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miércoles, 27 de febrero de 2008

"Saber perdonarse y perdonar"

Me pregunta una amiga por los post de estos días:
- ¿Es que te ha absorvido el triángulo de las Bermudas, o qué? ¿Dónde te metes? ¡Ya decía yo que era demasiado escribir un post cuaresmal todos los días!

Pues sí, realmente lleva su tiempo meditar y orar por escrito. Pero lo que estos días nos ha apartado del blog a mi compañera orante y a mí ha sido la participación en un taller de oración el fin de semana pasado.

El taller estuvo animado por Emma Martínez Ocaña y llevaba por título "Saber perdonarse y perdonar".
Y aprovechando la ocasión, voy a hablaros de Emma.
Emma es una de las mujeres más importantes de mi vida. Me explico: en el año 1999 (ha llovido desde entonces...), andaba yo cansada de hombres, de hacer retiros, cursos y ejercicios siempre con hombres... Así es que me puse a buscar una animadora de ejercicios. Me hablaron de Emma. Ella era entonces profesora en Comillas. Sus asignaturas eran más que sugerentes (Espiritualidad ecofeminista y Espiritualidad de la vida en el mundo). Y me decidí a hacer los ejercicios espirituales con ella. El curso bien podría haberse titulado: "El seguimiento de Jesús en el cuerpo". Fue esa integración de la corporalidad en la espiritualidad lo que me encantó del método de Emma.
A partir de entonces, comencé un proceso de integración espiritual y de crecimiento personal que dura hasta hoy, más o menos "a zaga de su huella"... Anualmente participaba en dos o tres cursos a los que ella llama "Encuentros de integración" y, en el verano, buscaba sus ejercicios espirituales.
Hace cuatro años que no los hago con ella, pero ya estoy apuntada para su curso de julio, en Galapagar, en la casa de Espiritualidad "Santa María", de la institución javeriana. Según nos ha dicho, si tiene tiempo, preparará los ejercicios teniendo a María, discípula, como icono de seguimiento de Jesús. ¡Ojalá! Todas la alentamos a hacerlo así.

De Emma quiero recomendar una publicación reciente, en ed. Narcea: Cuando la Palabra se hace cuerpo... en cuerpo de mujer", libro en el que propone unos iconos bíblicos que han encarnado la Palabra en el corazón, los ojos, la boca, el oído, las manos y los pies.
Otro libro muy recomendable, de la colección Aletheia de Verbo Divino, es He visto al que me ve. Se trata de una obra escrita por varias mujeres, miembros todas ellas de la ATE, en el que Emma tiene un capítulo: El cuerpo y el encuentro con Dios.

Como vemos, su línea es siempre la de la "encarnación" de la Palabra en la corporalidad, "una espiritualidad unificada en torno al cuerpo que somos, alejándonos de los dualismos milenarios que han configurado gran parte de la espiritualidad cristiana".

- Muy interesante... Me haré con esos libros. Pero, y el curso del fin de semana, ¿de qué ha ido?

Pues el curso del fin de semana ha sido muy "cuaresmal": "Saber perdonarse y perdonar".
La primera parte de los encuentros de Emma siempre tienen un carácter más antropológico y psicológico. En este caso, nos habló de la importancia del perdón en nuestras vidas, de lo que es y lo que no es perdonar y del proceso largo y no fácil del perdón. La charla que orienta el día es seguida por diversos momentos de oración guiada.
El segundo día, la charla orientadora es más teológica. En esta ocasión, contemplamos la experiencia del perdón incondicional de Dios a partir del texto de Lucas 7,36-50, la mujer pecadora que ungió los pies a Jesús en casa de Simón el fariseo. Emma la llama "la mujer que amó mucho" porque ese fue el nombre que le puso el mismo Jesús.

El fin de semana ha sido encantador. No sólo por Emma, sino por el ambiente sumamente acogedor de la casa, la solicitud tan amable de las hermanas javerianas, y el grupo de participantes en el que siempre se encuentran buenas compañeras de camino.
En la casa de Navalonguilla, cada rincón invita a la interioridad.


Os dejamos con imágenes del encuentro y con una oración de mi compañera orante, fruto de uno de esos momentos de interioridad en los que hemos gustado la "sabiduría de saberse perdonado y de perdonar".
Momentos en el comedor

Momentos de oración


Y Barro y aliento divino...

Barro y aliento divino,
hija amada e hija pródiga,
riqueza y pobreza,
objeto de tu misericordia, mi Señor,
y de la de los otros.
Eso es lo que soy,
sólo eso, no soy más.

No puedo dar lo que no tengo...
Hoy me perdonas: “Tus pecados están perdonados”,
me siento perdonada, digna de tu perdón
e hija de tu amor incondicional:“Tu fe te ha salvado; vete en paz”...Me abandono a tu abrazo de misericordia.
Sé que no me salvan mis méritos sino tu misericordia entrañable,
porque no soy fruto del azar sino de tu amor.

“Ve y haz tú lo mismo”, me interpelas.
Sólo experimentado el perdón se puede perdonar.
Haz que haga con los otros lo que tu haces conmigo.
Reconozco mis heridas y mi deseo de disfrutar
de lo que me es regalado.
Concédeme la gracia del perdón y del abrazo vivificador.
Otórgame el don liberador del perdón.
Hagamos fiesta, mi Señor, celebrando tu misericordia.

viernes, 22 de febrero de 2008

¡Dichosos nosotros, que creemos en Jesús!

Fiesta de la cátedra del apóstol San Pedro

1 Pedro 5,1-4; Salmo 22; Mateo 16,13-19

a En el umbral de la oración

- "Respira" estas palabras inspiradas en el Salmo 91:

Dios Altísimo, quiero morar en tu secreto,
pasar la noche a tu sombra,
porque Tú eres mi refugio y fortaleza,
mi Dios, en quien confío.
Bajo tus alas, no temeré.

a Meditamos el evangelio de Mateo 16,13-19

En un mismo momento, Pedro recibe de Jesús palabras de bienaventuranza y palabras de reprobación:
"¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado nadie de carne y hueso sino mi Padre que está en el cielo!" (Mt 16,17)
"¡Apártate de mí, Satanás! ¡Eres escándalo para mí, porque tus pensamientos no son los de Dios sino los de los hombres!" (Mt 16,23)

Para convertirse en "modelo del rebaño", Pedro tuvo que aprender a entrar en la sintonía del Padre, a tener "la mente de Cristo" (1 Cor 2,16), a pensar como Dios y no como los hombres, movidos por las búsqueda de grandezas humanas, de honor y de importancia.
Sólo cuando Pedro entendió y acogió que Jesús no era un Mesías de poder sino un Siervo que se entregó hasta el extremo de morir en cruz, sólo entonces, pudo oír de los labios del Señor:
"Apacienta mis ovejas" (Jn 21,16-17).

