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miércoles, 10 de abril de 2013

Pedro, ¿me amas?

Lectura orante de Juan 21,1-19

Canto: Si conocieras cómo te amo (Glenda)

Si conocieras cómo te amo, si conocieras cómo te amo,
dejarías de vivir sin amor.
Si conocieras cómo te amo, si conocieras cómo te amo,
dejarías de mendigar cualquier amor.
Si conocieras cómo te amo, cómo te amo
serías más feliz.

Si conocieras cómo te busco, si conocieras cómo te busco,
dejarías que te alcanzara mi voz.
Si conocieras cómo te busco, si conocieras cómo te busco,
dejarías que te hablara al corazón.
Si conocieras cómo te busco, cómo te busco,
escucharías más mi voz.

Si conocieras cómo te sueño, si conocieras cómo te sueño,
buscarías lo que  lo que espero de ti.
Si conocieras cómo te sueño, si conocieras cómo te sueño
buscarías lo que he pensado para ti.
Si conocieras cómo te sueño, cómo te sueño,
pensarías más en mí.


………………..

Oración para disponer el corazón: Tú me salvas

No te cansas de mí,
aunque a ratos
ni yo mismo me soporto.
No te rindes,
aunque tanto
me alejo, te ignoro, me pierdo.
No desistes,
que yo soy necio,
pero tú eres tenaz.
No te desentiendes de mí,
porque tu amor 
puede más que los motivos

Tenme paciencia,
tú que no desesperas,
que al creer en mí
me abres los ojos
y las alas…

(José María Olaizola, sj)

Juan 21,1-19

1 Después de esto, se manifestó Jesús otra vez a los discípulos a orillas del mar de Tiberíades. Se manifestó de esta manera.
2 Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael, el de Caná de Galilea, los de Zebedeo y otros dos de sus discípulos.
3 Simón Pedro les dice: «Voy a pescar.» Le contestan ellos: «También nosotros vamos contigo.» Fueron y subieron a la barca, pero aquella noche no pescaron nada.
4 Cuando ya amaneció, estaba Jesús en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús.

5 Les dice Jesús: «Muchachos, ¿no tenéis pescado?» Le contestaron: «No.»
6 El les dijo: «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis.» La echaron, pues, y ya no podían arrastrarla por la abundancia de peces.
7 El discípulo a quien Jesús amaba dice entonces a Pedro: «Es el Señor», se puso el vestido - pues estaba desnudo - y se lanzó al mar.
8 Los demás discípulos vinieron en la barca, arrastrando la red con los peces; pues no distaban mucho de tierra, sino unos doscientos codos.
9 Nada más saltar a tierra, ven preparadas unas brasas y un pez sobre ellas y pan.
10 Les dice Jesús: «Traed algunos de los peces que acabáis de pescar.»
11 Subió Simón Pedro y sacó la red a tierra, llena de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y, aun siendo tantos, no se rompió la red.
12 Jesús les dice: «Venid y comed.» Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: «¿Quién eres tú?», sabiendo que era el Señor.
13 Viene entonces Jesús, toma el pan y se lo da; y de igual modo el pez.
14 Esta fue ya la tercera vez que Jesús se manifestó a los discípulos después de resucitar de entre los muertos.

15 Después de haber comido, dice Jesús a Simón Pedro: «Simón de Juan, ¿me amas más que éstos?» Le dice él: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero.» Le dice Jesús: «Apacienta mis corderos.»
16 Vuelve a decirle por segunda vez: «Simón de Juan, ¿me amas?» Le dice él: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero.» Le dice Jesús: «Apacienta mis ovejas.»
17 Le dice por tercera vez: «Simón de Juan, ¿me quieres?» Se entristeció Pedro de que le preguntase por tercera vez: «¿Me quieres?» y le dijo: «Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero.» Le dice Jesús: "Apacienta mis ovejas."

