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miércoles, 5 de diciembre de 2012

Preparad el camino al Señor


Lectura orante de Lucas 3,1-6

Para disponer el corazón

Canto: Allanad los caminos 
(t.o. lam - CIII)






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Baruc 5,1-9

“Jerusalén, despójate de tu vestido de luto y aflicción y viste las galas perpetuas de la gloria que Dios te da; envuélvete en el manto de la justicia de Dios y ponte en la cabeza la diadema de la gloria perpetua, porque Dios mostrará tu esplendor a cuantos viven bajo el cielo. Dios te dará un nombre para siempre: “Paz en la justicia, Gloria en la piedad”.
Ponte en pie, Jerusalén, sube a la altura, mira hacia oriente y contempla a tus hijos, reunidos de oriente a occidente, a la voz del Espíritu, gozosos, porque Dios se acuerda de ti. A pie se marcharon, conducidos por el enemigo, pero Dios te los traerá con gloria, como llevados en carroza real.
Dios ha mandado abajarse a todos los montes elevados, a todas las colinas encumbradas, ha mandado que se llenen los barrancos hasta allanar el suelo, para que Israel camine con seguridad, guiado por la gloria de Dios: ha mandado al bosque y a los árboles fragantes hacer sombra a Israel. Dios guiará a Israel entre fiestas, a la luz de su gloria, con su justicia y su misericordia. 
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Lucas 3,1-6

1 En el año quince del reinado del emperador Tiberio, siendo Poncio Pilato gobernador de Judea, y Herodes virrey de Galilea, y su hermano Felipe virrey de Iturea y Traconítide, y Lisanio virrey de Abilene, 2 bajo el sumo sacerdocio de Anás y Caifás, vino la Palabra de Dios sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto.
3 Y recorrió toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de conversión para perdón de los pecados 4 como está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías:
“Una voz grita en el desierto: preparad el camino del Señor, allanad sus senderos; 5 elévense los valles, desciendan los montes y colinas; que lo torcido se enderece, lo escabroso se iguale. 
6 Y todos verán la salvación de Dios.”

PROPUESTAS DE MEDITACIÓN

“Vino la Palabra de Dios sobre Juan… en el desierto”
- Prepara un “espacio de desierto” en tu casa, o busca un lugar recogido, un oratorio, iglesia o capilla, al que puedas acudir todos los días. Si esto no te es posible, vale un rincón tranquilo en tu casa, ambientado con una mesa, una vela gruesa, una Biblia, un icono… o con símbolos que te ayuden a recogerte. En torno a la vela, coloca cuatro velas más pequeñas. Son las luces que se te van encendiendo en las cuatro semanas de espera del Adviento, luces interiores, intuiciones y mociones del Espíritu para caminar por el camino que Dios te propone. Y acude a ese desierto, todos los días, para que la Palabra de Dios venga sobre ti…
- Quédate con una Palabra suya cada día y dale vueltas meditándola en tu corazón, como hacía María… ¿Con qué Palabra te quedas hoy?

“Preparando un bautismo de conversión…”
- Bautismo significa sumergirse en el agua… Nos sumergimos en Jesús para morir con él al “hombre viejo” y nacer a la vida nueva en el Espíritu que él nos da… Sumergirse en Jesús es nacer de nuevo… Quizá podamos pensar que lo hemos intentado mil veces y no hemos obtenido ningún resultado, que no tenemos remedio, que no cambiaremos nunca… “¿Puede alguien volver a nacer siendo viejo?”, se preguntaba Nicodemo con desesperanza y escepticismo. Jesús dice que sí, que todo es posible para Dios y para quien tiene fe en Dios. Él puede hacerte una persona nueva ahora, hoy. ¿Quién sabe los tiempos de Dios?
- Date cuenta de todas las zonas oscuras de tu persona que necesitan una conversión, un cambio, una transformación... Date cuenta de tu pecado, de lo que te aleja de Dios, de los otros y de te divide a ti mismo... y exponlo todo ante Él con humildad, con sencillez de corazón y con infinita confianza en que él perdona todas tus culpas y sana todas tus enfermedades... (Sal 103,3).

“Elévense los valles…”
Hay personas hundidas, personas necesitadas, personas marginadas, maltratadas, desesperanzadas… ¿Qué puedes hacer tú para sacar sus vidas de ese abismo, para dignificar sus existencias, para anunciarles la buena noticia de su liberación…?

