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14Cuando llegaron donde estaban los otros discípulos, los
encontraron rodeados de muchísima gente y a unos maestros de la Ley discutiendo
con ellos. 15Al ver a Jesús, la gente quedó sorprendida y corrieron
a saludarlo.
16 El
les preguntó: “¿Qué estabais discutiendo con ellos?”
17
Y uno de entre el gentío le respondió: “Maestro, te he traído a mi hijo, que
tiene un espíritu mudo; 18cada vez que se apodera de él, lo tira al
suelo, echa espuma por la boca, rechina los dientes y se queda rígido. He
pedido a tus discípulos que lo echaran, pero no han podido”.
19 El
les respondió: “¡Que generación tan
incrédula! ¿Hasta cuándo tendré que estar entre vosotros? ¿Hasta cuándo tendré
que soportaros? Traedme al muchacho.” 20Y se lo trajeron.
Apenas
vio a Jesús, el espíritu sacudió violentamente al muchacho, que cayendo al
suelo, se revolcaba echando espuma por la boca. 21 Entonces Jesús
preguntó al padre: “¿Cuánto tiempo hace que le pasa esto?” Y él contestó:
“Desde niño. 22 Y muchas veces el espíritu lo lanza al fuego y al
agua para matarlo. Si puedes hacer
algo, ayúdanos, ten compasión de nosotros”.
23
Jesús le dijo: “¿Por qué dices: si
puedes? Todo es posible para el que cree”. 24 Inmediatamente el
padre gritó: “Creo, pero ¡ayuda mi poca fe!”.
25 Al
ver Jesús que se amontonaba la gente, ordenó al espíritu: “Espíritu sordo y
mudo, yo te mando: sal de éste y no vuelvas a entrar en él”. 26 Se oyó un grito tremendo y el espíritu lo
sacudió y lo tiró al suelo antes de salir, dejándolo como muerto. Muchos
creyeron que había muerto, pero
Jesús, tomándolo de la mano, lo levantó y el muchacho de puso de pie.
28
Cuando entró en casa, sus discípulos le preguntaron en privado: “¿Por qué no
pudimos expulsarlo nosotros?” 29 Y él les respondió: “Esta clase de
demonios sólo se expulsa con la oración.”
CUANDO LEAS
El
pasado jueves, Marcos nos llevó a la gloria del Tabor. El relato de esta tarde
nos baja al llano del dolor. Este episodio de la vida de Jesús aparece en los
tres sinópticos (Mateo 17,14-23; Lucas 9,37-45) y en los tres en el mismo lugar:
iniciado el camino a Jerusalén, entre la transfiguración y el segundo anuncio
de la pasión, basándose ambos en el relato de Marcos (9,14-29), que debió de recibirlo
directamente de la tradición de las comunidades cristianas. Este pasaje
únicamente lo conocemos por los sinópticos, puesto que no ha sido recogido por Juan
ni por los varios apócrifos. Tampoco la liturgia hace mucho uso de él: sólo
aparece una sola vez: el lunes de la 7ª semana del tiempo ordinario del ciclo B.
La
narración, tal como nos ha llegado, se desarrolla en cuatro tiempos:
- encuentro de Jesús con la gente –al volver del Tabor- y con los discípulos que
quedaron abajo, y la presentación de la enfermedad del muchacho por
su padre (vv. 14-19)
- presentación del enfermo y diálogo de Jesús con el padre del muchacho (vv,
20-24)
- Jesús
sana al chico endemoniado (vv. 25-27)
- los
discípulos interrogan a Jesús acerca del fracaso de su actuación (vv. 27-29)
La
organización que presenta el relato nos dice que a Marcos le interesa
presentarnos a Jesús que dialoga con los
distintos personajes. Varios temas
característicos de Marcos se encuentran en esta escena: la llamada a la fe
(v. 23), la falta de fe (v. 24) y la autoridad de Jesús (v.25)
Aspectos
interesantes en este relato:
-
la minuciosidad en los detalles, que
recuerda el episodio del geraseno (Mc 5,1-20),
-
la acentuación de la fe y la relación padre con hijo enfermo que
evoca a Jairo y a la mujer con hemorragias (5,21-43),
- existencia de duplicaciones: se describe dos veces la enfermedad (vv. 18 y 21),
con detalles casi de exposición clínica,
-
la
fe del beneficiario como condición para la posibilidad del exorcismo (v.
23),
-
este milagro, y el del ciego de Jericó (10, 46-52), no contienen la orden de silencio; los anteriores sí,
-
en este pasaje Jesús queda iluminado
como quien enseña y obra, pero no recibe –raro en Marcos en
este tipo de relatos- ningún título cristológico, incluso el padre se dirige a
Jesús con el nada sorprendente título de
Maestro (v.17)
Personajes: transformaciones que sufren a lo largo
del relato:
- Los
discípulos que no habían subido al monte aparecen discutiendo, no sabemos de qué,
con la gente y “unos letrados”, pero cuando Jesús pregunta acerca de la
discusión no responden, es el padre
quien habla de la enfermedad del hijo y de la incapacidad de de los discípulos para
sanarlo. Sólo cuando están en casa y aparte (9,29) preguntan a Jesús sobre los “porqués” de su
fracaso como sanadores.
