaciones en cada grupo?
- ¡Pues eso digo yo! ¿No es el doce el número perfecto?
- Sí, pero es que el catorce es el número del nombre de David. Como los números no nos llegaron hasta los árabes, resulta que eran representados por las letras, correspondientes a su posición en el alfabeto hebreo o alefato. La D está en cuarto lugar y la W, en sexto. Suma ahora y entenderás lo del catorce. Es como si Mateo nos estuviera diciendo a gritos: ¡Jesús, Mesías descendiente de David, David, David…!
- ¡Vaya, qué interesante!
- En realidad, la genealogía es, aparte de una legitimación del enraizamiento de Jesús en Judá y en David, una profesión de fe: Este Mesías del linaje de David trae la salvación para todos los pueblos. Abrahán representa la universalidad, porque en él fueron bendecidas todas las naciones de la tierra. Según San Pablo, Abrahán es el padre de todos los creyentes, no sólo de los judíos, sino de todos.
Y otra cosa: ¿Te has fijado en las mujeres que aparecen en la genealogía?
- ¿Mujeres? Pues mira, es que me cuesta distinguir los nombres masculinos de los femeninos. En mi barrio nadie se suele llamar Naasón...
- Hay cuatro mujeres que, curiosamente, no son las grandes matriarcas de la historia de Israel. ¿Y por qué teniendo a mujeres con un pasado glorioso y tan amadas como Sara, Rebeca o Raquel, San Mateo se va a fijar justo en cuatro mujeres que venían a ser casi como las ovejas negras de la familia: la mentirosa Tamar, la prostituta Rahab, la moabita Rut y la adúltera Betsabé? Y en continuidad con esas mujeres, María, la madre del Señor.
- Ah, pues no me imagino por qué San Mateo hizo una cosa tan irreverente en la genealogía de nuestro Señor.
- Pues piénsalo y si extraes alguna conclusión, llamas y me la cuentas.
- ¡Oye! ¡María! ¡No se te ocurra colgarme! ¡Necesito preguntarte por qué José se pasa todo el tiempo soñando y no dice ni mu! ¡Quiero saber por qué se dice que “le pondrán por nombre Emmanuel" y luego van y le llaman Jesús! ¡Quiero saber si realmente la Sagrada Familia viajó a Egipto, y si existió una estrella, y si unos magos de Oriente, llenos de alegría, fueron a adorarlo!...
Nada. Me ha dejado con la palabra en la boca. Y, además, no encuentro la Anunciación ni la Visitación, con la devoción que a mí me dan cuando rezo el rosario. ¿En qué parte del evangelio de la infancia estarán?
Una proposición descabellada: ¡leamos juntos la Biblia en un año!
Leemos juntos la Biblia
Diálogos de María y Micaela
POR DÓNDE EMPEZAR
Mateo 1-2
-¿En un año, alhaja? Tenemos mucho más que hacer que leer “cuentos hebreos” todos los días. Las “monjas” tenéis todo el tiempo del mundo, que para eso estáis. Pero nosotras, que trabajamos, tenemos hijos, llevamos adelante una casa… ¿cuándo crees que tenemos un respiro para ponernos a leer?
-Bien, entonces supongo que tampoco ves El diario de Patricia, ni Los hombres de Paco, ni Mira quién baila…
- ¿Y a ti qué te interesa lo que yo veo en la tele! ¡Eso es otra cosa! ¡Es preciso relajarse un poco del ajetreo y del estrés! ¡Con lo bien que se está tirada en el sillón, con una pierna para América y la otra para Francia, sin ruidos, sin voces… imaginándose que una está bailando un tango con el divino “poty”!
- Bueno, tanto como divino… Pero, a ver, Micaela, ¿tú no eres cristiana?
- ¿Y eso qué tiene que ver?
- Pues, sencillamente, que no hay comparación entre “poty” y el Evangelio. ¡Esto sí que te descansaría! ¿No has oído a Jesús, cuando dice que acudas a Él si estás hecha polvo?
