martes, 10 de enero de 2012

Jesús, Novio y Señor del sábado

Lectio divina de Marcos 2,18-28

 (18) Un día que los discípulos de Juan y los fariseos estaban de ayuno, algunos fueron a decirle a Jesús: “Los seguidores de Juan y de los fariseos ayunan , ¿por qué tus discípulos no ayunan?”.
(19) Jesús les contestó: - “¿Acaso pueden ayunar los invitados a una boda mientras el novio está con ellos? Mientras tienen al novio con ellos no pueden ayunar. (20) Pero llegará el día en que el novio les será quitado, y aquel día ayunarán. (21) Nadie usa un trozo de tela nueva para remendar un vestido viejo, porque lo añadido tira del vestido viejo, lo nuevo de lo viejo, y la rotura se hace más grande. (22) Tampoco nadie echa vino nuevo en odres viejos, porque el vino nuevo hace reventar los odres y se echan a perder odres y vino. A vino nuevo, odres nuevos.
(23) Un sábado mientras Jesús y sus discípulos atravesaban unos campos de trigo, los discípulos se pusieron a arrancar espigas. (24) Los fariseos le preguntaron: “¿Por qué tus discípulos hacen algo que no está permitido en sábado?”
Jesús les respondió: (25) - ¿No habéis leído lo que hizo David cuando él y sus compañeros pasaban necesidad y estaban hambrientos? (26) Entró en la Casa de Dios, siendo sumo sacerdote Abiatar, y comió los panes consagrados, que sólo pueden los sacerdotes, y los compartió con sus compañeros”.
(27) Y añadió: - “El sábado se hizo para el hombre, no el hombre para el sábado. (28) Así que el Hijo del Hombre es señor también del sábado”.

CUANDO LEAS

- Este episodio, que cierra el capítulo segundo, se presenta sin dar noticia de cambio de lugar y tiempo. Por el lugar: a continuación de la comida celebrada por Leví para honrar a Jesús y dar a conocer su cambio de vida, puede hacernos pensar que el texto pertenece a los primeros tiempos jesuánicos. Pero el hecho de que los discípulos de Jesús se distingan de los de Juan y de los fariseos, indica un tiempo posterior a la muerte de Juan Bautista, y el ayuno de sus seguidores puede ser un ayuno de duelo.
- La narración (2,18-28) se desarrolla en una sola escena mediante un diálogo en el que Jesús lleva todo el peso y cuyo contenido sigue la línea metafórica de la frase con que termina el episodio anterior (v.17). El comienzo es una pregunta (v.18) dirigida a Jesús conjuntamente por los “discípulos de Juan y los fariseos”, unidos “por estar ayunando” aunque las razones de cada uno no son necesariamente las mismas, pero quieren saber por qué los de Jesús no lo hacen.
- Ayunar es un ejercicio ascético común a todas las religiones. Marca la estima de otros valores distintos al de satisfacer una necesidad primaria como es comer; también como petición de perdón por los pecados como hicieron los ninivitas (Jon 3,4-9). Los fariseos ayunaban dos veces por semana (Lc 18,12), aunque prescrito solo estaba el ayuno del día de la reconciliación (Lv 19,29-31).
- La respuesta de Jesús es metafórica: la “boda” y su banquete simbolizan el tiempo salvífico y, por lo tanto, la alegría que caracteriza boda y banquete suprime el ayuno. El “novio” es Jesús cuya presencia hace presente el tiempo de salvación. Lo que dice Isaías (62,5): “la alegría que encuentra el esposo con su esposa la encontrará tu Dios contigo”, ya se ha cumplido y por esto se experimenta la alegría del banquete de bodas. Pero hay más: además de la alegría mesiánica hay una clara alusión a la muerte de Jesús y a la repulsa de Israel. Y al mismo tiempo, una alusión a la suerte de los discípulos (v.20), que seguirán el mismo camino del Maestro: habrá otra vez días de ayuno.
- Los dichos siguientes (21-22) se añaden para explicar, en el tiempo de comunidad cristiana, las consecuencias de la presencia de Jesús. Como la tela nueva no es apropiada para remendar ropa vieja, así la vida nueva traída por Jesús, no puede estar en estructuras y normas viejas. Como el vino nuevo, aun en fermentación, destruye el cuero resquebrajado de los odres viejos, así es el espíritu de la comunidad nueva de Jesús purifica las viejas costumbres religiosas. La novedad de Jesús, convertirse a Jesús no es introducir alguna que otra pequeña reforma a un sistema de vida, como si la novedad de Jesús fuera una pieza nueva que poner en un vestido viejo, o como si fuera posible encerrar la novedad de Cristo en vasijas cuarteadas. Lo nuevo se muestra más fuerte que lo viejo. En el Reino de Dios nada será como antes, tampoco el ayuno.

