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martes, 31 de enero de 2012

Salió un sembrador a sembrar...

Lectio divina de Marcos 4, 1-20


Y otra vez se puso a enseñar a orillas del mar. Y se reunió tanta gente junto a él que hubo de subir a una barca y, ya en el mar, se sentó; toda la gente estaba en tierra a la orilla del mar. Les enseñaba muchas cosas por medio de parábolas. Les decía en su instrucción: “Escuchad. Una vez salió un sembrador a sembrar. Y sucedió que, al sembrar, una parte cayó a lo largo del camino; vinieron las aves y se la comieron. Otra parte cayó en terreno pedregoso, donde no tenía mucha tierra, y brotó en seguida por no tener hondura de tierra; pero cuando salió el sol se agostó y, por no tener raíz, se secó. Otra parte cayó entre abrojos; crecieron los abrojos y la ahogaron, y no dio fruto. Otras partes cayeron en tierra buena y, creciendo y desarrollándose, dieron fruto; unas produjeron treinta, otras sesenta, otras ciento.” Y decía: “Quien tenga oídos para oír, que oiga.” Cuando quedó a solas, los que le seguían a una con los Doce le preguntaban sobre las parábolas. Él les dijo: “A vosotros se os ha dado el misterio del Reino de Dios, pero a los que están fuera todo se les presenta en parábolas, para que por mucho que miren no vean, por mucho que oigan no entiendan, no sea que se conviertan y se les perdone.” Y les dice: “¿No entendéis esta parábola? ¿Cómo, entonces, comprenderéis todas las parábolas? El sembrador siembra la palabra. Los que están a lo largo del camino donde se siembra la palabra son aquellos que, en cuanto la oyen, viene Satanás y se lleva la palabra sembrada en ellos. De igual modo, los sembrados en terreno pedregoso son los que, al oír la palabra, al punto la reciben con alegría, pero no tienen raíz en sí mismos, sino que son inconstantes; y en cuanto se presenta una tribulación o persecución por causa de la palabra, sucumben en seguida. Y otros son los sembrados entre los abrojos; son los que han oído la palabra, pero las preocupaciones del mundo, la seducción de las riquezas y las demás concupiscencias les invaden y ahogan la palabra, y queda sin fruto. Y los sembrados en tierra buena son aquellos que oyen la palabra, la acogen y dan fruto, unos treinta, otros sesenta, otros ciento.”


CUANDO LEAS

La perícopa que hoy nos ocupa la podemos dividir en dos partes: la parábola del sembrador y su posterior explicación.
- “Otra vez”. A la parábola propiamente dicha, le precede una amplia descripción de la escena, precedida por el empalme “otra vez”, dando así un matiz de cotidianeidad, y que tiene que ver con el modo en que Jesús solía enseñar a la gente: en la playa, sentado en la barca, rodeado de una gran multitud para escuchar. La escena de entrada, así, crea el marco para el discurso que Jesús pronuncia en parábolas ante el pueblo. Si hasta ahora el evangelista se había limitado a mencionar que Jesús adoctrinaba al pueblo, en este momento se ofrece el mayor ejemplo de cómo se configuraba la enseñanza de Jesús.
- “Por medio de parábolas”. Jesús enseña al pueblo por medio de parábolas, pues, como se indica más adelante, es la forma más adecuada para instruirle. A través de éstas, Jesús les enseña a percibir la presencia misteriosa del Reino en las cosas de la vida y utiliza situaciones conocidas y visibles de la vida para explicar las cosas invisibles y desconocidas del Reino de Dios. Esta parábola presenta una gran plasticidad y echa mano de la experiencia de los agricultores galileos, teniéndose en cuenta sólo un aspecto de su actividad, el de la sementera. Por eso en la introducción no se habla de un agricultor, sino de un sembrador.
- “¡El que tenga oído para oír, que oiga”! El camino para llegar a comprender la parábola es la búsqueda: “¡Tratad de entender!”. La parábola no dice todo inmediatamente, sino que lleva a pensar y hace descubrir desde la experiencia que los oyentes tienen de la siembra.
- Jesús explica la parábola a los discípulos. En este lugar se interrumpe el discurso al pueblo. Jesús ahora está sólo con los doce, y estos piden a Jesús una información complementaria sobre las parábolas.
- Los discípulos quieren saber su significado, pues no entienden. Jesús responde por medio de una frase difícil y misteriosa: “A vosotros se os ha dado el misterio del Reino de Dios, pero a los que están fuera todo se les presenta en parábolas, de modo que por mucho que miren, no verán; y por más que oigan, no entenderán; no se convertirán ni serán perdonados”. Es decir, a los discípulos se contraponen “aquellos que están fuera”. La separación espacial se amplia hasta la espiritual. Marcos se refiere a aquellos que se negaron a recibir el mensaje en tiempos de Jesús, los judíos. Es decir, la parábola revela y esconde al mismo tiempo: revela para “los de dentro”, que aceptan a Jesús como Mesías, Rey grandioso. Ellos entienden las imágenes de la parábola, pero no llegan a entender su significado.
- Después, Jesús explica la parábola parte por parte. Algunos estudiosos piensan que esta explicación se amplificó después por alguna comunidad.