- Ya, pero es que con el Evangelio no me río tanto…
- ¡Andas un poco despistadilla, monina! Hay otro tipo de alegría, más honda, más alegre, más “descansadora” que la que provoca el soso de Mariano. Una alegría que ni la pelma de tu jefa puede arrebatarte... Además, todo es cuestión de aprender a leer la Biblia. Hay páginas con un humor muy fino. Todo es echarle imaginación.
- ¡Ojo, qué pesadita te pones, hermana! Entonces, ¿qué me propones?
- ¡Que leas la Biblia al menos una vez en la vida, rica!
Mira: los musulmanes se saben el Corán al dedillo. ¡Y no digamos los judíos, cómo acunan cada versículo de su Torá! ¡Y qué memorión le echan a la cosa! Claro, como dice el Deuteronomio: “Estas palabras estarán grabadas sobre tu corazón; las inculcarás a tus hijos y hablarás de ellas cuando estés sentado en tu casa y yendo de camino, acostado y levantado. Las atarás como señal sobre tu mano y servirán de señal entre tus ojos…” (Dt 6,6-8)… pues se lo toman al pie de la letra.
- ¡Pues a mí eso me parece una exageración!
- Pues a mí no. Dime qué lees, qué piensas, qué hablas… y te diré quién eres. Si rumias todos los días el Evangelio, por dura de mollera que seas al final sucumbirás a su encanto. Créeme. Te recomiendo encarecidamente que lo leas al menos una vez.
-¡Y dale con “al menos una vez”…! ¡Qué conciencia escatológica tienes, hija! ¡Ni que nos fuéramos a morir mañana!
- Tienes razón, pero no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy.
- Oye, ¿y por dónde empiezo?
- Por donde más te guste.
- Pues… me gusta… Prefiero… Este libro que empieza por… Oye, ¿acaso me estás haciendo un examen? ¡Mira que te lees la Biblia tú solita!
- No. Sólo digo que te será más agradable comenzar por donde tú prefieras, por aquello que te resulte más familiar.
- ¡Mujer, familiar lo que se dice familiar…! Los evangelios no están mal.
- ¡Estupendo! ¡Comencemos por un evangelio! ¿Cuál prefieres?
- Pues no sé. ¡Qué más da! ¿No son todos iguales?
- Mira, vamos a hacer una cosa: abre tu Biblia.
- ¡Puf! No te enfades, María, pero está en un rincón de la biblioteca con tres dedos de polvo. Espera que la sacudo.
- Bien. ¿Aciertas a ver las letras al menos?
-No te pases. ¡Se lee perfectamente!
- No discutamos, que hoy estás que no hay quien te tosa. Abre por el comienzo del Nuevo Testamento. ¿Qué encuentras?
- El evangelio de San Mateo.
- Bueno pues, si te parece, vamos a empezar por ahí. Es el evangelio más largo: nada menos que 28 capítulos.
- ¿Y el más corto?
- ¡Dímelo tú!
- No te pongas repelente que me desapunto de tu proposición. Si te pregunto una cosa es porque no la sé.
- Tienes razón, perdoooona. Marcos. Marcos es el evangelio más breve: tan sólo 16 capitulitos.
- Y ¿a qué se debe esa diferencia? ¿Es que conocía menos cosas de Jesús que Mateo?
- Mira, la que se está poniendo ahora repelente eres tú con tanta preguntita. ¿Pero es que te crees que soy el comentario bíblico San Jerónimo?
De momento, comienza a leer el evangelio de la infancia y ya hablaremos.
- ¿El evangelio de la infancia? No sabía que hubiera un evangelio de la infancia.
- No hay uno. Hay dos. Pero eso lo veremos más adelante. De momento, empieza leyendo a Mateo. Si queremos terminar en un año toda la Biblia, habrá que “meter el turbo” y leer cuatro capítulos diarios ó 28 a la semana. Organízate como quieras, pero haz lo posible por mantener la constancia.- ¡Ay, constancia, constancia! ¿Y mi “poty”, qué?
- ¿Y tu Dios, qué?
