Lectura
orante de Éxodo 3,1-8a.13-15
Canto: Yo
soy el que Soy (Ain Karem)
-
Si ellos me preguntan cuál es tu Nombre,
¿qué
les responderé?
-
Yo soy el que soy.
Yo
soy el Dios de tus padres,
el
Dios de Abrahán, de Isaac y Jacob.
He
visto el dolor de mi pueblo, he oído su clamor.
Conozco
su angustia.
VOY A LIBERAR A MI PUEBLO…
Oración
inicial: Seis peticiones a Moisés, amigo de Dios
Moisés, amigo de Dios, con el que
hablabas cara a cara,
enséñanos a acudir a su cita todos los
días.
Moisés, contagiado por la compasión de
Dios,
enséñanos a ser compasivos y
solidarios con quienes nos rodean.
Moisés, profeta de Dios,
enséñanos a escuchar su Palabra, a
rumiarla en el corazón
y a anunciarla con nuestras obras.
Moisés, nodriza de tu pueblo,
enséñanos a hacernos responsables de
aquellos a quienes Dios
ha encomendado a nuestro cuidado.
Moisés, mediador de la liberación de
Dios,
enséñanos a ser libres y a liberar a
quienes sufren cualquier tipo de esclavitud.
Moisés, humilde y fiel,
enséñanos a permanecer fieles a Dios
hasta el fin.
…………………………………………………………….
Éxodo 3,1-8a.13-15
1 Moisés era pastor
del rebaño de Jetró su suegro, sacerdote de Madián. Una vez llevó las ovejas
más allá del desierto; y llegó hasta Horeb,
la montaña de Dios. 2 El ángel de Yahveh se le apareció en forma
de llama de fuego, en medio de una zarza. Vio que la zarza
estaba ardiendo, pero que la zarza no se consumía.
3 Dijo, pues, Moisés: «Voy a acercarme para ver
este extraño caso: por qué no se consume la zarza.»
4 Cuando vio Yahveh que Moisés se acercaba para mirar, le llamó de en medio de la zarza, diciendo: «¡Moisés, Moisés!» El respondió: «Heme aquí.»
5 Le dijo: «No te acerques aquí; quita las sandalias de tus pies, porque el lugar en que estás es
tierra sagrada.»
6 Y añadió: «Yo soy
el Dios de tu padre, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de
Jacob.» Moisés se cubrió el rostro, porque temía ver a Dios.
7 Dijo Yahveh: «Bien vista tengo la aflicción de mi
pueblo en Egipto, y he escuchado su
clamor en presencia de sus opresores;
pues ya conozco sus sufrimientos. 8
He bajado para librarle de la mano
de los egipcios y para subirle de
esta tierra a una tierra buena y espaciosa; a una tierra que mana leche y miel.
9 Así pues, el clamor de los israelitas ha llegado hasta
mí y he
visto además la opresión con que los egipcios los oprimen.
10 Ahora, pues, ve; yo te envío a Faraón, para que saques a
mi pueblo, los israelitas, de Egipto.»
11 Dijo Moisés a Dios: ¿Quién soy yo para ir a Faraón y sacar de Egipto a los israelitas?»
12 Respondió: «Yo
estaré contigo y esta será para ti la señal de que yo te envío: Cuando hayas sacado al pueblo de Egipto daréis culto a
Dios en este monte.»
13 Dijo Moisés a Dios: «Si voy a los israelitas y les digo:
"El Dios de vuestros padres me ha
enviado a vosotros"; cuando me pregunten: "¿Cuál es su nombre?", ¿qué les responderé?»
14 Dijo Dios a Moisés: «Yo
soy el que soy.» Y añadió: «Así dirás a los israelitas: "Yo soy" me ha enviado a
vosotros.»
15 Siguió Dios diciendo a Moisés: «Así dirás a los
israelitas: El Señor, el Dios de vuestros padres, el Dios de Abraham, el Dios
de Isaac y el Dios de Jacob, me ha
enviado a vosotros. Este es mi
nombre para siempre, por él seré invocado de generación en generación.»
CUANDO
LEAS
- En las primeras lecturas de los domingos de Cuaresma, vamos contemplando a personajes
relevantes de la historia de la salvación. El primer domingo, contemplamos
a Israel como pueblo salvado por el
Señor. Se trata del pasaje en el que Israel confiesa su credo histórico:
“Mi padre era una arameo errante, que bajó a Egipto, y se estableció allí,
con unas pocas personas. Pero luego creció, hasta convertirse en una raza
grande, potente y numerosa. Los egipcios nos maltrataron y nos oprimieron, y
nos impusieron una dura esclavitud. Entonces clamamos al Señor, Dios de nuestros padres; y el Señor
escuchó nuestra voz, miró nuestra opresión, nuestro trabajo y nuestra angustia.