Sólo el testigo y partícipe de los sufrimientos de Cristo (1 Pe 5,1) puede pastorear a otros según el corazón de Dios, porque lo hará desde "abajo", desde el amor abnegado, desde el cuidado y la compasión, no desde "arriba", desde la tiranía y el autoritarismo.

a Oramos a partir de la Palabra

Y Gracias, Señor, por la bienaventuranza pronunciada sobre nosotros hoy:
"¡Dichosos vosotros que creéis en mí, porque eso es un regalo de mi Padre del cielo!"
Gracias por la fe.
Gracias por el Espíritu que nos da la certeza de que tú eres Señor.
Gracias por ayudarnos, como a Pedro, a tener tus pensamientos y sentimientos.
Sé nuestro único Pastor y guíanos siempre.

jueves, 21 de febrero de 2008

¿Qué he hecho yo para merecer esto?

Jueves de la segunda semana de Cuaresma

Jeremías 17,5-10; Salmo 1; Lucas 16,19-31

"¿Que he hecho yo para merecer esto?"
No sé por qué, hoy me he levantado con esta cantinela en la cabeza. ¿Que qué me ha pasado? Nada especial.
Simplemente me pregunto qué he hecho yo para pertenecer al reducido y privilegiado número de personas agraciadas con
- ropa para vestir,
- pan diario en mi mesa,
- una vivienda más que digna,
- cultura que me permite leer, escribir, disfrutar del conocimiento de la historia, el arte, la geografía, la filosofía, la religión, la política...,
- compañía y afectos que son apoyo, ayuda y gozo,
- fe y una vocación que llena mi vida de sentido,
- una tarea que me entusiasma y apasiona...

En definitiva, me pregunto qué he hecho yo para ser tan rica, para no ser uno de tantos "lázaros" más de los que encontramos en algunas esquinas de nuestras ciudades, o en países enteros del tercer mundo.
Conocer la existencia de millones de "lázaros" que mendigan unas migajas de nuestra mesa me hace caer en la cuenta de lo agradecida que debería sentirme por disfrutar de una vida mejor que la suya, agraciada, en la que no carezco de nada necesario para ser modestamente feliz. Y me pregunto hoy qué puedo compartir de lo mío.

La página http://www.marianistas.org/~justiciaypaz/cuaresma/ nos pone en contacto con los cuarenta países más pobres del mundo, "echados en el portal" de nuestra sociedad opulenta, que "banquetea espléndidamente" cada día, esperando unas migajas de lo que nos sobra.

Quizá hoy, movidos por el evangelio de Lucas, sea un buen día para acercarse a conocerlos y para preguntarse qué podemos hacer, qué debemos hacer por ellos... y por nosotros. Y es que nuestra felicidad nunca será completa mientras no haya pan en la mesa de todos.

miércoles, 20 de febrero de 2008

En este camino, bajar es subir

Miércoles de la segunda semana de Cuaresma

Jeremías 18,18-20; Salmo 30; Mateo 20,17-28

- En el umbral de la oración...
Me hago consciente de que estoy en la presencia de Dios,
de que vengo a Él necesitada de su descanso.
"Venid a mí los que estáis cansados y agobiados
y yo os aliviaré" (Mt 11,28)
"La Palabra del Señor es descanso del alma" (cf. Sal 19,8)

Todo se redimensiona desde el Ser de Dios.
La vida cambia cuando te haces consciente de que no eres tú quien la lleva sino Él. Los agobios y la preocupación afanosa por controlarlo, conducirlo y asegurarlo todo desaparecen. Él te lleva.
Somos como el pueblo de Israel al que Dios...

"... encontró en una tierra desierta,
en una soledad poblada de aullidos.
Lo rodeó, cuidando de él,
lo guardó, como a las niñas de sus ojos.
Como un águila...
lo tomó y lo llevó sobre sus plumas.
El Señor solo los condujo.
No hubo dioses extraños con Él" (Dt 32, 10-13).

- Leemos y meditamos el evangelio de Mateo 20,17-28

En la carta a los Filipenses, Pablo dice: "Tened entre vosotros los mismos sentimentos de Cristo. Él, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de DIos. Al contrario, se despojó de sí mismo y tomó la condición de esclavo...".
Subiendo a Jerusalén, estando cercana la hora de la entrega, pasión y muerte de su Señor, ni siquiera los discípulos más amados habían comprendido a Jesús ni habían penetrado en sus sentimentos. Y Santiago y Juan (dice Mateo que su madre, para no poner en evidencia la mezquindad de los hermanos) le piden a Jesús un puesto relevante en su Reino.
Los demás se indignan porque, claro, ellos no quieren ser menos en ese suculento reparto de puestos principales, a la derecha y a la izquierda del Maestro.
Y Él, como tantas otras veces, se pone a enseñarles con paciencia que, en su Reino, el primero ha de hacerse el último y el servidor de todos, y el grande ha de hacerse pequeño como un niño.
Así era Él.
Así desea que seamos nosotros.

- De la meditación, brota nuestra oración...

Y En mi mente resuena el eco de esta frase de San Juan de la Cruz en Noche oscura: "... en este camino, el bajar es subir y el subir, bajar".
Y a propósito de nuestra tendencia a "subir", rumio interiormente el siguiente texto del místico carmelita:

Para venir a gustarlo todo
no quieras tener gusto en nada.
Para venir a saberlo todo
no quieras saber algo en nada.
Para venir a poseerlo todo
no quieras poseer algo en nada.
Para venir a serlo todo
no quieras ser algo en nada.

Para venir a lo que no gustas
has de ir por donde no gustas.
Para venir a lo que no sabes
has de ir por donde no sabes.
Para venir a poseer lo que no posees
has de ir por donde no posees.
Para venir a lo que no eres
has de ir por donde no eres.

Cuando reparas en algo
dejas de arrojarte al todo.
Para venir del todo al todo
has de dejarte del todo en todo.
Y cuando lo vengas del todo a tener
has de tenerlo sin nada querer.
Porque si quieres tener algo en todo
no tienes puro en Dios tu tesoro.

En esta desnudez halla el espíritu su descanso,
porque, no codiciando nada,
nada le fatiga hacia arriba,
y nada le oprime hacia abajo,
porque está en el centro de su humildad.
Porque cuando algo codicia
en eso mismo se fatiga.

Y Mi compañera orante eleva a Dios la siguente oración:

¡Gracias, mi Señor!
Hoy mi plegaria es de inmensa dicha y profundo agradecimiento.
Has bebido la copa amarga, por el amor que me tienes.
Has derramado tu preciosa sangre, para que brille tu luz en mis tinieblas.
Has entregado tu vida, para que tenga vida y la tenga en abundancia.
Te han golpeado y crucificado, por mi causa...