“Desciendan los montes…”
- El profeta Isaías es, quizá, el profeta que más claramente habla contra la altanería, la soberbia y la prepotencia de los poderosos. El abajar los montes nos recuerda su oráculo de 2,11-17:

Los ojos altivos del hombre serán abajados,
se humillará la altanería humana,
y será exaltado el Señor solo en aquel día.
Pues será aquel día del Señor, Dios de los ejércitos,
para toda depresión, que sea enaltecida,
y para todo lo levantado, que será rebajado:
contra los cedros del Líbano, altos y elevados,
contra todas las encinas de Basán,
contra todo los montes altos,
contra todos los cerros elevados,
contra toda torre prominente,
contra todo muro inaccesible,
contra todas las naves de Tarsis,
contra todos los barcos cargados de tesoros.
Se humillará la altivez del hombre,
y se abajará la altanería humana…” 

- Cambia los cedros, encinas, montes, torres, muros y naves… por realidades que tú experimentas y sientes que han de ser transformadas por la humildad de Dios…

“Que lo torcido se enderece…”
- Pueden ser torcidos los caminos que se siguen… y pueden estar torcidas, curvadas y encorvadas las personas que encontramos a nuestro paso… Incluso nosotros mismos… El Señor endereza a los que ya se doblan (salmo 145,14), y Jesús enderezó a una mujer encorvada (Lc 13,10ss)…  ¿Cómo puedes tú enderezar la vida de otros con tu presencia, tu mano tendida, tu compasión, tu ayuda…?

 “Todos verán la salvación de Dios…”
- El testimonio público de la fe es una llamada, una misión a la que todos los cristianos somos enviados… ¿De qué modo anuncias tu fe en Jesús, el Cristo, el Hijo de Dios, el Salvador, el Camino, la Verdad, la Vida, la Luz, el Pastor, el Señor…?

“Despójate de tu vestido de luto y aflicción y viste las galas perpetuas de la gloria que Dios te da…”
- Entra en la alegría del Adviento… No vivas con pesadumbre, con pesadez, con preocupación o con voluntarismo este tiempo de gracia… Déjate hacer por el que obra en todos su Salvación… Ora insistentemente, haz el bien y alégrate con tu Dios.

PROPUESTAS DE ORACIÓN

1) Pide al Señor que te conceda el deseo de preparar sus caminos, de contribuir con tu vida, tu acción, tu palabra a que su proyecto sobre el mundo se haga realidad. Da gracias por tantas personas que se comprometen en este proyecto en el mundo... por tantos que saben dar incluso la vida por aquello en lo que creen, por los que están dispuestos a una verdadera conversión. Alaba a Dios porque su salvación es para todos: “tanto amó Dios al mundo que le entregó a su único Hijo para que todo el que crea en Él tenga vida eterna”…

2) Esperaré
  
Esperaré a que crezca el árbol  
y me dé sombra. 
Pero abonaré la espera con mis hojas secas. 

Esperaré a que brote el manantial  
y me dé agua. 
Pero despejaré mi cauce  
de memorias enlodadas. 

Esperaré a que apunte  
la aurora y me ilumine. 
Pero sacudiré mi noche 
de postraciones y sudarios.

Esperaré a que llegue  
lo que no sé y me sorprenda 
Pero vaciaré mi casa de todo lo enquistado. 

Y al abonar el árbol,  
despejar el cauce, 
sacudir la noche  
y vaciar la casa,  
la tierra y el lamento se abrirán a la esperanza. 

(Benjamín González Buelta, sj)

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NOTAS SOBRE LAS LECTURAS

1. La primera lectura de este segundo domingo de Adviento es un precioso oráculo del libro de Baruc. Este libro es postexílico. Fue escrito, probablemente, a finales del siglo III o principios del II a.C. por un judío anónimo. Pero, cuando nos acercamos a su lectura, vemos que está ambientado, ficticiamente, en la época del exilio y que se atribuye a Baruc, secretario del profeta Jeremías (s.VI).

Lo cierto es que el autor del libro refleja la misma preocupación del profeta Jeremías por la suerte de los desterrados y,  como él, anuncia que Dios hará una alianza eterna con su pueblo.
La lectura de hoy es un fragmento del oráculo final de salvación y restauración que contiene el libro de Baruc. Si lo leemos despacio, podemos caer en la cuenta de las imágenes poéticas que describen a un pueblo que había sido devastado y sometido al exilio, y que ahora vuelve alegre y triunfante, a su tierra, de la mano de su Dios.

