Oración al Espíritu
Espíritu Santo,
sé que me habitas y que habito en ti.
Algunas veces, he llegado a sentirlo, como si fuera más consciente…
Algunas veces, he vislumbrado comprenderlo, como más lúcidamente…
Muchas veces, ni siento, ni entiendo, ni siquiera me acuerdo de que
estás en mí
y de que estamos en ti…
Pero, CREO.
Creo en ti, Espíritu Divino
de la Creación.
Creo, porque quiero creerle más y más a Jesús, que me reveló
tu presencia viva y discreta en todo lo que es…
Creo, cada vez más, que no se trata de mí ni de que yo tenga vida,
sino de ti, en todo, y de que me regalas ser parte de la Vida.
Gracias por cada sensación,
por cuanto percibo y capto.
Gracias por cada sentimiento y cada emoción, por cuanto vivo y
expreso.
Gracias por cada recuerdo, cada idea, cada momento de comunicación.
Gracias por cada silencio, cada vez más lleno de tu divino amor.
Gracias por cada rostro que habita en mi corazón.
Deseo dejarme mover por tu
acción.
Deseo fluir, no pasiva ni resignadamente, sino confiadamente,
atentamente, felizmente.
Deseo liberarme de cualquier necesidad y deseo, desapegarme y soltar,
Decir “adiós” sin aferrarme, pero saber darme y siempre amar.
Te consagro mi ser.
Quiero que llenes a las personas con las que comparto esta historia.
Deseo que reines en toda la creación y que seamos, más y más,
humanidad consciente de tu amor, que une sin fundir,
que anima sin someter,
que ilumina sin deslumbrar,
que da vida dándose y sin dejar de amar.
¡GRACIAS, ESPÍRITU SANTO!
¡GRACIAS Y AMÉN, CON TODA LA HUMANIDAD!
(Rogelio, misionero del
Espíritu Santo)
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Lucas 4,21-30
20 Enrollando el volumen lo devolvió al ministro, y se
sentó. En la sinagoga, todos los ojos
estaban fijos en él. 21 Comenzó, pues, a decirles:
- Esta Escritura, que acabáis de oír,
se ha cumplido hoy.
22 Y todos daban
testimonio de él
y estaban admirados de las palabras
llenas de gracia que salían de su
boca. Y decían:
-¿No es éste el hijo de José?
23 El les dijo:
- Seguramente me vais a decir el refrán: Médico, cúrate a ti mismo. Todo lo que hemos oído que ha sucedido en Cafarnaúm, hazlo también aquí en tu patria.
24 Y añadió:
- En verdad os digo que ningún profeta
es bien recibido en su patria. 25 Os digo de verdad: Muchas viudas
había en Israel en los días de Elías,
cuando se cerró el cielo por tres años y seis meses, y hubo gran hambre en todo
el país; 26 y a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer
viuda de Sarepta de Sidón. 27
Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, y ninguno de ellos fue purificado sino Naamán, el sirio.
28 Oyendo estas cosas, todos
los de la sinagoga se llenaron de ira; 29 y, levantándose, le arrojaron fuera de la ciudad, y le
llevaron a una altura escarpada del monte sobre el cual estaba edificada su
ciudad, para despeñarle.
30 Pero él, pasando por medio de ellos, se marchó.
CUANDO LEAS
- Encontrándose en la sinagoga de Nazaret, Jesús ha
leído el c. 61 de Isaías que anuncia el Mesías de los pobres y luego afirma que
dicha profecía se cumple “hoy” (implícitamente en él).
- Tres son las reacciones del auditorio:
admiración, menosprecio y, por último, odio mortal. Al principio, todos le
prestan atención y quedan maravillados de sus palabras. Luego, sin embargo,
nace la duda en sus corazones, pues las “palabras de gracia” pronunciadas por
Jesús no encajan con su humilde origen.
- La pregunta que se hacen los presentes (“¿No es
éste el hijo de José?”) provoca una larga intervención de Jesús articulada en
dos momentos: 1. Les dice un refrán ya conocido en el mundo antiguo (“Médico,
cúrate a ti mismo”), con el cual reconoce la hostilidad del auditorio y lo
confirma con otro refrán (“Ningún profeta es bien aceptado en su patria”),
auto-presentándose así como profeta; 2. Recurre a dos ejemplos del Antiguo
Testamento para ilustrar su experiencia. Lo que le ha ocurrido a él ya había
sucedido a dos grandes profetas de Israel, Elías y Eliseo.