Mi Señor, Siervo doliente, muerto en cruz,
¿cómo no doblar mi rodilla ante ti?,
¿cómo no poner mi vida a tu servicio?,
¿cómo no entregarme por completo a lo que me pides?,
¿cómo no presentar batalla a mi tendencia a "subir", tan ajena a ti?
Sólo dispongo de un arma: la fe.
Fe que transforma mi sufrimiento en salvación,
fe que hace mío el dolor de los demás,
fe que engrandece mi existencia al servicio de todos.
Un arma que, en ocasiones, se ve debilitada por la tentación de la desconfianza,
del miedo o de la comodidad.

"Quien quiera ser grande que sirva a los demás..."

Sí, mi Señor, es dando como se recibe,
perdiendo como se gana,
bajando como se sube,
y, sirviendo, como se obtiene la verdadera realeza.
Sólo tú
me puedes dar la fuerza para hacer el bien incondicionalmente.
Aumenta, Señor, mi fe.

martes, 19 de febrero de 2008

Vivir bajo la mirada del Padre

Martes de la segunda semana de Cuaresma

Isaías 1,10.16-20; Salmo 49; Mateo 23,1-12

Hoy mi compañera orante y yo comenzamos nuestra oración de la noche con una toma de consciencia, desde el agradecimiento, de la vida y de los dones que nos han sido dados. Y lo hacemos a través de un ejercicio que propone el jesuita Anthony de Mello en su libro El manantial:

Fingiendo que sufro una parálisis de hombros para abajo que me ha cambiado la vida totalmente...

"(... ) por la noche, dedico unos minutos a dar gracias:
Agradezco el don de la palabra, que me permite expresar mis necesidades y mis sentimientos, que me permite relacionarme con otros y hasta prestarles ayuda...
Y el don del oído, gracias al cual puedo escuchar el sonido de la música y el canto de las aves y las voces humanas...
Y el don de la vista, por el que puedo contemplar las flores, y los árboles, y las estrellas en la noche, y los rostros de mis amigos...
Agradezco el sentido del gusto, y del olfato, y la capacidad de pensar, y la memoria, y la imaginación, y la capacidad de sentir...
Y agradezco mi propia parálisis, me fijo en la bendición que ha traído consigo hasta que logro verla como un don... Si puedo conseguir esto, habré experimentado un momento del más puro misticismo: aceptarlo todo tal y como es.
Reflexiono ahora en algún aspecto de mi vida con el que no estoy conforme..., contra el que me resisto: un defecto físico, una enfermedad, una situación inevitable, una persona...
Y, poco a poco, procedo con ello del mismo modo que he procedido con mi "parálisis". De manera que, sin renunciar a mi deseo y a mis esfuerzos por liberarme de ello, si es posible, cobro suficientes ánimos para dar gracias por ello, por todo, por cada una de las cosas..."


- Leemos y meditamos el evangelio de Mateo 23,1-12

Como Mt 6,1.5.16, el evangelio de hoy nos sacude con unos interrogantes: ¿ante quién vivo mi vida?, ¿bajo qué mirada tomo mis decisiones y actúo?, ¿para ser vista por quién, hago las cosas?...
La conducta farisea es hipócrita. Un "hipócrita" es el que lleva puesta una máscara para ocultar su verdadero rostro. Y los fariseos se ponían la máscara de la justicia para ocultar su búsqueda de vanagloria, la máscara de cumplidores de la ley, para ocultar su falta de compasión, la máscara de buscadores de la voluntad de Dios, para ocultar sus ansias de honor y fama: desean "que les hagan reverencias por la calle y que la gente les llame maestros", dice Jesús.
Primeros puestos, reconocimiento, sumisión, adulación... Es la tentación del poder que veíamos en el relato de las tentaciones hace una semana.

Ninguno de nosotros estamos libres de esa tentación. Tampoco nuestra Iglesia, tan deseosa de poder, influencia y relevancia social. En nuestra Iglesia, los paternalismos y autoritarismos que en ocasiones se les escapan a algunos que deberían servir desde el ministerio de la comunión y la caridad se acercan alarmantemente a estas actitudes farisaicas denunciadas por Jesús.

Y, frente a esto, Él, el Único Señor, el Único Maestro, el Servidor de todos, el que pasó por la vida como uno de tantos, el que lavaba los pies de los discípulos, el que cargó con las cargas de muchos, el que decía y hacía con una coherencia libre de esfuerzo, el Verdadero, el Fiel, el despojado de todo...
Este evangelio es un retrato de los líderes religiosos de la época de Jesús y quizá también de nosotros mismos. Pero es, sobre todo, un retrato de Jesús, el Maestro que enseña sirviendo y amando, el que vive siempre ante la mirada del Padre, despreocupado del juicio de los demás e indiferente ante reconocimientos humanos.

* De la meditación, brotan nuestras plegarias:

- "El mirar de Dios es amar". Así lo cantaba San Juan de la Cruz.
Bajo esos ojos vívías Tú, Señor y Maestro mío,
enseñando, curando,
cargando con los pecados y dolores de todos.
Bajo esa mirada, no te importaba ser Siervo.
Es más, lo preferías,
porque así lo quería tu Padre del cielo.
Bajo esa mirada, "mi Pastor se hizo cordero,
Servidor se hizo mi Rey".
Te contemplo y te amo así:
en la Belleza de tu Amor despojado.
Bajo esa mirada, deseo también vivir.

- Aparentar, tener y poder...
"No te dejes engañar, tú, que has gustado la verdad",
me insistes martilleantemente...
Sí, mi Señor, sé del vacío
del prometedor y decepcionante mundo de las apariencias;
he saboreado la amargura de la búsqueda
del prestigio y la vanagloria,
me he agotado creyéndome jefa
y glorificando a otros maestros,
me he encontrado con la humillación
cuando perseguía ensalzarme.
Tú sabes, mi Señor, que ahora sólo ansío
vivir bajo tu mirada,
santificando tu Nombre...;
Mas hoy me siento farisea.
¡Ayúdame! Haz que hable y actúe sólo movida por tu Rostro,
preocupándome de lo que soy, únicamente, a tus ojos,
sin falsear la verdad por temor a desagradar a los demás.

______________________________________
* Sugerencias para vivir el día de hoy:
- Repite con frecuencia: "Uno sólo es mi Maestro, uno sólo es mi Señor".
- Date cuenta de tu deseo de ser reconocido, estimado, "reverenciado", y mira a Jesús...
- Si tienes tiempo, dedica unos minutos a leer la primera carta de Juan sobre el único mandamiento de Jesús: el amor. Verás que la carga de Jesús es suave y ligera...

lunes, 18 de febrero de 2008

Lunes de la segunda semana de Cuaresma

Daniel 9,4-10; Salmo 78,8.9.11.13; Lucas 6,36-38


- Comienzo la oración silenciando la mente y el cuerpo, respirando profunda y lentamente, tomando conciencia de las sensaciones de mi cuerpo y haciéndome consciente de la presencia de Dios en mí, en mi habitación, en toda la realidad.

