Lectio divina de Juan 6,1-15
61 Algún tiempo
después se fue Jesús al otro lado del lago de Galilea (de Tiberíades). 2
Lo seguía una gran multitud, pues veían
las señales que hacía con los enfermos.3Se retiró Jesús a un monte y
allí se sentó con sus discípulos. 4Estaba cerca la Pascua, la fiesta
de los judíos. 5Alzando la vista y viendo la multitud que acudía a él, Jesús dice a Felipe:
--¿Dónde compraremos pan para que coman ésos? 6(Lo decía para
ponerlo a prueba, pues bien sabía él lo
que iba a hacer). 7Felipe le contestó:
- Doscientos denarios de pan no bastarían para que a cada uno le tocase un
pedazo.
8Uno de los
discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice:
9-Aquí hay un muchacho
que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es esto para tantos?
10Jesús les dijo:
- Haced que se recueste la gente.
(Había mucha hierba en el lugar). Se sentaron. Los varones eran unos cinco mil. 11Entonces Jesús tomó los
panes, pronunció una acción de gracias
y los repartió a los que estaban sentados. Lo mismo hizo con
los pescados: todo lo que querían. 12Cuando
quedaron satisfechos dijo a sus
discípulos:
- Recoged las sobras para que no
se desaproveche nada.
13Las recogieron y, con los trozos de los cinco panes de cebada,
que habían sobrado a los comensales, llenaron doce cestas. 14Cuando
la gente vio la señal que había hecho,
dijeron:
- Ciertamente éste es el Profeta, el que tenía que venir al
mundo.
15Jesús entonces, conociendo
que pensaban venir para llevárselo y proclamarlo rey, se retiró de nuevo al monte, él solo.
CUANDO LEAS
El cap. 6º de Juan abre la 3ª
sección del “libro de los signos”. Presenta dos hechos: la
multiplicación de los panes y la marcha sobre las aguas, y dos discursos:
el primero sobre el pan de vida (6,23-51a) y el segundo sobre
la eucaristía (6,51b-58). Entre los hechos y los discursos
hay una especie de intermedio que trata de centrar la atención sobre el
verdadero alimento. Este capítulo es importante, lo abordaremos en cinco
jueves. Nuestra atención está tarde está focalizada en los vers. 1 al 15, el
relato del signo de la “multiplicación de los panes y los peces”, un hecho
sorprendente, que se conserva en la memoria de los testigos y que recogen los
cuatro evangelistas, aunque el de Juan es el más atento a los detalles.
(vv.6,1-4): Marco de la escena, personajes:
En paralelismo con 5,1 comienza con la expresión “algún tiempo después”, “pasado
algún tiempo”, según traducciones, idénticas en el original. Seguidamente
describe la presencia de Jesús (v.1),
los discípulos (V.3), y una muchedumbre (v.2) en la montaña (v.3), en el otro
lado del mar de Galilea (v.1), cuando ya estaba cerca la fiesta de “los judíos”, la Pascua. La muchedumbre,
que va por su cuenta, sigue a Jesús porque
habían visto los signos que hacía en los enfermos (v.2). Jesús sube a un
monte cuyo nombre no se da y se sienta allí con sus discípulos.
“Jesús pasó al otro lado del mar”: Alusión al mar que atravesaron
los judíos en el antiguo éxodo. El “lago/mar” tiene dos nombres: el tradicional
hebreo (de Galilea), y el de Tiberíades, nombre romano, que le daban
los gentiles porque en su orilla se levantaba la ciudad de Tiberias, en honor
del emperador Tiberio. Al utilizar los dos nombres el evangelista quiere llamar
la atención acerca de la mezcla de población judía y pagana en la región hacia
la que está abierto el éxodo de Jesús.
Hay en toda la narración un trasfondo
simbólico apoyado en el recuerdo del Éxodo: salida y paso del mar (v; 1);
monte (v.3); dificultad de subsistencia (v.5); tentación (v.6); solución
inesperada: el maná/pan (v.9.1.13); crisis entre grupo/gente y líder/Jesús
(v.14-15). Y alusión al suceso de Eliseo: 2Re 4,42-44.
(vv. 5-9): El problema. No hay personajes nuevos. Es la primera
vez que Juan presenta una multitud
que sigue a Jesús porque ve en él una esperanza, una alternativa frente al
sistema judío. Esta multitud fuerza a Jesús a tomar la iniciativa manifestando
su preocupación por su alimentación (v.5) y da pie a su diálogo con Felipe, al
que enfrenta con la realidad que tiene delante: el problema de cómo alimentarla. El narrador informa de
que Jesús sabía lo que iba a hacer. La pregunta pone a prueba la fe de
los discípulos (v.6b). Estos atienden al hambre y a la alimentación
material, de ahí sus respuestas. Felipe calculando el importe necesario, Andrés
llevando los panes y peces que un previsor muchacho ofreció, acompañado de un
¿qué es esto para tantos? Duda que pueda bastar.
