Foto: Conchi López. Buenafuente del Sistal. |
¿Para qué sirven las palabras que escuchamos, las palabras que escribimos, las palabras que pronunciamos? ¿Para qué sirven las palabras de una buena conferencia, de una buena predicación, de una buena homilía?
Cuando son palabras que salen del corazón y llegan a otro corazón, pueden servir para endender un fuego, alentar una esperanza, apagar un mal humor... Muchas veces yo me he agarrado a palabras como un funambulista a su cuerda, para no estrellarme hasta el fondo del precipicio de situaciones aparentemente absurdas. Quienes pronunciaron aquellas palabras pueden estar satisfechas, pues su esfuerzo ha cumplido un propósito seguramente mayor del que buscaban. A veces, el propósito de sostener una vida.
Las palabras son valiosas. Después de lo dicho, no voy a negarlo.
Reconozco que rara vez me he agarrado al silencio.
Y, sin embargo, las palabras de otros llevan a vivir la vida de otros, mientras que en el silencio está mi ser desnudo, sostenido en su propia consistencia, la pesada consistencia de un ser diminuto apoyado en el Único Consistente: el Ser inmenso, infinito y amoroso de Dios.
A veces las palabras llevan un silencio lleno de luz... Gracias por tu testimonio. Tus palabras transmiten vida, comparten vida, están llenas de vida "vivida". Gracias y un abrazo
ResponderEliminarY tus palabras transparentan un gran amor de amistad. ¡Gracias por tu aliento!
ResponderEliminar