Hago eco, interiormente, lentamente, saboreando las palabras, de versículos bíblicos sobre la fuerza vivificante de la Palabra de Dios:

"Tu Palabra es lámpara para mis pasos, luz en mis senderos".
"Señor, ¿a quién vamos a acudir? Sólo tú tienes palabras de vida eterna".
"Espero en ti, espero en tu Palabra".
"Tu Palabra me da vida".
 
- Una amiga, que está orando conmigo, me comparte el eco del evangelio de Mateo que se proclama el miércoles de ceniza:

"Ora a tu Padre, que está en lo escondido".
Y en relación con eso, añade: "el hombre mira la apariencia, pero Dios ve el corazón".


Concluimos suplicando: "Danos un corazón que escuche".


- Tras leer y meditar el evangelio, concluyo con la siguiente oración:

Tú eres el Compasivo.
Tú eres el que perdona.
Tú eres el que no nos tratas como merecen nuestros pecados
ni nos pagas según nuestras culpas.
Tú eres el que no lleva cuentas del mal.
Tú eres el Dador de todo bien.
Tú eres el Generoso, el Derrochador de misericordia.
Y yo soy la agraciada por tanto amor.

Creo en ti, Amor de los amores.
Creo en ti, Amor que me amas más de lo que yo puedo amar ni entiendo.
Dame la gracia de callar ante las limitaciones de los demás;
dame la gracia de ponerme en su lugar, antes de que una palabra
de juicio o de condena
llegue a mi boca.
Contágiame de tu compasión y siémbrala en mí
a través de mi costoso y desacostumbrado silencio.

- Y mi compañera orante eleva, ante el Señor, la siguiente plegaria:

"Con la misma medida con que vosotros midáis a los demás..."
¿Así me medirás, Señor?
Sed compasivos,
no juzguéis,
perdonad,
dad...
Así eres Tú, mi Señor, es a lo que hoy nos invitas.

¿Cómo voy a ser compasiva a tu manera?
¿Cómo moverme a perdonar cuando me siento ofendida?
¿Cómo puedo no juzgar a los demás y festejar que Tú habitas en ellos?
¿Cómo no fijarme siempre en las diferencias y celebrar lo que nos une?
Tú, que conoces los misterios del corazón,
sabes qué lejos estoy de vivir así.
Tu medida no es mi medida:
llenarás nuestra bolsa con una medida
buena, apretada, sacudida y repleta.
Sí, mi Señor, tus medidas son desmedidas:
perdón saca perdón,
cuando me siento perdonada, más me muevo a perdonar.
Hay más alegría en dar que en recibir,
no me quitas nada y me lo das todo.
¿Por qué, entonces, no dejo de calcular y escatimar...?
Contágiame, mi Señor, de tu desmesura.

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* Sugerencias para vivir el día de hoy:

- Da gracias a Dios si hoy, en alguna ocasión, "llegas a tiempo" para callar un comentario negativo, juicio o murmuración sobre alguien.
- Repite con frecuencia: "Jesús, te amo. Enséñame tu compasión".

domingo, 17 de febrero de 2008

Cuidar la interioridad en Cuaresma

Álvaro Ginel propone, en un librito de oraciones para la Cuaresma (1), que en estas semanas de preparación a la Pascua podríamos fijarnos un tiempo y un espacio diarios para orar. Y para que el compromiso quede sellado y no dure lo que dura la niebla de la mañana, Álvaro añade:

"Comparte con algún amigo del alma tu plan de oración, para comprometeros juntos. Lleva la cuenta por escrito de tu fidelidad a la oración en la Cuaresma".

Por vocación, nuestro ritmo de oración es (o debería ser) intenso: la Eucaristía diaria, la Liturgia de las Horas, el rosario, media hora de meditación y una hora y media de adoración eucarística diaria. ¿Son precisos más espacios para la oración o basta con cuidar este encargo carismático del Espíritu? He de reconocer que la hiperactividad es una tentación que me saca de los espacios dedicados a contemplar y a escuchar a Jesús, mi Maestro y Señor, y "se come" el tiempo debido a "la única cosa necesaria".

Por eso he pensado que ésta puede ser mi "vuelta", mi "conversión", el compromiso al que me siento arrastrada en esta Cuaresma: cuidar de modo especial la dimensión contemplativa de mi vida de discípula y... poneros a vosotros como testigos de ese compromiso, dejando constancia diariamente, en este blog, de alguna meditación u oración que brote en ese espacio de interioridad. Además pretendo que esa cita sea "extra" respecto a la misión cotidiana de orar.

¿Lugar? La "montaña", "el desierto" o el "manantial" de mi habitación.
¿Hora? Cada noche, una hora antes de acostarme.
Soy "nocturna". Suelo trasnochar mucho. Para mí, la noche es tiempo de inspiración.
Y para la Escritura, la noche es tiempo de salvación.

Amigos, a vosotros os pongo por testigos de este deseo cuaresmal.

Si alguno quiere acompañarme, le invito a colgar en los comentarios los frutos de su propia oración, siguiendo la Palabra de cada día.

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(1) Álvaro Ginel y Mari Patxi Ayerra, La Oración en Cuaresma, CCS 2007

martes, 12 de febrero de 2008

La transfiguración de Jesús (Mateo 17,1-9)

Cuaresma: del desierto al monte Tabor

En esta primera semana de Cuaresma en la que nos encontramos, se podría decir que el camino hacia la Pascua nos confronta con las tentaciones de todo lo que no es Dios y es contrario a Dios:
- el poder y el tener,
- la soberbia, la altanería y la autosuficiencia
ante el Dios que nos ama, que nos ha creado y que nos sostiene en la vida,
el que nos alimenta, nos da todos los dones
y es el único digno de fe y adoración.

Jesús supera la tentación y nos enseña a superarla como diciéndonos: "Ante las voces que siembran en ti la duda sobre tu identidad más profunda (eres hijo/hija de Dios) y te conducen a afirmarte desde el poder y la prepotencia, desde la posesión desmedida y los alardes de fuerza,
- refúgiate en el Padre, que te cuida,
- confía en el Padre, que te ama,
- ama al Padre, que te da la mayor riqueza: vivir su vida abundante por medio del Espíritu,
- escucha la Palabra, aliméntate de ella, que te dará fuerza para vivir lo que eres".

