El año litúrgico está pensado con sabiduría, porque nos hace vivir, como condensado, el ciclo de toda una vida, desde el nacimiento hasta la muerte.
El final del año, que culmina con la fiesta de Jesucristo, Rey del universo, nos confronta con las "realidades últimas" de la existencia: nuestro fin personal y el final del cosmos y de la historia. Las lecturas de la misa diaría y de los domingos no suelen gustar mucho a nadie: parecen "cuentos para no dormir", plagados de avisos, advertencias y exigencias: "¡Vigilad! ¡Velad, pues no sabéis el día ni la hora! ¡Trabajad!...".
-¡Es que Dios es tan exigente -exclamaba una mujer en un grupo bíblico hace pocos días-, que casi me da miedo!
Esa imagen de un dios severo e inmisericorde me es tan lejana en el tiempo y me resulta tan ajena a mi experiencia y a mi fe que, al escuchar a esa mujer, sentí estremecimiento por ella y por cuantos, como ella, temen a Dios. [Líbranos, Señor, de pensarte y sentirte como un ser furibundo, resentido, mezquino y vengativo, cuya bondad es más raquítica que la de la mayoría de los seres humanos... ] ¿Cómo podemos creer en esa caricatura de Dios, tan diferente de Él?
A aquellos que sienten miedo o inquietud ansiosa ante las imágenes apocalípticas de los discursos escatológicos, les recomiendo que mediten, largo y tendido, estas palabras de Juan:
"En esto ha alcanzado el amor la plenitud en nosotros:
en que tengamos confianza en el día del juicio...
No cabe temor en el amor; antes bien, el amor pleno
expulsa el temor" (1 Jn 4,17-18).
Si el año litúrgico nos hace mirar cara a cara la posibilidad real de nuestra muerte no es para "meternos el miedo en el cuerpo", como hacían los antiguos "novísimos" con sus meditaciones tan alegres y esperanzadas sobre la muerte, el juicio, el infierno y el cielo (no sin haber pasado por el consabido purgatorio...), sino para tomarle el pulso a nuestra esperanza cristiana y para hacer de despertador o de suave bofetada repentina y necesaria, para que vivamos con consciencia, responsabilidad y gratitud todos y cada uno de nuestros días.
Me gusta pensar mi futuro último día como reza un poema de Casaldáliga:
"Al final del camino me dirán:
¿Has vivido? ¿Has amado?
Y yo, sin decir nada,
abriré el corazón lleno de nombres".
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sábado, 29 de noviembre de 2008
sábado, 8 de noviembre de 2008
Más música - Improvisación II
El viernes por la tarde íbamos a elegir y a comenzar los ensayos para la celebración de las confirmaciones en nuestra parroquia Santa Teresa de Toledo, pero el grupo estaba reducido a la mínima expresión y decidí aprovechar el rato para grabar este Ave María e incorporarlo a nuestra sección de cantos del blog.
Es una canción muy antigua ya, pero sigue siendo bonita. Hace meses colgamos un Ave María en latín. Éste va en español, por si alguien tiene necesidad para sus celebraciones.
Querida siamesa, no se te ocurra comentar que mis amigas cantoras son "la alegría de la huerta"... Ya lo vemos. La verdad es que se pusieron (os pusísteis) tan serias, y él tan intenso y circunspecto, que casi hay que ver este video de rodillas... Sin embargo, no es para tanto. El cuarteto es siempre muy divertido y, como dicen ahora, "muy enrollao". Lo que sucede es que aún padece un cierto "pavor escénico". Cuando llevemos cien videos, sonreirán un poquillo más.
Es una canción muy antigua ya, pero sigue siendo bonita. Hace meses colgamos un Ave María en latín. Éste va en español, por si alguien tiene necesidad para sus celebraciones.
Querida siamesa, no se te ocurra comentar que mis amigas cantoras son "la alegría de la huerta"... Ya lo vemos. La verdad es que se pusieron (os pusísteis) tan serias, y él tan intenso y circunspecto, que casi hay que ver este video de rodillas... Sin embargo, no es para tanto. El cuarteto es siempre muy divertido y, como dicen ahora, "muy enrollao". Lo que sucede es que aún padece un cierto "pavor escénico". Cuando llevemos cien videos, sonreirán un poquillo más.
viernes, 7 de noviembre de 2008
Un poco de música - Improvisación I
La tarde de los viernes es, dentro de la semana, un relax para mis neuronas y un maratón para mi voz. De 5 a 9 se suceden cuatro grupos de guitarra y canto: a las 5, los que comienzan a aprender guitarra de acompañamiento desde el principio. Este año son nueve, de momento. Espero que no se incorpore nadie más, porque ya son suficientes para empezar.
De 6 a 7, el grupo de Isabel, Eva, Flor y sus amigas, Leonor y Obdila (dos religiosas jóvenes de una parroquia vecina). Éstas ya tocan cantos variados, aunque los acordes con cejillas y ciertos ritmos más movidos aún se les resisten...
La hora de las siete es la del coro de misa de 11, aunque la mayor parte de las integrantes brillan por su ausencia. Ya se sabe... El viernes por la tarde es tiempo de paseo para las adolescentes y las jóvenes, o tiempo de otras actividades más apetecibles, como el baile. Así es que siempre acuden las incondicionales: Rosario, Pilar, Cristina y Mari Carmen. Antes también venían sus niñas, pero ya han crecido y privarse del paseo, de 7 a 8, todos los viernes, reconozco que es un sacrificio que no se les puede pedir a unas niñas que acaban de estrenar su adolescencia.
