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jueves, 4 de octubre de 2012

¡Creo, pero ayuda mi poca fe!

Lectio divina de Marcos 9,14-29


9 14Cuando llegaron donde estaban los otros discípulos, los encontraron rodeados de muchísima gente y a unos maestros de la Ley discutiendo con ellos. 15Al ver a Jesús, la gente quedó sorprendida y corrieron a saludarlo.
16 El les preguntó: “¿Qué estabais discutiendo con ellos?”
17 Y uno de entre el gentío le respondió: “Maestro, te he traído a mi hijo, que tiene un espíritu mudo; 18cada vez que se apodera de él, lo tira al suelo, echa espuma por la boca, rechina los dientes y se queda rígido. He pedido a tus discípulos que lo echaran, pero no han podido”.
19 El les respondió: “¡Que generación tan incrédula! ¿Hasta cuándo tendré que estar entre vosotros? ¿Hasta cuándo tendré que soportaros? Traedme al muchacho.” 20Y se lo trajeron.
Apenas vio a Jesús, el espíritu sacudió violentamente al muchacho, que cayendo al suelo, se revolcaba echando espuma por la boca. 21 Entonces Jesús preguntó al padre: “¿Cuánto tiempo hace que le pasa esto?” Y él contestó: “Desde niño. 22 Y muchas veces el espíritu lo lanza al fuego y al agua para matarlo. Si puedes hacer algo, ayúdanos, ten compasión de nosotros”.
23 Jesús le dijo: “¿Por qué dices: si puedes? Todo es posible para el que cree”. 24 Inmediatamente el padre gritó: “Creo, pero ¡ayuda mi poca fe!”.
25 Al ver Jesús que se amontonaba la gente, ordenó al espíritu: “Espíritu sordo y mudo, yo te mando: sal de éste y no vuelvas a entrar en él”. 26 Se oyó un grito tremendo y el espíritu lo sacudió y lo tiró al suelo antes de salir, dejándolo como muerto. Muchos creyeron que había muerto, pero Jesús, tomándolo de la mano, lo levantó y el muchacho de puso de pie.
28 Cuando entró en casa, sus discípulos le preguntaron en privado: “¿Por qué no pudimos expulsarlo nosotros?” 29 Y él les respondió: “Esta clase de demonios sólo se expulsa con la oración.”

CUANDO LEAS

El pasado jueves, Marcos nos llevó a la gloria del Tabor. El relato de esta tarde nos baja al llano del dolor. Este episodio de la vida de Jesús aparece en los tres sinópticos (Mateo 17,14-23; Lucas 9,37-45) y en los tres en el mismo lugar: iniciado el camino a Jerusalén, entre la transfiguración y el segundo anuncio de la pasión, basándose ambos en el relato de Marcos (9,14-29), que debió de recibirlo directamente de la tradición de las comunidades cristianas. Este pasaje únicamente lo conocemos por los sinópticos, puesto que no ha sido recogido por Juan ni por los varios apócrifos. Tampoco la liturgia hace mucho uso de él: sólo aparece una sola vez: el lunes de la 7ª semana del tiempo ordinario del ciclo B. 

La narración, tal como nos ha llegado, se desarrolla en cuatro tiempos:
 - encuentro de Jesús con la gente –al volver del Tabor- y con los discípulos que quedaron abajo,  y la  presentación de la enfermedad del muchacho por su padre (vv. 14-19)
 - presentación del enfermo y diálogo de Jesús con el padre del muchacho (vv, 20-24)
 - Jesús sana al chico endemoniado (vv. 25-27)
 -  los discípulos interrogan a Jesús  acerca del fracaso de su actuación (vv. 27-29)

La organización que presenta el relato nos dice que a Marcos le interesa presentarnos a  Jesús que dialoga con los distintos personajes. Varios temas característicos de Marcos se encuentran en esta escena: la llamada a la fe (v. 23), la falta de fe (v. 24) y la autoridad de Jesús (v.25)

Aspectos interesantes en este relato:
- la minuciosidad en los detalles, que recuerda el episodio del geraseno (Mc 5,1-20),
- la acentuación de la fe y la relación padre con hijo enfermo que evoca a Jairo y a la mujer con hemorragias (5,21-43),
- existencia de duplicaciones: se describe dos veces la enfermedad (vv. 18 y 21), con detalles casi de exposición clínica,
-  la fe del beneficiario como condición para la posibilidad del exorcismo (v. 23),
- este milagro, y el del ciego de Jericó (10, 46-52), no contienen la orden de silencio; los anteriores sí,
- en este pasaje Jesús queda iluminado como quien enseña y obra, pero no recibe –raro en Marcos en este tipo de relatos- ningún título cristológico, incluso el padre se dirige a Jesús con el nada sorprendente  título de Maestro (v.17)