El Señor nos sacó de Egipto con mano fuerte y brazo extendido… con signos y
prodigios. Nos introdujo en este lugar, y nos dio esta tierra, una tierra que
mana leche y miel…” (Dt 26,4-10)
El segundo domingo, contemplamos a Abrahán
y su alianza con Dios (Gn 15). El tercer domingo, a Moisés, la experiencia de la zarza ardiente y de la revelación
del Nombre divino. El cuarto domingo, Josué,
el encargado de introducir al pueblo en la tierra prometida, atravesando el
Jordán. Y el quinto domingo, una lectura de Isaías.
En este tercer domingo, como decimos, la primera lectura nos presenta la teofanía de la zarza ardiente en el Sinaí y
la revelación del Nombre de Yahveh.
El pasaje que vamos a orar tiene tres partes:
1. Éx 3,1-6: La visión de la zarza
2. Éx 3,7-12: El encargo que le hace Dios a Moisés de sacar a su pueblo de
Egipto
3. Éx 3,13-15: La revelación del nombre de Yahveh
1. Visión de la
zarza (Ex 3,1-6): lo que comenzó siendo un día normal en la vida de Moisés,
se convirtió en una experiencia transformadora que cambió su vida radicalmente.
El foco de atención se concentra en la
zarza, un lugar de manifestación de la presencia de Dios, cuya santidad el
pastor Moisés desconocía, como también Jacob desconocía la posibilidad de que
cualquier lugar en la noche se convirtiera en Betel, en casa de Dios (Gn
28.11-22).
La experiencia de Moisés es una visión;
de ahí la repetición del verbo ver.
Su objeto es la presencia divina, el ángel o mensajero del Señor. El fuego ni
consume la zarza ni de ella depende: está
ahí. La visión de la zarza atrae la atención; una vez cumplida su función
desaparece; pero quedó ligada al Dios que en ella se reveló: el que habita en
la zarza (Dt 33,16). En el monte divino, Moisés descubre a Dios en la zarza y
Dios le sale al encuentro por su palabra; del
ver se pasa al oír, la teofanía se hace diálogo. Dios llama a Moisés y éste
responde: Aquí estoy. Le llama como
a tantos otros personajes de la historia: A
Abrahán, cuando le pidió sacrificar a su hijo único, el amado (Gn 22,1), a Samuel, cuando lo llamó en medio de
la noche (1 Sam 3), a Isaías, en la
teofanía del templo (Is 6,8)…
A la orden de descalzarse, Moisés obedece; por su cuenta se cubre el rostro.
Son medidas de seguridad ritual. De los pies -sandalias- a la cabeza -cara-
todo el hombre espera en silencio. Oculta su rostro, pero atiende. El encuentro
con Dios es un riesgo y un acontecimiento salvador que llama a una vida nueva
(véase Gn 28,17; 32,2-33; Ex 19, 21; 33,20; Nm 4,20; Dt 5, 24-25; Jue 6,22-23;
13,22; Is 6,5. La misma sensación tienen los que contemplan la gloria de Jesús:
Mt 12,6; 28,4; Mc 1,27; 2,12; 4,41; 5,15.42; 6,49-51; 16,5-8; y paralelos).
2. Misión de Moisés
(Ex 3,7-12). Quien se revela no es un desconocido, sino el Dios paterno, ligado a una
historia de amor y comprometido con unas promesas. Dios toma la iniciativa y
entra en la historia para rescatar a los suyos. La situación del pueblo oprimido
la constata el mismo Dios con tres verbos: he
visto, he oído, conozco. Sigue la decisión con otros tres: voy a bajar / para librarlo / y lo subiré
a una tierra alabada también con tres adjetivos: buena, espaciosa y fértil. Las
objeciones de Moisés y las respuestas de Dios toman la forma de un diálogo; las
dudas de Moisés son viscerales: es
incapaz, teme a lo desconocido, sabe que su pueblo es duro. Dios responde a
cada duda con una mirada al futuro y urgiendo a la acción. A base de
repeticiones, se articulan la resistencia
humana, la insistencia divina y la promesa de asistencia de quien quiere
llevar adelante su proyecto.
El pastor Moisés es consciente de la propia incapacidad: ¿Quién soy yo? (véase Jr 1,6; 1 Sm 9,21; Jue 6,15). Un
huido de la justicia, un pobre hebreo marginado, un pastor, despreciable para
los egipcios, ¿va a ir al faraón y conseguir librar a los explotados? La
respuesta divina consiste en una promesa
de ayuda continuada y un signo que mira al futuro: Yo estaré contigo, una
invitación a abandonarse en manos de quien estará a tu lado, a creer en la
misión. A la pregunta: ¿Quién soy yo?, Dios parece responderle: "Seré yo, no tú el que estará y
realizará la tarea". Garantiza su misión el hecho de que un día,
libres ya, se encontrarán con Dios y formarán una comunidad que dará culto en
el monte donde se desarrolla la escena. La liberación se orienta a la alianza.
