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martes, 26 de febrero de 2013

Estad atentos y vigilad... No sabéis cuándo viene...

Lectio divina de Marcos 13,24-37
24 En aquellos días, después de esa gran angustia, el sol se hará tinieblas, la luna no dará su resplandor, 25 las estrellas caerán del cielo, los astros se tambalearán.
26 Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad;              27 enviará a los ángeles para reunir a sus elegidos de los cuatro vientos, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo.
28 Aprended de esta parábola de la higuera: Cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las yemas, deducís que el verano está cerca; 29 pues cuando veáis vosotros suceder esto, sabed que él está cerca, a la puerta. 30 Os aseguro que no pasará esta generación antes que todo se cumpla. 31 El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán, 32 aunque el día y la hora nadie lo sabe, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, sólo el Padre.
33 Estad atentos y vigilad, porque ignoráis cuándo será el momento.
34 Al igual que un hombre que se ausenta: deja su casa, da atribuciones a sus siervos, a cada uno su trabajo, y ordena al portero que vele; 35 velad, por tanto, ya que no sabéis cuándo viene el dueño de la casa, si al atardecer, o a media noche, o al cantar del gallo, o de madrugada. 36 No sea que llegue de improviso y os encuentre dormidos. 37 Lo que a vosotros digo, a todos lo digo: ¡Velad!»

CUANDO LEAS

- El evangelio forma parte del “discurso escatológico” de Marcos, llamado también “discurso sobre la parusía” o “apocalipsis sinóptico” (13,1-37). “El material de que se compone son predicciones coloreadas apocalípticamente, que tienen numerosos paralelos en la literatura apocalíptica contemporánea suya, logia del Señor, tanto provenientes de Jesús como puestos en boca suya, las dos parábolas de la higuera y la del guardián a la puerta” (J. Gnilka). “El Su objetivo es animar la fe de la comunidad desconcertada y asustada por los acontecimientos sucedidos en Judea durante los años 70 d.C. (opresión romana, destrucción del templo y persecución de la comunidad cristiana).
El discurso escatológico se divide, a grandes rasgos, y tras una introducción que sitúa el escenario (vv. 1-4), en tres partes: a) 5b-23; b) 24-27; c) 28-37. Para nuestra oración de hoy, seleccionamos las dos últimas secciones.
-El tema central del pasaje es la venida del Hijo del hombre, la venida de Jesús. Los vv. 24-25 presentan una escena de conmoción del universo ante la venida del Señor. “No es que el Hijo del hombre llegue a través de la calamidad, sino que su llegada trastorna el mundo viejo. Su esplendor lo anula; ya no hay astros que iluminen ante su luz. En los Apocalipsis judíos llegaba el juez a condenar. Aquí no hay juicio de condenación, sino la aparición de la salvación, el inicio del mundo nuevo. El texto no pretende atemorizar sino dar esperanza” (F. Riera).
En efecto, esa conmoción cósmica era presentada ya en oráculos proféticos (Is 13,10; Ez 31,19) como un recurso literario para anunciar el nacimiento de un mundo nuevo. “Lo viejo ha pasado; todo es nuevo” (2 Cor 5,17), “He aquí que yo hago nuevas todas las cosas” (Ap 21,5).
-La venida de Jesús es presentada, en los vv. 26-27 al estilo como la describe Daniel 7,13-14, con imágenes de la apocalíptica judía de la época. En esencia, lo que se nos quiere decir que es, en la parusía del Señor (la palabra griega parusía significa venida), el mundo viejo pasará y Dios salvará a sus elegidos, sus hijos amados, por medio de su Hijo Jesús.
-Con parábola de la higuera, vv. 28-29, se nos quiere enseñar a mirar los acontecimientos que se mencionan anteriormente como un signo de que el Señor está cerca, a la puerta. La expresión “está cerca, a la puerta” hace alusión al juicio, a la salvación y al juez. En el mismo contexto aparece en otros textos neotestamentarios:
“Tened, pues, paciencia, hermanos, hasta la Venida del Señor. Mirad: el labrador espera el fruto precioso de la tierra aguardándolo con paciencia… Tened también vosotros paciencia; fortaleced vuestros corazones, porque la Venida del Señor está cerca. No os quejéis, hermanos, unos de otros para no ser juzgados; mirad que el Juez está a las puertas…” (San 5,7-9)
“… Yo, a los que amo, los reprendo y los corrijo. Sé, pues, ferviente y arrepiéntete. Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo” (Ap 3,19-20)
-En nuestro pasaje, siguen tres dichos: sobre cuándo sucederá todo eso (v.30), sobre el valor permanente de la palabra de Cristo (v.31; aquí Jesús habla con el lenguaje de Is 40,8, para subrayar la autoridad divina de su enseñanza: “La Palabra de nuestro Dios permanece para siempre”) y sobre el secreto del momento de la venida de Jesús (v.32). Este último dicho “habría nacido en una situación de apasionada e inminente espera de la parusía y habría pretendido servir de corrección de tal espera” (J. Gnilka). Por otra parte, la idea de que sólo Dios conoce el tiempo definitivo es típica en el judaísmo (Zac 14,7, “Será un día único, conocido sólo de Yahveh…”).
- Los vv. 33-37 presentan una segunda parábola, la del portero. Compara la vigilancia sobre el reino con la vigilancia que ha de tener un portero cuyo señor se ha ido de viaje. Puesto que no se conoce el momento exacto de su venida, se requiere una vigilancia constante. “Velad” es la exhortación que se repite tres veces.