- El relato siguiente (22-28) es característico de la predicación de Jesús. Los sábados, los judíos solo recorrían distancias cortas, además de tener una comida especial. Por el contrario, Jesús está de camino con sus discípulos y éstos cogen espigas y las comen (v. 23). Los fariseos protestan por la violación del “descanso del sábado”. Según Dt 23,26 está permitido arrancar espigas y consumirlas, pero en el rigorista pensamiento fariseo equivalía a “realizar labores de cosecha”, prohibidas por Ex 34,21. Y Jesús, su maestro responsable de la acción de sus discípulos, no sólo se lo permite, sino que los defiende ante los observantes fariseos. Para responder Jesús utiliza 1Sm 21,2-10, con alguna variación (Abiatar en lugar de su padre Ahimelec), la responsabilidad recae sobre David y sus acompañantes son resaltados, de manera que se produce una correspondencia con Jesús y sus discípulos. Pero el uso de Jesús va más allá: destaca su propia autoridad como superior, lo que le permite transgredir el sábado y, además, menciona el sentido original del sábado (Gn 1,1-2,4) que se creó, como todas las demás creaturas, para el hombre. Esta famosa sentencia del sábado y el hombre quiere decir que las religiones –en las cuales la falta de espíritu se pretende suplir con el rigorismo de las normas- y sus normas están al servicio del ser humano y no al revés.

CUANDO MEDITES
Después de leer el texto evangélico, contemplamos en los textos a Jesús en lo que hace y dice, en cómo se comporta con la gente curando sus sufrimientos, defendiendo a sus discípulos, predicando la gran novedad de su evangelio...
Lo que impidió a tantos de sus contemporáneos acoger a Jesús fue el miedo a esa gran novedad, la novedad revolucionaria de su mensaje y actuación que ponía en cuestión sus esquemas de vida, sus tradiciones y hasta la seguridad de su religión. La conversión que Jesús predica no consiste en introducir un pequeño “remiendo” en el sistema de vida judío… Han pasado los años y las palabras de Jesús siguen encontrando en nosotros las mismas resistencias. Pretendemos vivir la fe cristiana en la corteza de nuestra existencia, como un “remiendo” añadido a nuestra vida /…/ Sin embargo, Jesús presenta el evangelio como una “revolución”, como un “vino nuevo” que exige “odres nuevos”…
Hagamos un pequeño repaso a nuestra vida: ¿se configura según los criterios y esquemas de una sociedad que no está inspirada por el evangelio? Creemos, sin duda, en el amor, la conversión, el perdón, la solidaridad, el seguimiento de Jesús, pero vivimos instalados en el consumismo, en la búsqueda más o menos “explícita” de bienestar, en la indiferencia ante el sufrimiento del otro... Y esto vale para todos, para laicos y religiosos, para la vida en familia o en comunidad. Meditemos, pues.

CUANDO ORES

- Orar es un acto del corazón, no de la inteligencia. Es plantearse ¿qué le digo yo a Dios motivado por este texto leído, meditado y traído a mi vida, a mis experiencias, a mis deseos? ¿Tal vez me inspira a tomar de nuevo, aunque en otro estadio, con mayor conocimiento de mis posibilidades y de mis debilidades, a renovar el seguimiento de Jesús, a descubrirlo como una aventura de libertad más que como un ejercicio de renuncia?

- Orar es descubrir que hacernos amigos de Jesús es vivir en una fiesta contínua y que esa alegría la podemos contagiar.

- Al final rezaremos juntos el Salmo 8:
“¡Señor, dueño nuestro,
qué admirable es tu nombre…"


(Autora: Trinidad Brunet. Equipo de animación de lectio divina de la U.P. Comillas)

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