"¡Permaneced despiertos!... vendrá..."
I Domingo de Adviento
- ¡Permanece despierta!
Escucha el silencio, sobre todo, en la madrugada,
cuando todo duerme y puedes ser la atenta centinela
de su sueño apacible, o de su muda desesperación.
Escucha, en el silencio, los pasos callados
de Aquel que viene siempre.
- ¡Despierta! ¡Escucha! ¡Date cuenta!
Él siempre está como la Fuente de la que brota
la corriente saltarina y alegre de tu vida.
Él es la Fuente de toda vida,
la Luz de la que dimana toda luz.
- Respira y siente el flujo de vida que hay en tu cuerpo,
su movimiento y su continuo cambio.
Escucha los latidos de tu corazón, y siente el incesante fluir
de tu sangre nutriendo tus células.
¡Escúchate! ¡Eres un milagro de Dios!
- ¡Despierta! ¡Abre los ojos y mira bien!
Mira los rostros. Todos los rostros.
Lejanos y cercanos.
No te acostumbres a los que amas.
Mira a enemigos y a amigos.
No prejuzgues a quienes desconoces.
Allana senderos tortuosos.
Facilita encuentros.
Elimina juicios y etiquetas.
Date cuenta del hilo de oro invisible
que os recorre a todos por dentro
y os une con vínculo inquebrantable.
En la unidad de Dios no hay divisiones,
no hay señores y siervos,
no hay hombres y mujeres,
ateos o creyentes,
de derechas o de izquierdas,
del norte o del sur...
Todos somos Uno en Dios,
en la única corriente invisible de su Vida.
Todos tenemos dos únicos caminos a elegir:
el del miedo o el del amor.
Y todos deseamos elegir este último.
- ¡Despierta! Abre tus manos, tus brazos,
tu seno para abrazar.
Se te ha dado un cuerpo para hacer su voluntad.
Para dar gratis ternura, y cuidado y servicio.
Para sanar, como hacen las manos sanadoras de Dios.
Para crear, como crean las manos artesanas de Dios.
- ¡Despierta! ¡Tienes pies!
¿Adónde te conducen tus pasos en la mañana?
¿Adónde se inclina tu corazón?
¿Por dónde van tus preferencias?
¿Avanzas o estás anclada en el eterno retorno de tus inercias infecundas?
- ¡Despierta! ¡Se te ha dado una lengua de discípula
para decir a los abatidos mis palabras de aliento!
¿Cómo usas el don milagroso y extraordinario de la palabra?
- ¡Sí, despiértame, Señor!
¡Rasga tu cielo y baja hasta mí!
¡Hazme vivir como una que ha vuelto a nacer!
Y si me duermo,
vela mi sueño,
arropa mi cansancio
y deja que abra los ojos
con un beso tuyo.
(Estrofa final de Carmen Lorigados)
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miércoles, 30 de noviembre de 2011
lunes, 28 de noviembre de 2011
Adviento
Ayer hemos empezado el ADVIENTO y un año NUEVO. Año litúrgico. Ciclo en espiral para aproximarnos al centro, como qien es subsumido por un huracán o un ciclón, pero con suavidad, y transportado hacia el corazón de uno mismo y de Dios.
La liturgia es, bajo cierto aspecto, una escuela de sabiduría. Una escuela para aprender a vivir desde Dios, y para conocer a Dios, a la que asistimos, anualmente, miles de cristianos. La Palabra es el texto base, y la oración, el momento en el que devoramos ávidamente el libro, como Jeremías, o lo saboreamos lentamente, como Ezequiel o Juan el presbítero.
En el año litúrgico "aprendemos" a Dios o, mejor, aprendemos a conocer como somos conocidos. El uso del pasivo es muy importante en la espiritualidad: somos buscadas, amadas, conocidas, llevadas, recreadas... Aprender el abandono y el consentimiento: sí, sí, sí, sí, sí...
El adviento no es tiempo de penitencia, ni de sacrificio, ni de ayunos, ni nada que se le parezca. Es tiempo para ESCUCHAR, para ALEGRARSE, para ESPERAR a quien hace nuevas todas las cosas.
"Ni la tiniebla es oscura para ti" Foto: Mi instagram |
La liturgia es, bajo cierto aspecto, una escuela de sabiduría. Una escuela para aprender a vivir desde Dios, y para conocer a Dios, a la que asistimos, anualmente, miles de cristianos. La Palabra es el texto base, y la oración, el momento en el que devoramos ávidamente el libro, como Jeremías, o lo saboreamos lentamente, como Ezequiel o Juan el presbítero.
En el año litúrgico "aprendemos" a Dios o, mejor, aprendemos a conocer como somos conocidos. El uso del pasivo es muy importante en la espiritualidad: somos buscadas, amadas, conocidas, llevadas, recreadas... Aprender el abandono y el consentimiento: sí, sí, sí, sí, sí...
El adviento no es tiempo de penitencia, ni de sacrificio, ni de ayunos, ni nada que se le parezca. Es tiempo para ESCUCHAR, para ALEGRARSE, para ESPERAR a quien hace nuevas todas las cosas.
jueves, 10 de noviembre de 2011
Jesús cura a un leproso y a un paralítico
Lectio divina de Marcos 1,40-2,12
Se le acercó un leproso suplicándole y, puesto de rodillas, le dijo: «Si quieres, puedes limpiarme.» Compadecido de él, extendió su mano, le tocó y le dijo: «Quiero; queda limpio.»Y al instante, le desapareció la lepra y quedó limpio. Le despidió prohibiéndole severamente: «Mira, no digas nada a nadie, sino vete, muéstrate al sacerdote y haz por tu purificación la ofrenda que prescribió Moisés para que les sirva de testimonio.»Pero él, así que se fue, se puso a pregonar con entusiasmo y a divulgar la noticia, de modo que ya no podía Jesús presentarse en público en ninguna ciudad, sino que se quedaba a las afueras, en lugares solitarios. Y acudían a él de todas partes.
