En ocasiones me sostuvo su apoyo incondicional y su cariño.
Tenía mirada de ojos verdes, vivos y profundos,
y voz como de quien recita poesías en grandes certámenes.
Voz recia, hermosa y áspera, parecida a la arcilla de una vasija sin esmaltar.
Cuando inicié esta vida, siendo casi adolescente, ella fue mi madre y mi padre,
mi indicadora de caminos y mi sostén.
Me enseñó a cocinar, me enseñó a rezar, (quiso enseñarme a no batallar...),
me enseñó a abrazar, me enseñó que era bueno amarse a una misma,
me enseñó a confiar en mí, me enseñó a resistir,
me enseñó a considerar la bondad de las demás...
La amé y la admiré en esa paciencia tan inacabable, parecida a un agujero negro
en el que entraban todo tipo de episodios desagradables sin que jamás hubiera fondo.
Ella callaba. Y dejaba pasar.
La admiré en su sencillez y en su entrega a fondo perdido
sin reclamar nunca una pizca de nuestra gratitud y correspondencia.
La amo y la echo de menos, como si hubiera formado parte de mi otra vida,
de una vida tan lejana que parece otra.
El texto es luminoso y un tesoro para mí. Como una herencia suya... y quiero compartirlo con vosotros hoy.
No sé por qué, hoy estoy con el corazón en ascuas y con el recuerdo en esos ojos verdes que siempre me miraron con tanto amor, con tanta compasión y con tanta esperanza.
¡Gracias, amada Paula!
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"Quisiera estar segura de haberte enseñado...
A disfrutar del amor,
a confiar en tu fuerza,
a enfrentar tus miedos,
a entusiasmarte con la vida,
a pedir ayuda cuando la necesites,
a permitir que te consuelen cuando sufres,
a tomar tus propias decisiones,
a hacer valer tus elecciones,
a ser amiga de ti misma,
a no tenerle miedo al ridículo,
a darte cuenta de que mereces ser querida,
a hablar a los demás cariñosamente,
a decir o callar según tu conveniencia,
a quedarte con el provecho de tus éxitos,
a amar y a cuidar la pequeña niña que hay en ti,
a no absorber las responsabilidades de todos,
a ser consciente de tus sentimientos y actuar en consecuencia,
a no perseguir el aplauso sino tu satisfacción con lo hecho,
a dar porque quieres, nunca porque creas que es tu obligación,
a exigir que se te pague adecuadamente por tu trabajo,
a aceptar tus limitaciones y tu vulnerabilidad sin decepción,
a no imponer tu criterio ni permitir que te impongan el de otro,
a decir que sí solo cuando quieras y a decir que no sin culpa,
a vivir en el presente y no tener expectativas,
a tomar más riesgos,
a aceptar el cambio y revisar tus ideologías,
a trabajar para curar tus heridas viejas y actuales,
a planear para el futuro pero no vivir en él,
a valorar tu intuición,
a celebrar las diferencias,
a desarrollar relaciones sanas y de apoyo mutuo,
a hacer de la comprensión y del perdón tus prioridades,
a aceptarte así como eres,
a no mirar atrás para ver quién te sigue,
a crecer aprendiendo de los desencuentros y de los fracasos,
a permitirte reír a carcajadas por la calle sin ninguna razón,
a no idolatrar a nadie, y a mí, menos que a nadie".
Esta foto nos la hicimos en un "fotomatón" del metro. Llevo el velo de novicia y las dos, unas gafas del tiempo... :)) |
Sin palabras...
ResponderEliminarGracias!
No sé qué decir...
ResponderEliminarLo leo y releo y, cada vez, encuentro detalles que no había percibido la vez anterior. Detalles de una vida demasiado fugaz e irretenible, sí, pero con un hermosísimo legado en ti, Conchi, su hija predilecta, tejido en la urdimbre de acontecimientos gozosos, alentadores, inspiradores, hogareños pero también ensombrecidos... ¿No curaban las heridas?
Sí, claro que sí...Eres bendición para mí y para quienes te encuentran :-)
Gracias a las dos!
ResponderEliminarEmpecé varias veces, por fin termino de leer. ¿Qué digo?: GRACIAS
ResponderEliminarPor ella como persona y ahora a quien con tanto amor la recuerda, y recordamos.
Esperanza
¡Gracias por lo que has compartido! ¡Me has emocionado!El testimonio que ella te ha dejado es precioso.
ResponderEliminarNo soy de escribir comentarios,pero de verdad que me ha llegado lo que has compartido, tu sencillez y transparencia. Y por eso gracias Conchi. Rezo por ti. Ángela.
Gracias, Ángela!
ResponderEliminarUn beso
Sabia enseñanza.
ResponderEliminarUn beso,