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martes, 26 de marzo de 2013

La entrega de Judas y la condena del Sanedrín

Lectio divina de Marcos 14,43-65
43 Todavía estaba hablando, cuando de pronto se presenta Judas, uno de los Doce, acompañado de un grupo con espadas  y palos, de parte de los sumos sacerdotes, de los escribas y de los ancianos.
44 El que le iba a entregar les había dado esta contraseña: «Aquel a quien yo dé un beso, ése es, prendedle y llevadle con cautela.» 45 Nada más llegar, se acerca a él y le dice: «Rabbí», y le dio un beso.
46 Ellos le echaron mano y le prendieron.
47 Uno de los presentes, sacando la espada, hirió al siervo del Sumo Sacerdote, y le llevó la oreja.
48 Y tomando la palabra Jesús, les dijo: «¿Como contra un salteador habéis salido a prenderme con espadas y palos? 49 Todos los días estaba junto a vosotros enseñando en el Templo, y no me detuvisteis. Pero es para que se cumplan  las Escrituras.»
50 Y abandonándole huyeron todos.
51 Un joven le seguía cubierto sólo de un lienzo; y le detienen. 52 Pero él, dejando el lienzo, se escapó desnudo.

53 Llevaron a Jesús ante el Sumo Sacerdote, y se reúnen todos los sumos sacerdotes, los ancianos y los escribas. 54 También Pedro le siguió de lejos, hasta dentro del palacio del Sumo Sacerdote, y estaba sentado con los criados, calentándose al fuego.
55 Los sumos sacerdotes y el Sanedrín entero andaban buscando contra Jesús un testimonio para darle muerte; pero no lo encontraban.
56 Pues muchos daban falso testimonio contra él, pero los testimonios no coincidían. 57 Algunos, levantándose, dieron contra él este falso testimonio: 58 «Nosotros le oímos decir: Yo destruiré este Santuario hecho por hombres y en tres días edificaré otro no hecho  por hombres.» 59 Y tampoco en este caso coincidía su testimonio.
60 Entonces, se levantó el Sumo Sacerdote y poniéndose en medio, preguntó a Jesús: «¿No respondes nada? ¿Qué es lo que éstos atestiguan contra ti?»
61 Pero él seguía callado y no respondía nada. El Sumo Sacerdote le preguntó de nuevo: «¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito?»
62 Y dijo Jesús: «Sí, yo soy, y veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del Poder y venir entre las nubes  del cielo.»
63 El Sumo Sacerdote se rasga las túnicas y dice: «¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? 64 Habéis oído la blasfemia. ¿Qué os parece?» Todos juzgaron que era reo de muerte.
65 Algunos se pusieron a escupirle, le cubrían la cara y le daban bofetadas, mientras le decían: «Adivina», y los  criados le recibieron a golpes.
CUANDO LEAS
1. El relato del prendimiento de Jesús de Marcos tiene dos partes: la primera presenta la carga emotiva de un beso que, según el texto, es traidoramente efusivo, y nos presenta también la vergonzosa nocturnidad de la policía del Templo ante un profeta que ha hablado a la luz, cada día, en el mismo Templo. Y la segunda nos presenta la reacción de protesta de Jesús –única vez en toda la pasión de Marcos- ante la violencia de la nocturnidad y de las formas (con espadas y palos). Nos presenta también la bochornosa huída de los discípulos, que lo habían seguido durante su vida pública, cuando parecía que el éxito y la fama de Jesús les acompañaban.
La escena del prendimiento conecta con la de Getsemaní, pues mientras todavía estaba hablando Jesús, se presenta Judas, del que se resalta que era uno de los doce. En Marcos, éste es el “sobrenombre” de Judas Iscariote: “el que lo entregó” (cf. Mc 3,19; 14,44). El grupo viene de parte del Sanedrín, sumos sacerdotes, escribas y ancianos. Estos pertenecen al partido saduceo y son los responsables más inmediatos de la muerte de Jesús. Se trata de una turba informal, pues vienen con espadas y palos como para detenerlo como a un ladrón cualquiera.
La contraseña que elige Judas para la entrega es un beso (muestra de amistad), que, según el texto, parece ser un beso cariñoso, efusivo, para dar tiempo a que los enemigos de Jesús se fijaran y lo identificaran.