Entró de nuevo en Cafarnaúm; al poco tiempo había corrido la voz de que estaba en casa. Se agolparon tantos que ni siquiera ante la puerta había ya sitio, y él les anunciaba la Palabra. Y trajeron a un paralítico llevado entre cuatro. Al no poder presentárselo a causa de la multitud, abrieron el techo encima de donde él estaba y, a través de la abertura que hicieron, descolgaron la camilla donde yacía el paralítico. Viendo Jesús la fe de ellos, dice al paralítico: «Hijo, tus pecados te son perdonados.»
Estaban allí sentados algunos escribas que pensaban en sus corazones: « ¿Por qué éste habla así? Está blasfemando. ¿Quién puede perdonar pecados, sino Dios sólo?»Pero, al instante, conociendo Jesús en su espíritu lo que ellos pensaban en su interior, les dijo: « ¿Por qué pensáis así en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: "Tus pecados te son perdonados", o decir: "Levántate, toma tu camilla y anda?" Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados - dice al paralítico -: "A ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa."»Se levantó y, al instante, tomando la camilla, salió a la vista de todos, de modo que quedaban todos asombrados y glorificaban a Dios, diciendo: «Jamás vimos cosa parecida.»
CUANDO LEAS
Tras curar al leproso, Jesús queda fuera de la ciudad. Después nos adentramos en el capítulo 2 del evangelio de Marcos. Jesús ha comenzado ya su misión, anunciando el Evangelio y curando. Iremos viendo sucesivamente una serie de cinco discusiones entre Jesús y los escribas y fariseos - entre ley y evangelio (2,1-3,6), entre letra, que mata, y Espíritu, que da vida (2 Cor 3,6) -. Jesús, desde el comienzo de su ministerio, entra en conflicto con las autoridades religiosas. Él manifiesta su poder sobre el pecado y sobre todo mal; su poder de perdonar pecados viene de Dios. El perdón es Dios mismo, que viene a nosotros con un amor sin límites.
- PRIMERO CURA AL LEPROSO. En tiempos de Jesús, la palabra lepra era usada para una gran gama de enfermedades de la piel. Algunas no tenían cura conocida, y por eso se las temía mucho. Otras eran altamente contagiosas, así que se requería que los leprosos vivieran en lugares aislados. La ley de la Torá dice: “Y el leproso en quien hubiere llaga, sus vestidos serán deshechos y su cabeza descubierta, y embozado pregonará: ¡Inmundo! ¡Inmundo!... será inmundo; estará impuro: habitará solo; fuera del real será su morada” (Levítico 13:45-46). El Antiguo Testamento tiene varios pasajes donde Dios aflige al pueblo castigándolos con lepra (Números 12:9-10; 2 Reyes 5:27; 15:5; 2 Crónicas 26:19-21), así que la gente frecuentemente interpretaba la lepra como un castigo por el pecado.
- DESPUÉS CURA AL PARALÍTICO. Este hombre curado se convierte en signo de la humanidad nueva resucitada: Jesús tiene poder para perdonar pecados. "Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados..." (2,10). Jesús, en cuanto Hijo del hombre, habla y actúa con una autoridad que obra novedad de vida en aquellos a quienes sana-salva.
CUANDO MEDITES
- EL LEPROSO: La lepra tenía múltiples dimensiones: física, religiosa, social y financiera. La persona afectada (físicamente) era considerada como ritualmente impura (espiritual). A los leprosos se les requería que vivieran solos y mantuvieran una distancia de cincuenta pasos lejos de otra persona (social). Si la persona con lepra tocaba a otra persona o era tocada por alguien, se consideraba que esa persona estaba ritual y físicamente impura hasta que se le examinara y fuera pronunciada limpia por el sacerdote.
En otras palabras, tanto la impureza física (médicamente) como la ritual (espiritual) eran contagiosas. La persona afligida por la lepra no podía trabajar, y por lo tanto se le reducía a pedir limosna (financiera). Y por lo mismo, su familia también se vería reducida a la pobreza. Las consecuencias espirituales, sociales y financieras de la lepra –impureza, aislamiento, y pobreza – eran más terribles que las consecuencias físicas de esas formas más benignas de la enfermedad.
- EL PARALÍTICO: el hombre es creado por Dios como aquel que se encuentra siempre en camino hacia la casa del Padre. Pararse en este camino es retroceder. Por eso, la parálisis de que habla Marcos representa el nivel más profundo de la enfermedad externa. El paralítico en sentido espiritual es aquel que ha perdido la propia identidad, no logra moverse, no vive en plenitud lo que Dios le ofrece. La parálisis puede significar el pecado y todo miedo que impide levantarse y vivir como criaturas nuevas, resucitadas. En este relato, el hombre enfermo no posee un nombre propio: su identidad es la parálisis.
"Sostenido por cuatro hombres": son las cuatro personas que llevan al paralítico. El "cuatro" es el símbolo de los cuatro elementos, es decir, del cosmos entero. Todo nos puede llevar a Cristo, todo tiende hacia él... (Col 1,16s). Los Padres han visto en estos cuatro hombres a los cuatro evangelistas: su anuncio lleva a todos los hombres a Jesús.
