Oración
para disponer el corazón: Salmo 119 (Elogio
de la Palabra)
Dichoso el que, con una vida
coherente y fiel,
camina
en la voluntad del Señor;
dichoso el que, guardando su
Palabra,
lo busca de todo corazón;
el que, sin cometer
injusticias,
anda por sus senderos.
Tú revelas tu Evangelio
para que ponga mis pies
en las huellas que me traza.
Ojalá esté firme mi camino,
para abrazar y realizar tu
proyecto sobre mí,
y no me desvíe tras otras
palabras
y otros maestros que no
conducen a la Vida.
Te alabaré con sincero
corazón
cuando aprenda tu único
mandamiento:
el mandamiento antiguo y
nuevo del Amor sin límites.
Quiero guardar tu Palabra en
mi corazón,
como María, y rumiarla en mi
interior día y noche.
Tú, Señor, no me abandones.
Asísteme con el don de tu
Espíritu,
para que tu Palabra se haga
carne en mi carne,
en gestos y palabras
cotidianas.
¿Cómo podrá alguien andar
honestamente?
Viviendo tu Evangelio.
Te busco con sincero corazón,
no consientas que me desvíe
de tu senda.
En mi corazón escondo tus
consejos,
así no me alejaré de ti ni te
daré la espalda.
Bendito eres, Señor!
Pon, como un sello en mi
corazón,
la Buena Noticia de tu
misericordia.
Mis labios van enumerando
las bienaventuranzas, que son
la puerta de tu Reino;
mi alegría es la vida hermosa
que nos has mostrado,
más valiosa y deseable que
todas las riquezas.
Lectura del profeta Isaías 43,16-21
Así dice el Señor, que te abrió camino en el mar
y senda en las aguas impetuosas;
que sacó a batalla carros y caballos,
tropa con sus valientes:
caían para no levantarse,
se apagaron como mecha que se extingue.
No recordéis lo de antaño,
no penséis en lo antiguo;
mirad que realizo algo nuevo;
ya está brotando, ¿no lo notáis?
Abriré un camino por el desierto,
ríos en el yermo;
me glorificarán las bestias del campo,
chacales y avestruces,
porque ofreceré agua en el desierto,
ríos en el yermo,
para apagar la sed de mi pueblo, de mi escogido,
el pueblo que yo formé,
para que proclamara mi alabanza.
...................................................
Juan 8,1-11
La mujer adúltera, Antonio José da Silveira (ilustración de El rostro femenino de Dios, Benjamín González Buelta, sj) |
En aquel tiempo, Jesús
se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el
templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba.
Los escribas y los
fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio,
le dijeron: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La
ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?». Le
preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose,
escribía con el dedo en el suelo. Como insistían en preguntarle, se incorporó y
les dijo: «El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra». E
inclinándose otra vez, siguió escribiendo. Ellos, al oírlo, se fueron
escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos. Y quedó solo Jesús, con
la mujer, en medio, que seguía allí delante.
Jesús se incorporó y le preguntó: «Mujer,
¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?». Ella contestó:
«Ninguno, Señor». Jesús dijo: «Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no
peques más».
CUANDO LEAS
- Cuando
leas el
pasaje de Isaías, ten en cuenta el momento en que el profeta escribió
este texto tan hermoso: fue durante el tiempo en que el pueblo de Israel estaba desterrado en Babilonia, muy lejos de
su tierra y en manos de un imperio opresor (Babilonia). En esa situación,
Israel se acuerda de los tiempos pasados, de aquel episodio de su historia en
que Dios los sacó de la esclavitud de Egipto. La primera estrofa de la lectura
hace alusión al paso del Mar Rojo, cuando el Señor les preparó un camino o una
senda por el mar, que se abrió en dos para dejarles pasar. Y alude también al
desastre que sufrió el ejército egipcio en su persecución.
- Israel
recuerda aquella liberación con nostalgia, pero el profeta les dice que lo
mismo que Dios obró esas maravillas en el pasado, lo hará ahora y aún mayores.
Por eso les dice: “No recordéis lo de
antaño... mirad que hago algo nuevo. Ya está brotando, ¿no lo notáis?”.
Dios está ideando un modo de salvar a
su pueblo y conducirlo de nuevo a su tierra, a través de un desierto en
el que se abrirán caminos y quedará convertido en un manantial para dar de
beber a su pueblo. Porque para Dios
nada hay imposible.
- ¿Por
qué la liturgia habrá escogido este texto en relación al relato de Juan 8,1-11?
