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viernes, 5 de octubre de 2007

A mi siamesa, pequeña escritora en germen

Cuando era niña, le robé "la libreta de la cuentas" a mi padre, una pequeña libreta en la que apuntaba entradas, salidas, compra de piensos, venta de animales... Se la cogí sin intención de robársela. La verdad es que ahora no me explico cómo pude hacerlo. Era un "documento" importante para él. Pero yo lo único que quería era JUGAR A SER ESCRITORA. Porque, lo curioso es que aún no sabía escribir. Arranqué las páginas de números, que estorbaban y desdecían en la edición que pensaba preparar, y comencé a rellenar las hojas trazando líneas y garabatos semejantes a la letra de algunos médicos que piensan que cuanto más ilegible, más inteligente... Era una forma de dibujar los párrafos de una posible novela escrita.
No os digo cómo se descubrió "el pastel" ni lo que sentí cuando mi padre se encaró conmigo, me tiró lenta y largamente de la oreja hasta ponérmela roja como un tomate, y me dijo que si volvía a mentir, "llamaría a la guardia civil" (lo de "mentir" era porque mil veces preguntó por su libreta, y mil veces yo me callé...; lo de la guardia civil ahora no viene al caso...).
La guardia civil me importaba bien poco. Me importó la confianza traicionada de mi padre. Pero eso ya es otra historia.
Pocos años más tarde, cuando ya sabía escribir "la o con un canuto y algo más", escribí mi primera "novelita". Otro motivo para avergonzarme, porque estaba escrita a imagen y semejanza de las novelas de Corín Tellado que venían en el Ariel, con olor a polvo inmaculado. Se la dejé a mis amigas y mis amigas, con una "envidiable discrección", se la pasaron al profesor de lengua, que me llamó la atención públicamente en clase. Yo tenía doce años. No recuerdo si me puse roja o blanca cuando me llamó a su mesa y me enseñó mis páginas... El caso es que, contra todo lo previsible, él sonreía con paciente bondad y me animó a seguir escribiendo. Al final, añadió: "Sólo que, si quieres escribir, te aconsejo que seas tú misma y que lo hagas siempre sobre cosas que conoces, que vives, que te hacen vibrar" (¡quién me iba a decir que el seco y "borde" de don Juan guardaba alguna semejanza con el profe del Club de los poetas muertos...!).
Han pasado los años y no soy escritora. Pero me sigue encantando escribir. Como al que le encanta ver cine, leer filosofía, viajar, jugar al ajedrez, coleccionar sellos o hacer deporte compulsivamente... Escribir no es algo que elijo. Es una necesidad que me elige.



Y creo entender que ESO MISMO ES LO QUE TE PASA A TI, mi querida siamesa. Escribir es re-crear, en el taller de la propia interioridad, la realidad vivida. Escribir es aplicar un photoshop de imaginación a lo prosaico. Escribir es rescatar la belleza de lo cotidiano y ofrecérsela a otro dibujada en palabras. Escribir es como pintar la realidad de colores o en blanco y negro, de forma abstracta, hiperrealista, impresionista o de otras mil maneras distintas. Y, se haga peor o mejor, para algunas personas es como respirar. ¿Alguien puede entender esto?
ME ENCANTA CÓMO RESCATAS Y RECREAS TÚ LA REALIDAD, desde los diálogos con Dios de "tu loca bajita", hasta el amor a "tu Felipe" del que dices que "sabe a licor de café" (¡!!! Cuando leí esto me pregunté a qué me sabe a mí Dios y las personas a las que amo. ¿LO ENTIENDE ÉL, "FELIPE", CUANDO LO LEE?).
No sé por qué recuerdo ahora la película "El piano". Ella era muda y la habían casado con alguien a quien no conocía y, por tanto, no podía amar aún. El marido trató de seducirla, de enamorarla, sin captar que la voz de ella, su lenguaje y su modo de comunicarse con el mundo exterior era... su piano, su música. Sólo quien "pilló" ese pequeño detalle pudo contactar con ella y tomar posesión de todos sus afectos.
¡Ah! Ya sé por qué me he acordado de El piano. Porque tu voz es escribir sobre lo más prosaico y cotidiano para convertirlo en extraordinario. Y si alguien quiere "feeling" contigo, tendrá que hacer un curso intensivo leyéndote desde enero hasta el presente e intentando escribirte en "tu idioma". O, al menos, susurando: "Sí, te entiendo. Créeme que te entiendo".

1 comentario:

  1. Gracias.
    Tú me entiendes, claro que me entiendes, eres mi siamesa y compartimos órganos vitales. Hoy me pillas en un mal día, pero mañana será otro día.

    Gracias, una vez más.

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