III Domingo de Adviento
La lectura del tercer Isaías atrae toda mi atención de la Palabra de este domingo.
Me detengo y saboreo algunos de sus mensajes más significativos para mí:
- "El Señor me ha ungido". Me viene a la memoria del corazón la imagen de Samuel con el cuerno de aceite ungiendo a David...; el descanso que encontró el huésped del salmo 23: "Me unges la cabeza con perfume y mi copa rebosa"; el gozo de Jesús, ungido en la cabeza por una mujer anónima, ungido en los pies por la mujer que amó mucho y por María de Betania... La unción se realizaba con aceite perfumado, penetraba la piel y los tejidos, y confería una nueva identidad. Eran ungidos los reyes, los profetas, los sacerdotes... Mesías significa Ungido. Isaías nos dice que el Señor nos unge con Espíritu Santo. El Espíritu se derrama como aceite perfumado de la cabeza a los pies, penetrando todo nuestro ser y transformándonos en mensajeros de buenas noticias y en sanadores de corazones desgarrados. Tenemos vocación de "vendadores" de heridas.
Necesitamos aprender a dejar de meter el dedo en la llaga y convertirnos en "médicos sin fronteras" para todo aquel que se sienta herido. Hay unas "pastillas contra el dolor ajeno" llamadas consuelo y alegría, que son altamente recomendables, necesarias y eficaces para todo tipo de males.
- "El Señor hace brotar..." Hace brotar justicia. Y hace brotar otras muchas cosas, con tal de que sembremos. ¿Qué deseo ardientemente que haga brotar en mí en el año nuevo que comenzará dentro de dos semanas?
- "Desbordo de gozo", "estad siempre alegres". La alegría es una consecuencia. Uno no se ríe a voluntad y por nada, como en una artificial sesión de risoterapia. Una de las cosas que más causan alegría es la experiencia de dar y de darse. "Hay más alegría en dar que en recibir", dicen que decía el Señor. La alegría del compartir, de la solidaridad, de dar desinteresadamente, de servir... es atrayente, contagiosa y evangelizadora.
Y está también la profunda alegría de saberse amadas por Dios...
- Y vayamos al Evangelio: "¿Quién eres?" es la pregunta clave. Juan sabía perfectamente quién era. "Yo, voz...". Una voz que prepara, anticipa y anuncia a alguien mayor que él. Y yo, ¿quién soy?, ¿para qué estoy aquí?, ¿cuál es mi misión y mi propósito en esta vida?, ¿por qué y para qué estoy precisamente aquí y no en cualquier otro lugar, con otras personas y otras circunstancias? Juan era "una voz". Y yo, ¿qué soy?, ¿quién soy?
Se acerca la Navidad. Que el Señor vaya iluminando los ojos de nuestro corazón...
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Canto para orar: Preparad el camino al Señor (Godspell)
Muy profundas las preguntas "auto-reflexivas". Algunas veces me las hago y no consigo encontrar respuesta y eso que ya tengo 38 tacos pero todavía no he averiguado cual es mi misión en esta vida. Seguiremos en ello.
ResponderEliminarShalom,
Una intuición: mujer inteligente, reflexiva, amante de la Palabra y del judaísmo, en camino de ser teóloga... Quizá tender un puente, ecuménicamente, entre el judaísmo y el cristianismo, rescatando lo mejor de aquel para enriquecer a éste. Digo.
ResponderEliminarQuizá ser un reclamo de la importancia de la Escritura en la vida del creyente cristiano.
Quizá ser una voz profética de la presencia de la mujer en la Iglesia.
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Un beso
Cuando pase Navidad, publicaré tus artículos aquí. ¡Gracias!
Shalom!
PS: ¿Cuándo dices que vienes a Toledo :)?