Hay una novedad desconcertante en Jesús, manifestada en palabras y obras a lo largo de todo el evangelio y, especialmente, en los pasajes que presentan un fuerte contraste entre las expectativas de los diversos grupos de personas sobre él (gente, discípulos, fariseos...) y el desajuste de su persona y actuación a esas expectativas. En la sección de Mc 2,1-3,6, ese desajuste y las tensiones que origina desemboca en la decisión de acabar con Jesús. Y es que él es un "hombre" que dice perdonar pecados (2,10), que come con publicanos y pecadores, rescatando al centro de la vida social y religiosa, la periferia marginada y rechazada (2,15), que se dice "vino nuevo", incapaz de ser contenido por estructuras caducas e incapaces de salvar (2,22), que se autoproclama "señor del sábado" (2,27-28), que subraya la primacía absoluta del hombre sobre la ley (3,1-6).
CUANDO ORES
• ¿Cómo comprendo y acojo el perdón de Dios que Jesús me ofrece? ¿Siento necesidad de él? ¿Cuál es la parálisis más grande que no me permite vivir la vida con plenitud? También a mí, Jesús me dirige su mirada y dice: "hijo, hija, tus pecados te son perdonados". La Palabra de Jesús está llena de la fuerza de Dios. Escuchándola con fe podemos experimentar su perdón lleno de amor.
• ¿Cuáles son mis relaciones con mi familia y mi comunidad? ¿Soy indiferente a los otros, como la multitud, o quizá cerrado y duro, como los escribas? Pero podría intentar adoptar la actitud de los cuatro hombres que llevaban la camilla, que se sienten responsables de quien sufre una parálisis. Ayudando a los otros, nosotros mismos recibimos la bendición en abundancia y nos convertimos en colaboradores de Dios.
(Autor: Fernando Gálligo, sj. Equipo de animación de lectio divina de la U.P. Comillas)
Se le acercó un leproso suplicándole y, puesto de rodillas, le dijo: «Si quieres, puedes limpiarme.» Compadecido de él, extendió su mano, le tocó y le dijo: «Quiero; queda limpio.»Y al instante, le desapareció la lepra y quedó limpio. Le despidió prohibiéndole severamente: «Mira, no digas nada a nadie, sino vete, muéstrate al sacerdote y haz por tu purificación la ofrenda que prescribió Moisés para que les sirva de testimonio.»Pero él, así que se fue, se puso a pregonar con entusiasmo y a divulgar la noticia, de modo que ya no podía Jesús presentarse en público en ninguna ciudad, sino que se quedaba a las afueras, en lugares solitarios. Y acudían a él de todas partes.
Entró de nuevo en Cafarnaúm; al poco tiempo había corrido la voz de que estaba en casa. Se agolparon tantos que ni siquiera ante la puerta había ya sitio, y él les anunciaba la Palabra. Y trajeron a un paralítico llevado entre cuatro. Al no poder presentárselo a causa de la multitud, abrieron el techo encima de donde él estaba y, a través de la abertura que hicieron, descolgaron la camilla donde yacía el paralítico. Viendo Jesús la fe de ellos, dice al paralítico: «Hijo, tus pecados te son perdonados.»
Estaban allí sentados algunos escribas que pensaban en sus corazones: « ¿Por qué éste habla así? Está blasfemando. ¿Quién puede perdonar pecados, sino Dios sólo?»Pero, al instante, conociendo Jesús en su espíritu lo que ellos pensaban en su interior, les dijo: « ¿Por qué pensáis así en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: "Tus pecados te son perdonados", o decir: "Levántate, toma tu camilla y anda?" Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados - dice al paralítico -: "A ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa."»Se levantó y, al instante, tomando la camilla, salió a la vista de todos, de modo que quedaban todos asombrados y glorificaban a Dios, diciendo: «Jamás vimos cosa parecida.»
CUANDO LEAS
Tras curar al leproso, Jesús queda fuera de la ciudad. Después nos adentramos en el capítulo 2 del evangelio de Marcos. Jesús ha comenzado ya su misión, anunciando el Evangelio y curando. Iremos viendo sucesivamente una serie de cinco discusiones entre Jesús y los escribas y fariseos - entre ley y evangelio (2,1-3,6), entre letra, que mata, y Espíritu, que da vida (2 Cor 3,6) -. Jesús, desde el comienzo de su ministerio, entra en conflicto con las autoridades religiosas. Él manifiesta su poder sobre el pecado y sobre todo mal; su poder de perdonar pecados viene de Dios. El perdón es Dios mismo, que viene a nosotros con un amor sin límites.
- PRIMERO CURA AL LEPROSO. En tiempos de Jesús, la palabra lepra era usada para una gran gama de enfermedades de la piel. Algunas no tenían cura conocida, y por eso se las temía mucho. Otras eran altamente contagiosas, así que se requería que los leprosos vivieran en lugares aislados. La ley de la Torá dice: “Y el leproso en quien hubiere llaga, sus vestidos serán deshechos y su cabeza descubierta, y embozado pregonará: ¡Inmundo! ¡Inmundo!... será inmundo; estará impuro: habitará solo; fuera del real será su morada” (Levítico 13:45-46). El Antiguo Testamento tiene varios pasajes donde Dios aflige al pueblo castigándolos con lepra (Números 12:9-10; 2 Reyes 5:27; 15:5; 2 Crónicas 26:19-21), así que la gente frecuentemente interpretaba la lepra como un castigo por el pecado.
- DESPUÉS CURA AL PARALÍTICO. Este hombre curado se convierte en signo de la humanidad nueva resucitada: Jesús tiene poder para perdonar pecados. "Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados..." (2,10). Jesús, en cuanto Hijo del hombre, habla y actúa con una autoridad que obra novedad de vida en aquellos a quienes sana-salva.