CUANDO MEDITES


- Observa la contraposición que revela esta parábola: Jesús en principio aparece para todo el mundo. Se utilizan los adverbios “tanta”, “muchas”, “mucho”, “toda”, que apuntan hacia la abundancia y la totalidad. La enseñanza de Jesús es para todos, quiere alcanzar a todo el mundo. Sin embargo, a esto se contraponen expresiones que significan una parte del todo: “una parte…otra parte”, de toda la muchedumbre Jesús sólo se queda al final con los doce, estableciéndose una distinción entre los que están dentro y los que están fuera. Jesús conoce el corazón humano, y es muy realista. Es consciente de que sólo una parte de esa totalidad a la que va referida su Palabra va a ser sensible a su mensaje. ¿De qué parte te encuentras?
- Probablemente, todos los que escuchaban tenían experiencia de la semilla lanzada a voleo, conocían las inquietudes por la cosecha abundante o malograda. Quizá por esto no era difícil extraer las consecuencias, pero los discípulos piden la explicación del Maestro para comprender, y reciben una primera lección sobre la necesidad de tener el corazón bien dispuesto y sobre las malas consecuencias de la dureza de corazón. Hoy nos preguntamos: ¿Qué tipo de tierra somos? ¿Cómo recibimos la semilla? ¿Damos fruto? ¿Qué tipo de fruto?
- Fíjate en el sembrador. Él lanza la semilla a todos los terrenos, por igual. Sin embargo, hay diversidad de respuesta. La gracia es igual para todos, pero la libertad humana lleva a respuestas diferentes: ¿cómo colaborar con el sembrador?


CUANDO ORES


- Predispón tus oídos y tus ojos para descubrir lo novedoso de la palabra de Jesús y pídele permiso para subir a su barca, para poder escuchar más de cerca su palabra.
- Agradece que estás en el grupo de “los de dentro”. Acoge la invitación que Jesús te hace de ser su colaborador para ir sembrando la semilla de su palabra.
- Reconoce aquellas cosas que no entiendes, que se te escapan, y, como los discípulos, pregunta al Maestro.
- Ora con el salmista:
“Consulté a Yahvé y me respondió:
me libró de todos mis temores.
Los que lo miran quedarán radiantes,
no habrá sonrojo en sus semblantes”.
(Sal 34,5-6)

 (Autora: Gemma Villaluenga. Equipo de animación de lectio divina de la U.P. Comillas)

lunes, 23 de enero de 2012

La madre y los hermanos de Jesús

Lectio divina de Marcos 3, 22-35

22 Los maestros de la ley, que había venido de Jerusalén, decían: «¡Tiene a Belcebú!»; y también: «¡Echa a los demonios con el poder del príncipe de los demonios!» 23 Jesús entonces los llamó y les dijo en parábolas: 24 «¿Cómo puede ser que Satanás eche a Satanás? Si un reino está dividido contra sí mismo, ese reino no puede subsistir. 25 Y si en una casa está dividida contra sí misma esa casa no puede subsistir. 26 Si Satanás se alza contra sí mismo, está dividido y no puede subsistir, toca a su fin. 27 Por otra parte, nadie puede entrar en la casa de un hombre fuerte y arrebatarle sus cosas si antes no lo ata; sólo así podrá saquear su casa». 28 «Os aseguro que a los hombres se les perdonarán todos los pecados y blasfemias que digan; 29 pero quien blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás y cargará con su pecado eternamente». 30 Y es que a los maestros de la ley decían: «Tiene un espíritu inmundo».
"¡Estos son mi madre y mis hermanos!"
31 Llegaron la madre y los hermanos de Jesús; se quedaron fuera y lo mandaron llamar. 32 La gente estaba sentada a su alrededor cuando le dijeron: «Mira, ahí afuera te buscan tu madre y tus hermanos y hermanas». 33 El respondió: «¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?» 34 Y mirando a los que estaban sentados a su alrededor, dijo: «¡Estos son mi madre y mis hermanos! 35 Porque el que hace la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre».

