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miércoles, 12 de febrero de 2014

"¿Quieres curarte?"

Lectio divina de Juan 5,1-18

1 Después de esto, hubo una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. 2 Hay en Jerusalén, junto a la puerta de las Ovejas, una piscina que se llama en hebreo Betesda, que tiene cinco pórticos. 3 En ellos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos, paralíticos, esperando la agitación del agua. 4 Porque el ángel del Señor se lavaba de tiempo en tiempo en la piscina y agitaba el agua; y el primero que se metía después de la agitación del agua, recobraba la salud de cualquier mal que tuviera. 5 Había allí un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo. 6 Jesús, viéndole tendido y sabiendo que llevaba mucho tiempo, le dice: “¿Quieres curarte?” 7 Le respondió el enfermo: “Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina y cuando se agita el agua; y mientras yo voy, otro baja antes que yo”. 8 Jesús le dice: “Levántate, toma tu camilla y anda”. 9 Y al instante el hombre recobró la salud, tomó su camilla y se puso a andar.
Pero era sábado aquel día. 10 Por eso los judíos decían al que había sido curado: “Es sábado y no te está permitido llevar la camilla”. 11 Él les respondió: “El que me ha devuelto la salud me ha dicho: Toma tu camilla y anda”. 12 Ellos le preguntaron: “¿Quién es el hombre que te ha dicho: Tómala y anda?” 13 Pero el curado no sabía quién era, pues Jesús había desaparecido porque había mucha gente en aquel lugar. 14 Más tarde, Jesús lo encuentra en el Templo y le dice: “Mira, has recobrado la salud; no peques más, para que no te suceda algo peor”.
15 El hombre se fue a decir a los judíos que era Jesús el que le había devuelto la salud. 16 Por eso los judíos perseguían a Jesús, porque hacía estas cosas en sábado. 17 Pero Jesús les replicó: “Mi padre trabaja hasta ahora y yo también trabajo”. 18 Por eso los judíos trataban con mayor empeño de matarle, porque no solo quebrantaba el sábado, sino que llamaba a Dios su propio Padre, haciéndose a sí mismo igual a Dios.

CUANDO LEAS (1)