- La
gente, que está discutiendo con los
letrados, se sorprende al ver a Jesús, corre a saludarlo, y más tarde se agolpa
para presenciar la curación.
- El
padre, quien conjuga en sí mismo elementos
contrarios: fe e incredulidad.
- El
muchacho enfermo/poseído, no actúa por
voluntad propia, sino que, poseído por el “espíritu mudo” es objeto de maltrato
y sufrimiento primero y, después, mediado por el padre, es curado por Jesús.
- La
enfermedad: es presentada como
“posesión diabólica”, fenómeno cuya aparición relativamente frecuente está
documentada en tiempos de Jesús entre el pueblo llano de Galilea. Hoy sería
entendida como epilepsia, enfermedad psicosomática, etc. Lo importante es la
enorme cuota de dolor a soportar por padre e hijo.
- El
demonio, aparece primero maltratando
al chico y luego siendo expulsado de él por el poder de Jesús.
- Jesús: él es el centro de toda la escena. “Convertir al padre para curar al hijo, ésa
es la estrategia de Jesús, el Jesús que viene de la montaña del encuentro con
Dios, donde ha sido llamado “Hijo amado”.
CUANDO MEDITES
- Recuerda
el espacio luminoso que vimos el jueves pasado, personajes de vestiduras
resplandecientes, con la voz del Padre dirigida a su Hijo, el amado, y fíjate
hoy la bajada a otro dominado por el
dolor y los problemas que presenta la enfermedad: un horizonte cerrado. Nuestra
vida tiene parte de ambas situaciones. Este tiempo de la lectura orante es un
rato de los primeros, de “pascua”. Disfrútalo en la lectura, en la meditación,
en la oración. Y llévalo contigo a los otros tiempos, lugares y personas que lo
necesitan y lo esperan.
- Fíjate
en la sorpresa de la gente y de los discípulos (9,18.28). Están
discutiendo con la multitud y los
letrados (9,14) porque son incapaces de curar al chico. Los discípulos han fracasado, pero ¿por qué? Está
claro que entre Jesús y los discípulos hay una profunda distancia interior por
la que no consiguen curar al muchacho, ni suscitar la fe del padre dolorido:
siguen a Jesús pero le siguen. Los
discípulos se encuentran al nivel de los escribas por eso discuten con ellos de
cosas pequeñas.
- Todos
tenemos fracasos. ¿Cuáles son los míos en los planos profesional, familiar, de
comunidad? ¿En mi vida de relación con Dios? ¿Qué razones encuentro para esos
fracasos? ¿Tiendo a justificarlos y… tal día hizo un año? ¿Se parecen a los de
los discípulos o son los mismos en el fondo? ¿No será que, lo mismo que los
discípulos, sigo a Jesús pero no le sigo?
- La
fe es un tópico importante en este pasaje. Se subraya la fe del padre en
contraste con la de los discípulos. ¿Cómo es mi fe? ¿Cómo influye, si es que
influye, en mi vida diaria, en mi
acercamiento a los problemas cotidianos?
CUANDO ORES
- Expresa
sencillamente a Dios lo que has vivido en esta tarde. Déjate acoger por su amor
de Creador y de Padre. Haz ejercicio de escucha
de Dios, prestando atención a sus inspiraciones, descansando
sabiéndote, como Jesús, “hija/o amada/o”.
- Agradece
el don de la fe y cuanto ha supuesto
en tu vida y pide ayuda para evitar los sutiles “flecos de incredulidad” que
pueden llegar a sofocarla y a fracasar como sucedió con los discípulos. Habla
con Jesús de esa posibilidad, pide que te ayude… Pide al Espíritu que te haga
pasar del Tabor al llano… como hemos visto que hizo Jesús
- Hoy
celebramos la festividad de San Francisco de Asís, tal vez el santo más popular
durante casi ocho siglos, un seguidor de Jesús “a tope”, que recibió las señales de su pasión. Para
unirnos a la celebración de toda la Iglesia rezaremos juntos la oración que la
tradición le ha atribuido, expresando con los labios y el corazón el compromiso
de vida que supone:
Señor,
haz de mi un instrumento de tu Paz.
Que
donde hay odio, yo ponga Amor.
Que
donde hay ofensa, yo ponga el Perdón.
Que
donde hay discordia, yo ponga la Unión.
Que
donde hay error, yo ponga Verdad.
Que
donde hay duda, yo ponga la Fe.
Que
donde hay desesperación, yo ponga Esperanza.
Que
donde hay tinieblas, yo ponga la Luz.
Que
donde hay tristeza, yo ponga la Alegría.
¡Oh,
Señor! Que yo no busque tanto ser consolado como consolar,
ser
comprendido, cuanto comprender,
ser
amado, cuanto amar.
Porque
es dándose como se recibe,
es
olvidándose de sí mismo como uno se encuentra a sí mismo,
es
perdonando como se es perdonado,
es
muriendo como se resucita a la Vida eterna.
Amén.
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Autora: Trinidad Brunet, Equipo de animación de la lectio divina de la UPComillas.
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