CUANDO LEAS
La perícopa con la que hoy vamos a orar podríamos dividirla en dos partes: la llegada de los maestros de la ley de Jerusalén y la llegada de sus parientes.
Jerusalén es para Marcos la ciudad hostil, en la que Jesús será ajusticiado. Los maestros de la ley son los adversarios de Jesús. Por tanto, decir los maestros de ley venidos de Jerusalén equivalía a decir los enemigos más acérrimos de Jesús. En lugar de enfrentarse abiertamente a ello, los llamó, al igual que había hecho anteriormente con sus discípulos y para que entiendan completamente la misión de Jesús les cuenta tres parábolas. La primera y la segunda se refieren a la situación sociopolítica. Cuando un pueblo está dividido se destruyen entre ellos mismos. Incide aún más en esto con la segunda parábola dedicada a la familia, la cual si está en lucha, los vínculos familiares se rompen y la familia deja de existir. Con la tercera parábola, entra en el meollo de la cuestión, suponiendo que Satanás expulsa a Satanás. Es decir, supongamos que los demonios están en guerra contra ellos mismos, quiere decir que el «reino de Satanás» está llegando a su fin, por lo cual ha llegado la salvación. Y la salvación es obra de Dios. Al mundo, en el cual hasta ahora ha dominado Satanás, ha llegado uno que es más fuerte, el cual ha atado a aquel, para liberar a la humanidad del mal y ofrecerles la salvación.
El problema está en que algunos no quieren acoger dicha salvación: los que pecan contra el Espíritu Santo. O sea, aquellos que niegan que Jesús expulse a los demonios bajo la acción del Espíritu Santo. Atribuir al demonio lo que es signo del Espíritu Santo es un pecado imperdonable. Es rechazar de pleno la actuación y la presencia de Dios en la historia del ser humano. Esto lo hacen los maestros de la ley llegados de Jerusalén que son, precisamente, los encargados de mostrar a sus contemporáneos el paso de Dios por la historia. De nada sirve que recordemos lo portentos de Dios en la antigüedad, si no somos capaces de verlo en nuestro acontecer diario.
Nos adentramos ahora en la segunda parte del pasaje que nos ocupa. Llegan su madre y sus hermanos. Dicha expresión se refiere a la familia en sentido extenso. Es curioso que no intentan llegar hasta él, sino que se quedan fuera y lo mandan llamar. Se encuentran en el espacio opuesto al que se encuentra Jesús, la multitud por su parte está sentada alrededor en actitud de escucha. Sus familiares, por el contrario, lo que quieren es hacer oír sus voces, quieren hacer valer sus derechos ante Jesús. Con su actuación está dañando la reputación de la familia, y es mejor llevárselo a casa.
Con una expresión aparentemente bastante dura, Jesús quieres mostrarnos quién pertenece a su verdadera familia: los que cumplen la voluntad de Dios. Para ello, es necesario, en primer lugar, que nos pongamos en actitud de escucha, lo cual están haciendo los que se encuentran alrededor de Jesús. Pero, además, es poner en práctica lo que se ha escuchado. Esos son la madre, y la hermana y el hermano de Jesús.


CUANDO MEDITES


- ¿Cómo acojo yo la Palabra y al misión de Jesús?
- ¿Soy vehículo de comunión en mi familia, mi comunidad, con aquellos que me rodean? ¿O, por el contrario, promuevo la discordia, «la guerra civil»?
- Ante Jesús, ¿me pongo en actitud de escucha?
- ¿Intento en mi vida cotidiana cumplir la voluntad de Dios?


CUANDO ORES


Salmo 142


(1) Señor, escucha mi oración;
tú, que eres fiel, atiende a mi súplica;
tú, que eres justo, escúchame.
(2) No llames a juicio a tu siervo,
pues ningún hombre vivo es inocente frente a ti.
(3) El enemigo me persigue a muerte,
empuja mi vida al sepulcro,
me confina a las tinieblas
como a los muertos ya olvidados.
(4) Mi aliento desfallece,
mi corazón dentro de mí está yerto.
(5) Recuerdo los tiempos antiguos,
medito todas tus acciones,
considero las obras de tus manos
(6) y extiendo mis brazos hacia ti:
tengo sed de ti como tierra reseca.
(7) Escúchame enseguida, Señor,
que me falta el aliento.
No me escondas tu rostro,
igual que a los que bajan a la fosa.
(8) En la mañana hazme escuchar tu gracia,
ya que confío en ti.
Indícame el camino que he de seguir,
pues levanto mi alma a ti.
(9) Líbrame del enemigo, Señor,
que me refugio en ti.
(10) Enséñame a cumplir tu voluntad,
ya que tú eres mi Dios.
Tu espíritu, que es bueno,
me guíe por tierra llana.
(11) Por tu nombre, Señor, consérvame vivo;
por tu clemencia, sácame de la angustia.

(Autor: José Ignacio Pedregosa, ssp. Equipo de animación de lectio divina de la U.P. Comillas)

lunes, 16 de enero de 2012

Llamó a los que él quiso

Lectio divina de Marcos 3,13-21


Subió al monte y llamó a los que él quiso; y vinieron donde él. Instituyó Doce, para que estuvieran con él, y para enviarlos a predicar con poder de expulsar los demonios. Instituyó a los Doce y puso a Simón el nombre de Pedro; a Santiago el de Zebedeo y a Juan, el hermano de Santiago, a quienes puso por nombre Boanerges, es decir, hijos del trueno; a Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago el de Alfeo, Tadeo, Simón el Cananeo y Judas Iscariote, el mismo que le entregó. Volvió a casa. Se aglomeró otra vez la muchedumbre de modo que no podían comer. Se enteraron sus parientes y fueron a hacerse cargo de él, pues decían: «Está fuera de sí.»