CUANDO MEDITES
- EL LEPROSO: La lepra tenía múltiples dimensiones: física, religiosa, social y financiera. La persona afectada (físicamente) era considerada como ritualmente impura (espiritual). A los leprosos se les requería que vivieran solos y mantuvieran una distancia de cincuenta pasos lejos de otra persona (social). Si la persona con lepra tocaba a otra persona o era tocada por alguien, se consideraba que esa persona estaba ritual y físicamente impura hasta que se le examinara y fuera pronunciada limpia por el sacerdote.
En otras palabras, tanto la impureza física (médicamente) como la ritual (espiritual) eran contagiosas. La persona afligida por la lepra no podía trabajar, y por lo tanto se le reducía a pedir limosna (financiera). Y por lo mismo, su familia también se vería reducida a la pobreza. Las consecuencias espirituales, sociales y financieras de la lepra –impureza, aislamiento, y pobreza – eran más terribles que las consecuencias físicas de esas formas más benignas de la enfermedad.
- EL PARALÍTICO: el hombre es creado por Dios como aquel que se encuentra siempre en camino hacia la casa del Padre. Pararse en este camino es retroceder. Por eso, la parálisis de que habla Marcos representa el nivel más profundo de la enfermedad externa. El paralítico en sentido espiritual es aquel que ha perdido la propia identidad, no logra moverse, no vive en plenitud lo que Dios le ofrece. La parálisis puede significar el pecado y todo miedo que impide levantarse y vivir como criaturas nuevas, resucitadas. En este relato, el hombre enfermo no posee un nombre propio: su identidad es la parálisis.
"Sostenido por cuatro hombres": son las cuatro personas que llevan al paralítico. El "cuatro" es el símbolo de los cuatro elementos, es decir, del cosmos entero. Todo nos puede llevar a Cristo, todo tiende hacia él... (Col 1,16s). Los Padres han visto en estos cuatro hombres a los cuatro evangelistas: su anuncio lleva a todos los hombres a Jesús.
Hay una novedad desconcertante en Jesús, manifestada en palabras y obras a lo largo de todo el evangelio y, especialmente, en los pasajes que presentan un fuerte contraste entre las expectativas de los diversos grupos de personas sobre él (gente, discípulos, fariseos...) y el desajuste de su persona y actuación a esas expectativas. En la sección de Mc 2,1-3,6, ese desajuste y las tensiones que origina desemboca en la decisión de acabar con Jesús. Y es que él es un "hombre" que dice perdonar pecados (2,10), que come con publicanos y pecadores, rescatando al centro de la vida social y religiosa, la periferia marginada y rechazada (2,15), que se dice "vino nuevo", incapaz de ser contenido por estructuras caducas e incapaces de salvar (2,22), que se autoproclama "señor del sábado" (2,27-28), que subraya la primacía absoluta del hombre sobre la ley (3,1-6).
CUANDO ORES
• ¿Cómo comprendo y acojo el perdón de Dios que Jesús me ofrece? ¿Siento necesidad de él? ¿Cuál es la parálisis más grande que no me permite vivir la vida con plenitud? También a mí, Jesús me dirige su mirada y dice: "hijo, hija, tus pecados te son perdonados". La Palabra de Jesús está llena de la fuerza de Dios. Escuchándola con fe podemos experimentar su perdón lleno de amor.
• ¿Cuáles son mis relaciones con mi familia y mi comunidad? ¿Soy indiferente a los otros, como la multitud, o quizá cerrado y duro, como los escribas? Pero podría intentar adoptar la actitud de los cuatro hombres que llevaban la camilla, que se sienten responsables de quien sufre una parálisis. Ayudando a los otros, nosotros mismos recibimos la bendición en abundancia y nos convertimos en colaboradores de Dios.
(Autor: Fernando Gálligo, sj. Equipo de animación de lectio divina de la U.P. Comillas)
miércoles, 9 de noviembre de 2011
Resiliencia
Cuando el huracán nos envuelva y nos arrastre, resistiremos,
tiraremos con firmeza unos de otros,
abrazados, pegados con la fuerza impetuosa del amor.
Ni la tormenta del mar ni el naufragio
podrán destruir la unión de nuestros corazones
ni acallar el latido de la sangre,
que se reclama, a voces,
en nuestros cuerpos separados.
Somos uno y la sangre lo sabe y nos lo recuerda,
sacudiendo el olvido inconsciente y descuidado.
Cuando arrecie la tempestad,
estrecharemos más aún nuestras manos, nuestros lazos,
el vínculo que nos une desde siempre.
Y nada podrá arrancarnos del vientre y las rodillas
que nos dieron a luz.
Y volveremos a creer en el amor que nos engendró,
en los brazos que nos acunaron,
en los hombros que nos llevaron,
en las manos curtidas que trabajaron para nosotros,
y en los sacrificios que, con sudor y con dolor,
compraron
nuestro bienestar presente.
"Las grandes aguas no podrán apagar el amor
ni los ríos anegarlo".
*Resiliencia: Dícese de la capacidad de recuperarse, reponerse y reinventarse ante las situaciones más dramáticas de la vida (Bernabé Tierno). Equivale, más o menos, a la versión secular de la "paciencia resistente" bíblica.
tiraremos con firmeza unos de otros,
abrazados, pegados con la fuerza impetuosa del amor.
Ni la tormenta del mar ni el naufragio
podrán destruir la unión de nuestros corazones
ni acallar el latido de la sangre,
que se reclama, a voces,
en nuestros cuerpos separados.
Somos uno y la sangre lo sabe y nos lo recuerda,
sacudiendo el olvido inconsciente y descuidado.
Cuando arrecie la tempestad,
estrecharemos más aún nuestras manos, nuestros lazos,
el vínculo que nos une desde siempre.
