Lectio divina de Marcos 10,17-30
Oración para disponer el corazón
Señor, tu Palabra es viva y eficaz,
más tajante que espada de doble filo.
Penetra mi corazón, mi intimidad, mis secretos.
Me confronta conmigo mismo.
Me habla de mi identidad, de quien soy,
de quién no soy,
de quién debo ser, de cómo debo ser
para ser como tú quieres.
Me confronta con mi pecado y mis zonas oscuras,
con aquello que no quiero mirar de mí mismo,
como Natán hizo con David…
Cuando me habla tu evangelio
es como si me miraras, como si descubrieras
todos mis deseos e intenciones más profundas.
Tu Palabra me invita a ser sabio,
a ser compasivo, a ser misericordioso,
a ser pobre, a ser fraterno, a ser como Tú.
Abre mis oídos, mi mente, mi entendimiento,
mis afectos, todo mi ser,
a tu Palabra, fuente de vida y de luz.
(cf. Hebreos 4,12-13)
Marcos 10,17-30
17 En aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó uno corriendo, se arrodilló y le preguntó: "Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?"
18 Jesús le contestó: "¿Por qué me llamas bueno? No hay nadie bueno más que Dios. 19 Ya sabes los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre."
20 Él replico: "Maestro, todo eso lo he cumplido desde pequeño."
21 Jesús se le quedó mirando con cariño y le dijo: "Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego sígueme."
22 A estas palabras, él frunció el ceño y se marchó pesaroso, porque era muy rico. 23 Jesús mirando alrededor, dijo a sus discípulos: "¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el reino de Dios!"
24 Los discípulos se extrañaron de estas palabras. Jesús añadió: "Hijos, ¡qué difícil les es entrar en el reino de Dios a los que ponen su confianza en el dinero! 25 Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios."
26 Ellos se asombraban más aún y comentaban: "Entonces, ¿quién puede salvarse?" 27 Jesús se les quedo mirando y les dijo: "Es imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo."
28 Pedro se puso a decirle: "Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido."
29 Jesús dijo: "Os aseguro que quien deje casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, 30 recibirá ahora, en este tiempo, cien veces más- casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras, con persecuciones-, y en la edad futura, vida eterna."
PROPUESTAS DE LECTURA
1. Como contexto veterotestamentario para el evangelio de hoy, puedes leer la lectura que propone la liturgia del domingo en el que se proclama este evangelio. Se trata de un pasaje del libro de la Sabiduría en el que Salomón, que suplicó a Dios la sabiduría para gobernar a su pueblo y le fue concedida concedida (cf. 1 Re 3, 5-14), expresa que la sabiduría es más valiosa para él que todos los bienes terrenos. Y cita, entre ellos, los que los griegos estimaban de modo especial: la belleza, la salud y la luz del día.
En el N.T., Jesús es la personificación de la Sabiduría eterna de Dios. De la Sabiduría hecha carne dirá Juan que es la luz del mundo (Jn 8,12) que ilumina a toda la humanidad (Jn 1,9; Ap 22,5).
Fácilmente se intuye la conexión con el evangelio. Jesús propone el Reino de Dios como el tesoro más preciado ante el cual todo lo demás es nada. Jesús mismo es el tesoro por el cual estamos llamados a dejar todo aquello que constituye nuestras riquezas.
Sabiduría 7,7-11
Supliqué, y se me concedió la prudencia;
invoqué, y vino a mí el espíritu de sabiduría.
La preferí a cetros y tronos,
y, en su comparación, tuve en nada la riqueza.
No le equiparé la piedra más preciosa,
porque todo el oro, a su lado, es un poco de arena,
y, junto a ella, la plata vale lo que el barro.
La quise más que la salud y la belleza,
y me propuse tenerla por luz,
porque su resplandor no tiene ocaso.
Con ella me vinieron todos los bienes juntos,
en sus manos había riquezas incontables.
2. Miramos el evangelio: Un hombre se acerca corriendo y se arrodilla ante Jesús. En el evangelio de Marcos, corren hacia Jesús este personaje y el endemoniado de Gerasa (5,6), y sólo se arrodillan ante él, este mismo y el leproso. Algo tienen en común estos tres hombres que les lleva a un comportamiento inusual –en Oriente, el correr es algo reprobable-: La angustia de su situación.
El hombre no viene a Jesús, como los otros personajes, oprimido por una enfermedad o por la posesión diabólica, sino a partir de una inquietud interior: ¿qué tiene que hacer para heredar la vida eterna? No parece preocuparle la vida terrena puesto que tiene resuelta su subsistencia. Él pregunta por una vida definitiva, por la vida del mundo futuro: ¿qué hacer para conseguir que la muerte no sea el fin de todo?