CUANDO LEAS

El Evangelio de Marcos contiene pocos discursos, y se interesa más por las acciones que por las palabras de Jesús. Sus relatos se desarrollan con abundancia de detalles, y en ellos Jesús aparece con las reacciones propias de un ser humano. Marcos destaca especialmente la humanidad de Jesús y, a partir de ella, nos lleva progresivamente a descubrir en él al Hijo de Dios. Porque detrás de su Persona se esconde un gran "secreto", el secreto "mesiánico", que sólo se revela en su Muerte y su Resurrección. Únicamente en la cruz está la respuesta a la gran pregunta latente a lo largo de todo este Evangelio: "¿Quién es Jesús de Nazaret?". Ciertamente, no es el Mesías glorioso que esperaban sus contemporáneos, sino el Mesías crucificado. La cruz era el camino obligado para llegar a la Resurrección. Todos estamos llamados a seguirlo por este camino, para poder comprender cada vez más profundamente "la Buena Noticia de Jesús, Mesías, Hijo de Dios" (1,1), que Marcos nos transmite con tanta frescura y sencillez, como un eco fiel del primer anuncio del Evangelio.
Marcos, lo mismo que Juan, no hace ninguna referencia a la infancia de Jesús, como lo hacen Mateo y Lucas. Su Evangelio comienza abruptamente con la predicación de Juan el Bautista. Este bautiza con agua y atrae a la multitud, pero anuncia la llegada del que es "más poderoso" (1,7): sólo él bautizará "con el Espíritu Santo" (1,8). Desde el primer momento, Marcos nos dice claramente quién es Jesús. Ya en la escena de su bautismo pone bien de relieve la manifestación del Padre que lo declara su "Hijo muy querido" (1,11). La brevedad con que Marcos narra la tentación del Señor en el desierto, nos ayuda a penetrar en el aspecto esencial del hecho: la lucha y la victoria de Cristo contra el espíritu del mal, que es uno de los temas centrales de este Evangelio.
Marcos insiste en subrayar la humanidad de Jesús. Bien entendido que no se trata de narrar la vida de Jesús, sino de presentar a Jesús como Vida, como Evangelio del que forma parte todo su ser y hacer histórico. El rasgo más característico de Marcos es el realismo con que describe la humanidad de Jesús: hombre sujeto a limitaciones como los demás. Marcos es el único evangelista que refiere sentimientos o hechos de la vida de Jesús que, poco a poco, fueron matizados por la tradición posterior al considerarlos excesivamente «humanos» para ser atribuidos al Hijo de Dios: cólera (3, 5), indignación (10,14), sorpresa (6, 6), compasión (6, 34; 8, 2ss), ternura (9, 36), decepción y contratiempo (8, 17; 9,19), ignorancia (= pide información 6, 38; 8, 27; 9, 21; 10, 18).

CUANDO MEDITES

- Jesús llamó a algunos a seguirle: ¿entiendo mi vida como seguimiento? ¿Vivo la vida como una vocación, como una llamada?
- "Los eligió para que estuvieran con Él y para enviarlos a predicar…”; ¿estoy yo con el Señor en algún momento del día? ¿Dedico al Señor “tiempos de calidad”, para disfrutar de su presencia y compañía?
- Jesús llama por su nombre a sus discípulos: ¿me siento yo llamado por mi nombre? ¿Qué nombre tengo para Dios? ¿Me siento con una identidad clara delante de Dios, sabiendo que Él me llama con mi nombre, que no soy uno más en una lista?
- ¿Alguna vez me he sentido tan apasionado y “cogido” por las cosas de Dios, que pudieran decir de mí que parece que “estoy fuera de mí”, como lo dijeron de Jesús?
- ¿Caigo en la cuenta de que Dios funda su Iglesia sobre unas columnas al mismo tiempo sólidas – los Doce – y al mismo tiempo frágiles – son hombres de “carne y hueso” como cualquiera de nosotros?

CUANDO ORES

Enséñame tu camino, Señor,
y andaré en tu luz,
dame un corazón entregado a ti para honrarte.

Purifícame, límpiame, Señor,
y líbrame de lo que impida el fluir,
Purifícame, límpiame, Señor,
y líbrame de lo que impida que yo sea sordo a tu llamada.

Enséñame tu camino, Señor,
y andaré en tu luz,
dame un corazón entregado a ti para quererte.

Purifícame, límpiame, Señor,
y abre mis oídos para que oiga tu llamada.
Purifícame, límpiame, Señor,
y abre mi corazón para que se esponje mi corazón.

Es tu amor el que yo deseo en mi vida Señor Jesús.
Purifícame, límpiame, Señor,
y líbrame de lo que impide que tu fluyas en mí…


(Autor: Fernado Gálligo, sj. Equipo de animación de lectio divina de la U.P. Comillas)

domingo, 15 de enero de 2012

La persona herida, en el centro del corazón de Dios

Lectio divina de Marcos 3,1-12


1 Entró de nuevo [Jesús] en la sinagoga, y había allí uno que tenía la mano paralizada, 2 y lo espiaban, por si lo curaba en sábado, con intención de acusarlo. 3 Y dice al que tenía la mano seca: «Levántate [y sal] al medio». 4 Y les dice: «¿Se puede hacer bien o hacer mal en sábado, salvar una vida o matar?» Ellos callaban. 5 Y lanzándoles una mirada con ira, entristecido por su endurecimiento de corazón, dice al hombre: «Estira la mano». La estiró, y su mano quedó restablecida. 6 Los fariseos, al salir, enseguida entraron en consejo con los herodianos contra él, sobre cómo deshacerse de él.

7 Jesús con sus discípulos se retiró hacia el mar, pero de Galilea [lo] siguió una gran muchedumbre, y de Judea, 8 de Jerusalén, de Idumea, del otro lado del Jordán, de los contornos de Tiro y Sidón, fue hacia él una gran muchedumbre al oír [hablar de] lo que hacía. 9 Y dijo a sus discípulos que estuviera preparada a su disposición una barca, por causa de la gente, para que no lo apretujasen, 10 pues había curado a muchos, de suerte que todos los que tenían males se le echaban encima para tocarlo. 11 Y los espíritus impuros, cuando lo veían, se echaban a sus pies y gritaban: «¡Tú eres el Hijo de Dios!» 12 Pero les prohibía terminantemente que lo descubrieran.