Diálogos de María y Micaela
POR DÓNDE EMPEZAR
Mateo 1-2
-¿En un año, alhaja? Tenemos mucho más que hacer que leer “cuentos hebreos” todos los días. Las “monjas” tenéis todo el tiempo del mundo, que para eso estáis. Pero nosotras, que trabajamos, tenemos hijos, llevamos adelante una casa… ¿cuándo crees que tenemos un respiro para ponernos a leer?
-Bien, entonces supongo que tampoco ves El diario de Patricia, ni Los hombres de Paco, ni Mira quién baila…
- ¿Y a ti qué te interesa lo que yo veo en la tele! ¡Eso es otra cosa! ¡Es preciso relajarse un poco del ajetreo y del estrés! ¡Con lo bien que se está tirada en el sillón, con una pierna para América y la otra para Francia, sin ruidos, sin voces… imaginándose que una está bailando un tango con el divino “poty”!
- Bueno, tanto como divino… Pero, a ver, Micaela, ¿tú no eres cristiana?
- ¿Y eso qué tiene que ver?
- Pues, sencillamente, que no hay comparación entre “poty” y el Evangelio. ¡Esto sí que te descansaría! ¿No has oído a Jesús, cuando dice que acudas a Él si estás hecha polvo?
- Ya, pero es que con el Evangelio no me río tanto…
- ¡Andas un poco despistadilla, monina! Hay otro tipo de alegría, más honda, más alegre, más “descansadora” que la que provoca el soso de Mariano. Una alegría que ni la pelma de tu jefa puede arrebatarte... Además, todo es cuestión de aprender a leer la Biblia. Hay páginas con un humor muy fino. Todo es echarle imaginación.
- ¡Ojo, qué pesadita te pones, hermana! Entonces, ¿qué me propones?
- ¡Que leas la Biblia al menos una vez en la vida, rica!
Mira: los musulmanes se saben el Corán al dedillo. ¡Y no digamos los judíos, cómo acunan cada versículo de su Torá! ¡Y qué memorión le echan a la cosa! Claro, como dice el Deuteronomio: “Estas palabras estarán grabadas sobre tu corazón; las inculcarás a tus hijos y hablarás de ellas cuando estés sentado en tu casa y yendo de camino, acostado y levantado. Las atarás como señal sobre tu mano y servirán de señal entre tus ojos…” (Dt 6,6-8)… pues se lo toman al pie de la letra.
- ¡Pues a mí eso me parece una exageración!
- Pues a mí no. Dime qué lees, qué piensas, qué hablas… y te diré quién eres. Si rumias todos los días el Evangelio, por dura de mollera que seas al final sucumbirás a su encanto. Créeme. Te recomiendo encarecidamente que lo leas al menos una vez.
-¡Y dale con “al menos una vez”…! ¡Qué conciencia escatológica tienes, hija! ¡Ni que nos fuéramos a morir mañana!
- Tienes razón, pero no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy.
- Oye, ¿y por dónde empiezo?
- Por donde más te guste.
- Pues… me gusta… Prefiero… Este libro que empieza por… Oye, ¿acaso me estás haciendo un examen? ¡Mira que te lees la Biblia tú solita!
- No. Sólo digo que te será más agradable comenzar por donde tú prefieras, por aquello que te resulte más familiar.
- ¡Mujer, familiar lo que se dice familiar…! Los evangelios no están mal.
- ¡Estupendo! ¡Comencemos por un evangelio! ¿Cuál prefieres?
- Pues no sé. ¡Qué más da! ¿No son todos iguales?
- Mira, vamos a hacer una cosa: abre tu Biblia.
- ¡Puf! No te enfades, María, pero está en un rincón de la biblioteca con tres dedos de polvo. Espera que la sacudo.
- Bien. ¿Aciertas a ver las letras al menos?
-No te pases. ¡Se lee perfectamente!
- No discutamos, que hoy estás que no hay quien te tosa. Abre por el comienzo del Nuevo Testamento. ¿Qué encuentras?
- El evangelio de San Mateo.
- Bueno pues, si te parece, vamos a empezar por ahí. Es el evangelio más largo: nada menos que 28 capítulos.