Se me
ocurren varias posibilidades:
- Porque alguien que carga y arrastra una antigua
identidad no deseada (porque no se ajusta a lo que realmente es, porque se ha
perdido, porque se ve arrastrado por inercias que no quiere… ) va a ser
renovado enteramente.
- Porque Dios hará “algo nuevo”, le dará un nombre
nuevo, lo hará todo nuevo en aquel ser que había perdido la frescura, la inocencia
primera, la integridad…
- Porque Dios pondrá liberación y libertad en esa situación
de esclavitud. Pondrá agua donde hay sed. Pondrá camino donde no se acierta a
ver ningún camino, mostrará una salida donde no se ve salida alguna…
Eso tienen en común Israel y la mujer adúltera.
Hay un texto de Ezequiel, mucho más duro y explícito,
que nos puede ayudar a comprender mejor la situación interior de Israel y la
mujer, y también el alcance de la actuación de Dios. Como si cuando Dios
libera, restaura y perdona…
- el viejo se volviera niño (Nicodemo…),
- la prostituta, una mujer capaz de un inmenso amor (Lc
7, 36-50),
- la adúltera, una esposa fiel,
- el discípulo que niega al Maestro, un discípulo
capaz de morir con su Maestro (Juan 21,15-19),
- el publicano ladrón, un hombre generoso y
desprendido (Lc 19,1-10),
- la mujer poseída por siete demonios, la mujer más
libre del mundo para seguir y anunciar a Jesús (Mc 16,9-11; Lc 8,2)…
Ezequiel
16, 30
30
¡Oh, qué débil era tu corazón - oráculo del Señor Yahveh - para cometer todas
estas acciones, dignas de una prostituta descarada!
31
Cuando te construías un prostíbulo a la cabecera de todo camino, cuando te
hacías una altura en todas las plazas, despreciando el salario, no eras como la
prostituta. 32 La mujer adúltera, en lugar de su marido, toma
ajenos. 33 A toda prostituta se le da un regalo. Tú, en cambio,
dabas regalos a todos tus amantes, y los atraías con mercedes para que vinieran
a ti de los alrededores y se prestasen a tus prostituciones. 34 Contigo
ha pasado en tus prostituciones al revés que con las otras mujeres; nadie
andaba solicitando detrás de ti; eras tú la que pagabas, y no se te pagaba: ¡ha
sido al revés!
35
Pues bien, prostituta, escucha la palabra de Yahveh (…)
53
Yo… te restableceré a ti… 60 …
yo me acordaré de mi alianza contigo en los días de tu juventud, y estableceré
en tu favor una alianza eterna.
61
Y tú te acordarás de tu conducta y te avergonzarás de ella (…)
62
Yo mismo restableceré mi alianza contigo, y sabrás que yo soy Yahveh, 63
para que te acuerdes y te avergüences y no oses más abrir la boca de vergüenza,
cuando yo te haya perdonado todo lo que has hecho, oráculo del Señor Yahveh.
CUANDO MEDITES
- Hoy,
tú eres Israel. ¿Qué te oprime o te esclaviza? ¿Qué te preocupa o te agobia?
¿Qué “desiertos” y “sequías” amenazan tu vida?
- Trae
a la memoria episodios de tu vida en que Dios te ha liberado, salvado,
cuidado... ¿Crees que Dios puede salvarte hoy? ¿Crees en “el Dios de los
imposibles”? ¿Crees que Dios es capaz de recrear toda la realidad, incluida
toda tu persona, librándote de tus esclavitudes?
- En el evangelio de Juan encontramos a una mujer
sorprendida en adulterio. Una vez más, como en otros casos, vemos a los
fariseos y escribas confrontados con Jesús: ellos, dispuestos a acusar, juzgar
y condenar; Él, compasivo, dispuesto a perdonar.
- Por grande que sea tu
pecado, Dios te perdona y anima a estrenar una vida nueva: “Tampoco yo te
condeno. Anda y, en adelante, no peques más”. ¿Crees que Dios perdona todas tus
culpas, por graves que sean? ¿Crees que Él te hace nuevo/a cada vez que te
equivocas, cada vez que tropiezas, cada vez que lo niegas, cada vez que haces
daño a otros, cada vez que te autoagredes, cada vez que te sientes incapaz de
amar...?
- ¿Has experimentado alguna vez cómo el perdón y la
paciencia de alguien que te ama, te han levantado de tu caída, de tu error y ha
sanado tus heridas interiores?
- ¿Cómo es tu actitud espontánea ante el prójimo: de
juicio o de misericordia?
CUANDO
ORES
1.