Y nada podrá arrancarnos del vientre y las rodillas
que nos dieron a luz.
Y volveremos a creer en el amor que nos engendró,
en los brazos que nos acunaron,
en los hombros que nos llevaron,
en las manos curtidas que trabajaron para nosotros,
y en los sacrificios que, con sudor y con dolor,
compraron
nuestro bienestar presente.
"Las grandes aguas no podrán apagar el amor
ni los ríos anegarlo".
Dedicado a mis "siameses" |
*Resiliencia: Dícese de la capacidad de recuperarse, reponerse y reinventarse ante las situaciones más dramáticas de la vida (Bernabé Tierno). Equivale, más o menos, a la versión secular de la "paciencia resistente" bíblica.
jueves, 3 de noviembre de 2011
Unido a tu Raíz, bebiendo de tu Fuente (oración)
En la lectio divina de hoy, me ha brotado esta oración:
Te contemplo unido a tu Raíz,
bebiendo de tu Fuente,
haciéndote, Tú mismo, manantial
y cauce de vida para otros.
Te contemplo siendo todo escucha, todo oídos
para tu Padre.
Te contemplo siendo todo ojos
que miran el trabajo de tu Padre.
Contemplo tu deseo amante y presuroso
de parecerte al que te engendró:
"Mi Padre trabaja
y yo también trabajo".
De Él aprendes, cada noche,
en la cadencia suave y firme
de su Nombre, Abbá,
a ser hermano de todos,
de los últimos, de los pequeños, de los débiles.
"Mi Padre los prefiere
y yo también los prefiero".
Del Dios de los últimos aprendes
a ser humilde
y a compartir mesa y pan,
y casa, y camino, con los últimos
y despreciados de tu tiempo.
Y del Dios liberador y libertad
aprendes a liberar, a romper ataduras,
a poner en pie, a resucitar.
Divino Servidor de todos, levántame,
condúceme a tu lugar secreto y escondido,
para que nazca nueva de la savia del Padre,
servidora del Reino,
hija y cauce, yo también,
de vida para otros.
Te contemplo unido a tu Raíz,
bebiendo de tu Fuente,
haciéndote, Tú mismo, manantial
y cauce de vida para otros.
Te contemplo siendo todo escucha, todo oídos
para tu Padre.
Te contemplo siendo todo ojos
que miran el trabajo de tu Padre.
Contemplo tu deseo amante y presuroso
de parecerte al que te engendró:
"Mi Padre trabaja
y yo también trabajo".
De Él aprendes, cada noche,
en la cadencia suave y firme
de su Nombre, Abbá,
a ser hermano de todos,
de los últimos, de los pequeños, de los débiles.
"Mi Padre los prefiere
y yo también los prefiero".
Del Dios de los últimos aprendes
a ser humilde
y a compartir mesa y pan,
y casa, y camino, con los últimos
y despreciados de tu tiempo.
Y del Dios liberador y libertad
aprendes a liberar, a romper ataduras,
a poner en pie, a resucitar.
Divino Servidor de todos, levántame,
condúceme a tu lugar secreto y escondido,
para que nazca nueva de la savia del Padre,
servidora del Reino,
hija y cauce, yo también,
de vida para otros.
Jesús curó a muchos
Lectio divina de Marcos 1,29-39
(29) Cuando salió de la sinagoga se fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. (30) La suegra de Simón estaba postrada en cama con fiebre; y le hablan de ella. (31) Se acercó y, tomándola de la mano, la levantó. La fiebre la dejó y ella les servía.
(32) Al atardecer, a la puesta del sol, le trajeron todos los enfermos y endemoniados; (33) toda la ciudad estaba agolpada a la puerta. (34) Jesús curó a muchos que se encontraban mal de diversas enfermedades y expulsó muchos demonios. Y no dejaba hablar a los demonios, pues le conocían.
(35) De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se levantó, salió y fue a un lugar solitario y allí se puso a hacer oración. (36) Simón y sus compañeros fueron en su busca; (37) al encontrarle, le dicen: “Todos te buscan.” (38) El les dice: “Vayamos a otra parte, a los pueblos vecinos, para que también allí predique; pues para eso he salido.” (39)Y recorrió toda Galilea, predicando en sus sinagogas y expulsando los demonios.
CUANDO LEAS
En el comienzo de su evangelio, tras la presentación de Juan el Bautista, el relato del bautismo y las tentaciones de Jesús, el inicio de la predicación y la llamada de los primeros discípulos, Marcos nos va a contar un día-tipo en la vida de Jesús. Se trata de un sábado en Cafarnaún. Lo primero que Jesús hace, en esa jornada-tipo, es enseñar en la sinagoga. Lucas dice que ésa era “su costumbre” los sábados (Lc 4,16; cf. 4,31ss). Allí enseña con autoridad y expulsa el espíritu impuro de un hombre poseído. Lo que hace Jesús el resto del día hasta la madrugada es lo que vamos a ver en el evangelio de hoy. En él encontramos tres perícopas diversas: la curación de la suegra de Simón (vv. 29-31), numerosas curaciones y exorcismos al atardecer (sumario de los vv. 32-34) y la oración de Jesús y su salida a Galilea (vv. 35-39).
1. Curación de la suegra de Simón (vv. 29-31): Cambiamos de escenario y pasamos de la sinagoga a “la casa” de Simón y Andrés. La “casa” es muy importante en el evangelio de Mc. Es el lugar de la estancia de Jesús y sus discípulos, escenario de su actuación y lugar de su enseñanza (cf. 7,17; 9,28.33; 10,10). Este hecho refleja que, en las comunidades, las casas servían como lugar de reunión para la catequesis y el culto.