Cuando Jesús es detenido, uno de los presentes (Pedro, según Jn 18,10) sacó la espada y le cortó la oreja al siervo del sumo sacerdote, una acción indigna de un seguidor ideal de Jesús, pero propia de sus seguidores reales, hombres rudos y violentos, como deja entrever el texto de la elección de los 12 en los sinópticos, cf. Mc 3,13-19: Simón, Pedro (= piedra de tropiezo), Judas Iscariote (=sicario, “el que lo entregó”), Santiago y Juan (=”los hijos del Trueno”) o Simón el Zelote (Lc 6,15).
Jesús se queja de que vengan a detenerle como a un ladrón, a escondidas, en la noche. Él enseñaba todos los días en el templo, como un maestro con autoridad, y allí no se atrevieron a echarle mano por temor a la gente (Mc 12,12). Se afirma que esto sucedió así “para que se cumplieran las Escrituras”, expresión rara en Marcos y más propia de Mateo. ¿Qué pasaje concreto de la Escritura se cumple en la entrega de Jesús en la noche? Quizá la expresión del cumplimiento se refiere a “y abandonándole, huyeron todos”. Hay muchos pasajes en la Escritura en los que se puede leer el abandono que experimenta el hombre justo (Sal 27,10; 31,12; 38,12; 41,10, 69,9). En el Talmud se lee: “A la puerta del comerciante de aceite hay muchos hermanos y amigos; a la puerta de la cárcel, no hay ni hermanos ni amigos”. Probablemente Marcos se refiere a aquellos textos bíblicos que hablan del justo perseguido (en Jeremías, el Siervo de Yahveh, o al justo traspasado de Zacarías).
El abandono de “todos” está lleno de ironía y de fuerza. Se cumplen así sus palabras: “Todos os vais a escandalizar” (14,27). Todos, menos un joven que, en principio, le sigue y que termina escapando desnudo. ¿Es un dato autobiográfico del propio Marcos? ¿Es un discípulo cualquiera? ¿Es una referencia al profeta Amós: “El más esforzado entre los bravos huirá desnudo el día aquel” (2,16)?...
2. Jesús, conducido al Sumo Sacerdote, es confrontado con representantes de tres facciones del sanedrín: los sumos sacerdotes, los ancianos y los escribas.
Pedro sigue a Jesús, pero le sigue “de lejos”. Para que el seguimiento sea verdadero es necesario estar dispuesto a asumir la suerte del maestro e ir con Jesús hasta la cruz. Con la alusión a Pedro se introduce también el relato de la  negación.
Cuando se habla de “todo el sanedrín”, se habla la reunión plenaria de las supremas autoridades judiciales, que constaba de 70 miembros a los que se sumaba el sumo sacerdote en el cargo. La finalidad de la reunión es encontrar un testimonio contra Jesús para eliminarlo, y esa intención de matar hace que el juicio aparezca como ilegal. Esta intención de dar muerte a Jesús cierra un proceso iniciado en 3,6.
Para el narrador, los testimonios son falsos (cf. Sal 27,12; 35,11). Sus testimonios no sirven porque son contradictorios. La acusación gira en torno a las afirmaciones de Jesús respecto al templo: “Yo destruiré este Santuario…” Quizá Jesús nunca dijo esas palabras, pero su actitud de fondo era ésa. Hay un nuevo templo, un nuevo santuario, un nuevo modo de aproximarse a Dios… Jesús es el nuevo santuario de Dios en el que es posible encontrarse con el Padre, conocer su Rostro, encontrar la vida... “Él hablaba del templo de su cuerpo”… (Jn 2,21).
Viene a continuación el interrogatorio del acusado, realizada por el sumo sacerdote, que se sitúa en el centro. La primera pregunta se refiere al silencio de Jesús. La segunda exige que Jesús tome postura respecto a sus acusadores. Pero Jesús calla, como calla el justo perseguido del salterio (sal 38,14-16) o el Siervo de Yahveh (Is 53,7). Pero cuando el sumo sacerdote le interroga sobre el mesianismo, él hace una confesión mesiánica con unas palabras que dejan traslucir su trascendencia divina: “Sí, yo soy”, expresión que oculta una referencia al nombre de divino (“Yo soy el que soy”). La respuesta de Jesús remite al Salmo 110,1 y a Daniel 7,13. La blasfemia de Jesús, para muchos autores, consiste en que Jesús se coloca en el lugar perteneciente a Dios. Para los judíos, el confesar a Jesús crucificado como Mesías e Hijo de Dios (=Hijo del Bendito) era blasfemia.
El proceso se cierra con el escarnio de Jesús, en el que toman parte algunos miembros del sanedrín y los servidores. No se nos dice nada de la reacción de Jesús. Él permite, indefenso y en silencio, que caiga sobre él esta deshonra.