- ¿Y el más corto?
- ¡Dímelo tú!
- No te pongas repelente que me desapunto de tu proposición. Si te pregunto una cosa es porque no la sé.
- Tienes razón, perdoooona. Marcos. Marcos es el evangelio más breve: tan sólo 16 capitulitos.
- Y ¿a qué se debe esa diferencia? ¿Es que conocía menos cosas de Jesús que Mateo?
- Mira, la que se está poniendo ahora repelente eres tú con tanta preguntita. ¿Pero es que te crees que soy el comentario bíblico San Jerónimo?
De momento, comienza a leer el evangelio de la infancia y ya hablaremos.
- ¿El evangelio de la infancia? No sabía que hubiera un evangelio de la infancia.
- No hay uno. Hay dos. Pero eso lo veremos más adelante. De momento, empieza leyendo a Mateo. Si queremos terminar en un año toda la Biblia, habrá que “meter el turbo” y leer cuatro capítulos diarios ó 28 a la semana. Organízate como quieras, pero haz lo posible por mantener la constancia.- ¡Ay, constancia, constancia! ¿Y mi “poty”, qué?
- ¿Y tu Dios, qué?
lunes, 8 de octubre de 2007
Ley de paridad
"Los que os bautizasteis para uniros a Cristo, os vestisteis de Cristo.
Y no existe judío ni griego, no existe esclavo ni libre,
no existe varón ni mujer,
pues todos vosotros sois uno en Cristo Jesús" (Gál 3,27-28)
"No camines delante de mí, puede que no te siga.
No camines detrás de mí, puede que no te guíe.
Camina junto a mí y sé mi amigo"
(Albert Camus)
Una hermana de Congregación entró el otro día en el blog y exclamó, sin poder evitarlo:
- ¡Cuántas mujeres, ¿no?!
- Sí. ¿Y qué?
- Pues que... se echa de menos algún hombre. Parece una web extraña...
- ¿Extraña, por qué?
- No sé. Puede dar una sensación rara...
No explicito el contenido de "extraña" y "rara" para no mancillar la inocencia de espíritus sencillos pero he de reconocer que el comentario, además de perpleja, me dejó pensativa.
¿Por qué cuando participamos en una misa de catedral y vemos el presbiterio atestado de varones no exclamamos: "Cuánto hombre, ¿no?"
¿Por qué cuando recorremos la producción teológica clásica en la biblioteca de un Seminario o de una facultad teológica, no lamentamos: "Todos hombres, ¿no?"
¿Por qué cuando consultamos las estadísticas de estudiantes de teología no decimos, con decepción: "Mayoría absoluta varones, ¿no?"
Afortunadamente las cosas están cambiando, no gracias a una ley de paridad que imponga una cuota establecida, sino merced a que las mujeres estamos saliendo del "armario" diminuto y sofocante de lo doméstico, lo privado, lo escondido, lo "humilde", lo secundario, lo callado, lo "discreto"..., dispuestas a desplegar nuestras alas y echar a volar, surcando cielos hasta ahora reservados en exclusiva, cual coto privado, a los varones.
Se suele decir (no sé si con sinceridad, con paternalismo o con cinismo) que "detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer". Esta célebre y "masculina" frase serviría de consuelo y compensación si no fuera porque las mujeres no queremos estar "detrás", sino al lado, caminando a la par en armoniosa corresponsabilidad y "sinergia".
He de aclarar que no soy "andrógina". ¿Feminista, entonces? Que cada cual piense lo que quiera. Pero soy una mujer y en este blog las protagonistas, inevitablemente, serán las mujeres: mujeres de la Biblia y de la historia, de mi entorno, de mi congregación, de mi Iglesia... Ya es hora de abrir espacios a una voz necesaria, silenciada durante milenios en una sociedad y una Iglesia patriarcales. En este blog está vetada la ley de paridad.
Los hombres sois bienvenidos. ¡Claro que sí! La multiplicidad de la creación es hermosa y "no es bueno que la mujer esté sola". Pero, ni "delante" ni "detrás", sino al lado para construir juntos el Reino.