El profeta invita a Jerusalén, a través de imperativos, a despojarse de su luto, su aflicción, su desesperanza, y a revestirse de la gloria, la luz y el resplandor que volverá a tener, salvada por su Dios. Jerusalén es presentada como una novia vestida con traje de gala y una diadema en su cabeza, como ya hiciera Isaías (Is 62,1-5). Se le ha dado un nombre nuevo. Ya no será más la afligida, la abandonada, la devastada,  sino que su nombre será “paz en la justicia y gloria en la piedad”.

A Jerusalén se la invita también a alegrarse y a estar en fiesta por el retorno de los desterrados, de los hijos dispersos, que volverán por un camino llano, fácil y privado de peligros, preparado por el mismo Dios. Consideremos que el camino desde Babilonia a Israel, para una caravana de hombres, mujeres, niños, animales… durante semanas, atravesando incluso lugares inhóspitos, no era fácil. Pero con imágenes poéticas, el profeta anuncia que Dios hará fácil ese camino, hará que los árboles den su sombra, librará de peligros (de pueblos hostiles, de animales salvajes, de hambre y de sed) y conducirá a su pueblo a la tierra de la promesa, como ya lo había hecho al sacarlo de la esclavitud de Egipto, siglos atrás. 

2. Evangelio de Lucas: Imitando el estilo de la Biblia (cf. Os 1,1) y de los historiadores helenistas, Lucas sitúa la actividad de Juan el Bautista en el espacio y en el tiempo. Es un hecho muy importante que el evangelista siempre cuida con esmero para mostrarnos lo siguiente: la salvación de Dios que acontece en Jesús no es algo intemporal. Es algo histórico. Sucedió realmente en un tiempo y en un lugar.
Lucas sitúa a Juan en la historia política del mundo pagano (el emperador, el gobernador) y en la historia político-religiosa del pueblo de Israel (los tetrarcas y los sumos sacerdotes Anás y Caifás). También nos sitúa los acontecimientos geográficamente: toda la región del Jordán y el desierto.
Los datos aportados por Lucas (el año 15 del reinado de Tiberio) nos permiten fechar la actividad del bautista en los años 27/28 d.C.
Juan es descrito como un profeta: la palabra de Dios se dirigió a él, como a Jeremías (Jr 1,2.4), a Joel, a Oseas, e Ezequiel… Los libros proféticos comienzan, por lo general, así: Palabra de Dios que fue dirigida a… A Juan también se le dirige esta Palabra. Él es el último profeta y el mayor de los profetas, es el nuevo Elías esperado por Israel (Lc 1,17), del que nos habla el profeta Malaquías (Mal 3,25). Juan, hijo de Zacarías, terminará encarcelado por fidelidad a su misión (Lc 3,19-20). Un final de mártir, como el de los profetas auténticos de todos los tiempos.

Los lugares en los que Juan realiza su misión son el Jordán y el desierto.
El desierto es un lugar querido y privilegiado para Israel, lugar de la Alianza con Dios, del caminar de Dios con su pueblo. Lugar de soledad, de silencio, de peligros... Y lugar de la profundidad, la interioridad y el encuentro. Lugar donde Dios habla al corazón.
El Jordán es el río que hay que vadear para poder entrar en la tierra prometida, para volver a la tierra; es el río en el que, bañándose, se curó Naamán de su lepra.

La actividad de Juan consistió en predicar un bautismo de conversión, invitar a la transformación radical de toda la persona de mal en bien. El método utilizado era el bautismo o inmersión en el Jordán, signo expresivo y compromiso público de conversión. ¿Cómo ha de ser esa conversión? Lo ilustra la cita del Deuteroisaías (Is 40,3-5), que se refiere al retorno de los exiliados en Babilonia. A éstos se les invita poéticamente a preparar un camino llano y recto entre Babilonia y Palestina, a través del desierto, para que pueda pasar el Señor al frente de su pueblo liberado. La cita termina con un versículo que introduce un rasgo de universalidad: todos verán la salvación que ha hecho Dios. Juan invita a todos a hacer eso mismo: a preparar, para Dios, en la propia vida, un camino llano por el que pueda pasar.

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(Notas tomadas de José Héctor Lüdy, Comentario al A.T., Casa de la Biblia 1997, 159ss; Luis Fernando García Viana, Comentario al N.T., Casa de la Biblia 1995, 198; Nuria Calduch Benages, Misa Dominical 2012, 15).

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