18 "En verdad, en verdad te digo: cuando eras joven, tú mismo te ceñías, e ibas adonde querías; pero cuando llegues a viejo, extenderás tus manos y otro te ceñirá y te llevará adonde tú no quieras."
19 Con esto indicaba la clase de muerte con que iba a glorificar a Dios. Dicho esto, añadió: «Sígueme.»

CUANDO LEAS

- El capítulo 21, el último del cuarto evangelio, fue añadido a modo de epílogo, después de una primera conclusión (20,30-31), en una segunda edición del texto. Se trata de una meditación sobre Cristo Resucitado que ilumina y dirige la misión evangelizadora de la Iglesia en el mundo. La escena, ambientada en la orilla occidental del lago de Genesaret, se compone de dos grandes cuadros: la aparición en el lago (21,1-14) y un diálogo entre Jesús y Pedro (21,15-19) que, de hecho, continúa hasta  el v. 23.
El primer cuadro, a su vez, se desarrolla en dos momentos: la pesca milagrosa (21,1-8), signo que revela la presencia de Cristo Resucitado, y la comida que Jesús comparte con sus discípulos en la orilla del lago (21,9-13). El v. 14 es una conclusión redaccional que coordina esta aparición con las dos precedentes.

- La escena de la pesca empieza con una introducción, donde se mencionan el lugar, los nombres de los personajes (siete discípulos) y la ardua tardea a la que se dedicaban: la pesca. En el v. 4, irrumpe un personaje nuevo y desconocido que los discípulos no reconocen. Esta característica, típica de las apariciones, quiere mostrar la diferencia entre el Jesús “según la carne”, fácilmente identificable, y el Cristo “según el Espíritu”, reconocible sólo por medio de la fe. 
Pedro toma la iniciativa y todos le siguen. Salen a pescar, pero después de bregar toda la noche por su cuenta no consiguen nada. El desconocido insiste en que echen de nuevo la red al mar. Obedecen por instinto a su palabra y de una sola redada pescan 153 peces grandes, es decir, una cantidad inimaginable de peces. “Sin mí no podéis hacer nada”, les había dicho el Señor pocos días antes (15,5). El primero que lo reconoce es el discípulo amado, mientras Pedro reacciona impulsivamente, como siempre. Jesús les espera en la orilla con la comida preparada. Sus gestos recuerdan los de la última cena.

En el diálogo entre Jesús y Pedro, éste confiesa tres veces su amor al Señor, como reparación de su triple negación, y el Señor le confiere el cuidado del rebaño, que sigue perteneciendo en exclusiva al Señor: “apacienta mis corderos” (v. 15), “apacienta mis ovejas” (v. 17).

(Nuria Calduch Benages, Misa Dominical 2013 / 06)

CUANDO MEDITES

- “Simón Pedro le dice: ‘Me voy a pescar’… y aquella noche no cogieron nada…”
Cuando Jesús llama a sus primeros discípulos, pescadores de profesión, les dice que serán “pescadores de hombres”… Su misión será adentrarse, con riesgo, con entusiasmo y con amor, en el océano del mundo, de pueblos y culturas diversas, para atraer a todos hacia Jesús y su evangelio. Pero cuando la tarea es realizada sin fe, sin esperanza, en la noche, y sin Jesús, no hay resultado. “Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada” (Jn 15,5). Las iniciativas y estrategias pastorales más sofisticadas son frías, vacías y no transparentan a Dios si no arde en ellas el amor a Dios… Así trabajaba Pablo, urgido por el amor de Cristo: “El amor de Cristo nos apremia…” (2 Cor 15,14).
¿Estás unida a Jesús como el sarmiento a la vid, como la llama al fuego, como la ola al mar?

- “Estaba ya amaneciendo cuando se presentó Jesús…”
Jesús es la luz y está siempre en nuestra orilla, siempre cerca… Todo (interrogantes, búsquedas, desencuentros, encuentros, errores, aciertos, pérdidas, alegrías, esperanzas, miedos…), todo queda iluminado por Él. Cuando Él está, es posible creer que es posible comenzar de nuevo… Con Él todo es posible: recomenzar una tarea, un proyecto, unas relaciones...; incluso, toda una vida… “Su luz nos hace ver la luz” (Sal 36, 10).