El último grupo, de 8 a 9.15, es el de Irene y su hermano José Vicente, Jaime Soriano, María, Ana, Jose, Lucía y, en este curso, dos nuevos "fichajes", Cristina y Marián. También son adolescentes, entre 12 y 16 años (excepto Jose, que tiene 19). Pero les tira la música y vienen a reforzar lo aprendido.
Así es que a las 5 me cuelgo la guitarra y estoy de pie tocando y cantando hasta que termina la tarde. Me gusta. Disfruto mucho enseñando, y en muy buena compañía, pero en los últimos cuatro años mis cuerdas vocales han sufrido dos o tres periodos largos de afonía todos los cursos, hecho que achaco a tanto canturreo, a no poco volumen, para que los niños puedan seguirme. En este momento me encuentro en uno de esos periodos y trato de paliarlo tomando toda clase de potingues caseros, de herbolario y de farmacia. Aún no he podido verificar cuál es el más eficaz (¿alguien tienen alguna sugerencia?). Lo cierto es que la afonía me dura siempre entre diez y veinte días, lo que resulta realmente incómodo e inconveniente cuando tu tarea es, mayormente, la de hablar y cantar.
De todos modos, en los últimos días estoy tratando de mentalizarme sobre cómo tendría que reenfocar mi vida si perdiera la voz, porque reconozco que es uno de los bienes que más me costaría perder, y más vale irse haciendo a la idea... Éstar sin voz es algo que me irrita y me impacienta, como hace años me exasperó estar sin brazo para tocar la guitarra y escribir (brazo izquierdo) durante unos cuatro meses. No estoy acostumbrada a estas limitaciones y, cuando llegan, parece que se te cae el mundo encima. Actitud muy poco cristiana y muy poco sabia, lo reconozco...
Mientras yo trato de ejercitarme en esa sabiduría de aceptar lo que trae la vida y de convertir los inconvenientes en oportunidades, os presento al grupillo de las 8. Faltan María, Jose y Lucía. Otro día los traeré por aquí. Habitualmente cantamos cantos religiosos, pero me gusta cómo José Vicente y Jaime interpretan el "ni una sola palabra" de Paulina Rubio. Tienen más sal y más marcha que Paulinita.
De 6 a 7, el grupo de Isabel, Eva, Flor y sus amigas, Leonor y Obdila (dos religiosas jóvenes de una parroquia vecina). Éstas ya tocan cantos variados, aunque los acordes con cejillas y ciertos ritmos más movidos aún se les resisten...
La hora de las siete es la del coro de misa de 11, aunque la mayor parte de las integrantes brillan por su ausencia. Ya se sabe... El viernes por la tarde es tiempo de paseo para las adolescentes y las jóvenes, o tiempo de otras actividades más apetecibles, como el baile. Así es que siempre acuden las incondicionales: Rosario, Pilar, Cristina y Mari Carmen. Antes también venían sus niñas, pero ya han crecido y privarse del paseo, de 7 a 8, todos los viernes, reconozco que es un sacrificio que no se les puede pedir a unas niñas que acaban de estrenar su adolescencia.
El último grupo, de 8 a 9.15, es el de Irene y su hermano José Vicente, Jaime Soriano, María, Ana, Jose, Lucía y, en este curso, dos nuevos "fichajes", Cristina y Marián. También son adolescentes, entre 12 y 16 años (excepto Jose, que tiene 19). Pero les tira la música y vienen a reforzar lo aprendido.
Así es que a las 5 me cuelgo la guitarra y estoy de pie tocando y cantando hasta que termina la tarde. Me gusta. Disfruto mucho enseñando, y en muy buena compañía, pero en los últimos cuatro años mis cuerdas vocales han sufrido dos o tres periodos largos de afonía todos los cursos, hecho que achaco a tanto canturreo, a no poco volumen, para que los niños puedan seguirme. En este momento me encuentro en uno de esos periodos y trato de paliarlo tomando toda clase de potingues caseros, de herbolario y de farmacia. Aún no he podido verificar cuál es el más eficaz (¿alguien tienen alguna sugerencia?). Lo cierto es que la afonía me dura siempre entre diez y veinte días, lo que resulta realmente incómodo e inconveniente cuando tu tarea es, mayormente, la de hablar y cantar.
De todos modos, en los últimos días estoy tratando de mentalizarme sobre cómo tendría que reenfocar mi vida si perdiera la voz, porque reconozco que es uno de los bienes que más me costaría perder, y más vale irse haciendo a la idea... Éstar sin voz es algo que me irrita y me impacienta, como hace años me exasperó estar sin brazo para tocar la guitarra y escribir (brazo izquierdo) durante unos cuatro meses. No estoy acostumbrada a estas limitaciones y, cuando llegan, parece que se te cae el mundo encima. Actitud muy poco cristiana y muy poco sabia, lo reconozco...
Mientras yo trato de ejercitarme en esa sabiduría de aceptar lo que trae la vida y de convertir los inconvenientes en oportunidades, os presento al grupillo de las 8. Faltan María, Jose y Lucía. Otro día los traeré por aquí. Habitualmente cantamos cantos religiosos, pero me gusta cómo José Vicente y Jaime interpretan el "ni una sola palabra" de Paulina Rubio. Tienen más sal y más marcha que Paulinita.