CUANDO MEDITES

Los textos “escatológicos” de los evangelios nos cuestionan sobre las razones de nuestra esperanza, sobre nuestras actitudes y nuestro modo de vivir el momento presente, y sobre nuestro modo de encarar el sufrimiento (lo que en los textos aparece como “tribulaciones”) y la muerte.
- “Él está cerca, a la puerta”
- La razón de nuestra esperanza no es sólo ni principalmente que el Señor vendrá, que el Señor resucitó y nos resucitará, que hay vida eterna… La razón de nuestra esperanza no está en el futuro, sino en el presente. En realidad, sólo existe el presente, y Dios está en él. Dios está siempre cerca, viene siempre, está dentro, nos habita y, si consentimos, si le abrimos la puerta de nuestra casa, si tenemos fe, Él llena nuestro presente de Vida abundante, de sentido, de proyecto, de Presencia…
- La razón de nuestra esperanza es que Dios es Amor. Se define como “Aquel que nos ama” (Ap 1,5; Rom 8,37); nada puede separarnos de su amor… Y eso es lo más real de nuestra existencia.
Los pasajes escatológicos pretenden despertarnos a esa verdad: vigilad, estad atentos, daos cuenta
-“Estad atentos y vigilad… velad…”
- “Vosotros, hermanos, no vivís en la oscuridad… pues todos sois hijos de la luz e hijos del día. Nosotros no somos de la noche ni de las tinieblas. Así pues, no durmamos como los demás, sino velemos y seamos sobrios…” (1 Tes 5, 4ss)
- “Mirad atentamente cómo vivís; no seáis necios, sino sabios” (Ef 5,15): Esta es la actitud cristiana: vivir en la luz, vivir en el amor, con intensidad, en comunión con Dios y con los otros… Vivir atentamente y con profundidad el tiempo… Vivir de un modo “espiritual”. “Espiritual” no es lo contrario de “material”, sino lo contrario de “superficial”. Es espiritual quien es consciente de su identidad más profunda y vive desde ella, en compromiso con las realidades del mundo. “La esperanza cristiana es una esperanza que ama la tierra”.
- “Entonces verán venir al Hijo del hombre… para reunir a sus elegidos de los cuatro vientos…”
- Nuestro “futuro” tras la muerte es “estar siempre con Él” (1 Tes 4,17). No sabemos cómo. Sabemos que será así. Pero en realidad, si comenzamos a vivir esa comunión aquí y ahora, no importa demasiado el “después”. Esa pregunta deja de tener sentido, así como el miedo a la muerte y a lo que pasará tras ella… Los santos han experimentado, mejor que nadie, esta verdad: “Para mí la vida es Cristo y la muerte, una ganancia… Mi deseo es partir y estar con Cristo, lo cual, ciertamente, es con mucho, lo mejor…” (Filp 1,21-23)

CUANDO ORES
1) Con el Salmo 15/16, puedes expresarle a Dios tu confianza en que, al final de la vida
y al final de la historia, Él no nos entregará a la muerte sino que nos seguirá llenando de vida y de dicha en su Presencia.

El Señor es el lote de mi heredad y mi copa,
mi suerte está en tu mano.
Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha, no vacilaré.

Por eso se me alegra el corazón,
se gozan mis entrañas,
y mi carne descansa serena:
porque no me entregarás a la muerte
ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.

Me enseñarás el sendero de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha.

2) Ora al Señor constantemente: “¡Ven, Señor Jesús!”

3) Él viene, viene siempre

¿No oíste sus pasos silenciosos?
El viene, viene, viene siempre.

En cada instante y en cada edad,
todos los días y todas las noches,
él viene, viene, viene siempre.

He cantado muchas canciones
y de mil maneras;
pero siempre decían sus notas:
"El viene, viene, viene siempre".

En los días fragantes del soleado abril,
por la vereda del bosque,
él viene, viene, viene siempre.

En la oscura angustia lluviosa
de las noches de julio,
sobre el carro atronador de las nubes,
él viene, viene, viene siempre.

De pena en pena mía,
son sus pasos los que estremecen mi corazón,
y el dorado roce de sus pies
es lo que hace brillar mi alegría.

 (Tagore)
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Autora: Conchi López, discípula del Divino Maestro, equipo de Lectio Divina de la UPComillas

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