La narración tiene los elementos típicos de un relato de curación: el diagnóstico de la enfermedad, alguien que solicita la curación (propia o de otra persona), la acción terapéutica y el efecto sobre la persona enferma.
Cuando Jesús llega a la casa de Simón, encuentra a la suegra de éste que está postrada en cama con fiebre, y le hablan de ella. Es una mujer sin movimiento (autonomía) y sin palabra (autoridad). La fiebre indica la gravedad de la situación en que se encontraba, indicio de una enfermedad mortal (Jn 4,52). Para los judíos, la enfermedad era algo que ataba, atormentaba o ensuciaba al enfermo, hasta el punto de atribuirla a una posesión maligna. De ahí que, en Lc 4,39, Jesús “conmine” a la fiebre como a un demonio. En Mc se dice: “la fiebre la dejó”.
Al contacto con Jesús (se acercó y la tomó de la mano), la mujer “se levantó” (se puso en pie, “resucitó” de la muerte) y se puso a “servir”. Es la segunda vez que aparece el verbo diakoneô en el evangelio. La primera vez son los ángeles los que sirven a Jesús en el desierto. Este verbo, cada vez más recurrente en el evangelio, será la descripción de la misión de Jesús, que “no ha venido a ser servido sino a servir” (10,45).
La respuesta de la mujer (“les servía”) está en imperfecto. No se trata de un servicio puntual sino de una actitud que comienza en ese momento y no termina. Esta escena es un elemento marco del evangelio completo y forma inclusión con la escena de la cruz, en donde se dice que unas mujeres servían y seguían a Jesús desde Galilea (15,40-41). La suegra de Simón es, con toda probabilidad, vista desde la Pascua, una de las primeras seguidoras de Jesús.
2. Curaciones de Jesús al atardecer (vv. 32-34): Se trata de un sumario de la actividad sanadora de Jesús en Cafarnaún. Llama la atención el uso del término “todo” en Mc: “todos los enfermos”, “toda la ciudad”, “todos te buscan”, “todo Cafarnaún”… “Todos” ven en Jesús la respuesta a sus necesidades y deseos. Aparece, también, en el texto, el “secreto mesiánico”, la imposición del silencio a los demonios y, más tarde, a los curados y a los discípulos. El motivo de ese silencio es evitar una comprensión equivocada de sus signos y de su mesianismo, que no es de poder sociopolítico sino de servicio y amor hasta el extremo...
3. La oración de Jesús, de madrugada (vv.35-39): Mc habla de la oración de Jesús en tres ocasiones: tras el episodio de los panes (6,46), en Getsemaní (14,32) y en este pasaje. Pero la presentación de esta jornada-tipo en Cafarnaún nos lleva a pensar que la oración era una práctica habitual de Jesús. Entonces Simón y sus compañeros lo buscan (literalmente, “lo persiguen”) y le recriminan, con un tono irritado, que no esté disponible a las expectativas entusiastas de la gente: “todos te buscan”. Pero Jesús se mantiene libre y fiel a su misión: ir a todos, anunciando la Buena Noticia y liberando del mal. Él no es como los rabinos judíos, ligado a una sede fija, sino un predicador itinerante al estilo de los antiguos profetas.
CUANDO MEDITES
- Haz memoria agradecida de las experiencias de sanación-resurrección que has vivido o has visto en otros. El Señor “sana todas tus enfermedades, rescata tu vida de la fosa y te colma de gracia y de ternura…”.
- Medita cómo Jesús puede ser la esperanza de la humanidad, cómo puede transformarnos en un pueblo liberado que sirve y libera a otros de los demonios del egoísmo, la violencia, el ansia de poder y de tener, la desigualdad, la injusticia…
- En Marcos, todos buscan a Jesús, todos se agolpan a su puerta, todos le quieren tocar, todos le siguen de un lugar a otro… ¿Qué buscas tú? ¿Cómo buscas a Jesús? ¿Cómo es tu deseo y hacia dónde se inclina?
- Jesús orante:
“Jesús es un ser horadado. Hay un hueco constitutivo en él, un espacio abierto que le impulsa a orar. Su vida y su persona son inimaginables sin oración. Todo su ser era oración, referencia a ese Otro de sí en quien se abismaba: ‘El Hijo no hace nada por sí mismo, como no lo vea hacer al Padre; todo lo que hace el Padre lo hace el Hijo’ (Jn 5,19).
Para ello tenía que cuidar tiempos diarios en los que abismarse en ese Otro de sí al que se entregaba en adoración al amanecer, para continuar haciéndolo en el resto de las situaciones de la jornada.
“Muy de madrugada”, dice el texto. Antes de que todo comience, para que, cuando suceda, pueda ser visto desde ese horizonte. De este modo, en lugar de un comportamiento activo-reactivo que condena a la repetición, se podrá dar lo nuevo. Lo nuevo es lo que adviene, no como resultado de una reacción, sino como fruto de una creación. Orar da la posibilidad de co-crear: “Todo lo que hace el Padre lo hace el Hijo’.
Por ello, Jesús se levantaba muy de madrugada: para nutrirse de la Fuente que manaba en lo hondo de su persona, lo cual le permitía percibir, durante la jornada, manantiales de la misma Fuente por doquier.
“Maestro, enséñanos a orar”, le pedirán en su momento, los discípulos (Lc 11,1).
- ¿Cómo oras para que tu ser se transforme cuando entras en contacto con la Raíz que te origina? ¿Por qué a nosotros no nos sucede? ¿Qué le falta a nuestra oración?