Salmo 103 (adaptado)
- Bendito seas, Jesús, Dios
de misericordia infinita,
imagen del Padre, encarnación
de su bondad.
Desde el fondo de mi ser te
bendigo, Señor,
y recuerdo siempre tus muchos
beneficios.
- Bendito seas Tú, que
perdonas todas mis culpas
y sanas todas mis
enfermedades.
Bendito seas Tú, que rescatas
mi vida de la infelicidad,
del desánimo y la
desesperanza,
y saturas de bienes mi
existencia.
- Bendito seas, Jesús,
misericordioso y cercano.
Como se alzan los cielos por
encima de la tierra,
así de alto e inmenso es tu
amor para con nosotros.
Tan lejos como está el
oriente del ocaso,
así alejas de nosotros todas
nuestras rebeldías.
- Como un padre y una madre
sienten ternura por sus hijos,
así sientes ternura por
nosotros,
porque Tú nos conoces
enteramente,
y sabes que somos tan
frágiles como el barro.
- Bendito seas, Jesús, el
Amigo de los niños y de los pobres,
de las mujeres, de los
enfermos y de los extranjeros,
de los extraviados y
pecadores:
Dame un corazón lleno de
compasión
para que pueda ofrecer a
otros
el mismo amor que Tú
derrochas conmigo.
- Bendito seas, Jesús, que
nos recreas y nos haces nuevos.
Como un alfarero, pones sobre
mí tus manos
y modelas mi corazón a tu
imagen
para que sea enteramente
tuyo.
Gracias porque no me juzgas,
porque me miras con bondad,
porque, como a la mujer
adúltera,
me das la oportunidad de comenzar
otra vez
y estrenar vida nueva.
2. La mujer adúltera
Mientras
enseñabas
en el primer
aire de la mañana,
un tumulto de cacería
se fue acercando excitado
por la explanada del templo.
Arrastraban a una mujer
sorprendida en adulterio
en la noche confundida (Jn 8,1-11).
un tumulto de cacería
se fue acercando excitado
por la explanada del templo.
Arrastraban a una mujer
sorprendida en adulterio
en la noche confundida (Jn 8,1-11).
¿Dónde estaba
el varón?
Mirando
desde la ley,
no había salida alguna,
y tú también estabas cercado
con la mujer encogida.
Pero el amor, cuando mira,
en las murallas de piedra
siempre descubre puertas
que se abren hacia la vida.
Con tu pausa de silencio
abriste otro universo.
Dibujabas en el suelo
como el dedo de Yahveh
en las piedras de Moisés,
y con una sola propuesta,
no había salida alguna,
y tú también estabas cercado
con la mujer encogida.
Pero el amor, cuando mira,
en las murallas de piedra
siempre descubre puertas
que se abren hacia la vida.
Con tu pausa de silencio
abriste otro universo.
Dibujabas en el suelo
como el dedo de Yahveh
en las piedras de Moisés,
y con una sola propuesta,
Desarmaste los
puños cerrados
con las piedras del crimen:
con las piedras del crimen:
“El que esté
libre de pecado,
que tire la primera piedra”.
que tire la primera piedra”.
En
el encuentro contigo,
la mujer
liberó a los varones,
amos de la sociedad;
la condenada
liberó a los jueces,
dueños de la vida y de la muerte;
a adúltera
liberó a los justos
según las leyes del templo.
Los hombres,
los amos,
los justos,
fueron dejando caer al suelo
las piedras de la muerte
que llevaban dentro
y se alejaron en el silencio
del primer día del mundo.
La mujer,
la condenada,
la adúltera,
quedó sola y renacida
ante tu mirada creadora,
en el centro de la libertad,
estrenando el corazón
y un nuevo tiempo de vida.
la mujer
liberó a los varones,
amos de la sociedad;
la condenada
liberó a los jueces,
dueños de la vida y de la muerte;
a adúltera
liberó a los justos
según las leyes del templo.
Los hombres,
los amos,
los justos,
fueron dejando caer al suelo
las piedras de la muerte
que llevaban dentro
y se alejaron en el silencio
del primer día del mundo.
La mujer,
la condenada,
la adúltera,
quedó sola y renacida
ante tu mirada creadora,
en el centro de la libertad,
estrenando el corazón
y un nuevo tiempo de vida.
Y
en ti, Jesús de Nazaret,
liberado también del cerco,
liberado también del cerco,
brilló
para todo el pueblo
la ternura eterna del Padre.
Benjamín González Buelta, sj
la ternura eterna del Padre.
Benjamín González Buelta, sj
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