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martes, 19 de febrero de 2013

EUCARISTÍA

Cuando el sacerdote depositó el pan en mis manos, esta mañana, me brotó inmediatamente la siguiente oración:

Eres el Cuerpo de Cristo.
Él se entrega a ti para que tú te entregues a Él.
Él viene a ti para que tú no dejes de venir a Él.
Él entra en ti para que tú entres en Él.
Él vive en ti para que tú vivas en Él.

Él desciende a ti para que tú puedas alcanzarlo.
Él te alimenta a ti para que tú alimentes a muchos.
Él se vierte en tu sangre para que tú derrames tu sangre.
Él se hace carne para que tú te hagas Espíritu.
Él se hace nada para que tú lo seas todo.

Él viene a tu humanidad necesitada 
para que tú te acerques a la humanidad necesitada.
Él es pan partido para que tú seas pan repartido.
Él viene a todos, sin exclusión, para que tú incluyas a todos.

Él es tu Vida.
No hay otra cosa que necesites saber.
No hay nada más que necesites vivir.
Eso te es suficiente.
Conviértete en Aquel al que amas, en Aquel que recibes, 
en Aquel que te habita.
Tú eres su Cuerpo Viviente en la entraña del mundo.




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