Hasta este momento, en la lectura continua del evangelio de Juan, hemos viajado con Jesús por Caná de Galilea (2,1), por Jerusalén para la fiesta de Pascua (2,13), por toda Judea (3,22), de nuevo por Galilea pasando por Samaría (4,3-4.46) para llegar ahora, nuevamente, a Jerusalén con motivo de “una fiesta de los judíos”. El lugar geográfico (Jerusalén) da unidad a todo el capítulo 5. Y, dentro de Jerusalén, el lugar donde acontece el episodio es la piscina de Betesda (o Betzathá), una zona situada al nordeste del templo, junto a la puerta por la que pasaban los rebaños conducidos a Jerusalén para ser sacrificados. En cuanto a la fiesta mencionada, no sabemos de cuál se trata. Es una fiesta entre dos Pascuas (2,13 y 6,4). Pero la indicación temporal más importante es que se trataba de un sábado (5,9).
Teniendo en cuenta la reacción de los distintos personajes en la narración, se puede dar al capítulo la siguiente estructura:
  1. La curación del paralítico por Jesús en la piscina (5,1-9)
  2. Interrogatorio de los judíos a causa del sábado (5,10-13)
  3. Encuentro del hombre curado con Jesús en el templo (5,14)
  4. Reconocimiento público de Jesús por el hombre (5,15)
  5. Altercado entre Jesús y los judíos (5,16-18)
  6. Discurso de Jesús a los judíos (5,19-47)
1. La narración comienza con un relato de curación. Se nos describe el lugar y la multitud de enfermos (ciegos, cojos y paralíticos). Allí se encuentra Jesús y ve a un hombre que yace, de quién él sabe que ya hace treinta y ocho años que está paralítico y le pregunta: “¿Quieres sanar?”
La cifra 38 puede ser simbólica y quizá remite a Dt 2,14: “Nuestra marcha desde Cadés Barnea duró 38 años, exactamente el tiempo necesario hasta que desapareció del campamento toda la generación de varones aptos para la guerra”. Después de treinta y ocho años, habían muerto todos los varones que habían pecado, entonces viene la vida nueva. Esto es lo que está a punto de suceder con el hombre que lleva 38 años paralítico. Para Brown, la sugerencia de que  la cifra tiene valor simbólico es innecesaria. En los milagros del N.T. es frecuente indicar que la enfermedad en cuestión no era una dolencia temporal sino crónica: la mujer de Lc 13,11 llevaba 18 años enferma; la hemorroísa de Mc 5 llevaba 12 años con flujos de sangre; el tullido de Hch 4,22 tenía 40 años; Eneas, curado por Pedro en Lida, llevaba 8 años enfermo, 9,33. Es una manera de indicar que se trataba de casos desesperados.
La pregunta de Jesús al paralítico no es absurda. Pretende movilizar su deseo de curación y de vida. La enfermedad crónica ha matado ese deseo en él y se encuentra aislado y solo. Es una persona que no tiene a nadie. Por eso no responde a Jesús. No dice si quiere sanar o no, sino que permanece encerrado en su forma de pensar, como si lo suyo no tuviera solución, como si no hubiera esperanza para él, como si él mismo no pudiera cargar con su propia vida y hubiese olvidado sus propios deseos y necesidades.
La palabra de Jesús, en esta situación, trae de nuevo al paralítico a la plenitud de la vida: “Levántate, toma tu camilla y anda”. El verbo “levantarse”, en griego es el mismo que se usa para hablar de la resurrección (“… como el Padre hace levantar a los muertos y los trae a la vida, así el Hijo trae a la vida”, 5,21). La curación es un acto de pasar de la muerte a la vida.
Sin embargo, era sábado aquél día. El tema del sábado es importante en el relato. Hay dos modos de entender el sábado: como plenitud de la creación, día de la vida plena, día del Señor, día de fiesta y de alegría, un día hecho para el hombre, o bien como un día que se convierte en una carga para los creyentes: carga de leyes rígidas que no se deben transgredir y que impiden incluso hacer el bien y cuidar la vida de otros.
2. En la segunda escena cambia el lugar, las personas y el contenido. La curación de Jesús no es el tema principal, sino la ley. Los judíos se dirigen al enfermo, que camina por las calles de Jerusalén llevando su camilla, para decirle que eso no está permitido en sábado. En el centro de su conversación está Jesús y sus palabras milagrosas: “toma tu palabra y echa a andar”. Al paralítico le pasa, en principio, como a todos los que se encuentran con Jesús: no sabe quién es (así también, el Bautista, 1,31.33, Nicodemo, la samaritana…).
3. Jesús encuentra al hombre en el Templo. Le encuentra porque le busca. En el evangelio de Juan, el verbo buscar es recurrente: los discípulos buscan a Jesús, se buscan unos a otros para dar testimonio de Jesús; Jesús busca al ciego en 9,35…; unos griegos buscan a Jesús, y también los judíos, Jn 7.  
La frase de Jesús “no peques más” parece extraña y contradice lo que Jesús dice en 9,3. Pero, en este caso, sugiere que Jesús pone en relación el pecado con la enfermedad de la parálisis, como en Mc 2,5. ¿Cuál sería el pecado de este enfermo? No querer curarse, haber renunciado al deseo de vivir, la desesperación ante el futuro, y el vivir como “normal” su situación de exclusión de la fiesta, como si Dios fuere malvado y gozase con la muerte del hombre (cf. Ez 33,11). También ese pecado está en relación con conocer o no conocer a Jesús y al Padre. Ahora el paralítico ha conocido a Jesús. En 5,24, Jesús dice: “Quien escucha mi palabra y cree en el que me ha enviado… ha dado ya el paso de la muerte a la vida” (5,24). Se trata de no volver a la antigua vida sin Jesús y sin Dios. Quien cree en Jesús tiene vida eterna.
4. El versículo 15 ha recibido dos interpretaciones totalmente opuestas: 1) El hombre es un traidor que acusa a Jesús (a favor de esta interpretación está la expresión “el hombre se fue”, física y emocional-teológicamente, como los discípulos de Jn 6,66 que abandonaron a Jesús); 2) El hombre se ha convertido en un discípulo de Jesús que da testimonio público de él (a favor de esta interpretación está el hecho de que el verbo “dar a conocer” tiene un sentido positivo en todos los lugares donde aparece en el evangelio: 4,25; 16,13; 16,14.15).
5. Por primera vez en el relato aparecen las palabras “perseguir” y “matar”. El conflicto entre Jesús y los judíos es a vida o muerte. Jesús cura y da vida a quien no tiene vida. En contraposición, él será entregado a la muerte. Este episodio en Jerusalén, en un contexto de fiesta, evoca la Pascua definitiva en la que entregará su vida, por amor, hasta el fin.
La frase de Jesús en 5,17 (“mi Padre trabaja y yo también trabajo”) se debe entender sobre el trasfondo de Éx 31,17: “En seis días hizo el Señor el cielo y la tierra, pero en el día séptimo descansó y tomó respiro”. Los rabinos interpretan que Dios cesó su obra creadora pero no cesó de impartir justicia y de encargarse del “respiro”, del “aliento”, de la vida del hombre. El descanso de Dios es, en realidad, introducirnos en su descanso, en su fiesta, comunión y filiación. Cuando Jesús cura a un paralítico en el día sábado, está participando de ese poder vivificador de Dios y cumpliendo su obra. Así como su Padre no ha cesado con el trabajo de vivificar en el día séptimo, así tampoco Jesús.
Los judíos entienden que Jesús se equipara con Dios. No solo anula el sábado sino que se hace igual a Dios.

