En Gente tóxica, de Bernardo Stamateas, he leído hoy un cuento simpático de una luciérnaga y una serpiente.
"Érase una vez una serpiente que persiguió a una luciérnaga para devorarla, hasta que logró arrinconarla en un lugar sin escapatoria. Cuando estaba a punto de tragársela, la luciérnaga la interrumpió diciendo (póngase voz de luciérnaga): -¡Espera! ¿Me permites que te haga una pregunta? A lo que la serpiente repuso (póngase voz de serpiente): - No suelo escuchar a mis víctimas pero, de acuerdo, por ser tú, te permitiré que me hagas tus preguntas. -¿Yo te he hecho algo? -No. -¿Formo parte de tu cadena alimenticia? -No. -Pues entonces, ¿por qué quieres comerme? Entonces el animal la miró fijamente y le dijo: -Porque no soporto verte brillar. ................ Ese cuentecillo sirve como umbral para el capítulo dedicado a los envidiosos.
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