3. Revelación del
nombre divino (Ex 3,13-15). 'Eyeh 'aser 'eyeh
es un juego de palabras con el verbo hayah=ser.
Gramaticalmente, es un futuro "seré el que seré", o como el anterior
"Yo estaré". Como expresión verbal dinámica (el sustantivo es
estático), "ser" no es verbo de esencia o estado, sino de acción, de
presencia real y efectiva: "ser así,
llegar a ser, manifestarse como uno es". Sus hechos explicarán su
nombre. Como si dijera: Yo soy el que estoy y estará contigo para
librarte…
CUANDO
MEDITES
- Desde ese primer encuentro de Moisés con Dios en la zarza ardiente, su vida recibió la fuerza y la luz de sus
continuos encuentros con Él en la tienda del encuentro. Moisés hablaba con
Dios cara a cara, como habla alguien con su amigo (cf. Éx 33,11).
Contempla la siguiente escena: “Cuando Moisés bajó del monte Sinaí… no
sabía que tenía el rostro radiante
de haber hablado con el Señor…
Cuando Moisés acudía al Señor para hablar con él, se quitaba el velo hasta la
salida. Cuando salía los israelitas veían la
cara radiante, y Moisés se volvía a echar el velo por la cara, hasta que
volvía a hablar con Dios” (cf. Éx
34,29-35).
- Cuando Moisés es llamado, responde con disponibilidad: “Aquí
estoy”… ¿Cómo es tu disponibilidad y abandono ante Dios? ¿Cómo te ofreces a
Él para colaborar con su obra?...
- Una zarza en un monte puede
ser lugar de la manifestación de Dios, lugar sagrado donde quitarse las
sandalias, lugar de encuentro… ¿Cuáles son tus zarzas ardientes en tu vida
cotidiana?
- Dios llama a personas concretas siempre para una misión a favor de su pueblo. En el caso de Moisés, tendrá
que cargar la carga de Israel, liberar y conducir, ser mediador entre Dios y
ellos, ser su nodriza que ayuda a alumbrar una nueva identidad… ¿A qué misión te llama y envía Dios?
-Dios revela su Nombre: Yo
soy el que soy… ¿Qué te dice este Nombre sobre Dios? ¿Con qué nombre te
gusta nombrarle según la experiencia que tienes de Él?...
CUANDO
ORES
* Una zarza en un
monte…
Una zarza en un monte
puede ser el lugar ideal para encontrarte.
puede ser el lugar ideal para encontrarte.
Un momento de cansancio
puede ser el espacio de irrupción de tu descanso.
puede ser el espacio de irrupción de tu descanso.
Un agitado tren de vida imparable
puede convertirse en calma y en silencio habitados.
puede convertirse en calma y en silencio habitados.
El estrés que nos rompe el alma y
quebranta el cuerpo
puede ser el espacio en que tus manos nos sosiegan
y tus brazos nos toman y nos serenan.
puede ser el espacio en que tus manos nos sosiegan
y tus brazos nos toman y nos serenan.
Dos ancianos tomados de la mano,
caminando juntos en equilibrio inestable,
puede ser lugar de revelación de tu ternura obstinada
y de un sentido de la vida inquebrantable, firme como una roca.
puede ser lugar de revelación de tu ternura obstinada
y de un sentido de la vida inquebrantable, firme como una roca.
Las miradas de muchos rostros
pueden transparentar tu atenta, penetrante y única mirada.
pueden transparentar tu atenta, penetrante y única mirada.
El loco primer amor enamorado de quien
estrena la vida
puede hablarnos de tu amor loco, excesivo y sin medida.
puede hablarnos de tu amor loco, excesivo y sin medida.
El descenso y las pérdidas de quienes
en un tiempo fueron fuertes y capaces
pueden ser revelación de ti, Inmenso y Poderoso Dios, que desciendes
y te haces nada por amor a nosotros.
pueden ser revelación de ti, Inmenso y Poderoso Dios, que desciendes
y te haces nada por amor a nosotros.
Jacob te encontró durante una noche en
que huía, asustado, del odio de su hermano.
Te encontró en un lugar desierto,
despojado de todo,
con la única posesión de una piedra
para reclinar la cabeza.
Allí estabas Tú, y él no lo sabía.
Allí te encontró y llamó a aquel lugar
oscuro “casa de Dios y puerta del cielo”.
Elías te esperaba en el fuego
abrasador,
en la manifestación imponente del Dios
único.
Pero te halló en el silencio de una
brisa semejante a un leve soplo.
Un lugar vacío, el silencio de una
brisa, una zarza en un monte,
o cualquier otro lugar inesperado,
pueden convertirse
pueden convertirse
en el lugar ideal para encontrarte.
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