Y no existe judío ni griego, no existe esclavo ni libre,
no existe varón ni mujer,
pues todos vosotros sois uno en Cristo Jesús" (Gál 3,27-28)
"No camines delante de mí, puede que no te siga.
No camines detrás de mí, puede que no te guíe.
Camina junto a mí y sé mi amigo"
(Albert Camus)
Una hermana de Congregación entró el otro día en el blog y exclamó, sin poder evitarlo:
- ¡Cuántas mujeres, ¿no?!
- Sí. ¿Y qué?
- Pues que... se echa de menos algún hombre. Parece una web extraña...
- ¿Extraña, por qué?
- No sé. Puede dar una sensación rara...
No explicito el contenido de "extraña" y "rara" para no mancillar la inocencia de espíritus sencillos pero he de reconocer que el comentario, además de perpleja, me dejó pensativa.
¿Por qué cuando participamos en una misa de catedral y vemos el presbiterio atestado de varones no exclamamos: "Cuánto hombre, ¿no?"
¿Por qué cuando recorremos la producción teológica clásica en la biblioteca de un Seminario o de una facultad teológica, no lamentamos: "Todos hombres, ¿no?"
¿Por qué cuando consultamos las estadísticas de estudiantes de teología no decimos, con decepción: "Mayoría absoluta varones, ¿no?"
Afortunadamente las cosas están cambiando, no gracias a una ley de paridad que imponga una cuota establecida, sino merced a que las mujeres estamos saliendo del "armario" diminuto y sofocante de lo doméstico, lo privado, lo escondido, lo "humilde", lo secundario, lo callado, lo "discreto"..., dispuestas a desplegar nuestras alas y echar a volar, surcando cielos hasta ahora reservados en exclusiva, cual coto privado, a los varones.
Se suele decir (no sé si con sinceridad, con paternalismo o con cinismo) que "detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer". Esta célebre y "masculina" frase serviría de consuelo y compensación si no fuera porque las mujeres no queremos estar "detrás", sino al lado, caminando a la par en armoniosa corresponsabilidad y "sinergia".
He de aclarar que no soy "andrógina". ¿Feminista, entonces? Que cada cual piense lo que quiera. Pero soy una mujer y en este blog las protagonistas, inevitablemente, serán las mujeres: mujeres de la Biblia y de la historia, de mi entorno, de mi congregación, de mi Iglesia... Ya es hora de abrir espacios a una voz necesaria, silenciada durante milenios en una sociedad y una Iglesia patriarcales. En este blog está vetada la ley de paridad.
Los hombres sois bienvenidos. ¡Claro que sí! La multiplicidad de la creación es hermosa y "no es bueno que la mujer esté sola". Pero, ni "delante" ni "detrás", sino al lado para construir juntos el Reino.
María del rosario, María del "hinnení"
A mi amiga Mónica no le gusta la oración del rosario. Considera que la Iglesia católica ha exaltado demasiado a María y que incluso la ha idolatrado. Considera que sólo Dios merece el reconocimiento de nuestra oración. Y, para más inri, le parece un tostón esta forma de repetir "avemarías" mecánicamente, hasta la saciedad.
No es la única de mis amigas que ofrece ligeras resistencias a este modo centenario de oración.
En agosto fui a pasar cuatro días a Alicante con Mónica y con su madre, Angelines. Contaría muchas cosas sobre estas dos mujeres extraordinarias por las que me sentí acogida con gran hospitalidad, solicitud y cariño. Pero sólo voy a relatar algo del paseo que Mónica y yo dimos a la Iglesia de la Santa Faz, junto a un monasterio de Clarisas, a las afueras de la ciudad.
Fuimos a visitar el lugar por la tarde, media hora antes de la Eucaristía. La Iglesia estaba llena de gente, las monjas estaban fuera de su recinto, junto al presbiterio, y comenzó la oración comunitaria... ¡del temido rosario!
- Oye, si rezan el rosario yo me voy a dar una vuelta y te dejo aquí. Ya vendré para la misa .-Me dijo Mónica, muy resuelta.