CUANDO MEDITES

1. Sitúate en la escena… Hazte consciente de tu enfermedad, de tu necesidad… Puede que estés ciega, que algún aspecto de tu vida o de tu persona estén paralizadas… Mira cómo Jesús pasa junto a ti, te mira… sabe… y te pregunta “¿Quieres curarte?”… ¿Qué le respondes a Jesús? ¿Qué deseos quieres expresarle?...
2. “Levántate, toma tu camilla y echa a andar”… ¿Te sientes capaz de cargar con todas las cargas de tu vida, con toda tu realidad y tus circunstancias?... Si no es así, cree que la fuerza vivificadora de Jesús te da la fuerza, la gracia, la posibilidad… Su fuerza vence en tu debilidad…
3. “Mi Padre trabaja y yo también trabajo”… Jesús hace lo que ve hacer a su Padre. Su misión, su tarea, su vida, es ocuparse de lo que el Padre se ocupa… En este caso, son los excluidos de la salvación que ofrecía la religión oficial del pueblo judío… Los enfermos impuros. La piscina de Betesda, con cinco pórticos, evoca el templo y sus pórticos, al que aquella multitud de gente enferma no tenía acceso… Pero el Padre se ocupa de ellos… y Jesús, verdadero Templo, los acoge, los cuida, los sana… La mención a la puerta de las ovejas evoca el buen Pastor que da su vida por las ovejas, aquellas ovejas cojas, ciegas, postradas, incapaces de ponerse en pie… ¿En qué trabajos te ocupas tú? ¿Están en la línea de lo que a Dios le interesa y quiere?... 

CUANDO ORES

- Dale gracias a Jesús porque él te mira, te “sabe”, desea curarte y llenarte de vida… Puedes darle gracias con el salmo 103: “Bendice, alma mía, al Señor, y todo mi ser a su santo Nombre; bendice, alma mía, al Señor, y no olvides ninguno de sus beneficios. Él perdona todas tus culpas y sana todas tus enfermedades. Él rescata tu vida de la fosa y te colma de gracia y de ternura. Él harta de dicha tu existencia y tu juventud renueva como el águila… Bendice, alma mía al Señor…

- Pídele al Señor ojos para ver como Él ve, sensibilidad, fuerza y deseo de trabajar por los excluidos y privados de vida de nuestro entorno…

- Podemos terminar orando con alguna de las siguientes oraciones:

1. Todo esto deseo 

Todo esto deseo:
Que mi oído esté atento a tus susurros.
Que el ruido cotidiano no tape tu voz.
Que te encuentre, y te reconozca y te siga.
Que en mi vida brille tu luz.
Que mis manos estén abiertas para dar y proteger.
Que mi corazón tiemble con cada hombre y mujer que padecen.
Que acierte para encontrar un lugar en tu mundo.
Que mi vida no sea estéril.
Que deje un recuerdo cálido en la gente que encuentre.
Que sepa hablar de paz, imaginar la paz, construir la paz.
Que ame, aunque a veces duela.
Que distinga en el horizonte las señales de tu obra.
Todo esto deseo, todo esto te pido, todo esto te ofrezco, Padre.

(José María Olaizola)

2. ¿Quieres curarte?

- ¿Quieres curarte?
- ¡Qué pregunta! ¡Claro que quiero curarme, Señor!
¿Acaso hay alguien que no quiera curarse?

- Hijo mío, ¡no te apresures a responder!
Hace tanto tiempo que estás enfermo,
disminuido,
hace tanto tiempo que eres pecador,
que, en cierto modo,
te has habituado a tu mal,
te has resignado a tu minusvalía.

Tienes necesidad de tu enfermedad
y te aferras a ella
para dispensarte de “ser”.
¿Qué sería de ti sin tus males?
¿No son ellos la coartada
que te exime de vivir?
Piénsalo bien:
cuando yo te pregunto si quieres curarte,
¿lo deseas VERDADERAMENTE?
¿Tienes ganas de vivir?
¿Decides vivir?

- Es verdad, Señor,
que mi fe es bastante pobre.
Apenas me quedan fuerzas
para querer nada.
No hay en mí el menor atisbo de esperanza
que pueda dar comienzo a mi curación.
Ven tú a reanimar
la llama de mi deseo.
Ven tú a devolverme
el gusto de creer y esperar,
las ganas de curarme,
para, al fin,
volver a estar VIVO. 


(Louis Évely, Tú me haces ser, Santander 1990, 94)
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(1)  Cf. VAN TILBORG, S. Comentario al evangelio de Juan. Estella (Navarra), Verbo Divino, 2005. 105-115; Silvano Fausti, Una comunità legge il vangelo di Giovanni, EDB 2002, 107ss.
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Lectio divina preparada por Conchi López, pddm (Equipo de animación de San Francisco de Borja, Madrid)

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