Lectio divina de Juan 4,1-41
1 Cuando
Jesús se enteró de que había llegado
a oídos de los fariseos que él hacía más discípulos y bautizaba más que Juan2
-aunque no era Jesús mismo el que bautizaba, sino sus discípulos-, 3abandonó Judea y volvió a
Galilea.
4
Tenía
que pasar por Samaría. 5
Llega, pues, a una ciudad de Samaría llamada Sicar, cerca de la heredad que Jacob
dio a su hijo José. 6 Allí estaba el pozo de Jacob. Jesús, como se había fatigado del camino, estaba sentado
junto al pozo. Era alrededor de la hora sexta.
7
Llega
una
mujer de Samaria a sacar agua. Jesús le dice: «Dame de beber.», 8 pues sus
discípulos se habían ido a la ciudad a comprar comida. Le dice la mujer
samaritana:
9
«¿Cómo
tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy una mujer samaritana?» (Porque
los judíos no se tratan con los samaritanos.)
10
Jesús
le respondió: «Si conocieras el don de
Dios, y quién es el que te dice: 'Dame
de beber', tú le habrías pedido a él, y él te habría dado agua viva.» 11 Le dice la
mujer: «Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo; ¿de dónde, pues,
tienes esa agua viva? 12
¿Es que tú eres más que nuestro padre Jacob, que nos dio el pozo, y de él bebieron él y sus hijos y
sus ganados?»
13 Jesús
le respondió: «Todo el que beba de esta agua, volverá a tener sed; 14
pero el que beba del agua que yo le dé,
no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le dé se convertirá en él en fuente de agua que brota para vida eterna.»
15 Le
dice la mujer: «Señor, dame de esa agua,
para que no tenga más sed y no tenga que venir aquí a sacarla.»
16
El
le dice: «Vete, llama a tu marido y vuelve acá.»
17
Respondió la mujer: «No tengo marido.»
Jesús
le dice: «Bien has dicho que no tienes marido, 18 porque has tenido
cinco maridos y el que ahora tienes no es marido tuyo; en eso has dicho la
verdad.»
19 Le
dice la mujer: «Señor, veo que eres un profeta. 20
Nuestros padres adoraron en este monte y vosotros decís que en Jerusalén es el
lugar donde se debe adorar.»
21 Jesús
le dice: «Créeme, mujer, que llega la hora en que, ni en este monte, ni en
Jerusalén adoraréis al Padre. 22
Vosotros adoráis lo que no conocéis; nosotros adoramos lo que conocemos, porque
la salvación viene de los judíos. 23 Pero llega la hora (ya estamos
en ella) en que los adoradores
verdaderos adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque así quiere el
Padre que sean los que le adoren. 24 Dios es espíritu, y los que
adoran, deben adorar en espíritu y verdad.»
25 Le
dice la mujer: «Sé que va a venir el Mesías, el llamado Cristo.
Cuando venga, nos lo explicará todo.»
26 Jesús
le dice: «Yo soy, el que te está
hablando.»
27 En
esto llegaron sus discípulos y se sorprendían de que hablara con una mujer.
Pero nadie le dijo: «¿Qué quieres?» o «¿Qué hablas con ella?»
28 La
mujer, dejando su cántaro, corrió a
la ciudad y dijo a la gente: 29 «Venid a ver a un hombre que me ha
dicho todo lo que he hecho. ¿No será el Cristo?» 30
Salieron de la ciudad e iban donde él.
31
Entretanto, los discípulos le insistían diciendo: «Rabbí, come.»
32 Pero
él les dijo: «Yo tengo para comer un
alimento que vosotros no conocéis.»
33 Los
discípulos se decían unos a otros: «¿Le habrá traído alguien de comer?»
34 Les
dice Jesús: «Mi alimento es hacer la
voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra. 35 ¿No
decís vosotros: Cuatro meses más y llega la siega? Pues bien, yo os digo: Alzad
vuestros ojos y ved los campos, que blanquean ya para la siega. 36 Ya
el segador recibe el salario, y recoge fruto para vida eterna, de modo que el
sembrador se alegra igual que el segador. 37 Porque en esto resulta
verdadero el refrán de que uno es el sembrador y otro el segador: 38
yo os he enviado a segar donde vosotros no os habéis fatigado. Otros se
fatigaron y vosotros os aprovecháis de su fatiga.»
39 Muchos
samaritanos de aquella ciudad creyeron
en él por las palabras de la mujer que atestiguaba: «Me ha dicho todo lo
que he hecho.»
40 Cuando
llegaron donde él los samaritanos, le rogaron que se quedara con ellos. Y se
quedó allí dos días.
41 Y
fueron muchos más los que creyeron por
sus palabras, 42 y decían a la mujer: «Ya no creemos por tus palabras; que nosotros mismos hemos oído y sabemos que
éste es verdaderamente el Salvador del
mundo.»