- ¡No puedes dejarme aquí sola! Aprovecha para rezar de otra manera.
- ¿Y qué voy a rezar con vosotros murmurando "avemarías"?
- Reza un mantra.
- ¿Qué es un mantra?
- Una especie de jaculatoria que se repite. Los hindúes y budistas lo llaman mantra. Mira, repite, por ejemplo: "Hinnení, Adonai". ¿Sabes lo que significa?
- Sí.
Por supuesto que sí, ¿cómo no iba a saberlo? Mónica es traductora de inglés y de árabe, y le encanta el hebreo. Ha comenzado a estudiar algo de la lengua sagrada del judaísmo: lo suficiente como para saber que "hinnení, Adonai" significa "heme aquí, mi Señor". Así es que, mientras yo me sumergía en mi rosario, ella lo hacía en su heme aquí.
Así llevábamos quince minutos cuando le pregunté:
- ¿Cómo vas?
- Meditando "hinnení".
Realmente, rezar el rosario es contemplar interiormente el "heme aquí, aquí estoy" de María, de Jesús, y nuestro propio "heme aquí" como confesión rendida de nuestra disponibilidad y consentimiento amoroso al deseo del Padre. Y contemplarlo con una música de fondo: las palabras del anuncio del ángel a María, "Ave María, la amada de Dios por siempre...". Anuncio y respuesta que hizo posible el adorable Misterio de la Encarnación. "El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros".
Esa contemplación obstinada, con todo el corazón, con toda la mente y con todas las fuerzas, es como una gota que horada la piedra, modelando nuestra interioridad a imagen y semejanza de Jesús y de María. La oración repetitiva es milenaria y se encuentra en la sabiduría y tradición espiritual de diversas confesiones religiosas. Los musulmanes repiten, con su rosario de cien cuentas, los cien nombres de Alá. Bueno, cien menos uno, porque el último de sus nombres es el Innombrable. Para los hindúes, el mantra Om es el sonido primigenio del universo, el origen y principio de todos los mantras que, repetidos al ritmo de la respiración, tienen como objetivo liberar la mente. ¿Quién no ha visto a un hindú sentado en posición de loto pronunciando gravemente, como salido de una caverna profundísima, el sonido: "Ommmmm...."? Los cristianos ortodoxos rezan la oración de Jesús: "Señor Jesucristo, hijo de David, ten misericordia de mí". El libro clásico "El peregrino ruso" enseña este modo de oración ininterrumpida. Y nosotros, los católicos, tenemos el rosario como oración repetitiva que ayuda a silenciar la mente y a ahondar en la contemplación.
* Sí, rezar el rosario es contemplar el "heme aquí" de María a la propuesta insólita del ángel: "Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, al que pondrás por nombre Jesús... El Espíritu Santo vendrá sobre ti y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra... Porque para Dios nada hay imposible" (Lc 1,31.35.37). Es contemplar su amén firme y definitivo, sin mudanza. Un sí propio de quien se sabe en buenas manos.
* Es contemplar el camino de Jesús:
Quiero lo que tú quieres,
sin preguntarme si puedo,
sin preguntarme si lo quiero,
sin preguntarme si lo deseo.
(Madeleine Delbrêl)
No es la única de mis amigas que ofrece ligeras resistencias a este modo centenario de oración.
En agosto fui a pasar cuatro días a Alicante con Mónica y con su madre, Angelines. Contaría muchas cosas sobre estas dos mujeres extraordinarias por las que me sentí acogida con gran hospitalidad, solicitud y cariño. Pero sólo voy a relatar algo del paseo que Mónica y yo dimos a la Iglesia de la Santa Faz, junto a un monasterio de Clarisas, a las afueras de la ciudad.
Fuimos a visitar el lugar por la tarde, media hora antes de la Eucaristía. La Iglesia estaba llena de gente, las monjas estaban fuera de su recinto, junto al presbiterio, y comenzó la oración comunitaria... ¡del temido rosario!
