tiraremos con firmeza unos de otros,
abrazados, pegados con la fuerza impetuosa del amor.
Ni la tormenta del mar ni el naufragio
podrán destruir la unión de nuestros corazones
ni acallar el latido de la sangre,
que se reclama, a voces,
en nuestros cuerpos separados.
Somos uno y la sangre lo sabe y nos lo recuerda,
sacudiendo el olvido inconsciente y descuidado.
Cuando arrecie la tempestad,
estrecharemos más aún nuestras manos, nuestros lazos,
el vínculo que nos une desde siempre.
Y nada podrá arrancarnos del vientre y las rodillas
que nos dieron a luz.
Y volveremos a creer en el amor que nos engendró,
en los brazos que nos acunaron,
en los hombros que nos llevaron,
en las manos curtidas que trabajaron para nosotros,
y en los sacrificios que, con sudor y con dolor,
compraron
nuestro bienestar presente.
"Las grandes aguas no podrán apagar el amor
ni los ríos anegarlo".
Dedicado a mis "siameses" |
*Resiliencia: Dícese de la capacidad de recuperarse, reponerse y reinventarse ante las situaciones más dramáticas de la vida (Bernabé Tierno). Equivale, más o menos, a la versión secular de la "paciencia resistente" bíblica.
¿Estás tú en la foto?
ResponderEliminarAunque no lo parezca, soy la de tu derecha, la de la boca abierta que mira a la cámara. La otra es mi hermana Carmen, que sostiene a mi hermano Euge en sus brazos.
ResponderEliminar¡Qué chuli!, ¿verdad?
La foto está cortada. Llevo un delantal puesto lleno de tierra y mis rodillas parece que se han refrotado con todos los campos de Fuente el Fresno... Era una niña un poco salvaje, como ahora... :D