CUANDO LEAS

Observa las dos escenas que se pueden distinguir en el pasaje de hoy: 1) la curación de un hombre con la mano paralizada en una sinagoga (probablemente en Cafarnaúm); 2) un sumario en que se informa de las curaciones que lleva a cabo Jesús, en presencia de sus discípulos y de una «gran muchedumbre», cerca del mar (probablemente el lago de Galilea), con intervención de los espíritus impuros. Con la primera escena concluye el bloque de controversias con diversos grupos que empezó en 2,1.

En la primera escena

- Fíjate en la pregunta que Jesús dirige a los presentes (que lo están espiando): lo que se debate es hasta dónde alcanza el mandato de guardar el día de sábado y cómo concretarlo (en la época de Jesús era una cuestión candente entre los expertos en la Ley). Los rabinos aceptarán que se puede –y se debe– violar el sábado si es para salvar una vida: «Todo peligro de vida desplaza al sábado» (Misná, Yoma 8,6; principio llamado piqûah néfesh). Jesús pone de relieve el espíritu del descanso sabático: dar vida al ser humano.
- Observa lo que hace Jesús con el enfermo: lo llama para que se ponga en medio de la sinagoga. La persona enferma, que es arrojada al margen de la sinagoga y de la sociedad, debe constituir el centro.
- Advierte que Jesús lanza una mirada con «ira» [orgé] a los presentes. El evangelista Marcos no es «políticamente correcto», y no tiene reparo en poner de relieve los aspectos más humanos de Jesús. De todas formas, la ira queda matizada por la tristeza (debida a la «dureza de corazón»), recordando ambos aspectos la predicación profética y expresando la raíz de la que surgen esos sentimientos: el amor (como los «celos» de Dios en el AT).
- ¿Habría que adjudicar valor simbólico a la mano paralizada? Tanto en el AT como en el NT, la mano suele ser símbolo de la fuerza y el poder (con «mano fuerte y brazo extendido» sacó Dios a Israel de Egipto). Desde este punto de vista, una mano paralizada, seca, sin fuerza, resulta una realidad enormemente paradójica y significativa: Jesús le devuelve su ser, porque él es verdaderamente quien dispone de poder (aunque paradójico, porque es el poder del amor).
- Fíjate en la oposición a Jesús por parte de los fariseos (solo ahora, al final de la escena, sabemos quiénes son los que al principio «lo espiaban»), que llegan hasta el punto de aliarse con los herodianos (partidarios de Herodes Antipas), que habitualmente eran sus enemigos. Por tanto, según Marcos, la intención asesina contra Jesús está ya presente desde el principio de su actividad.

En la segunda escena

- Observa los lugares desde donde acude la gente siguiendo a Jesús. Representan geográficamente la totalidad: norte (Galilea), sur (Judea, Jerusalén, Idumea), este (Transjordania) y oeste (Tiro y Sidón). También manifiestan la totalidad según la pertenencia étnica: judíos (Galilea, Judea) y paganos (Idumea, Transjordania, Tiro y Sidón).
- Fíjate en las expresiones “una gran muchedumbre” (2 veces), “muchos” y “todos”: el evangelista Marcos es muy dado a esa case de generalizaciones.
- Advierte el grito de los espíritus impuros («¡Tú eres el Hijo de Dios!»): coincide con lo que el evangelista ha dicho al comienzo de su escrito: «Evangelio de Jesús, el Mesías, el Hijo de Dios». Sin embargo, Jesús les prohíbe que lo descubran. Es lo que se ha llamado el «secreto mesiánico»: no se puede confesar la mesianidad de Jesús hasta la cruz y la muerte, para evitar malas interpretaciones (por ejemplo, quedarse solo con el aspecto glorioso de su persona y su actividad).

CUANDO  MEDITES

- Piensa en la muchedumbre apretujando a Jesús. Es verdad que la gente acude a él porque lleva a cabo curaciones y exorcismos. Pero, ¿cómo busco yo a Jesús? ¿Con todo mi ser, como busca la cierva corrientes de agua (Sal 42,2)?
- Jesús pide a sus discípulos que le ayuden disponiendo una lancha. Reflexiona ahora sobre la ayuda que tú puedes prestar al Señor. ¿Cuál es la barca que puedes poner a su disposición y que él te pide?
- Ten en cuenta que solo desde la pasión y la muerte se puede confesar cabalmente que Jesús es Mesías e Hijo de Dios. Piensa en cuáles son las tentaciones más frecuentes que tratan de impedir que recorras tras el Señor el camino hasta el final.

CUANDO ORES

- Da gracias a Dios por Jesús, que ponía a la persona enferma y pecadora, al necesitado –a todos nosotros, por tanto–, en el centro de su atención.
- Pide al Señor que nos conceda tener una mirada compasiva como la suya, capaz de descubrir la miseria humana, y una palabra lo suficientemente poderosa o eficaz como para sanarla.
- Alaba al Dios del cielo y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que paradójicamente nos ha revelado todo su poder en el amor «tododebilidoso» de su Hijo.