CUANDO
LEAS
s Fíjate en que, en los primeros capítulos del evangelio de Juan, Jesús
se va revelando como el cumplimiento de las esperanzas de Israel. Jesús es “aquel de quien escribió Moisés en la ley y
los profetas” (Jn 1,43), es el Mesías esperado (1,41), es el Unigénito de
Dios; es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo; es el Novio en el
banquete escatológico del Reino; es el nuevo Templo; es el que ha venido de
parte de Dios como Maestro y enseña su camino conforme a la verdad; es la
Palabra, la Luz y la Vida.
s En el capítulo 4, Jesús se revela como el
que responde a las esperanzas del judaísmo heterodoxo samaritano y a las
expectativas del mundo entero. Podemos distinguir las siguientes partes en el
evangelio:
- vv.1-3: Transición que justifica el
paso de Jesús por Samaría.
- vv. 4-6: Introducción geográfica.
- vv.7-26: Coloquio de Jesús con la
samaritana
- vv.27-30: Vuelta de los discípulos y
marcha de la samaritana.
- vv.31-38: Diálogo de Jesús con los
discípulos.
- vv. 39-42: Conclusión. Los samaritanos
creen en Jesús.
s Cae
en la cuenta de que, a lo largo del episodio, se produce un progresivo descubrimiento de la identidad de Jesús, reconocido, en
primer lugar, como judío (v.9), más grande que Jacob (v.12), profeta (v.19),
Mesías (vv. 26.29) y Salvador del mundo (v.42). Junto a este tema cristológico,
aparece la novedad del don del Espíritu y de la misión simbolizada en la siega.
s El
episodio sucede en una ciudad de Samaría llamada Sicar. Samaría sugiere, en tiempos de Jesús,
un lugar hostil. Los judíos y los samaritanos no se trataban. Tenemos un
ejemplo de esa hostilidad entre judíos y samaritanos en el evangelio de
Lucas (cf. Lc 9,51-56). Pero Jesús rompe esta oposición étnica: reconoce
al leproso agradecido (cf. Lc 17,11ss), y pone como protagonista de una
parábola del amor a un samaritano (cf. Lc 10, 30ss.). Y no solo rompe el
antagonismo entre dos pueblos sino también las barreras del sexo. Un maestro no
debía hablar con una mujer sola sin la presencia del marido (de ahí, la
extrañeza de los discípulos en v. 27).
s Jesús
se sienta junto a un pozo y se
encuentra con una mujer que viene a sacar agua. Una pareja junto a un pozo
sugiere y evoca los relatos patriarcales de los encuentros amorosos
entre los patriarcas y las matriarcas: Eliezer, siervo de Abrahán, encuentra a
Rebeca, futura esposa de Isaac, junto a un pozo (Gn 24,11ss); Jacob se enamora
de Raquel junto a un pozo (Gn 29), y Moisés conoce a Séfora junto a un pozo (Éx
2,15). El escenario sugiere, por tanto, un encuentro de amor y de mayor
intimidad.
Jesús, sentado junto a un pozo, se encuentra con una mujer sin
nombre, personaje que representa al pueblo de Dios idólatra y representa
a cada uno de los discípulos y discípulas con los que Jesús se hace el
encontradizo aprovechando nuestra situación de carencia y necesidad.
s Fíjate en los personajes principales y
secundarios de la escena:
- Jesús: Aparentemente es un hombre normal, un hombre que
experimenta el cansancio y la sed tras largas horas de caminata. Es judío, pero
se trata de un judío muy “extraño”, pues le dirige la palabra a una mujer y,
para colmo, samaritana. Fíjate lo que dice un tratado rabínico sobre el
trato con las mujeres: “Un hombre se procura tanto mal cuanto más tiempo
pasa hablando con la mujer, se aleja de la palabra de la ley y su destino es la
gehenna” (Abot 15). Pero Jesús no hace ningún caso de principios y normas
que marginen y excluyan a los débiles.
- La mujer samaritana: La vida de esta mujer está marcada por
la carencia y la rutina infecunda. Diariamente debía ir a buscar el
agua, pues carecía de ella. Tampoco tenía marido. Había tenido cinco, y su
compañero actual no era su marido. Esta mujer representa el pueblo idólatra,
incapaz de saciar su sed de vida con los numerosos dioses paganos a los
que se había ido aferrando sin encontrar lo que pedía su corazón. Recordemos
que muchos profetas utilizan la imagen de una esposa que se prostituye
para representar al pueblo infiel a Dios (cf. Oseas 1-2; Ez 16,15ss; Jr 3...).
La referencia a los cinco maridos puede ser una alusión a las cinco
ermitas de los dioses paganos que se mencionan en 2 Re 17,24-41.
- Los samaritanos de Sicar: Creen en Jesús por el
anuncio de la mujer. Pero no se conforman con una fe “recibida”, “heredada”,
“externa”. La hacen suya cuando ellos mismos conocen a Jesús y le oyen (vv.
39-41). Fíjate en el proceso que sigue su fe: el testimonio de alguien à
la fe desde lo escuchado à
la personalización de la fe à
la confesión. Es un itinerario catecumenal.