Y el Maestro, más que palabras, les enseñó la actitud: no hablar mucho, sino recogerse en la profundidad del corazón, allá donde la Fuente está esperando a darse”.
(Javier Melloni, El Cristo interior, Herder 2010, 37-41)
CUANDO ORES
- Dale gracias a Jesús por la vida que genera con su vida y su presencia: la sanación, la transformación de la realidad, de las personas y de las relaciones…; dale gracias por la ilusión, la esperanza y la alegría que suscita...; dale gracias por la liberación y las vidas resucitadas que “levanta”…; dale gracias por revelarnos lo que somos y lo que estamos llamados a ser en Él, en el Padre y en el Espíritu…
- Jesús entra hoy a tu casa… Háblale de ti, de todo lo tuyo y especialmente de tus “fiebres”, “ataduras” y “demonios”… Descarga sobre él todas tus preocupaciones, porque Él se interesa por ti… Deja que se acerque a ti, te tome de la mano y te ponga en pie… Deja que te saque de tu inmovilidad y haga de ti un hijo/a y siervo/a del Padre y de su Reino… Deja que te transforme en lo que Él mismo es, en lo mejor de ti mismo/a…
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Bibliografía:
Enrique Martínez Lozano, Sabiduría para despertar. Una lectura transpersonal del evangelio de Marcos, DDB 2011
Joachim Gnilka, El evangelio según san Marcos, vol. I, Sígueme 1996
Mercedes Navarro Puerto, Marcos, Verbo Divino 2006
Secundino Castro, El sorprendente Jesús de Marcos, Comillas-DDB 2007
Javier Melloni, El Cristo interior, Herder 2010
(Autora: Mª Concepción López, pddm, equipo de lectio divina de la U.P. Comillas)
(29) Cuando salió de la sinagoga se fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. (30) La suegra de Simón estaba postrada en cama con fiebre; y le hablan de ella. (31) Se acercó y, tomándola de la mano, la levantó. La fiebre la dejó y ella les servía.
(32) Al atardecer, a la puesta del sol, le trajeron todos los enfermos y endemoniados; (33) toda la ciudad estaba agolpada a la puerta. (34) Jesús curó a muchos que se encontraban mal de diversas enfermedades y expulsó muchos demonios. Y no dejaba hablar a los demonios, pues le conocían.
(35) De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se levantó, salió y fue a un lugar solitario y allí se puso a hacer oración. (36) Simón y sus compañeros fueron en su busca; (37) al encontrarle, le dicen: “Todos te buscan.” (38) El les dice: “Vayamos a otra parte, a los pueblos vecinos, para que también allí predique; pues para eso he salido.” (39)Y recorrió toda Galilea, predicando en sus sinagogas y expulsando los demonios.
CUANDO LEAS
En el comienzo de su evangelio, tras la presentación de Juan el Bautista, el relato del bautismo y las tentaciones de Jesús, el inicio de la predicación y la llamada de los primeros discípulos, Marcos nos va a contar un día-tipo en la vida de Jesús. Se trata de un sábado en Cafarnaún. Lo primero que Jesús hace, en esa jornada-tipo, es enseñar en la sinagoga. Lucas dice que ésa era “su costumbre” los sábados (Lc 4,16; cf. 4,31ss). Allí enseña con autoridad y expulsa el espíritu impuro de un hombre poseído. Lo que hace Jesús el resto del día hasta la madrugada es lo que vamos a ver en el evangelio de hoy. En él encontramos tres perícopas diversas: la curación de la suegra de Simón (vv. 29-31), numerosas curaciones y exorcismos al atardecer (sumario de los vv. 32-34) y la oración de Jesús y su salida a Galilea (vv. 35-39).
1. Curación de la suegra de Simón (vv. 29-31): Cambiamos de escenario y pasamos de la sinagoga a “la casa” de Simón y Andrés. La “casa” es muy importante en el evangelio de Mc. Es el lugar de la estancia de Jesús y sus discípulos, escenario de su actuación y lugar de su enseñanza (cf. 7,17; 9,28.33; 10,10). Este hecho refleja que, en las comunidades, las casas servían como lugar de reunión para la catequesis y el culto.
La narración tiene los elementos típicos de un relato de curación: el diagnóstico de la enfermedad, alguien que solicita la curación (propia o de otra persona), la acción terapéutica y el efecto sobre la persona enferma.
Cuando Jesús llega a la casa de Simón, encuentra a la suegra de éste que está postrada en cama con fiebre, y le hablan de ella. Es una mujer sin movimiento (autonomía) y sin palabra (autoridad). La fiebre indica la gravedad de la situación en que se encontraba, indicio de una enfermedad mortal (Jn 4,52). Para los judíos, la enfermedad era algo que ataba, atormentaba o ensuciaba al enfermo, hasta el punto de atribuirla a una posesión maligna. De ahí que, en Lc 4,39, Jesús “conmine” a la fiebre como a un demonio. En Mc se dice: “la fiebre la dejó”.
Al contacto con Jesús (se acercó y la tomó de la mano), la mujer “se levantó” (se puso en pie, “resucitó” de la muerte) y se puso a “servir”. Es la segunda vez que aparece el verbo diakoneô en el evangelio. La primera vez son los ángeles los que sirven a Jesús en el desierto. Este verbo, cada vez más recurrente en el evangelio, será la descripción de la misión de Jesús, que “no ha venido a ser servido sino a servir” (10,45).
La respuesta de la mujer (“les servía”) está en imperfecto. No se trata de un servicio puntual sino de una actitud que comienza en ese momento y no termina. Esta escena es un elemento marco del evangelio completo y forma inclusión con la escena de la cruz, en donde se dice que unas mujeres servían y seguían a Jesús desde Galilea (15,40-41). La suegra de Simón es, con toda probabilidad, vista desde la Pascua, una de las primeras seguidoras de Jesús.