(Autor: Pedro Barrado. Equipo de animación de lectio divina de la U.P. Comillas)

martes, 10 de enero de 2012

Jesús, Novio y Señor del sábado

Lectio divina de Marcos 2,18-28

 (18) Un día que los discípulos de Juan y los fariseos estaban de ayuno, algunos fueron a decirle a Jesús: “Los seguidores de Juan y de los fariseos ayunan , ¿por qué tus discípulos no ayunan?”.
(19) Jesús les contestó: - “¿Acaso pueden ayunar los invitados a una boda mientras el novio está con ellos? Mientras tienen al novio con ellos no pueden ayunar. (20) Pero llegará el día en que el novio les será quitado, y aquel día ayunarán. (21) Nadie usa un trozo de tela nueva para remendar un vestido viejo, porque lo añadido tira del vestido viejo, lo nuevo de lo viejo, y la rotura se hace más grande. (22) Tampoco nadie echa vino nuevo en odres viejos, porque el vino nuevo hace reventar los odres y se echan a perder odres y vino. A vino nuevo, odres nuevos.
(23) Un sábado mientras Jesús y sus discípulos atravesaban unos campos de trigo, los discípulos se pusieron a arrancar espigas. (24) Los fariseos le preguntaron: “¿Por qué tus discípulos hacen algo que no está permitido en sábado?”
Jesús les respondió: (25) - ¿No habéis leído lo que hizo David cuando él y sus compañeros pasaban necesidad y estaban hambrientos? (26) Entró en la Casa de Dios, siendo sumo sacerdote Abiatar, y comió los panes consagrados, que sólo pueden los sacerdotes, y los compartió con sus compañeros”.
(27) Y añadió: - “El sábado se hizo para el hombre, no el hombre para el sábado. (28) Así que el Hijo del Hombre es señor también del sábado”.

CUANDO LEAS

- Este episodio, que cierra el capítulo segundo, se presenta sin dar noticia de cambio de lugar y tiempo. Por el lugar: a continuación de la comida celebrada por Leví para honrar a Jesús y dar a conocer su cambio de vida, puede hacernos pensar que el texto pertenece a los primeros tiempos jesuánicos. Pero el hecho de que los discípulos de Jesús se distingan de los de Juan y de los fariseos, indica un tiempo posterior a la muerte de Juan Bautista, y el ayuno de sus seguidores puede ser un ayuno de duelo.
- La narración (2,18-28) se desarrolla en una sola escena mediante un diálogo en el que Jesús lleva todo el peso y cuyo contenido sigue la línea metafórica de la frase con que termina el episodio anterior (v.17). El comienzo es una pregunta (v.18) dirigida a Jesús conjuntamente por los “discípulos de Juan y los fariseos”, unidos “por estar ayunando” aunque las razones de cada uno no son necesariamente las mismas, pero quieren saber por qué los de Jesús no lo hacen.
- Ayunar es un ejercicio ascético común a todas las religiones. Marca la estima de otros valores distintos al de satisfacer una necesidad primaria como es comer; también como petición de perdón por los pecados como hicieron los ninivitas (Jon 3,4-9). Los fariseos ayunaban dos veces por semana (Lc 18,12), aunque prescrito solo estaba el ayuno del día de la reconciliación (Lv 19,29-31).
- La respuesta de Jesús es metafórica: la “boda” y su banquete simbolizan el tiempo salvífico y, por lo tanto, la alegría que caracteriza boda y banquete suprime el ayuno. El “novio” es Jesús cuya presencia hace presente el tiempo de salvación. Lo que dice Isaías (62,5): “la alegría que encuentra el esposo con su esposa la encontrará tu Dios contigo”, ya se ha cumplido y por esto se experimenta la alegría del banquete de bodas. Pero hay más: además de la alegría mesiánica hay una clara alusión a la muerte de Jesús y a la repulsa de Israel. Y al mismo tiempo, una alusión a la suerte de los discípulos (v.20), que seguirán el mismo camino del Maestro: habrá otra vez días de ayuno.
- Los dichos siguientes (21-22) se añaden para explicar, en el tiempo de comunidad cristiana, las consecuencias de la presencia de Jesús. Como la tela nueva no es apropiada para remendar ropa vieja, así la vida nueva traída por Jesús, no puede estar en estructuras y normas viejas. Como el vino nuevo, aun en fermentación, destruye el cuero resquebrajado de los odres viejos, así es el espíritu de la comunidad nueva de Jesús purifica las viejas costumbres religiosas. La novedad de Jesús, convertirse a Jesús no es introducir alguna que otra pequeña reforma a un sistema de vida, como si la novedad de Jesús fuera una pieza nueva que poner en un vestido viejo, o como si fuera posible encerrar la novedad de Cristo en vasijas cuarteadas. Lo nuevo se muestra más fuerte que lo viejo. En el Reino de Dios nada será como antes, tampoco el ayuno.

