27
Después Jesús y sus discípulos se
dirigieron a las aldeas de Cesarea de Filipo; por el camino preguntó a sus
discípulos: “¿Quién dice la gente que soy yo?”. 28 Ellos le contestaron:
“Unos, Juan el Bautista; otros, Elías, y otros, uno de los profetas”. 29
“Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?”. Tomando la palabra Pedro le dijo: “Tú
eres el Mesías”. 30 Y les conminó a que no hablaran a nadie acerca
de esto.
CUANDO
LEAS
Estos versículos (hasta 9,1) son centrales en el evangelio de Marcos:
punto de llegada de la narración desde el inicio, pues se desvela una dimensión
del secreto mesiánico de Jesús
que Pedro confiesa como Mesías y, a la vez, según piensa el P. Schökel, comienzo
de la segunda parte del relato (8,31-9,1).
El evangelio se inicia con el Bautista anunciando al que ha de venir y la
segunda parte comienza con la confesión del Mesías… sufriente. Un camino hacia la cruz pues Jesús revela la condición
sufriente del Mesías que él encarna y, frente al rechazo e incomprensión de
Pedro, reinterpreta el seguimiento desde la aceptación y la implicación
personales de este camino sufriente.
8,27: Cesarea
de Filipo, reconstruida por Filipo, su nombre [Cesarea] es en honor del
César. Jesús ha estado en Betsaida (8,22-26), un pueblo en la orilla norte del
Mar Galileo. Ahora viaja a las aldeas de Cesarea de Filipo, a unos 40
kilómetros más al norte, al pie del Monte de Hermón. Lo más al norte que
llegará Jesús en sus travesías, y simboliza un cambio de dirección significante
en su ministerio. Ha estado trabajando en Galilea, un lugar relativamente
amigable, sanando y enseñando. Ahora comenzará su viaje al sur hacia Jerusalén,
el centro de su oposición y el lugar donde será crucificado.
“Por el camino” (v. 27b). La
frase “por el camino” es importante
en este Evangelio. Juan Bautista vino a preparar el camino del Señor (1,2), y Marcos nos señala que el camino del Señor es el camino
de Jerusalén, donde Jesús será crucificado y exaltado.
“Juan Bautista;… Elías;… alguno de los
profetas”
(vv. 27-28). Ante las señales y milagros de Jesús, la gente se pregunta por su
identidad y llegaba a las mismas tres posibilidades – y en el mismo orden (6,14-15).
La gente piensa de Jesús, no como el Mesías, sino como un gran hombre, como los
grandes hombres de su historia. Jesús no entra en sus categorías.
“Y vosotros,
¿quién decís que soy yo?” (v. 29). En griego, el “vosotros” es enfático. Se
marca una diferencia entre la gente y los Doce. Para la gente Jesús es un
profeta más del pasado. Para los Doce (Pedro) es el Mesías.
“Tú eres el
Cristo”
(Christos) (v.29). Marcos omite la alusión al Primado y reduce la
confesión de Pedro: 'Mesías' (como en Lucas), sin añadir,
como Mateo: 'Hijo de Dios'. Marcos comenzó este Evangelio diciendo,
“Principio del Evangelio de Jesucristo
(griego: Christou),
Hijo de Dios” (1,1) – así estableciendo a Jesús como ambos Cristo y el Hijo de
Dios. Aquí en 8,29: “Tú eres el Mesías”, con posible sentido de el
ungido.
Los judíos ungían a sacerdotes, profetas y reyes, Jesús es sacerdote, profeta y
rey.
“Y les conminó a que no hablaran a nadie acerca de esto.”
(v. 30). Jesús ordena a sus discípulos que no hablen de esto a nadie. La
confesión solamente orienta a los discípulos. Cuando llegue el momento oportuno,
será Jesús mismo, no los discípulos, el que rompe el secreto.
CUANDO MEDITES
- Todos creemos en
Jesús. Pero le entendemos de diversas formas. ¿Cuál es hoy la imagen común que
la gente tiene de Jesús? ¿Cuál es la respuesta que la gente daría hoy a la
pregunta de Jesús?
- La pregunta de
Jesús a los discípulos se nos repite HOY. Es una interpelación personal e
inquietante. Y pide una respuesta en hondura y verdad… Hoy día nos puede pasar
como a los discípulos y a la gente que se admiraba de Jesús pero con categorías
y modelos de mesianismo en los cuales no entraba Jesús
- “Jesús es Dios”,
“Jesús es el Señor” ¿qué significan en nuestras vidas?
¿Es de verdad nuestro único Señor o se fueron haciendo sitio en el corazón
otros dioses?
- ¿Qué nos impide
reconocer a Jesús como Mesías? Profundizar en todo aquello que pueda ser un impedimento
para recibir al Señor tal como se presenta: mis pre-juicios, mis necesidades de
una seguridad insana… el temor a perder… liberta, afectos…
- El miedo a los límites está en el origen de toda perdición, nuestra
tendencia a apoderarnos de las cosas, de las personas y de Dios mismo, para
salvarnos de nuestra desnudez que rechazamos. Para llenar este vacío, el hombre
alarga la mano a coger el fruto del árbol, lo coge todo, lo come todo. Pero al
intentar salvarse, se pierde a sí mismo. En cambio Jesús renuncia a salvarse a
sí mismo, y se pierde en solidaridad con los perdidos. Sólo así se convierte en
causa de salvación.
CUANDO ORES
- Ahora cuéntale al
Señor cómo te sientes… Si te ha iluminado y te ha hecho comprender muchas
cosas, dale las gracias. Si ha despertado en ti temores, resistencias, dudas,
pídele que te ilumine.
- Renueva tu
decisión y propósito de seguirle. Cuéntale qué sufrimientos te ha causado hasta
ahora tu intento por seguirle.
- Repetir
intensamente la petición en los Ejercicios Espirituales: “demandar conocimiento interno
del Señor… para que más le ame y le siga”: conocer la intimidad de
Jesús, participar de los deseos de su corazón y compartir su modo de vida.
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Autor: Quique Climent, Equipo de animación de la lectio divina de la UPComillas.
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