CÓMO REZA DOLORES ALEIXANDRE
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El otro día, cuando un taxista me preguntó por dónde quería que
fuéramos, le contesté: “Lléveme por donde le parezca mejor”. Y como no me voy a
fiar de Dios menos que de un taxista, lo que trato de hacer cuando rezo es
dejar que Él me programe la hoja de ruta. Llevo ya tiempo bastante convencida
de que esto de la oración le importa a Dios más que a mí, de que es más asunto
suyo que mío y de que, como me descuide (San Juan de la Cruz decía aquello de
“dejando mi cuidado”) y me ponga a tiro de su acción, Él hará lo que
acostumbra, que es hacernos parecidos a Jesús. Así que si lo suyo es amar y
comunicarse como le dé su real divina gana, me parece que lo mío es ante todo
no estorbar.
Cada noche leo el evangelio del día siguiente y trato de que me
resuene también en el corazón la “otra Palabra” que Él ha ido pronunciando a
través de las personas y las cosas que han pasado en el día y luego procuro que
ese “rumor” me acompase el sueño, en vez del barullo de los tertulianos
radiofónicos, televisivos o literarios. A esa hora les digo como en el
cónclave: Exeant omnes!, y les cierro la puerta sin más contemplaciones. Sólo
se queda dentro la gente que va a acompañarme al día siguiente cuando rece.
En la mañanita echo mano del “kit de oración” consistente en cojín de
zen que me ayuda a mantenerme en buena postura, rincón tranquilo con icono y
vela encendida (valiente tontería pienso a veces, porque suelo cerrar los
ojos). Con el ir y venir de la respiración voy repitiendo tranquilamente el nombre
de Jesús o algunas palabras hebreas como honeni, moskeni o tov hasdeha mehayim
que no pienso explicar lo que significan (1). También aprovecho las “ofertas de
temporada”, o sea los distintos momentos del año litúrgico: no es lo mismo
respirar el nombre de Jesús en Adviento que en Pascua o en Pentecostés. Y no me
pregunten por qué.
A veces me rondan las tentaciones: “Vaya desperdicio de imaginación,
con la cantidad de ideas de colores que a ti se te ocurren enseguida, en vez de
esta sosera tan vacía y tan oscura”. Me defiendo como puedo, agarrada a la
experiencia ya antigua de que esa es para mí la puerta estrecha para “entrar en
lo escondido” y quedarme ex-puesta a la mirada del Padre. Por eso me agarro
como una náufraga al ir y venir de la respiración, que como una okupa benéfica,
va desalojando mi corazón de ideas, de palabras y de las distracciones
pesadísimas que entran y salen brincando como pulgas de playa.
En medio de tantos intentos torpes y a trompicones, sigo pensando que
no sé rezar, pero me consuela pensar que lo contrario (creerme que ya he
aprendido) sería mucho peor.
Luego está la oración del entredía, pero esa es otra historia.
(Publicado en la revista El Ciervo, 05.07.06)
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(1) “Honeni”, “¡Misericordia!” (cf. Sal 51,3; 56,2; 57,2…); “Moskeni
ahareka”, “Arrástrame/atráeme hasta ti”, Cant 1,4; “Tov hasdeha mehayim”, "Tu amor vale más que la vida", Sal 63,4.
Conocía esto ya que lo leíste una vez en el programa de Radio María que hacías. Por cierto, ¡guapetona! y el link... Estoy esperando como siempre. O dime qué debo escribir en el buscador de YouTube. Un beso para todas
ResponderEliminar¡Ah! Gracias por la traducción de las palabras hebreas. La Sra. Aleixandre pensará que todas somos tan eruditas como lo es ella.
ResponderEliminar¡Qué memoria!!! Si te digo yo que tienes que hacer el doctorado en Bibliaaaaa!
ResponderEliminarEl link... Quiero colgar un post sobre ello, y por eso me he despistado del link, que está aquí:
http://www.youtube.com/watch?v=rLhmD-Qjs4o&feature=plcp
He querido poner una barra de esos videos en el blog, pero todavía no me reconoce el canal de lectura de la biblia de youtube... Supongo que es porque está abierto hace poco.
Tengo pendiente enviarte las fotos también...
Quizá esta tarde, pero el internet está espeso desde hace un mes...
Un beso :)
PS: Ah, lo mío me costó encontrar los textos hebreos esos...