2. Curaciones de Jesús al atardecer (vv. 32-34): Se trata de un sumario de la actividad sanadora de Jesús en Cafarnaún. Llama la atención el uso del término “todo” en Mc: “todos los enfermos”, “toda la ciudad”, “todos te buscan”, “todo Cafarnaún”… “Todos” ven en Jesús la respuesta a sus necesidades y deseos. Aparece, también, en el texto, el “secreto mesiánico”, la imposición del silencio a los demonios y, más tarde, a los curados y a los discípulos. El motivo de ese silencio es evitar una comprensión equivocada de sus signos y de su mesianismo, que no es de poder sociopolítico sino de servicio y amor hasta el extremo...
3. La oración de Jesús, de madrugada (vv.35-39): Mc habla de la oración de Jesús en tres ocasiones: tras el episodio de los panes (6,46), en Getsemaní (14,32) y en este pasaje. Pero la presentación de esta jornada-tipo en Cafarnaún nos lleva a pensar que la oración era una práctica habitual de Jesús. Entonces Simón y sus compañeros lo buscan (literalmente, “lo persiguen”) y le recriminan, con un tono irritado, que no esté disponible a las expectativas entusiastas de la gente: “todos te buscan”. Pero Jesús se mantiene libre y fiel a su misión: ir a todos, anunciando la Buena Noticia y liberando del mal. Él no es como los rabinos judíos, ligado a una sede fija, sino un predicador itinerante al estilo de los antiguos profetas.
CUANDO MEDITES
- Haz memoria agradecida de las experiencias de sanación-resurrección que has vivido o has visto en otros. El Señor “sana todas tus enfermedades, rescata tu vida de la fosa y te colma de gracia y de ternura…”.
- Medita cómo Jesús puede ser la esperanza de la humanidad, cómo puede transformarnos en un pueblo liberado que sirve y libera a otros de los demonios del egoísmo, la violencia, el ansia de poder y de tener, la desigualdad, la injusticia…
- En Marcos, todos buscan a Jesús, todos se agolpan a su puerta, todos le quieren tocar, todos le siguen de un lugar a otro… ¿Qué buscas tú? ¿Cómo buscas a Jesús? ¿Cómo es tu deseo y hacia dónde se inclina?
- Jesús orante:
“Jesús es un ser horadado. Hay un hueco constitutivo en él, un espacio abierto que le impulsa a orar. Su vida y su persona son inimaginables sin oración. Todo su ser era oración, referencia a ese Otro de sí en quien se abismaba: ‘El Hijo no hace nada por sí mismo, como no lo vea hacer al Padre; todo lo que hace el Padre lo hace el Hijo’ (Jn 5,19).
Para ello tenía que cuidar tiempos diarios en los que abismarse en ese Otro de sí al que se entregaba en adoración al amanecer, para continuar haciéndolo en el resto de las situaciones de la jornada.
“Muy de madrugada”, dice el texto. Antes de que todo comience, para que, cuando suceda, pueda ser visto desde ese horizonte. De este modo, en lugar de un comportamiento activo-reactivo que condena a la repetición, se podrá dar lo nuevo. Lo nuevo es lo que adviene, no como resultado de una reacción, sino como fruto de una creación. Orar da la posibilidad de co-crear: “Todo lo que hace el Padre lo hace el Hijo’.
Por ello, Jesús se levantaba muy de madrugada: para nutrirse de la Fuente que manaba en lo hondo de su persona, lo cual le permitía percibir, durante la jornada, manantiales de la misma Fuente por doquier.
“Maestro, enséñanos a orar”, le pedirán en su momento, los discípulos (Lc 11,1).
- ¿Cómo oras para que tu ser se transforme cuando entras en contacto con la Raíz que te origina? ¿Por qué a nosotros no nos sucede? ¿Qué le falta a nuestra oración?
Y el Maestro, más que palabras, les enseñó la actitud: no hablar mucho, sino recogerse en la profundidad del corazón, allá donde la Fuente está esperando a darse”.
(Javier Melloni, El Cristo interior, Herder 2010, 37-41)
CUANDO ORES
- Dale gracias a Jesús por la vida que genera con su vida y su presencia: la sanación, la transformación de la realidad, de las personas y de las relaciones…; dale gracias por la ilusión, la esperanza y la alegría que suscita...; dale gracias por la liberación y las vidas resucitadas que “levanta”…; dale gracias por revelarnos lo que somos y lo que estamos llamados a ser en Él, en el Padre y en el Espíritu…
- Jesús entra hoy a tu casa… Háblale de ti, de todo lo tuyo y especialmente de tus “fiebres”, “ataduras” y “demonios”… Descarga sobre él todas tus preocupaciones, porque Él se interesa por ti… Deja que se acerque a ti, te tome de la mano y te ponga en pie… Deja que te saque de tu inmovilidad y haga de ti un hijo/a y siervo/a del Padre y de su Reino… Deja que te transforme en lo que Él mismo es, en lo mejor de ti mismo/a…
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Bibliografía:
Enrique Martínez Lozano, Sabiduría para despertar. Una lectura transpersonal del evangelio de Marcos, DDB 2011
Joachim Gnilka, El evangelio según san Marcos, vol. I, Sígueme 1996
Mercedes Navarro Puerto, Marcos, Verbo Divino 2006
Secundino Castro, El sorprendente Jesús de Marcos, Comillas-DDB 2007
Javier Melloni, El Cristo interior, Herder 2010
(Autora: Mª Concepción López, pddm, equipo de lectio divina de la U.P. Comillas)