- El relato siguiente (22-28) es característico de la predicación de Jesús. Los sábados, los judíos solo recorrían distancias cortas, además de tener una comida especial. Por el contrario, Jesús está de camino con sus discípulos y éstos cogen espigas y las comen (v. 23). Los fariseos protestan por la violación del “descanso del sábado”. Según Dt 23,26 está permitido arrancar espigas y consumirlas, pero en el rigorista pensamiento fariseo equivalía a “realizar labores de cosecha”, prohibidas por Ex 34,21. Y Jesús, su maestro responsable de la acción de sus discípulos, no sólo se lo permite, sino que los defiende ante los observantes fariseos. Para responder Jesús utiliza 1Sm 21,2-10, con alguna variación (Abiatar en lugar de su padre Ahimelec), la responsabilidad recae sobre David y sus acompañantes son resaltados, de manera que se produce una correspondencia con Jesús y sus discípulos. Pero el uso de Jesús va más allá: destaca su propia autoridad como superior, lo que le permite transgredir el sábado y, además, menciona el sentido original del sábado (Gn 1,1-2,4) que se creó, como todas las demás creaturas, para el hombre. Esta famosa sentencia del sábado y el hombre quiere decir que las religiones –en las cuales la falta de espíritu se pretende suplir con el rigorismo de las normas- y sus normas están al servicio del ser humano y no al revés.

CUANDO MEDITES
Después de leer el texto evangélico, contemplamos en los textos a Jesús en lo que hace y dice, en cómo se comporta con la gente curando sus sufrimientos, defendiendo a sus discípulos, predicando la gran novedad de su evangelio...
Lo que impidió a tantos de sus contemporáneos acoger a Jesús fue el miedo a esa gran novedad, la novedad revolucionaria de su mensaje y actuación que ponía en cuestión sus esquemas de vida, sus tradiciones y hasta la seguridad de su religión. La conversión que Jesús predica no consiste en introducir un pequeño “remiendo” en el sistema de vida judío… Han pasado los años y las palabras de Jesús siguen encontrando en nosotros las mismas resistencias. Pretendemos vivir la fe cristiana en la corteza de nuestra existencia, como un “remiendo” añadido a nuestra vida /…/ Sin embargo, Jesús presenta el evangelio como una “revolución”, como un “vino nuevo” que exige “odres nuevos”…
Hagamos un pequeño repaso a nuestra vida: ¿se configura según los criterios y esquemas de una sociedad que no está inspirada por el evangelio? Creemos, sin duda, en el amor, la conversión, el perdón, la solidaridad, el seguimiento de Jesús, pero vivimos instalados en el consumismo, en la búsqueda más o menos “explícita” de bienestar, en la indiferencia ante el sufrimiento del otro... Y esto vale para todos, para laicos y religiosos, para la vida en familia o en comunidad. Meditemos, pues.

CUANDO ORES

- Orar es un acto del corazón, no de la inteligencia. Es plantearse ¿qué le digo yo a Dios motivado por este texto leído, meditado y traído a mi vida, a mis experiencias, a mis deseos? ¿Tal vez me inspira a tomar de nuevo, aunque en otro estadio, con mayor conocimiento de mis posibilidades y de mis debilidades, a renovar el seguimiento de Jesús, a descubrirlo como una aventura de libertad más que como un ejercicio de renuncia?

- Orar es descubrir que hacernos amigos de Jesús es vivir en una fiesta contínua y que esa alegría la podemos contagiar.

- Al final rezaremos juntos el Salmo 8:
“¡Señor, dueño nuestro,
qué admirable es tu nombre…"


(Autora: Trinidad Brunet. Equipo de animación de lectio divina de la U.P. Comillas)

domingo, 8 de enero de 2012

Jesús llama a Leví y come con pecadores

Lectio divina de Marcos 2,13-17

Salió de nuevo por la orilla del mar, toda la gente acudía a él, y él les enseñaba. Al pasar, vio a Leví, el de Alfeo, sentado en el despacho de impuestos, y le dice: «Sígueme.» El se levantó y le siguió. Y sucedió que estando él a la mesa en casa de Leví, muchos publicanos y pecadores estaban a la mesa con Jesús y sus discípulos, pues eran muchos los que le seguían. Al ver los escribas de los fariseos que comía con los pecadores y publicanos, decían a los discípulos: « ¿Qué? ¿Es que come con los publicanos y pecadores?» Al oír esto Jesús, les dice: «No necesitan médico los que están fuertes, sino los que están mal; no he venido a llamar a justos, sino a pecadores



CUANDO LEAS

Jesús fue un hombre conflictivo que mereció el rechazo de los dirigentes de su pueblo. Entre todas las cosas que hizo hay una que fue considerada especialmente intolerable por la gente piadosa y religiosa de su tiempo: compartir la mesa con pecadores y gente de mal vivir. Entre ellos se contaban los publicanos o recaudadores de impuestos, algunos de los cuales formaba parte del grupo de sus discípulos. Tanto es así, que se ha llegado a decir que a Jesús le mataron por su manera de comer, y por lo que ésta significaba.

En la Antigüedad la forma de comer expresaba convicciones muy profundas respecto a la manera  de ver el mundo y las relaciones con los demás. Para un judío, por ejemplo, sentarse a la mesa con un no judío (pagano) o con un pecador suponía romper las fronteras que los diferenciaban de quienes no pertenecían al pueblo de la Alianza o habían quedado excluidos de él por su pecado.

Compartiendo la mesa con los pecadores, Jesús se salta toda la normativa judía. Con ello se pone a sí mismo en grave peligro de contaminarse, al entrar en contacto con quienes eran considerados impuros, esto es, indignos de acercarse a Dios y apartados de la comunidad a causa de su pecado. La actitud de Jesús les desorientaba profundamente, porque mezclar lo puro con lo impuro era un desbarajuste inaceptable que sólo podía traer malas consecuencias. Al actuar así Jesús ponía patas arriba el orden social y religioso establecido. Y eso era intolerable.