- Oye, si rezan el rosario yo me voy a dar una vuelta y te dejo aquí. Ya vendré para la misa .-Me dijo Mónica, muy resuelta.
- ¡No puedes dejarme aquí sola! Aprovecha para rezar de otra manera.
- ¿Y qué voy a rezar con vosotros murmurando "avemarías"?
- Reza un mantra.
- ¿Qué es un mantra?
- Una especie de jaculatoria que se repite. Los hindúes y budistas lo llaman mantra. Mira, repite, por ejemplo: "Hinnení, Adonai". ¿Sabes lo que significa?
- Sí.
Por supuesto que sí, ¿cómo no iba a saberlo? Mónica es traductora de inglés y de árabe, y le encanta el hebreo. Ha comenzado a estudiar algo de la lengua sagrada del judaísmo: lo suficiente como para saber que "hinnení, Adonai" significa "heme aquí, mi Señor". Así es que, mientras yo me sumergía en mi rosario, ella lo hacía en su heme aquí.
Así llevábamos quince minutos cuando le pregunté:
- ¿Cómo vas?
- Meditando "hinnení".
Realmente, rezar el rosario es contemplar interiormente el "heme aquí, aquí estoy" de María, de Jesús, y nuestro propio "heme aquí" como confesión rendida de nuestra disponibilidad y consentimiento amoroso al deseo del Padre. Y contemplarlo con una música de fondo: las palabras del anuncio del ángel a María, "Ave María, la amada de Dios por siempre...". Anuncio y respuesta que hizo posible el adorable Misterio de la Encarnación. "El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros".
Esa contemplación obstinada, con todo el corazón, con toda la mente y con todas las fuerzas, es como una gota que horada la piedra, modelando nuestra interioridad a imagen y semejanza de Jesús y de María. La oración repetitiva es milenaria y se encuentra en la sabiduría y tradición espiritual de diversas confesiones religiosas. Los musulmanes repiten, con su rosario de cien cuentas, los cien nombres de Alá. Bueno, cien menos uno, porque el último de sus nombres es el Innombrable. Para los hindúes, el mantra Om es el sonido primigenio del universo, el origen y principio de todos los mantras que, repetidos al ritmo de la respiración, tienen como objetivo liberar la mente. ¿Quién no ha visto a un hindú sentado en posición de loto pronunciando gravemente, como salido de una caverna profundísima, el sonido: "Ommmmm...."? Los cristianos ortodoxos rezan la oración de Jesús: "Señor Jesucristo, hijo de David, ten misericordia de mí". El libro clásico "El peregrino ruso" enseña este modo de oración ininterrumpida. Y nosotros, los católicos, tenemos el rosario como oración repetitiva que ayuda a silenciar la mente y a ahondar en la contemplación.
* Sí, rezar el rosario es contemplar el "heme aquí" de María a la propuesta insólita del ángel: "Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, al que pondrás por nombre Jesús... El Espíritu Santo vendrá sobre ti y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra... Porque para Dios nada hay imposible" (Lc 1,31.35.37). Es contemplar su amén firme y definitivo, sin mudanza. Un sí propio de quien se sabe en buenas manos.
* Es contemplar el camino de Jesús:
- su nacimiento como gran alegría para todos (Lc 2,11 ss)
- su pérdida voluntaria "en la casa y en las cosas de su Padre" (Lc 2,41 ss)
- su bautismo, en el que oyó la voz del Padre que le llamaba "mi Amado" (Mc 1,11)
- su predicación con palabras llenas de gracia, de verdad y de vida eterna (Jn 6,68)
- sus banquetes con publicanos, prostitutas y gentuza de mala fama, anticipo del Reino (Mc 2,15); banquetes en los que él resulta ser el vino mejor (Jn 2, 10)
- su transfiguración, en la que nos regala la Luz para que podamos vivir con gracia la Cruz (Mc 9,2 ss)
- su ser más profundo como Pan Eucarístico amado, bendecido, roto y entregado para la vida del mundo (Mc 14,22)
- su Cuerpo Traspasado, que atrae todas las miradas (Jn 19,27)
- su Cuerpo Resucitado, que cura todos nuestros miedos y nos inunda de una paz y una alegría que nadie puede quitarnos (Jn 20, 19-21; 16,22)
- el don de su Espíritu de Vida, Maestro interior que nos lo enseña todo (Jn 14,26)
Quiero lo que tú quieres,
sin preguntarme si puedo,
sin preguntarme si lo quiero,
sin preguntarme si lo deseo.