- Los discípulos
entran en escena en los vv. 27-38. Tienen en común con la samaritana que no
entienden el lenguaje de Jesús ni entran en su modo de pensar. Ellos están
empeñados en que coma y Jesús les está hablando de “otro alimento”, como
la samaritana estaba obstinada en hablar del agua H2O, del cubo y de cómo se
las arreglaría Jesús para sacarla del pozo... mientras que Jesús estaba
hablando del agua viva del Espíritu.
s Fíjate en el proceso que va haciendo esta
mujer: pasa de sus búsquedas más superficiales a las más profundas; del agua
material al agua viva; de la percepción de Jesús como un “judío”, un simple
“hombre”, al reconocimiento de Jesús Profeta y Mesías-Cristo.
Su fe sorprendida la arrastra a dejar el cántaro (“cisternas
agrietadas que no retienen el agua”, diría Jeremías), y a ir corriendo a anunciar
lo que ha visto y oído. Su fe contagia de fe a sus paisanos, quienes terminan
confesando: “Éste es verdaderamente el Salvador del mundo”.
CUANDO
MEDITES
1. Jesús, vulnerable, cansado y sediento, me pide de beber. A pesar de mi pobreza, él confía en mis recursos,
en que puedo hacer algo por él… ¿Qué
puedo darle yo de lo que tengo?
2. Jesús rompe los muros de separación y exclusión y se dirige a una
mujer samaritana para hacerle el don de su persona, del Espíritu, de la
salvación… ¿A quién incluyo y a quién
excluyo yo de mi vida y mis relaciones?
3. La samaritana tiene sed. Busca agua con su cántaro. ¿De qué tienes sed tú? ¿Cuáles son tus
búsquedas y deseos profundos?
4. Date cuenta de cuáles son los “maridos” en los que a veces
pones tu seguridad y tu felicidad: ¿la salud, la prosperidad económica, el
éxito profesional, la buena fama...?
5. Contempla a Jesús como el agua viva que te da el agua del
Espíritu Santo. ¿Con qué
manantiales calma Dios la sed de tu vida? ¿Qué oasis, ríos, fuentes, pozos...
ha puesto en tus desiertos?
6. Cuando la samaritana se encuentra con Jesús, deja atrás su cántaro y va a anunciarlo a sus vecinos. Haz memoria
de personajes bíblicos o personas que conozcas que, al encontrarse con Jesús,
dejaron atrás todo lo que hasta entonces había constituido su seguridad y su
riqueza. ¿Qué has dejado atrás tú? ¿Qué sientes que debes dejar atrás?...
7. Jesús dice que su alimento es hacer la voluntad del Padre y
llevar a cabo su obra. ¿Con qué alimentas tu vida y tu fe? ¿Qué lecturas,
conversaciones, “ritos”, hábitos, costumbres, relaciones...? ¿Qué espacios de
oración dejas para que el Señor te dé de beber y te alimente?
8. ¿Crees que Jesús es el Salvador del mundo y tu Salvador, como
confesaron los samaritanos? ¿Sientes la urgencia amorosa de anunciarlo así a
los demás?
CUANDO
ORES
w Acércate a Jesús, manantial de agua viva
y exponle tu vida, tus cansancios, tus vacíos, tus búsquedas… Pídele: “Dame de tu agua viva”.
w Dale gracias porque se hace el
encontradizo contigo y te da su vida, su Espíritu… todo.
w Puedes terminar rezando la siguiente
oración:
Tengo sed de ti
Es verdad. Estoy a la puerta de tu
corazón, de día y de noche.
Aun cuando no estás escuchando,
aun cuando dudes que pudiera ser yo,
ahí estoy: esperando la más pequeña señal
de respuesta,
hasta la más pequeña sugerencia de
invitación
que me permita entrar.
Y
quiero que sepas que cada vez que me invitas,
Yo vengo siempre, sin falta.
Vengo en silencio e invisible,
pero con un poder y un amor infinitos
[…].
Vengo con Mi misericordia, con Mi deseo
de perdonarte y de sanarte,
con un amor hacia ti que va más allá de
tu comprensión.
Un amor en cada detalle, tan grande como
el amor
que he recibido de Mi Padre.
Vengo deseando consolarte y darte fuerza,
levantarte y vendar todas tus heridas.
Te traigo Mi luz, para disipar tu
oscuridad y todas tus dudas. […]
Vengo con Mi paz, para tranquilizar tu
alma.
Cuando
finalmente abras las puertas de tu
corazón y te acerques lo suficiente,
entonces Me oirás decir una y otra vez,
no en meras palabras humanas sino en
espíritu:
«no importa qué es lo que hayas hecho, te
amo por ti mismo.
Ven a Mí con tu miseria y tus pecados,
con tus problemas y necesidades,
y con todo tu deseo de ser amado.
Estoy a la puerta de tu corazón y llamo... ábreme, porque tengo sed de ti…».
(Madre Teresa de Calcuta)
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Lectio divina preparada por Conchi López, pddm (Equipo de animación de San Francisco de Borja, Madrid)
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