Además, obrando de este modo, Jesús se deshonraba a sí mismo y echaba por tierra su consideración y reconocimiento social. Su comportamiento resulta absolutamente vergonzoso: por aquello de “dime con quién comes y te diré quién eres”, cae en el ridículo más espantoso ante quienes le observan, y su fama queda en entredicho. No puede ser bueno un hombre que se sienta con esa “gentuza”. No es extraño que sus adversarios llegaran a tacharle de “comilón” y de “borracho”, “amigo de pecadores y publicanos” (Lc 7,34).

Ante el escándalo de los maestros de la Ley, Jesús les responde que Él no puede actuar de otra manera porque es el médico cuya misión es estar con los enfermos. Jesús come con los pecadores porque es una manera de salirles al encuentro, de ofrecerles el perdón capaz de curar las heridas abiertas por el pecado. Sentándose con ellos a la mesa les hace sentirse de nuevo en casa, en familia, les ayuda a establecer relaciones de solidaridad, de fraternidad, de acogida, de igualdad… Sólo así podrán reintegrarse a la comunidad, superar su marginación y recuperar la salud perdida.

Jesús no busca el conflicto por el conflicto; si actúa de este modo es porque ha tenido una experiencia singular, única, misericordiosa de Dios. El Dios de Jesús no busca excluir a los pecadores, sino incluirlos y sentarlos a la mesa en el banquete de su Reino (Is 25, 6-8), para celebrar con ellos la fiesta del perdón y la alegría. En sus comidas con los pecadores Jesús ya está haciendo presente el Reino de Dios

CUANDO MEDITES
- Pregúntate: ¿Por qué critican los maestros de la Ley a Jesús?; ¿cómo responde Jesús a esa crítica?; ¿qué razones tiene Jesús para comer con los pecadores?; ¿qué quiere expresar con este gesto?

- El libro de los Hechos de los Apóstoles (Hch 10, 1-11,19) y las cartas de Pablo (1 Cor 11, 17-34; Gál 2, 11-14) dan testimonio de las dificultades de los primeros cristianos para aprender a compartir la mesa sin hacer distinción de raza o condición social… ¿Crees que seguimos teniendo esas dificultades hoy en día?

- El hecho de “comer con” se convirtió en todo un símbolo de cómo la fe en Jesucristo es incompatible con las fronteras y discriminaciones que separan a los hombres. Por eso la celebración de la Eucaristía llegó a ser la expresión máxima del deseo de comunión y de apertura universal que animaba a los primeros cristianos. Tú, ¿con quién celebras la Eucaristía?

- Medita y recuerda que nosotros, seguidores de Jesús, cada domingo celebramos la cena del Señor como quienes anticipan ya en el presente el banquete del Reino de Dios, de manera que deberíamos ensanchar la mesa de nuestra vida para que pudieran sentarse a ella los que no caben en ningún sitio, sabiendo que somos nosotros mismos los necesitados de esta comunión y fraternidad que Jesús se esforzó por crear entre los suyos.

CUANDO ORES

- Hay personas a las que casi de un modo instintivo marginamos o tachamos de “mala gente”. Son los mismos a los que nuestra sociedad ha descartado como inútiles o inservibles. Por nada del mundo nos gustaría que nos vieran, ni a nosotros ni a los nuestros, en compañía de determinados individuos. Si queremos mantener nuestra buena fama, sabemos que debemos alejarnos de cierta clase de gente. De lo contrario, nos exponemos a que nos miren mal o a andar en boca de todo el mundo. ¿Podrías hacer una lista de personas concretas a las que nuestra sociedad o nosotros rechazamos y marginamos? ¿Qué razones tenemos para actuar así?

- La lectura del Evangelio de hoy nos invita a revisar nuestras actitudes y comportamientos. Descubrimos entonces que la manera en que normalmente valoramos a las personas no es la misma de Jesús. Le pedimos al Señor que nos ayude a cambiar el corazón para tener una mirada distinta sobre la realidad, para mirar el mundo como Él lo mira.

- En este momento de oración voy a tratar de hacer presentes a los marginados de nuestro mundo. Pido por ellos, para que no sienta nadie rechazo por el color de su piel, su status económico, sus creencias o su credo religioso.

- Haz un repaso de cuándo fue la última vez que te sentaste a comer con alguien que no es ni de tu familia ni de tu grupo de amigos-conocidos; ¿compartes la mesa alguna vez con gente desconocida? ¿Cómo te sientes en ese momento? ¿Aceptas fácilmente el compartir mesa con gente no conocida, no amiga, no cercana?

- Leví es llamado por Jesús en medio de los acontecimientos cotidianos de su vida, en medio de la actividad normal del día, en los afanes del mundo… Que no me olvide Señor que tu llamada se hace vocación fuerte en lo sencillo y usual de cada día…


Nota del autor: En gran medida las reflexiones de esta hoja han sido tomadas de “El auténtico rostro de Jesús. Guía para una lectura comunitaria del Evangelio de Marcos”, La Casa de la Biblia, Verbo Divino.


(Autor: Fernando Gálligo, sj. Equipo de animación de lectio divina de la U.P. Comillas)