3. Llama a Jesús “Maestro bueno”, que en este contexto no es tanto un reconocimiento de su bondad como una captatio benevolentiae, es decir, un modo de acercamiento amable para obtener una actitud favorable por parte de su interlocutor. “Bueno” aquí sería sinónimo de “el mejor”, “el más excelente”.
4. La respuesta de Jesús es desconcertante: rechaza el tratamiento de “bueno” y se lo aplica sólo a Dios, el único que realmente es “bueno” (“… ¿va a ser tu ojo malo porque yo soy bueno?”, Mt 20,15; “…él es bueno con los desagradecidos y malos”, Lc 6,35). Y Jesús le remite a los mandamientos. No propone un camino paralelo, alternativo y diferente al de Dios, sino la voluntad de Dios expresada en los mandamientos, sobre todo en el decálogo (“Éx 20). Si nos fijamos, en este pasaje se enumeran sólo aquellos mandamientos que tienen que ver con las relaciones interpersonales. Y se añade uno que no aparece en el decálogo de Moisés: “no estafar”, o “no defraudar”. Este mandamiento hay que interpretarlo a la luz de Eclo 4,1 (en donde aparece el mismo término, “Hijo, no prives al pobre de sustento, ni des largas a los que te piden con ojos suplicantes”) y de Dt 24,14: “No explotarás al jornalero humilde y pobre…”. No es lícito retirar el sustento de la vida o el salario de los pobres. Esta obligación social cuadra bien con la situación del hombre rico. Se trata, como vemos, de un código válido para cualquier persona, más allá de sus creencias. Jesús dice que lo que lleva a la vida es actuar con justicia hacia el prójimo, cumplir la “regla de oro”: “Tratad a los demás como queréis que ellos os traten a vosotros” (Mt 6,31).
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El Talmud dice: 613 mandamientos fueron enunciados por Moisés en el monte Sinaí: 365 negativos, correspondientes a los días del año solar, y 248 positivos, tantos como el número de órganos del cuerpo humano. Luego vino David y los redujo a 11 (los del Salmo 15). “El de conducta íntegra” es el que como Abraham obedece la Palabra del Señor: “Camina en mi presencia y sé íntegro” (Gn 17,1). Más tarde vino Isaías, que redujo el número de mandamientos a seis: “¿Quién de nosotros podrá habitar con el fuego consumidor?, ¿quién de nosotros podrá habitar con las llamas eternas? El que anda en justicia y habla con rectitud; el que rehúsa ganancias fraudulentas, el que sacude la mano para no aceptar el soborno, el que se tapa las orejas para no oír hablar de sangre y cierra sus ojos para no ver la maldad. Ese morará en las alturas, subirá a refugiarse en la fortaleza de las peñas, se le dará su pan y tendrá el agua segura” (Is 33,14-16). El Profeta Miqueas los redujo a tres: “Se te ha declarado, hombre, lo que es bueno, lo que el Señor reclama de ti: tan sólo que practiques la justicia, que ames de verdad y con ternura y que camines humilde con tu Dios” (Miq 6,8).
De nuevo Isaías los redujo a dos: “Guardad el derecho, practicad la justicia” (Is 56,1). Amós, por su parte, resumió estos dos mandamientos en uno: “Buscadme y viviréis” (Am 5,4). Y finalmente, Habacuc los resumió también en uno: “El justo, por fiarse, vivirá” (Hab 2,4).
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5. La reacción del hombre parece indicar que, aun cumpliendo todo eso, se halla insatisfecho, a la búsqueda de algo más. Entonces Jesús le mira con cariño, como miró a los discípulos a la orilla del mar, y le invita a algo más: a vender todo cuanto tiene, darle el dinero a los pobres y seguirle. La llamada es muy distinta a la de los discípulos de la primera hora. A éstos no les pidió que dejaran nada. Lo dejaron ellos espontáneamente, por propia iniciativa, para emprender una nueva vida con Jesús (Mc 1,18-20). Tampoco a Leví le puso Jesús condición alguna (Mc 2,14). Pero al hombre rico sí. Jesús nos conoce. Y ha visto que este hombre plantea sus preocupaciones existenciales y religiosas en términos de posesión, de “herencia”, de acumulación de méritos… Por eso, lo que Jesús le pide es lo que esa persona necesita para ser libre, para poder acoger el Reino: desapropiación, desprendimiento, vaciamiento… Eso es “lo que le falta”.