El domingo próximo, Jesús nos llevará de la mano al Tabor, y subiremos con Él como si fuéramos uno más de sus discípulos amados, Pedro, Santiago y Juan.
Cuando se lee seguido el evangelio de Marcos, resulta evidente el hecho de que el relato de la transfiguración está situado inmediatamente después del primer anuncio de la pasión (durísimo en este evangelio) para hacernos ver que sin la experiencia de vernos iluminados por Dios es imposible afrontar con gracia las experiencias oscuras de la vida, la experiencias de pasión y cruz.
Solemos decir: "por la cruz, a la luz" o, como dice el prefacio del II domingo de Cuaresma: "la pasión es el camino de la resurrección". Sin embargo, la transfiguración, situada en el comienzo del camino cuaresmal, a mí me está sugiriendo que es imposible avanzar por el desierto sin la certeza de encontrar, en algún lugar inesperado, un oasis. Es imposible abrazar la cruz de Jesús sin haber tenido experiencia, como Él la tuvo, de la densa y amorosa Presencia del Padre que nos envuelve, nos penetra y nos sostiene.

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Lectio Divina de Mateo 17,1-19

Invocación al Espíritu (Si se reza en grupo, a dos coros)

1. Espíritu Santo, Maestro interior,
que nos inspiras los caminos a seguir,
imprime en nuestro corazón la Palabra de Jesús;
haz que sea una lámpara para mi pie,
luz en mis senderos,
fuerza en el vivir cotidiano.

2. Dame a entender la dicha
de quien hace de tu Palabra su delicia,
de quien la gusta como miel en la boca,
de quien encuentra en ella su alimento,
de quien la escucha y la guarda,
como María, en su corazón.

1. Espíritu Creador,
tus manos me hacen y me forman
como modela un alfarero sus vasijas de barro.
Modélame, cada mañana, según el Evangelio de Dios,
recréame, en la noche, a la luz de su deseo,
y viviré como su hijo amado, buscando su voluntad.

2. Espíritu Vivificador,
ponme en camino, como a Abrahán y a Sara,
hacia la nueva tierra que tú me harás ver.
Sacude la pereza de mis pies,
da alas a mi corazón cargado de rutina
y acostumbrado a lo de siempre.
Hazme salir de las seguridades en las que vivo instalado,
y ábreme a la promesa de tu vida abundante.

1. Espíritu de fortaleza,
hazme subir, tras los pasos de Jesús,
al encuentro cotidiano con el Padre,
donde escucharé la buena noticia
de que la luz de su ternura me alcanza siempre.

2. Y ayúdame a bajar, como Pedro, Santiago y Juan,
a los caminos de la historia,
con el rostro radiante y la luz en las manos,
para anunciar por todas partes, y actuar,
la buena noticia de tu Reino.

Génesis 12,1-4a (Primera lectura del II Domingo de Cuaresma)

1 El Señor dijo a Abrahán:
- Sal de tu tierra y de la casa de tu padre hacia la tierra que yo te mostraré.
2 Haré de ti una nación grande y te bendeciré. Engrandeceré tu nombre, y sé tú una bendición.
3 Bendeciré a los que te bendigan, maldeciré a los que te maldigan. Por ti se bendecirán todos los linajes de la tierra.
4 Abrahán salió, como se lo había dicho el Señor.

Mateo 17,1-9

1 Seis días después, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte a una montaña alta.
2 Y se transfiguró delante de ellos: su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz.
3 Y se les aparecieron Moisés y Elías conversando con Él.
4 Pedro, entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús:
- Señor, ¡bueno es estarnos aquí! Si quieres, haré aquí tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.
5 Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra, y una voz desde la nube decía:
- Éste es mi Hijo amado, en quien me complazco. Escuchadlo.
6 Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de miedo.
7 Jesús se acercó y tocándolos les dijo:
- Levantaos, no tengáis miedo.
8 Al alzar los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús solo.
9 Y cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó:
No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.

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Cuando leas

- El segundo domingo de Cuaresma, la liturgia de la Palabra nos propone todos los años, en los tres ciclos, el relato de la transfiguración de Jesús.La semana pasada, la Palabra nos llevaba al desierto con Jesús, y nos confrontaba con las tentaciones, el pecado y la desarmonía que convive con la bondad en todo corazón humano. El símbolo por excelencia de la Cuaresma es el desierto en el que Israel y Jesús caminan hacia su tierra prometida. Por eso puede parecer extraño que hoy la Palabra nos arrastre hacia otro escenario completamente diferente, positivo y luminoso: el monte Tabor. ¿Qué pretende hacer esta Palabra en nosotros? ¿Por qué camino quiere conducirnos?

- Si nos fijamos, el evangelio comienza con una referencia temporal: “seis días después”. ¿Seis días después de qué?

1. De la confesión de Pedro en Cesarea: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios Vivo”. Aquella confesión, según Jesús, no se la había revelado a Pedro ni la carne ni la sangre, sino el Padre que está en el cielo (“Nadie puede venir a mí si el Padre no lo atrae”; “Nadie puede decir 'Jesús es Señor' sino por medio del Espíritu”). Pero, inmediatamente, Jesús se pone a decir cómo es ese mesianismo confesado por Pedro: no político, que triunfa mediante la fuerza o el poder. Sino un mesianismo de servicio y de entrega hasta el extremo.
El Mesías es el Siervo de Yahveh, que debe padecer mucho, morir y resucitar al tercer día.

2. Así pues, seis días después del primer anuncio de la pasión, camino de Jerusalén (Mt 16,21), y después de estas palabras de Jesús: “Si alguno quiere venir detrás de mí, que se niegue a sí mismo, que tome su cruz y me siga”.

- Después de estas palabras tan duras, el Maestro tomó a Pedro, Santiago y Juan y se los llevó a un monte alto. El monte alto, como el desierto, es un lugar de encuentro privilegiado con Dios (cf. Moisés en el Sinaí, Éx 19,20; 24,12ss; 34,1ss; Elías en el Horeb, 1 Re 19,8ss).
Pero además, el monte alto tiene, en Mateo, otras resonancias: evoca el monte alto al que Satanás llevó al Hijo de Dios para ofrecerle el dominio del mundo, en el relato de las tentaciones. El episodio del Tabor es una contraimagen positiva de ese otro episodio. Y de la misma manera que en aquel monte Jesús eligió la obediencia filial al Padre, aquí, en este monte, la voz del Padre le va a proclamar su Hijo amado.

- Ya en el monte, los discípulos son espectadores de la transfiguración de Jesús. La imagen que sobresale en esta experiencia es la luz: su rostro resplandecía como el sol, sus vestidos se volvieron blancos como la luz, una nube luminosa los cubría a todos...

