Lectio divina de Juan 6,16-21
16 Al
oscurecer, los discípulos de Jesús bajaron al mar, 17 embarcaron y empezaron la travesía hacia Cafarnaún. Era ya noche
cerrada, y todavía Jesús no los había alcanzado; 18 soplaba un
viento fuerte, y el lago se iba encrespando. 19 Habían remado unos
veinticinco o treinta estadios, cuando vieron a Jesús que se acercaba a la
barca, caminando sobre el mar, y se asustaron. 20 Pero él les dijo:
–Soy
yo, no temáis.
21 Querían
recogerlo a bordo, pero la barca tocó tierra enseguida, en el sitio a donde
iban.
CUANDO LEAS
- Observa
que nuestro pasaje de hoy se encuentra en el capítulo 6, que se podría titular
como «Jesús y la Pascua »
(mencionada en 6,4). El capítulo empieza con la multiplicación de los panes, al
que sigue un largo discurso sobre el pan de vida, en cuyo trasfondo está el
«pan del cielo» que es el maná (Ex 16,4).
- Fíjate en
la situación de nuestro pasaje, precisamente entre la multiplicación de los
panes y el discurso del pan de vida.
- Repara
en el esquema del pasaje: los discípulos parten solos hacia Cafarnaún, pero
surge un problema: las aguas se encrespan tras levantarse un fuerte viento, y
siendo encima noche cerrada. El problema se resolverá cuando Jesús se encuentre
con ellos: sin ni siquiera recogerlo en la barca, esta «tocó tierra enseguida,
en el sitio a donde iban».
- Date
cuenta de que el pasaje recuerda:
* por una
parte, algunos textos del Antiguo Testamento, donde Dios aparece como Señor de
los elementos: Ex 14-15; Sal 29; 77,17-21; 89,10-11, etc. Algunos de estos
textos podrían contener restos de antiguas teogonías (luchas de dioses);
* por
otra, el episodio de la tempestad calmada que cuentan los sinópticos: Mt
8,23-27; Mc 4,35-41; Lc 8,22-25, aunque en nuestro texto la narración resulta
mucho menos «dramática»
- Observa
algunas expresiones concretas del pasaje:
* las
únicas palabras que se pronuncian en el texto están dichas por Jesús: «Soy yo,
no temáis». Este «Yo soy» es característico de Juan. Indica la llegada de Jesús
a los suyos como Señor, ya que recuerda el «Yo soy» del Éxodo (3,14)
* «Empezaron
la travesía»: podría traducirse también como «intentaban atravesar el mar», lo
cual subrayaría el esfuerzo humano (aunque estéril, porque la situación es
difícil, ya que el mar se encrespa, el viento sopla, es de noche…)
* «Querían
recogerlo a bordo». El verbo griego lambanein
(recibir) ya ha sido utilizado por Jn antes: «A cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios» (1,12)
* «En el
sitio a donde iban»: recuerda la expresión final del Salmo 107 donde también se
describe una tormenta marina (vv. 23-30), «Se alegraron de aquella bonanza y él [Dios] los condujo al ansiado
puerto» (v. 30).
CUANDO MEDITES
- Piensa
en Jesús y la Pascua.
Igual que Dios divide las aguas en el Éxodo para que su
pueblo pueda entrar en la tierra prometida, también Jesús calma la tempestad en
el lago de Genesaret para que sus discípulos lleguen a su destino, «el sitio a donde
iban». ¿Cuál es ese sitio para nosotros? ¿Y el mar o la tormenta que el Señor
tiene que domeñar?
- Reflexiona
sobre el misterio de la relación entre Dios Padre y Jesús: el dominio de los
elementos y las palabras que dirige a sus discípulos –«Yo soy»– le sitúan a la
altura del Dios del Antiguo Testamento.
- Medita
sobre los esfuerzos que solemos (o hemos solido) hacer los cristianos para tratar
de «ganarnos» la salvación, olvidando que esa salvación es cosa de Dios, que la
da gratuitamente con solo acoger a Jesús con confianza.
CUANDO ORES
- Pide al
Señor que calme la tormenta que se cierne una y otra vez sobre nuestra vida,
que abra camino en el mar para que podamos pasar a la tierra que mana leche y
miel. Pide también que sepamos acogerle y hacerle sitio en nuestra barca.
- Da
gracias al Padre por Jesús, porque él es la imagen del Dios invisible y
primogénito de toda la creación (Col 1,15). Así, gracias a él podemos ver a
Dios, saber cómo es y conocer el camino que lleva a su casa.
- Alaba a
Dios, cuyo mayor deseo es que seamos hijos suyos en su Hijo.
- Acabamos la oración recitando todos juntos el fragmento del Salmo
107 citado, viéndonos a nosotros mismos en esa barca zarandeada por las olas y
el viento, y por fin a salvo de la tormenta gracias a la acción del Señor.
Entraron en naves por el mar,
comerciando por las aguas inmensas.
Contemplaron las obras de Dios,
sus maravillas en el océano.
Él habló y levantó un viento tormentoso,
que alzaba las olas a lo alto:
subían al cielo, bajaban al abismo,
se sentían sin fuerzas en el peligro,
rodaban, se tambaleaban como borrachos,
y no les valía su pericia.
Pero gritaron al Señor en su angustia,
y los arrancó de la tribulación.
Apaciguó la tormenta en suave brisa,
y enmudecieron las olas del mar.
Se alegraron de aquella bonanza,
y él los condujo al ansiado puerto (vv. 23-30).
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Lectio divina preparada por Pedro Barrado (Equipo de animación de San Francisco de Borja, Madrid)
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