- “Pero los discípulos no sabían que era Jesús…”
María Magdalena confunde a Jesús con un hortelano, y le reconoce cuando Él pronuncia su nombre; los discípulos de Emaús sólo lo reconocen cuando él parte el pan; Pedro y los otros seis discípulos no saben que es Jesús, pero tienen la certeza cuando Él realiza un gesto conocido, familiar... La sobreabundancia de la pesca les recordó la sobreabundancia de los panes y los peces con los que se sació la gente… El pescado en las brasas y el pan partido les recordó la comida eucarística… Son los ojos del amor los que reconocen al Señor (“¡Es es Señor!”). El amor siempre llega antes y es el discípulo amado el que lo reconoce… El mismo que reclinó su cabeza en el regazo de Jesús durante la última cena… Quien se acerca a Él, quien ora, quien cultiva la intimidad con Él, va tejiendo lazos cada vez más profundos de amor y amistad y recibe luz para reconocerlo allí donde Jesús dijo que estaría... ¿Cómo cuidas tu intimidad con Jesús? ¿Dónde encuentras a Dios?

- “Simón de Juan, ¿me amas?… Apacienta…”
Es conmovedora la escena, conmovedora la pregunta… Simón había dicho tres veces: “no conozco a este hombre”… Y ahora se le da la oportunidad de decirle: “Sí, te conozco, te conozco, soy de los tuyos, y te amo”… Aún así, Pedro dice, humildemente, “te quiero”… Es una forma de amar más pequeña…, menos gratuita, menos “perfecta”… pero es su forma de amar. Después de haber prometido que moriría con Jesús y haber roto su promesa, no se atreve a decir más… No lo dice con sus palabras. Lo dirá con su vida, con su servicio, apacentando el rebaño con un amor hasta el extremo, cuando sea crucificado como su Maestro. ¿Cómo es tu amor a Jesús, a los otros, a todo lo real? ¿Cómo es tu servicio y tu cuidado de los otros? Recuerda: lo único importante en la vida es el amor.

- “… cuando llegues a viejo, extenderás tus manos y otro te ceñirá y te llevará…”
Pedro estaba acostumbrado a ser el líder, a tomar la iniciativa, a llevar la voz cantante… Jesús le habla de lo importante que es, en la vida, acoger las pasividades, las pérdidas, los descensos… En la vejez, aunque se ganan muchas cosas, se pierden otras muchas: belleza, fuerza, facultades, relevancia social, capacidad de influencia, compañía… Es el momento, si no se ha hecho antes, de aprender a dejarse conducir y guiar, como un niño… Es el momento de abandonarse, incluso a lo que no se desea… ¿Cómo te dejas conducir, sin resistencias, por el Viviente?

- "Sígueme"
Pedro había seguido a Jesús, durante la pasión, "de lejos"... Sus pensamientos y sentimientos no eran los de Jesús. No estaba dispuesto a la kénosis, al vaciamiento, al despojamiento, a hacerse nada... Pero, cuando confirma su amor a su Señor, es el momento del auténtico seguimiento hasta el final... ¿Eres verdadero discípulo de Jesús? ¿Pones tus pies sobre sus huellas? ¿Vives como vivió Él, piensas como pensó Él, sientes como sintió Él...? 
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De José Antonio Pagola:

En el epílogo del evangelio de Juan se recoge un relato del encuentro de Jesús resucitado con sus discípulos a orillas del lago Galilea. Cuando se redacta, los cristianos están viviendo momentos difíciles de prueba y persecución: algunos reniegan de su fe. El narrador quiere reavivar la fe de sus lectores.
Se acerca la noche y los discípulos salen a pescar. No están los Doce. El grupo se ha roto al ser crucificado su Maestro. Están de nuevo con las barcas y las redes que habían dejado para seguir a Jesús. Todo ha terminado. De nuevo están solos.
La pesca resulta un fracaso completo. El narrador lo subraya con fuerza: "Salieron, se embarcaron y aquella noche no cogieron nada". Vuelven con las redes vacías. ¿No es ésta la experiencia de no pocas comunidades cristianas que ven cómo se debilitan sus fuerzas y su capacidad evangelizadora?
Con frecuencia, nuestros esfuerzos en medio de una sociedad indiferente apenas obtienen resultados. También nosotros constatamos que nuestras redes están vacías. Es fácil la tentación del desaliento y la desesperanza. ¿Cómo sostener y reavivar nuestra fe?
En este contexto de fracaso, el relato dice que "estaba amaneciendo cuando Jesús se presentó en la orilla". Sin embargo, los discípulos no lo reconocen desde la barca. Tal vez es la distancia, tal vez la bruma del amanecer, y, sobre todo, su corazón entristecido lo que les impide verlo. Jesús está hablando con ellos, pero "no sabían que era Jesús".
¿No es éste uno de los efectos más perniciosos de la crisis religiosa que estamos sufriendo? Preocupados por sobrevivir, constatando cada vez más nuestra debilidad, no nos resulta fácil reconocer entre nosotros la presencia de Jesús resucitado, que nos habla desde el Evangelio y nos alimenta en la celebración de la cena eucarística.
Es el discípulo más querido por Jesús el primero que lo reconoce:"¡Es el Señor!". No están solos. Todo puede empezar de nuevo. Todo puede ser diferente. Con humildad pero con fe, Pedro reconocerá su pecado y confesará su amor sincero a Jesús:"Señor, tú sabes que te quiero". Los demás discípulos no pueden sentir otra cosa.
En nuestros grupos y comunidades cristianas necesitamos testigos de Jesús. Creyentes que, con su vida y su palabra nos ayuden a descubrir en estos momentos la presencia viva de Jesús en medio de nuestra experiencia de fracaso y fragilidad. Los cristianos saldremos de esta crisis acrecentando nuestra confianza en Jesús. Hoy no somos capaces de sospechar su fuerza para sacarnos del desaliento y la desesperanza.
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CUANDO ORES

Oración: Lo que quiero ser

Quiero ser pastor que vele por los suyos;
árbol frondoso que dé sombra al cansado;
fuente donde beba el sediento.
Quiero ser canción que inunde los silencios;
libro que descubra horizontes remotos;
poema que deshiele un corazón frío;
papel donde se pueda escribir una historia.

Quiero ser risa en los espacios tristes,
y semilla que prende en el terreno yermo.
Ser carta de amor para el solitario,
y grito fuerte para el sordo…

Pastor, árbol o fuente,
canción, libro o poema…
Papel, risa, grito, carta, semilla…
Lo que tú quieras, lo que tú pidas,
lo que tú sueñes, Señor…
eso quiero ser.

(José Mª Rodríguez Olaizola, sj)
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Canto: Yo quiero ser tu servidor

1. Con lo que soy vengo ante Ti,
mi vida está en tus manos, tómala.
Tú sabes bien, Señor, que soy
obstáculo en tu obra,
sin méritos ni fuerzas.

Pero Tú me has querido asociar
por amor a tu labor,
y tenerme siempre junto a Ti,
siempre juntos, Tú y yo, Señor.
YO QUIERO SER TU SERVIDOR ,
YO QUIERO SER TU SERVIDOR,
ESCLAVO QUE NO SABE
LO QUE HACER SIN SU SEÑOR.
YO QUIERO SER TU SERVIDOR,      
VIVIR TAN SÓLO DE TU AMOR,
SENTIR LA SED DE ALMAS
QUE ME INFUNDE TU CALOR.

2. Quieres contar con mi labor,
pudiéndolo Tú todo y nada yo.
Mira, Señor,  mi corazón
y enciende en él el fuego
que nace en tu presencia.

Pero tú...

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