Lo que los discípulos ven en Jesús transfigurado es un anticipo de la Resurrección: el rostro de Cristo brilla como brillarán un día los justos en el Reino de su Padre (13,43); sus vestidos se vuelven blancos como la luz, como blanco es el vestido del ángel en la mañana de Pascua (28,3).

La transfiguración de Jesús, como su bautismo, es, además, una epifanía de su identidad, es una revelación del verdadero ser de Jesús: Él es la Luz del mundo (Jn 9,5) y el Hijo amado del Padre (Mt 17,5; 3,17). Jesús es Luz sin tiniebla alguna (1 Jn 1,5).

- La aparición de Moisés y Elías en la escena sugieren que la Ley y los Profetas, es decir, toda la Escritura, dan testimonio de Jesús como Hijo amado del Padre (v. 3).

- El v. 5 describe una teofanía semejante a la de la experiencia del Éxodo: allí, Dios iba al frente de ellos, de día en columna de nube para guiarlos en su camino, y de noche en columna de fuego para alumbrarlos (Éx 13,21-22; 14,19 ss; 19,9ss...). A la sombra de la nube, la voz del Padre nos revelará quién es Jesús y qué tenemos que hacer nosotros respecto a Jesús: “Éste es mi Hijo amado; escuchadle”.Esa última parte del v. 5: “escuchadle”, junto a la presencia de Moisés, sugieren que Jesús es el profeta definitivo anunciado por Dt 18,15: “El Señor, tu Dios, te suscitará un profeta, como yo, de entre tus hermanos. A él le escucharéis”.
- La voz de Dios tiene tal fuerza que los discípulos caen al suelo llenos de miedo; pero Jesús, tocándoles, disipa su miedo y su angustia y les pone en pie: “Levantaos, no tengáis miedo”.
La visión maravillosa ha desaparecido y está Jesús solo, despojado de su esplendor, hecho uno de tantos.
Toca bajar del monte. Pedro quería quedarse arriba, arropado a la sombra de la nube de luz, extasiado en la visión. Quería hacer tres tiendas para los tres personajes celestiales. ¿Qué pretendía con ello? Quizá retener la presencia divina allí, en aquel monte, como moraba la Shekiná en el templo o en la ciudad santa (Cf. Ez 37,17; Zac 2,14; Ap. 21,3). ¿O quizá librar a Jesús del sufrimiento que le esperaba en Jerusalén? El caso es que quería hacer tres tiendas “aquí” (dos veces lo repite el texto). Quería quedarse en lo alto, retener al Mesías lleno de esplendor, anclarse allí, en la gloria. Jesús podría haberle dicho, nuevamente: “Pedro, tú piensas como los hombres, no como Dios”.

Y Jesús, Hijo del hombre y Siervo de Yahveh, les trae a la memoria el anuncio que les había hecho seis días antes: “No contéis esto a nadie, hasta que haya resucitado de entre los muertos”. Era necesaria esa experiencia de luz y de encuentro con el Padre antes de adentrarse en la tiniebla de la pasión y de la muerte en cruz. Para poder vivir con gracia y en el amor del Padre la experiencia de la cruz, es preciso vislumbrar, si quiera de lejos, la esperanza de la luz y de la Vida.
Lo que los discípulos han visto ha sido un anticipo de la Pascua que sólo se podrá entender y anunciar desde la experiencia pascual.

- Las primeras lecturas de Cuaresma, en el ciclo A, van recorriendo las diversas etapas de la historia de la salvación. El domingo pasado veíamos a Adán y a Eva en el paraíso. Hoy entramos en la etapa de los patriarcas. La semana que viene, contemplaremos a Israel en su aventura del éxodo (Éx 17,3-7). El domingo IV asistiremos a la unción de David como rey, el más pequeño de los hijos de Jefté (monarquía). Y, finalmente, en el domingo V, terminaremos recibiendo la promesa de renovación de la alianza, no escrita en tablas de piedra, sino en los corazones (Ez 37,12-14).

Para la etapa de los patriarcas, los tres ciclos de este II domingo nos ponen ante la figura de Abrahán, icono de creyente para el pueblo de Israel.

- Existe una similitud entre los discípulos del Evangelio y Abrahán. Como Jesús lleva a los discípulos a un desplazamiento (subir y bajar del monte), Dios llama a Abrahán a salir de su tierra, de su patria y de su casa, para ir a una tierra que no conocía y que le sería dada (cf. Hb 11,8: “Por la fe, Abrahán, al ser llamado por Dios, obedeció y salió para el lugar que había de recibir en herencia, y salió sin saber adónde iba”).
Abrahán es llamado a dejar atrás todo cuanto hasta entonces había constituido su vida: sus bienes y propiedades, su patria en la que había recibido costumbres, valores sociales y religiosos, y el núcleo más personal y familiar (la casa de su padre, su clan), en el que se extendían las redes de sus afectos...

- La palabra que más se repite en el texto es bendecir-bendición (cinco veces). La bendición es siempre promesa de crecimiento, vida, fecundidad y felicidad. En Abrahán, esa bendición se extiende a todas las familias de la tierra, es universal. Pero la bendición no actúa mágicamente y de espaldas a nuestra libertad. Es preciso salir, en la obediencia de la fe, hacia donde el Señor nos lleve, y dejar que el Señor conduzca nuestros pasos y nos dé la tierra que tiene reservada para nosotros.
Dejarse, abandonarse, recibir, es lo más difícil para nosotros. Es más fácil dar, tomar la iniciativa, volcarnos en la acción... Pero “los dones más preciados no deben ser buscados, sino esperados” (Simone Weill).

Cuando medites
- Contempla a Abrahán obedeciendo el deseo de Dios y saliendo de Caldea a Canaán, sin saber lo que iba a encontrarse, pero alentado por la fe y abandonado al cuidado de su Dios, apoyado sólo en Él. ¿Cómo es tu fe? ¿Te moviliza? ¿Te cambia la vida?
- Contempla a los discípulos subiendo al monte con Jesús y luego dejando aquella experiencia extraordinaria para bajar a la dureza de lo cotidiano: el cansancio del camino hacia Jerusalén, los enfermos que piden sanación, las multitudes que no dejan tiempo ni para comer...
- Escucha que Dios te dice a ti, como a ellos: sal..., sube..., baja...
- Mira de qué lugares de tu persona y de tu vida has de salir para poder entrar en lo que Dios reclama de ti.
¿A qué montañas has de subir para que tu noche sea luz y te sientas transfigurado por la presencia de Dios? ¿Buscas de modo especial en esta cuaresma un lugar donde resuene para ti la voz del Padre: “Tú eres mi Hijo amado”? ¿Escuchas más intensamente la palabra de Jesús?
¿De qué alturas has de bajar para experimentar la vida de la Pascua? ¿A qué lugares has de descender?
Cuando ores
- Dale gracias a Dios por esta Palabra llena de luz y de vida, que te pone en camino hacia lo mejor de ti mismo: tu condición de hijo amado de Dios.
- Pídele que te conceda la fe de Abrahán y de Sara para vivir en continua búsqueda de Dios y de su voluntad, saliendo de ti mismo, de tu pequeño yo, de tus cosas...
- Pídele que tu oración te lleve a “bajar”, transfigurado, allí donde alguien tiene hambre y sed de pan y de Evangelio.