- Los dos ejemplos mencionados se encuentran en los
libros de los Reyes: el milagro de la harina y el aceite (1Re 17,7-16) y la
curación de Naamán el sirio (2 Re 5,1-14). En estos dos textos, Elías y Eliseo
actúan a favor de dos paganos que, además de ser extranjeros, eran marginados
de la sociedad: una pobre viuda y el leproso pertenecen al grupo de los pobres
y de los oprimidos a los que está destinada la liberación de Jesús (cfr. Lc
4,18). La salvación, pues, no es exclusiva de Israel sino que alcanza a los
pueblos paganos. Dos ejemplos del pasado que iluminan el hoy de Jesús: Jesús ha
venido a liberar a todos aquellos que necesitan la salvación.
- Presos de indignación, los habitantes de Nazaret
se levantan para precipitarlo en un barranco, pero Jesús, incomprendido en su
tierra, “siguió caminando”.
(Nuria Calduch, Misa dominical)
CUANDO
MEDITES
- Sabemos que
históricamente la oposición a Jesús
se fue gestando poco a poco: el recelo de los escribas, la irritación de los
maestros de la ley y el rechazo de los dirigentes del templo fueron creciendo
hasta acabar en su ejecución en la cruz.
También lo sabe el evangelista
Lucas. Pero, intencionadamente, forzando incluso su propio relato, habla del rechazo frontal a Jesús en la primera
actuación pública que describe. Desde el principio han de tomar conciencia
los lectores de que el rechazo es la
primera reacción que encuentra Jesús entre los suyos al presentarse como
Profeta.
-
Lo sucedido en Nazaret no es un hecho aislado. Algo que sucedió en el pasado. El rechazo a Jesús cuando se presenta
como Profeta de los pobres, liberador de los oprimidos y perdonador de los
pecadores, se puede ir produciendo entre
los suyos a lo largo de los siglos.
A los seguidores de Jesús nos
cuesta aceptar su dimensión profética.
Olvidamos casi por completo algo que tiene importancia. Dios no se ha encarnado
en un sacerdote, consagrado a cuidar la religión del templo. Tampoco en un
letrado ocupado en defender el orden establecido por la ley. Se ha encarnado y revelado en un Profeta
enviado por el Espíritu a anunciar a los pobres la Buena Noticia y a los
oprimidos la liberación.
Olvidamos que la religión cristiana no es una religión más, nacida
para proporcionar a los seguidores de Jesús las creencias, ritos y preceptos
adecuados para vivir su relación con Dios. Es
una religión profética, impulsada por el Profeta Jesús para promover un mundo
más humano, orientado hacia su salvación definitiva en Dios.
Los cristianos tenemos el riesgo
de descuidar una y otra vez la
dimensión profética que nos ha de animar a los seguidores de Jesús. A pesar de
las grandes manifestaciones proféticas que se han ido dando en la historia
cristiana, no deja de ser verdad lo que afirma el reconocido teólogo H. von
Balthasar: A finales del siglo segundo "cae
sobre el espíritu (profético) de la Iglesia una escarcha que no ha vuelto a
quitarse del todo".
Hoy, de nuevo, preocupados por
restaurar "lo religioso" frente a la secularización moderna, los
cristianos corremos el peligro de caminar
hacia el futuro privados de espíritu profético. Si es así, nos puede
suceder lo que a los vecinos de Nazaret: Jesús
se abrirá paso entre nosotros y "se alejará" para proseguir su
camino. Nada le impedirá seguir su tarea
liberadora. Otros, venidos de fuera, reconocerán su fuerza profética y
acogerán su acción salvadora.
(José Antonio Pagola)
CUANDO
ORES
1) Pregoneros y profetas
Cuando pase el mensajero
que no me encuentre dormido,
afanado en otras metas,
indiferente a su voz.
Que no sea su relato
semilla que el viento barre
o luz que a nadie ilumina.
Cuando pase el mensajero
que no le vuelva la cara
para esquivar su propuesta.
Se presentará en un libro,
en un verso,
o será estrofa de un canto
que me envuelva.
Vendrá, tal vez, en un amigo,
en un hombre roto,
o en el pan partido.
Le abriré la casa,
pondré en juego el corazón
y escucharé, con avidez,
sus palabras.
Y entonces
me cambiará la vida.
(José Mª Rodríguez Olaizola, sj) 2) “Estaban admirados de las palabras de gracia que salían de su boca” (Lc 4,22) Palabras vivas, graciosas y llenas de gracia, capaces de arrancar amaneceres en noches eternas. Palabras que quitan losas, que aligeran pesos, que devuelven la cordura y disuelven los miedos. Palabras, como parteras de la vida, tirando de ti, para que nazcas de nuevo. Palabras alegres, que despiertan sonrisas, que dan respiro y ensanchan angosturas. Palabras llenas de Dios, llenas de aliento divino. Así son tus palabras. Así serán las mías, si tú hablas en mi boca.
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