(vv. 10-13): El milagro/signo. Fijémonos en las acciones de Jesús: les ORDENA recostarse en la falda de la montaña, como
para un banquete. Comer recostado era propio de hombres libres, los
siervos comían de pie. El narrador añade dos detalles: “había mucha hierba en aquel lugar”. A los lectores contemporáneos,
-también a nosotros- les recordó el
salmo 23: “en verdes praderas me hace
recostar”. La abundancia de hierba da un tono de fiesta, no es un lugar
desierto sino una pradera sin frontera frente al mar. TOMA en sus manos los panes del
muchacho, DA GRACIAS y los DISTRIBUYE
a la gente que está recostada para el banquete (v.11a). --Esta
distribución de los panes evoca una formal celebración eucarística--. Jesús
también distribuye el pescado (v.11b) y todos quedan satisfechos
(v.11c). Entonces MANDA a sus
discípulos que recojan los trozos sobrantes para que no se desperdicie nada: el
don que hace Jesús al pueblo que viene hacia él buscando alimento (v.5) no debe
desperdiciarse; los discípulos tienen el deber de preservarlo, obedeciendo así
la palabra de Jesús (v.13). A lo largo del relato se mezclan las tradiciones de
la Pascua judía y las cristianas que rodeaban la celebración de la eucaristía.
(vv. 14-15): Consecuencias del milagro/signo: Los discípulos
pensaban lo mismo que la muchedumbre, estaban solo preocupados del alimento
material. Sucede como en el pasaje paralelo de Marcos, quien apunta: “No habían entendido lo de los panes”
(6,52). Como les ocurrió al principio (1,35-49), como Nicodemo (3,2) y la
samaritana (4, 19.25.30), un signo les ha conducido a una fe limitada.
No han progresado desde que comenzaron el seguimiento.
Los seguidores de Jesús, es
decir, aquellos que le habían seguido hasta allí por sus obras, al contemplar
el portento pensaron que, efectivamente, Jesús era el profeta que Israel
esperaba, el que había sido anunciado por los profetas, y decidieron forzarle a
aceptar ser su rey, pero Jesús --igual que Moisés cuando contempló la idolatría
de su pueblo (Ex 34,3-4) — “se retiró de
nuevo al monte, él sólo” (v.15). “El poder de Jesús no debe ser mal
entendido. Acepta ser “el profeta que
había de venir”. Niega ser el rey que ellos esperaban. Se anticipa aquí la
afirmación que hace el mismo Jesús ante Pilato: “mi reino no es de este mundo”
(18,36). La partida de Jesús marca el final del episodio.
CUANDO MEDITES
- Aprende este hermoso verso de
Mamerto Menapache, monje benedictino:
“No tenemos en
nuestras manos
la solución a
los problemas del mundo.
Pero, ante los
problemas del mundo,
tenemos
nuestras manos.
Que la
madrugada nos encuentre sembrando”.
¿Qué siembro yo? ¿Están mis manos
dispuestas para esa siembra que me espera?
- “Y la gente decía: “Este es verdaderamente el
Profeta que había de venir”… ¡Oh fuerza excesiva de la gula! Había hecho milagros
más maravillosos seguramente, pero nunca confesaron esto, sino cuando
estuvieron hartos…!!!
Y yo ¿a qué espero para
“descubrir” al Jesús que me espera?
- Jesús quiso la cooperación de
sus discípulos en este signo/milagro. Primero les llamó la atención sobre el
problema devenido mediante la pregunta a Felipe, y les dejó proponer posibles
soluciones que no son tales. Jesús nos invita a una revisión profunda de
criterios, a confrontar el estilo de Jesús, su valores y los nuestros.
CUANDO ORES
- Hazte consciente de la
presencia de Dios Padre bueno en interior, en la parte más profunda de ti. Ten
la seguridad de que Dios se deja encontrar si le buscas.
- Disfruta estos minutos de
silencio en la presencia amorosa de la Trinidad
- Puedes terminar rezando la oración Nosotros
creemos, del cardenal Carlo María Martini.
Nosotros creemos que Jesús, Hombre y Dios, es el Cristo resucitado que
permanece para siempre con nosotros en el símbolo del pan y del vino.
Nosotros creemos que Jesús
se ha entregado voluntariamente a la muerte para comunicar al hombre la nueva
vida redimida y santificada. El gesto de la víspera de su Pasión sigue vivo día
a día en la Eucaristía.
Nosotros creemos en su presencia viva, en su sacrificio que se
renueva en la Misa.
Nosotros sabemos que ahí está la fuente de la Redención para
nosotros y para todos.
Nosotros creemos que repetir su gesto al entregar el cuerpo y la
sangre, es decir, darse en ofrenda por el prójimo, no es sólo deber del
cristiano, sino el único modo de convivir humanamente.
Nosotros creemos que la respuesta más ajustada a nuestras
expectativas, con frecuencia dramáticas, la fuente de paz, de justicia y de
amor que tan trabajosamente andamos buscando entre los hombres, la capacidad de
cambiar y de fundar una nueva humanidad, sólo se encuentra en Ti, Jesús, en tu
entrega total y definitiva, que es la Eucaristía presente en la Iglesia.
Estamos seguros de que todo el dolor injusto y cruel, toda la
sangre fraterna que baña la tierra, se mezcla con tu sangre, oh Cristo, y se
convierte en salvación y redención para todos.
Estamos seguros, Señor crucificado, de que el sacrificio oculto en
el corazón de los hombres y mujeres honestos, la entrega valiente de cuantos
luchan por amor, el penoso esfuerzo de cada día, son momentos preciosos y
fecundos, ofrecidos la muerte de Cristo que se renueva en la Eucaristía.
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Lectio divina preparada por Trinidad Brunet (Equipo de animación de San Francisco de Borja, Madrid)