(Madeleine Delbrêl)
domingo, 7 de octubre de 2007
Dolores Aleixandre
La conozco desde hace doce años y, en realidad, no sé nada de su vida.
Nunca hemos intercambiado una conversación personal, de tú a tú (aunque sí de "yo" a "ella"), pero la he oído hablar cientos de horas.
Cuando estoy con ella, inexplicablemente, me quedo muda. Quien me conoce ahora sabe lo inconcebible que parece que a mí se me pegue la lengua al paladar... Pero eso es lo que me pasa. Y, sin embargo, quisiera haber tenido la ocasión de contarle muchas cosas.
Con ella me he reído mucho y he llorado en más de una ocasión mientras la escuchaba en clase, e incluso en su despacho, al ir a examinarme (y no por el examen precisamente...). Y es que la Palabra, en su boca, es "más cortante que espada de doble filo. Penetra hasta las fronteras entre el alma y el espíritu, hasta las junturas y médulas, y escruta los sentimientos y pensamientos del corazón" (Heb 4,12).
Con ella he deseado seguir siendo lo que soy: religiosa y narradora de la Biblia.
Ella es menudita pero tengo la sensación de que, cuando entra en un lugar, llena todo el espacio con su energía vital, con su alegría desplegada como un manto que cubre a todos, con el Espíritu que la acompaña y transfigura su mirada abierta, su risa cantarina, sus palabras llenas de música.
Hace mucho que pasó "la edad de la inocencia". Últimamente habla en ocasiones de "aprender a envejecer". Pero a mí me resulta eternamente joven. Incluso, ingenua y hasta traviesa como una niña. Su humor es sagaz y va siempre cargado de intención, aunque nunca resulta irónico, sarcástico o hiriente. Esta mujer me parece el icono perfecto de lo que Pablo afirma en 2 Cor 4,16: "Aunque el hombre exterior se va desmoronando, el hombre interior se va renovando de día en día". Así veo a Dolores Aleixandre. Una mujer siempre nueva, renovada por Jesús; una mujer que contagia su fe, su amor al Evangelio, su deseo de vivir y su real felicidad. Una mujer "kejaritomene"... ¿Estoy diciendo un disparate? Bueno, digamos "kejaritomene" por contagio y graciosa participación.
- Lo tuyo es obsesiva fijación con Dolores, hija.
- No. Lo mío es fascinación desde que la conocí. Lo mío es gratitud por haber conocido a una mujer así: maestra en el vivir y en el rumiar, gozar y consentir a la Palabra de Dios que se adueñe de nosotros.
Este sábado la Familia Paulina ha disfrutado un retiro con ella en Madrid: "Llamados a vivir una vida en abundancia. Mc 1,9-39".
Ella no sólo dice palabras bonitas (estaría escuchándola las horas muertas, que serían horas bien vivas...). Ella vive una vida hermosa. Es de esas mujeres que te hace sentir que tu elección (y la de Dios para contigo) ha sido una estupenda e inmejorable elección.
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P.S.: Me atrevo a recomendar todos sus libros. Sobre todo "Relatos desde la mesa compartida", "La fe de los grandes creyentes", "Esta historia es mi historia" y "Contar a Jesús".
P.S. 2 - Fe de erratas: Mi amiga Mª Luisa me avisa de una errata que me ha causado el mismo sobresalto que si hubiera visto un elefante volando: "aprender a embejecer"... ¡Dios mío! No es por disculparme pero, ¡lo que hace la cercanía de los 40 y la proximidad de la una de la madrugada! Supongo que aceptar con paz que una comienza a "chochear" en lo gramatical también debe de formar parte del arte de envejecer.
Gracias, M.L., por estar "al quite".