Oración para pedir la Luz
Señor, te doy gracias por haberte fijado en mí,
débil, incapaz y limitado en todo,
para que sea tu discípulo.

Como Pedro, soy duro de mente y de corazón
para entender y aceptar tus planes.
Como Santiago y Juan, soy “hijo del trueno”
y siento la tentación de sembrar tu Evangelio
más a base de fuerza que de misericordia y amor.

Y, a pesar de todo, me subes contigo
a la montaña de la fe y del seguimiento,
a la montaña de tu cercanía y tu conocimiento,
a la montaña de la oración y del encuentro contigo,
para que vea la belleza infinita de tu Rostro
y aprenda de ti la verdadera vida.

Allí quedo envuelto en una Luz
capaz de disipar mis tinieblas;
allí se fortalece la fe
y siento ánimo para continuar el camino.

No es fácil ser cristiano, hoy en día, Señor.
No es fácil bajar de la montaña
en que te contemplo como Hijo amado del Padre
y escucho tu voz que disipa mi miedo,
a las calles, al trabajo, al mercado, al mundo
tan ajeno a ti, tan indiferente.

No es fácil proclamarte y seguir creyendo
que no eres una fábula inventada por los hombres
cuando la gente, y hasta lo medios de comunicación, repiten:
“¿Dónde está vuestro Dios?”

Ilumíname por dentro, Señor. Transfigúrame.
Ayúdame a bajar a la vida llevando conmigo
tu Luz, que ilumine cada paso que doy.

Tú eres mi Luz y salvación. No he de tener miedo (sal 27,1).
En Ti está el manantial de la Vida, y tu Luz nos hace ver
las pequeñas luces de vida y de gracia
ocultas en el vivir cotidiano (sal 39,9).

Que tu Luz y tu Verdad me guíen siempre y me conduzcan
más arriba, cerca de ti,
más abajo, donde alguien necesite mis manos,
más allá de lo conocido y lo seguro
saliendo, como Abrahán, de mi tierra y de lo mío (sal 43,3).

¡Dichoso aquel que te alaba con gozo!
Caminará siempre bajo la luz de tu mirada,
a la sombra de tu ternura,
y la luz de tu Rostro alumbrará
todos los pasos de su vida (sal 89,15).


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Autora: Hna. Conchi López, pddm

domingo, 3 de febrero de 2008

El evangelio del Domingo: Mateo 5,1-12a (Las bienaventuranzas)

La siguiente propuesta de lectura orante es de Dolores Aleixandre para el grupo de Comillas.
La oración final ("Siémbranos alma de pobre"), y la inicial para disponer el corazón son mías, tomadas de http://www.discipulasdm.es, sección Lectio Divina. La propuesta de nuestra web (publicada en documento word) es más amplia y favorece la oración en grupo.

¡Feliz IV Domingo del Tiempo Ordinario, en vísperas de la Cuaresma!

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"DICHOSOS LOS POBRES, PORQUE EL REINO DE DIOS ES SUYO"

Oración para disponer el corazón

Espíritu Santo, Maestro interior, Promesa de Jesús,
enviado para enseñarnos el camino del Evangelio:
revélanos cómo es la felicidad del Reino.

Muéstranos el futuro que les aguarda a los que lloran,
a los que lo han perdido todo, a los que tienen hambre,
a los que están desesperados,
a los que son humillados y vejados,
a los oprimidos por los poderosos de este mundo,
a los que se juegan la vida trabajando por la paz.

Mi mente no alcanza a comprender el sentido
de una existencia sumida en el sufrimiento, la pobreza o la injusticia.
A menudo pienso, Señor, que sólo quien disfruta de la vida,
quien no ha visto la desgracia,
quien no carece de nada
y quien puede "realizarse" según sus deseos más hondos
puede ser plenamente feliz.
Pero, si esto fuera así, la mayor parte de la humanidad
estaría privada de la felicidad que todos deseamos.

Espíritu Santo, ayúdame a entender
de qué modo los pobres pueden ser dichosos,
ayúdame a confiar en las más misteriosas palabras de Jesús:
¡Felices los últimos: los pobres, los que lloran, los mansos,
los que tienen hambre... porque el Reino de Dios es suyo!

Mateo 5, 1-12a


En aquel tiempo, al ver Jesús al gentío, subió a la montaña, se sentó y se acercaron sus discípulos, y él se puso a hablar enseñándoles:
Dichosos los pobres en el espíritu,
porque de ellos es el reino de los cielos.
Dichosos los mansos,
porque ellos heredarán la tierra.
Dichosos los que lloran,
porque ellos serán consolados.
Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia,
porque ellos quedarán saciados.
Dichosos los misericordiosos,
porque ellos alcanzarán misericordia.
8 Dichosos los limpios de corazón,
porque ellos verán a Dios.
Dichosos los que trabajan por la paz,
porque ellos se llamarán "hijos de Dios".
Dichosos los perseguidos por causa de la justicia,
porque de ellos es el reino de los cielos.
Dichosos vosotros cuando os insulten, y os persigan, y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo.

Cuando leas

- Comienza por recordar las Bienaventuranzas de Lucas:
Al bajar Jesús del monte con ellos, se detuvo en un llano con un buen grupo de discípulos y una muchedumbre del pueblo, procedente de todo el país judío, de Jerusalén y de la costa de Tiro y Sidón. Venían a oírlo y a que los curara de sus enfermedades; los atormentados por espíritus inmundos quedaban curados, y toda la gente trataba de tocarlo, porque salía de él una fuerza que los curaba a todos.
Volviendo su vista hacia sus discípulos, decía:
Dichosos los pobres, porque vuestro es el reino de Dios.
Dichosos los que ahora tenéis hambre, porque seréis saciados.
Dichosos los que ahora lloráis, porque reiréis.
Dichosos sois cuando los hombres os aborrecen, cuando os apartan de sí, os colman de insultos y desechan vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del Hombre.
Alegraos en ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa es grande en el cielo, pues así fue como sus padres trataban a los profetas.
Pero ¡ay de vosotros los ricos!, porque ya estáis recibiendo vuestro consuelo.
¡Ay de vosotros, los que ahora estáis saciados!, porque tendréis hambre.
¡Ay de vosotros, los que ahora reís!, porque os lamentaréis y lloraréis.
¡Ay de vosotros, cuando todos los hombres hablen bien de vosotros!, porque de la misma manera trataban sus padres a los falsos profetas (Lc 6, 17-26).