CUANDO MEDITES

- “Es un amigo de confianza quien traiciona a Jesús, y con un beso. La forma en que Jesús afrontó la violencia contiene un mensaje para nuestros tiempos. La violencia es suicida —dice a Pedro— y no se vence con más violencia, sino con una energía espiritual superior, que se extiende a los demás en forma de amor sanador. Jesús toca al siervo del sumo sacerdote y lo cura. El hombre violento puede tener necesidad también hoy de un gesto sanador, que brota de un amor que trasciende las cuestiones inmediatas.
En tiempos de conflictos entre personas, grupos étnicos y religiosos, naciones, intereses económicos y políticos, Jesús dice que la respuesta no es el enfrentamiento y la violencia, sino el amor, la persuasión y la reconciliación. Incluso cuando parece que no logramos nada con estos esfuerzos, plantamos semillas de paz, que traerán fruto a su debido tiempo. La justicia de nuestra causa es nuestra fuerza”.

- “Traición y abandono por parte de aquellos que había elegido como Apóstoles, a los que había confiado los secretos del Reino y en los que había puesto toda su confianza. Un rotundo fracaso. 
La traición sorprende, sobre todo si se refiere a los pastores del rebaño. ¿Cómo pudieron hacerle esto a él? El espíritu es fuerte, pero la carne es débil. Las tentaciones, las amenazas y chantajes, doblegan la voluntad. 
No nos escandalicemos. Las defecciones nunca han faltado en las persecuciones. Y después se han producido con frecuencia los regresos. En aquel joven, que arrojó la sábana y huyó desnudo (cf. Mc 14, 51-52), intérpretes autorizados han visto al futuro evangelista san Marcos”.

- “Esa traición y ese beso, a lo largo de los siglos, se han transformado en el símbolo de todas las infidelidades, de todas las apostasías, de todos los engaños. Cristo, por tanto, afronta otra prueba, la de la traición que engendra abandono y aislamiento. No es la soledad que tanto amaba, cuando se retiraba a los montes a orar; no es la soledad interior, fuente de paz y de serenidad porque con ella nos asomamos al misterio del alma y de Dios. Es, por el contrario, la experiencia dolorosa de tantas personas que también en esta hora en que nos encontramos aquí reunidos, al igual que en otros momentos del día, están solas en una habitación, ante una pared desnuda o ante un teléfono mudo, olvidados por todos por ser viejos, enfermos, extranjeros o extraños. Jesús bebe con ellos también este cáliz que contiene el veneno del abandono, de la soledad, de la hostilidad.”

- “Conocemos bien esta escena de condena: ¡es la crónica de todos los días! Pero nos queman en el alma unas preguntas: ¿Por qué es posible condenar a Dios? ¿Por qué Dios, que es omnipotente, se presenta revestido de debilidad? ¿Por qué Dios se deja avasallar por el orgullo de la arrogancia humana? ¿Por qué Dios calla?
Nuestro tormento es el silencio de Dios, es nuestra prueba. Pero es también la purificación de nuestra prisa, es la cura de nuestro deseo de venganza.
El silencio de Dios es la tierra donde muere nuestro orgullo y brota la verdadera fe, la fe humilde, la fe que no hace preguntas a Dios, sino que se entrega a él con la confianza de un niño.”
CUANDO ORES
Te sentirás solo, sin testigos.
Te encontrarás aislado, sin puentes.
Te abrumará el silencio, sin palabras.
Te dolerá el olvido, sin aplausos.
Te inquietará la duda, sin respuestas.
Te pesará la carga, sin ayudas.
Te asustará el compromiso, sin seguridades.
Te verás desnudo, sin mentiras.
Y Yo seré tu testigo, tu puente y tu palabra.
Yo seré tu aplauso, tu respuesta y tu apoyo.
Yo seré tu refugio y amaré tu desnudez
y te enseñaré a vivir de verdad.

(José Mª Rodríguez Olaizola, sj)

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Autora: Conchi López, pddm, equipo de Lectio Divina de la UPComillas
Nota: Los comentarios están tomados de Secundino Castro y de J. Gnilka; las propuestas de meditación, de diversos Via Crucis del Viernes Santo, en el Coliseo.

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