6. El joven rico no respondió y se alejó de Jesús “porque era muy rico”. De los tres personajes que corrieron y se postraron ante Jesús, el leproso se curó, el endemoniado se vio liberado de la posesión, pero el rico continuó con su angustia porque no se atrevió a renunciar a poner su seguridad en sus bienes. Como si el texto nos quisiera decir que es más fácil librarnos de cualquier demonio que de la riqueza.
7. Jesús concluye con una sentencia firme, dirigida a sus discípulos, a los que interpela con el término “hijos” (sólo aquí, en Marcos): “Hijos, ¡qué difícil les es entrar en el reino de Dios a los que ponen su confianza en el dinero!”, y lo subraya con el proverbio del camello y de la aguja. Con esto, Jesús está afirmando lo peligrosas que son las riquezas, no en sí mismas, sino en el apego que generan, hasta convertirlas en un ídolo. En Mateo, Jesús dice: “No podéis servir a Dios y al dinero (mammon).” (Mt 6,24).
1 Tm 6,17: “A los ricos de este mundo recomiéndales que no sean altaneros ni pongan su esperanza en lo inseguro de las riquezas, sino en Dios”.
Sal 62,11: “No confiéis en la opresión, / no os atraiga la rapiña; / a las riquezas, si aumentan, / no les deis el corazón”.
Prov 15,16: “Más vale un poco con temor del Señor, que un gran tesoro con sobresaltos”.
Eclo 31,3-11:
“El rico se afana para acumular riquezas,
y cuando descansa, se harta de placeres.
El pobre se afana para encontrar sustento,
y cuando descansa, cae en la miseria.
Quien ama el oro, no quedará exento de culpa,
quien anda tras el lucro, en él se extraviará.
Muchos se arruinaron a causa del oro,
y se encontraron cara a cara con la ruina.
Es una trampa para los que le ofrecen sacrificios,
todos los insensatos quedan atrapados en ella.
Dichoso el rico de conducta intachable
que no corre tras el oro.
¿Quién es? Vamos a felicitarle
pues ha hecho maravillas en su pueblo.
¿Quién sufrió esta prueba y fue hallado perfecto?
Será para él motivo de gloria.
¿Quién pudo transgredir la ley y no la transgredió,
hacer mal y no lo hizo?
Sus bienes se consolidarán,
y la asamblea proclamará su bondad.
8. Los discípulos se asombraron por las palabras de Jesús y su pregunta va en la línea de la del hombre rico: “Entonces, ¿quién puede salvarse?”
Jesús responde que todo depende de Dios, que hace posible lo que para nosotros es imposible. Es éste un mensaje que ya se nos transmitió en el A.T., en numerosos pasajes:
Job 42,2: “Me doy cuenta de que todo lo puedes, que eres capaz de cualquier proyecto”.
Gn 18,14: “¿Hay algo imposible para Dios…?
Zac 8,6: “Y si en aquellos días esto parece imposible al Resto de este pueblo, ¿también yo he de juzgarlo imposible? –oráculo de Yahveh Sebaot”.
Jesús libera a los discípulos de la ansiedad del futuro. De esta manera, la preocupación que el hombre tiene por la salvación deriva en la total dependencia y abandono a la obra de Dios en nosotros.
9. En la escena, interviene también Pedro, en representación del grupo de los discípulos, afirmando que ellos lo han dejado todo para seguir a Jesús. La respuesta de Jesús es como una promesa: la renuncia terrena proporciona una recompensa abundante. La separación de la familia se debe a la incomprensión de ésta frente a la decisión de convertirse en discípulo de Jesús. Los discípulos y discípulas se encuentran ahora con otra familia unida por otros vínculos, no de sangre, sino de fe. Con la restitución de casas y familia en esta vida se nos pone delante la realidad de la comunidad que se entiende como una fraternidad que lo comparte todo (Hch 2,44; 4,32-37).
Las palabras de Jesús convergen con lo que parece ser una ley del universo y que podría formularse así: “Dar es recibir”. Otro mensaje paradójico que se va repitiendo en el camino hacia Jerusalén es éste: “Perder es ganar”.
PROPUESTAS DE MEDITACIÓN
1. “Maestro buen, ¿qué haré para heredar la vida eterna?”
¿Compartes la preocupación del joven rico por “heredar la vida eterna”? ¿Te angustia el futuro después de la muerte? ¿Te preocupa la salvación?... Considera lo que dice Jesús en el evangelio: la vida eterna es conocerle a Él, participar de su vida, del amor del Padre, de la bienaventuranza del Reino… La vida eterna comienza aquí y ahora… y es un regalo de Dios. No podemos hacer nada para merecerla, para heredarla, para poseerla… Él nos la da, nos hace herederos de su Reino por el bautismo gratuitamente, porque así le ha parecido bien… Tenemos ya la vida eterna si sabemos acogerla como un niño, con pobreza de corazón…
2. “Todo esto lo he cumplido desde pequeño”
¿Cómo es nuestra justicia? ¿Cómo es nuestra coherencia de vida?
