Lectio divina de Apocalipsis 13,11-18
11 Vi otra bestia que surgía de la tierra: tenía dos cuernos como de cordero y hablaba como un dragón. 12 Ejercía todo el poder de la primera bestia a favor de ella, haciendo que la tierra y todos sus habitantes adorasen a la primera bestia, aquella cuya herida mortal había sido curada. 13 Hacía grandes prodigios, hasta el punto de hacer bajar fuego del cielo sobre la tierra a la vista de los hombres. 14 Seducía también a los habitantes de la tierra con los prodigios que se le había otorgado realizar a favor de la primera bestia, y los incitaba a erigir una estatua en honor de la bestia que sobrevivió a la herida de la espada. 15 Se le concedió dar vida a la estatua de la bestia, de modo que incluso pudiese hablar, y se le dio poder para hacer morir a cuantos no adorasen la estatua de la bestia. 16 Hizo también que todos, chicos y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos llevasen tatuada una marca en la mano derecha o en la frente. 17 Y solo quien llevaba tatuado el nombre podía comprar o vender. 18 ¿Quién alardea de sabio? El que presuma de inteligente pruebe a descifrar el número de la bestia, que es número humano. El seiscientos sesenta y seis es su cifra.
CUANDO LEAS
- Observa que estamos ante la mención de una nueva bestia relacionada con la “primera”, que salía del mar (mencionada en los vv. 1-10). La de ahora surge de la tierra y parece estar subordinada a la primera. Pero, en realidad, es otro aspecto de la misma, dado que la “bestia”, en general, alude a un poder imperial que es multiforme y omnipresente.
- La bestia “cuya herida mortal había sido curada” podría aludir a la leyenda, muy extendida en Asia Menor durante el siglo I, de Nero redivivus (Nerón retornado o vuelto a la vida), según la cual Nerón habría sobrevivido, se habría refugiado en Partia y regresaría triunfal a Roma. Domiciano sería ese “Nerón redivivo” que persigue ahora a los cristianos (cf. más abajo), como hizo antaño su predecesor.
- Fíjate en el aspecto propagandístico (mentiroso) que se subraya en esta bestia.
- Por un lado parece un cordero (arên), aunque solo tiene dos cuernos (no siete, como el Cordero-Cristo de 5,6; por eso algunas versiones traducen aquí “carnero”) y habla como los dragones (¿y cómo hablan los dragones? Según Ap 12,9, con palabras engañosas: “El dragón gigante, la serpiente primitiva, llamada Diablo y Satanás, que engañaba a todo el mundo, fue arrojada a la tierra con todos sus ángeles”).
- Por otro, es capaz de seducir a los hombres e incitarlos a adorar, mediante los prodigios que realiza (como el falso profeta de Dt 13,2), a la “bestia imperial”. Alguno de esos prodigios, como hacer bajar fuego a la tierra, hace pensar inmediatamente en el profeta Elías (1 Re 18; Eclo 48,1-4), por eso en Ap 16,13 se podrá identificar a la bestia con el dragón y el “falso profeta”.
- Advierte que la estatua que se menciona es una especie de alter ego de la bestia. Probablemente alude al culto imperial, muy destacado en el reinado de Domiciano (81-96). De hecho, este emperador reclamará para sí los títulos de Kyrios (Señor) y Theós (Dios) (cf. la confesión de fe de Tomás, Jn 20,28).
- La estatua que cobra vida y habla puede ser un eco de creencias populares o supercherías. Por otro lado, la estatua como tal sin duda está inspirada en la de Dn 2-3.
- Observa la marca que llevan los seguidores de la bestia. Es la que les otorga “derechos de ciudadanía”: solo los que la llevan (que son “todos”, y de toda condición social) pueden “comprar y vender”. En este sentido, los cristianos son gentes marginales, contraculturales, “malos ciudadanos”… que lo tienen difícil en el Imperio.
- Todo lo contrario que en Ap 7,3, donde los que llevan una marca son los “servidores de nuestro Dios” (parecida a aquella de la que habla Ez 9).
- Fíjate en el famoso número de la bestia: 666.
Algunos creen que se trata de un caso de gematría (un recurso que parte del valor numérico de las letras y que consiste en jugar con él, pudiendo intercambiar términos del mismo valor), ya que 666 es precisamente lo que suman las letras hebreas correspondientes a la expresión “NRWN QSR” (“Nerón césar”).
Otros se inclinan más bien por un significado simbólico más amplio: 666 es la cifra de la imperfección absoluta, habida cuenta de que el 6, que indica imperfección (porque no llega a 7), está combinado con el 3, que denota lo definitivo (“a la de tres” o “a la tercera va la vencida”, solemos decir). Así, 666 apuntaría a lo definitivamente imperfecto, y por tanto a lo opuesto a Dios y a su Cristo-Cordero.
CUANDO MEDITES
- Piensa en cuáles pueden ser las “bestias” que pueblan hoy nuestro mundo, los “imperios” que nos toca soportar y las “estatuas” que se erigen por todos lados para ser adoradas. (Un ejemplo trivial: los domingos, en algunos estadios de fútbol se llega a leer en pancartas: “Nacido para morir por tus colores”.) ¿Y cuáles son las “bestias” o los “imperios” a los que nos plegamos nosotros, las “estatuas” a las que adoramos, los “ídolos” a los que servimos? (¿Podrían transformarse esos ídolos en iconos? ¿De qué manera?)
- Reflexiona sobre la respuesta personal y comunitaria que damos a estas “bestias” y a estas “estatuas” (que a veces incluso se revisten de una apariencia “religiosa”). ¿Cedemos a ellas o les oponemos resistencia, aunque eso nos cueste la marginalidad social o que nos llamen frikis? ¿De qué forma? ¿Podríamos o deberíamos incorporar otras posibilidades? ¿Cuáles?
- Medita sobre la “marca” que llevas en la mano o en la frente (porque todos, de una forma u otra, estamos marcados): ¿es la de la “bestia” o la de “servidor de nuestro Dios”? ¿Cuál es esa marca? ¿En qué consiste? ¿En qué se nota?
CUANDO ORES
- Confiesa con tus palabras, y sobre todo con tu comportamiento, que eres un “servidor de nuestro Dios”. (Puedes crear una “jaculatoria” en este sentido, aunque recuerda que Jesús ya no nos llama siervos, sino amigos.)
- Pide al Señor que nos ayude a discernir entre las múltiples estatuas de la “bestia” que se nos ofrecen por doquier como sentido de nuestra vida, y que no nos deje caer en la tentación de adorarlas.
- Da gracias a Dios por Jesús, único camino, verdad y vida de nuestra existencia.
- Contempla con tranquilidad una imagen de Jesús y déjate acoger por su mirada.
Concluimos nuestra oración rezando juntos el Padrenuestro. Al acabar, nos hacemos plenamente conscientes de la «marca cristiana» que supone la señal de la cruz sobre nuestro cuerpo, es decir, sobre nosotros.
(Pedro Barrado, Equipo de Lectio Divina de la U.P.Comillas)
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