- Recuerda que el contexto de las Bienaventuranzas de Mateo es el sermón del monte y que las Bienaventuranzas son el exordio de ese discurso.

- Observa las semejanzas y diferencias entre las dos versiones:
- la última Bienaventuranza es muy parecida en ambas, las demás son diferentes
- las dos versiones abordan los mismos temas: pobreza, hambre, sufrimiento
- las de Mateo van en tercera persona, las de Lucas en segunda (pero la de los perseguidos aparecen en ambos en segunda persona)
- las de Mateo son pronunciadas desde un monte y las de Lucas desde un llano
- las de Mateo son nueve y las de Lucas, cuatro
- el centro del sermón del monte en Mateo son las exigencias del Evangelio, mientras que el sermón del llano pone el acento en el amor al prójimo
- Mateo quiere combatir la autosuficiencia religiosa y se fija más en las disposiciones interiores. Lucas denuncia la falta de amor, la desigualdad y el egoísmo y parte de situaciones reales.
- Mateo se dirige a todos los hombres que practican la justicia y hace “positivas” las Bienaventuranzas, convirtiéndolas en actitudes vitales adecuadas para todos los creyentes. Lucas se dirige a los cristianos pobres, desvalidos y perseguidos.



Cuando medites

- Toma conciencia de los sentimientos de acogida o rechazo, acuerdo o resistencia,
alegría o ¿culpabilidad? que provocan en ti las Bienaventuranzas.
- Hazte eco de las dificultades que pueden despertar: ¿cómo pueden ser felices los pobres, o los afligidos, o aquellos que son odiados y excluidos? ¿Es posible en un mundo globalizado vivir esa utopía?
- Trata de leer las Bienaventuranzas, no como normas de moral, sino como palabras que nos anuncian cómo es Dios y hacia dónde se le inclina el corazón. Declarar dichoso a alguien es darle la enhorabuena públicamente por algo, por eso las Bienaventuranzas representan una palabra visible de autentificación y acreditación que Jesús hace de sus discípulos, que han elegido deliberadamente el camino del seguimiento. Cuando Jesús da la enhorabuena a sus discípulos/as por ser pobres, sufrir y ser perseguidos, no lo hace para ofrecerles un consuelo, sino para animarles y exhortarles a vivir radicalmente las exigencias que trae consigo su Buena Noticia. No está magnificando esas situaciones, sino que habla claramente de las consecuencias de la opción tomada.
- Recuerda que en el AT la función primordial del rey era asegurar la justicia a sus súbditos y la defensa de los pobres, incapaces de defenderse, y garantizar los derechos del débil frente al poderoso. Los atributos de Yahvé, Rey de su pueblo, son la compasión y la misericordia: cuando llegue su reino, Dios manifestará plenamente su justicia, rescatará a sus pobres y los vengará de los poderosos. Por eso el anuncio de la llegada del Reino es una buena noticia para los pobres. Pero el modo elegido por Jesús para hacer llegar ese Reino no es el de la imposición ni la violencia sino el del Siervo, el del Hijo del hombre que acoge a los perdidos, hace surgir el Reino tomando sobre sí los pecados de los hombres: su poder es la impotencia de la gracia, su soberanía es la del amor que se vacía.


Cuando ores

- Sitúate ante Jesús y evoca su propia manera de ser pobre, manso, misericordioso, constructor de la paz, perseguido...

- Repite internamente junto a él:

Cuantos eligen compartir todo lo que tienen: ¡Dichosos! Porque Dios cuida de ellos.
Los oprimidos: ¡Dichosos! Porque terminará su opresión.
Los marginados ¡Dichosos! Porque encontrarán dignidad.
Aquellos que viven por la justicia: ¡Dichosos! Porque serán satisfechos.
Aquellos que están siempre prontos a ayudar: ¡Dichosos! Porque serán siempre ayudados por Dios.
Aquellos que son sinceros: ¡Dichosos! Estarán siempre en presencia de Dios
Cuantos trabajan por la fidelidad del hombre: ¡Dichosos! El Padre está con ellos.Los perseguidos por fidelidad al evangelio: ¡Dichosos! Porque Dios cuida de ellos.


- Oración: Siémbranos alma de pobre

Después de cada estrofa de la siguiente oración, cantamos o rezamos la antífona:
¡Oh, pobreza, fuente de riqueza!
Señor, siémbranos alma de pobre.


1. Señor, a veces pretendo grandezas que superan mi capacidad.
Mi corazón es ambicioso y deseo ser más importante que los demás,
ser halagado, tenido en cuenta, estimado.
Por eso mi corazón se acongoja ante las críticas,
y mis nervios se crispan ante los fracasos y contratiempos que trae la vida.
Quiero conseguir el aprecio de los demás por mis éxitos,
y nunca estoy seguro de ser amado por mí mismo.
Quiero aparentar seguridad y fortaleza, pero la verdad es que a menudo me siento
como un niño desvalido y necesitado de Alguien más fuerte.
Por eso, te suplico...

2. Señor, ¿cómo voy a ser manso si sólo quien es agresivo triunfa?
¿Cómo escalaré puestos en mi empresa, si dejo que otros me pisen el terreno?
¿Cómo dejaré que me insulten cuando sé defenderme con un sarcasmo
capaz de silenciar a cualquier adversario?
Pero, cuando procedo así, no me siento bien, Señor.
Estoy tenso y nervioso.
Mi hogar se transforma en un lugar frío e inhóspito
y mi trabajo, en un campo de batalla.
Por eso, te suplico...

3. Señor, hace mucho que no lloro.
Cada vez me resulta más difícil conmoverme.
Ninguna imagen, ninguna noticia, ninguna desgracia sacude la fuente de mis lágrimas.
No me siento vivo. No me siento humano.
Por eso, te suplico...

4. Señor, tengo hambre y sed de muchas cosas:
aparatos tecnológicos de última generación,
ropa que sustituya la del año pasado,
dinero para consumir lo que me ofrece el mercado...
Mis ojos no se detienen en la injusticia que sufren los pobres,
tan lejanos y tan ajenos.
Por eso, te suplico...

5. Señor, el ritmo de vida que llevo me inmuniza contra la compasión:
no tengo tiempo para escuchar a los demás,
no tengo tiempo que perder,
no puedo darme cuenta de si alguien necesita de mí.
Por eso, te suplico...

6. Señor, nadie puede decir que no trabajo por la paz:
he gritado "¡paz!" en todas las manifestaciones de mi ciudad.
Sin embargo... me cuesta ceder, mi rostro es duro, mi palabra, arrogante,
mis principios, rígidos e intransigentes.
Por eso, te suplico...