Personajes: transformaciones que sufren a lo largo del relato:
- Los discípulos que no habían subido al monte aparecen discutiendo, no sabemos de qué, con la gente y “unos letrados”, pero cuando Jesús pregunta acerca de la discusión no responden, es el padre quien habla de la enfermedad del hijo y  de la incapacidad de de los discípulos para sanarlo. Sólo cuando están en casa y aparte (9,29)  preguntan a Jesús sobre los “porqués” de su fracaso como sanadores.
- La gente, que está discutiendo con los letrados, se sorprende al ver a Jesús, corre a saludarlo, y más tarde se agolpa para presenciar la curación.
- El padre,  quien conjuga en sí mismo elementos contrarios: fe e incredulidad.
- El muchacho enfermo/poseído, no actúa por voluntad propia, sino que, poseído por el “espíritu mudo” es objeto de maltrato y sufrimiento primero y, después, mediado por el padre, es curado por Jesús.
- La enfermedad: es presentada como “posesión diabólica”, fenómeno cuya aparición relativamente frecuente está documentada en tiempos de Jesús entre el pueblo llano de Galilea. Hoy sería entendida como epilepsia, enfermedad psicosomática, etc. Lo importante es la enorme cuota de dolor a soportar por padre e hijo.
- El demonio, aparece primero maltratando al chico y luego siendo expulsado de él por el poder de Jesús.
- Jesús: él es el centro de toda la escena. “Convertir al padre para curar al hijo, ésa es la estrategia de Jesús, el Jesús que viene de la montaña del encuentro con Dios, donde ha sido llamado “Hijo amado”.

CUANDO MEDITES

- Recuerda el espacio luminoso que vimos el jueves pasado, personajes de vestiduras resplandecientes, con la voz del Padre dirigida a su Hijo, el amado, y fíjate hoy la bajada a otro dominado por el dolor y los problemas que presenta la enfermedad: un horizonte cerrado. Nuestra vida tiene parte de ambas situaciones. Este tiempo de la lectura orante es un rato de los primeros, de “pascua”. Disfrútalo en la lectura, en la meditación, en la oración. Y llévalo contigo a los otros tiempos, lugares y personas que lo necesitan y lo esperan.
- Fíjate en la sorpresa de la gente y de los discípulos (9,18.28). Están discutiendo con  la multitud y los letrados (9,14) porque son incapaces de curar al chico.  Los discípulos han fracasado, pero ¿por qué? Está claro que entre Jesús y los discípulos hay una profunda distancia interior por la que no consiguen curar al muchacho, ni suscitar la fe del padre dolorido: siguen a Jesús pero le siguen. Los discípulos se encuentran al nivel de los escribas por eso discuten con ellos de cosas pequeñas.
- Todos tenemos fracasos. ¿Cuáles son los míos en los planos profesional, familiar, de comunidad? ¿En mi vida de relación con Dios? ¿Qué razones encuentro para esos fracasos? ¿Tiendo a justificarlos y… tal día hizo un año? ¿Se parecen a los de los discípulos o son los mismos en el fondo? ¿No será que, lo mismo que los discípulos, sigo a Jesús pero no le sigo?
- La fe es un tópico importante en este pasaje. Se subraya la fe del padre en contraste con la de los discípulos. ¿Cómo es mi fe? ¿Cómo influye, si es que influye, en mi vida diaria, en  mi acercamiento a los problemas cotidianos? 

CUANDO ORES

- Expresa sencillamente a Dios lo que has vivido en esta tarde. Déjate acoger por su amor de Creador y de Padre. Haz ejercicio de escucha de Dios, prestando atención a sus inspiraciones, descansando sabiéndote,  como Jesús, “hija/o amada/o”.
- Agradece el don de la fe y cuanto ha supuesto en tu vida y pide ayuda para evitar los sutiles “flecos de incredulidad” que pueden llegar a sofocarla y a fracasar como sucedió con los discípulos. Habla con Jesús de esa posibilidad, pide que te ayude… Pide al Espíritu que te haga pasar del Tabor al llano… como hemos visto que hizo Jesús
- Hoy celebramos la festividad de San Francisco de Asís, tal vez el santo más popular durante casi ocho siglos, un seguidor de Jesús “a tope”,  que recibió las señales de su pasión. Para unirnos a la celebración de toda la Iglesia rezaremos juntos la oración que la tradición le ha atribuido, expresando con los labios y el corazón el compromiso de vida que supone:

Señor, haz de mi un instrumento de tu Paz.                         
Que donde hay odio, yo ponga Amor.                                   
Que donde hay ofensa, yo ponga el Perdón.                         
Que donde hay discordia, yo ponga la Unión.                      
Que donde hay error, yo ponga Verdad.                               
Que donde hay duda, yo ponga la Fe.                                    
Que donde hay desesperación, yo ponga Esperanza.            
Que donde hay tinieblas, yo ponga la Luz.                              
Que donde hay tristeza, yo ponga la Alegría.

¡Oh, Señor! Que yo no busque tanto ser consolado como consolar,
ser comprendido, cuanto comprender,
ser amado, cuanto amar.
Porque es dándose como se recibe,
es olvidándose de sí mismo como uno se encuentra a sí mismo,
es perdonando como se es perdonado,
es muriendo como se resucita a la Vida eterna.
Amén.


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Autora: Trinidad Brunet, Equipo de animación de la lectio divina de la UPComillas.


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