3. “Una cosa te falta…”
A cada uno de nosotros, Dios le lleva por un camino. No nos pide a todos lo mismo. No nos asigna la misma misión ni la misma tarea en este mundo… Por eso, tampoco nos exige a todos el mismo estilo de entrega…
Dentro de lo que intuyes y sientes que Dios te pide a ti… ¿qué te falta que sabes que él te pide y no respondes a ello?
4.“¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el Reino de Dios!”
¿Cuáles son tus apegos y posesiones? ¿Qué es eso a lo que te aferras que no te deja ser libre ni pobre ante Dios? ¿Son bienes materiales? ¿Es tu “honor” ante el mundo? ¿Es el cuidado de la apariencia? ¿Es el deseo de ser más que los demás? ¿Son tus méritos ante Dios? ¿Es tu ego?...
5. “Dios lo puede todo”
No desesperes si te has propuesto cambiar, muchas veces, y te parece que estás en el mismo punto. No pienses que ya es tarde para responder a Dios, para dar un paso de transformación… Nunca es tarde. Lo que no podemos nosotros, lo puede Él en nosotros.
6. “Nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido…”
¿Has experimentado la paradoja del evangelio de que dar es recibir y perder es ganar?
PROPUESTAS DE ORACIÓN
a) Ponte ante Dios, con las manos abiertas ante Él, en tu regazo… Cae en la cuenta de todo lo que hay en tus manos, todo lo que constituye una posesión que te esclaviza, que no te deja entregarte a los demás como quisieras, o ser generoso, o dedicarles tu tiempo, o vivir con paz… Date cuenta de tus preocupaciones, de tu tendencia a controlar el futuro, a garantizar que las cosas sucedan tal y como tú deseas… Y todo ese “equipaje” de tus manos (y de tus espaldas) entrégaselo a Dios… Ponte enteramente en sus manos, en actitud de pobreza, abandono y dependencia de Dios… Deja tus manos vacías, tu vida vacía, para que Dios la llene como Él quiera…
b) “Donde está tu tesoro, allí está tu corazón”. El evangelio nos invita a reconocer que Dios y su Reino son lo primero, lo más importante, el tesoro y la riqueza de nuestra vida.
Salomón, en el libro de la Sabiduría, considera que su riqueza es la sabiduría que le viene de Dios.
Tomamos sus palabras y oramos reconociendo, con amor y gratitud, que el Señor Jesús, Sabiduría eterna, es nuestro bien y nuestro todo.
Señor, tú eres el tesoro por el que vendo
todas mis posesiones.
Te prefiero a cetros y tronos,
y, en tu comparación, tengo en nada la riqueza.
No te equiparo la piedra más preciosa,
porque todo el oro, a tu lado, es un poco de arena,
y, junto a ti, la plata vale lo que el barro.
Te quiero más que la salud y la belleza,
y me propongo tenerte por luz,
porque Tu resplandor no tiene ocaso.
Contigo me vinieron todos los bienes juntos,
en tus manos hay riquezas incontables.
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Nota: Para el comentario del texto bíblico, me he valido de la siguiente bibliografía:
- Enrique Martínez Lozano, Sabiduría para despertar. Una lectura transpersonal del evangelio de Marcos, DDB 2011
- Dolores Aleixandre, Contar a Jesús, CCS 2002
- Joachim Gnilka, El evangelio según San Marcos, Vol. II, Sígueme 1997
¡Qué difícil es vivir el Evangelio de Jesús! ¡Qué difícil es vivir libre y desapegado!
ResponderEliminarQue el Jesús nos dé su sabiduría para poder liberarnos de todo lo que nos ata, sea el dinero o cualquier otra cosa.
Gracias por esta entrada. Tiene tantas cosas que no sabía con cual quedarme, pero me ha ayudado a profundizar el mensaje de este domingo.
José Vicente
Gracias a ti, José Vicente, por tu comentario.
ResponderEliminarTienes razón en que estas propuestas de oración son muy variadas y, a lo mejor, más estorba que ayuda tanta cosa. Por ello hay que tomarlo como un menú con muchos platos del que sólo elijo quedarme con uno o dos a lo sumo. Rezo con ello y lo demás, lo dejo para otro momento o, sencillamente, lo dejo.
Un saludo cordial.