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miércoles, 9 de mayo de 2012

Las migajas de los hijos

Lectio divina de Marcos 7,24-37

Y levantándose, partió de allí para los territorios de Tiro y de Sidón. Y entró en una casa y no quería que nadie lo supiese, pero no pudo esconderse. Más bien, en seguida oyó de él una mujer cuya hija tenía un espíritu inmundo, y vino y cayó a sus pies. La mujer era griega, de nacionalidad sirofenicia, y le rogaba que echase el demonio fuera de su hija. Pero Jesús le dijo: —Deja primero que se sacien los hijos, porque no es bueno tomar el pan de los hijos y echarlo a los perritos. Ella respondió y le dijo: —Sí, Señor; también los perritos debajo de la mesa comen de las migajas de los hijos. Entonces él le dijo: —Por causa de lo que has dicho, ve; el demonio ha salido de tu hija. Y cuando ella se fue a su casa, halló a su hija acostada en la cama y que el demonio había salido.

Y volviendo á salir de los términos de Tiro, volvió por Sidón al mar de Galilea, atravesando la Decápolis. Y le trajeron un sordo y tartamudo, y le rogaron que le pusiera las manos encima. Y tomándole aparte de la gente, metió sus dedos en las orejas de él, y escupiendo, tocó su lengua; y mirando al cielo, gimió, y le dijo: Ephphatha: que quiere decir: Ábrete. Y en seguida se abrieron sus oídos, y se desató la ligadura de su lengua y hablaba bien.


CUANDO LEAS

La primera protagonista de hoy es una mujer extranjera Cananea, que mendiga por el bien de su hija… ¡como un perrito lo hace en casa de sus dueños!, una mujer que mostró una fe muy grande. Nos encontramos ante una mujer pagana de linaje gentil que manifestó una fe persistente en pedirle algo a Jesús, y recibió un elogio poco común de parte de Él, aunque ella era descendiente de los adoradores del Dios Baal. Ella se presenta a Jesús como una madre que sufre un dolor indecible debido a que su hija padecía una tremenda dolencia. Es una mujer con la voluntad resuelta de buscar alivio para su hija. Esta mujer recibe una respuesta maravillosa a su problema: esta historia nos recuerda que Dios escucha nuestras oraciones aún cuando la respuesta, a veces, parezca ser NO.
El segundo protagonista es un sordo y tartamudo, al que Jesús libera de sus ataduras – le abrió los oídos y le desató la ligadura de la lengua -. Nos recuerda que Jesús es un Jesús que sana y libera, que trae la curación y la libertad, que nos saca del mal y nos abre caminos de comunicación y de apertura a los demás. El relato muestra que la acción sanadora de Jesús está conectada con su intensa relación con el prójimo, el enfermo, y con el Padre... Jesús quiere que la curación suceda “aparte, lejos de la multitud”. La elección de llevar al enfermo aparte, hace que, en el momento de la curación, Jesús y el sordomudo se encuentren solos, cercanos, en una relación particular. Con un gesto, el Señor toca los oídos y la lengua del enfermo, o sea los centros específicos de su enfermedad. La intensidad de la atención de Jesús se manifiesta también en los rasgos insólitos de la curación: Emplea sus propios dedos y su propia saliva. También el hecho de que el evangelista nos traslade la palabra original pronunciada por el Señor: Efatá que quiere decir “¡Ábrete!”, evidencia el carácter singular de la escena.
Pero el punto central de este episodio es que Jesús en el momento de realizar la curación, busca directamente su relación con el Padre. La atención al enfermo, la atención de Jesús hacia él, están vinculados a una actitud profunda de oración dirigida a Dios. Una vez más surge su relación única con el Padre, su identidad de Hijo Unigénito. En Él, a través de su persona, se hace presente la actuación benéfica y sanadora de Dios.
Todo empezó cuando Jesús decidió apartarse del gentío, y que nadie supiese a donde estaba; entonces se fue a una región llamada de Tiro y Sidón, que es un distrito ubicado al norte de Galilea…. ¡Jesús siempre buscando nuevos horizontes, nuevos campos de evangelización!

CUANDO MEDITES

¡EFATA! ¡ÁBRETE! (Marcos 7:31—37)

El hombre del relato no podía comunicarse con la gente. Isaías había profetizado 700 años antes (Isaías 35:5) que el Mesías haría que los sordos oyeran y los mudos hablaran.

1. Piensa por un momento en la clase de sonidos y voces que escuchas durante el día. ¿Qué crees que sería lo más difícil para ti si no pudieras oír absolutamente nada?

2. Imagina la infancia de este hombre. (¿De qué medios dispondrían sus padres para enseñarle, protegerlo del peligro, hacerlo trabajar, etc.? ¿Qué clase de relación habrá tenido con sus iguales? ¿Qué imagen habrá tenido de sí mismo?)

3. Compare la vida cotidiana de esta persona adulta auditivamente discapacitada con la de sus vecinos. Quizás este hombre asistió algunas veces a la sinagoga y al templo. ¿Cuánto entendería acerca del Dios Invisible?

4. ¿Cuáles fueron las motivaciones de las personas que llevaron al sordomudo ante Jesús?

5. ¿Por qué Jesús no sanó al hombre de la forma en que se lo pidieron sus amigos?
¿Por qué el hombre no protestó sino que siguió al desconocido rabí?

6. ¿Cuánto habrá comprendido el hombre de las cuatro acciones que Jesús hizo en su propio lenguaje de señas? (¿Qué quiso transmitirle Jesús al mirar hacia el cielo antes de sanarlo? ¿Y con su profundo suspiro?)

7. Cada milagro de Jesús nos habla algo acerca del cielo. ¿Qué podemos aprender al respecto a través de este suceso?

CUANDO ORES

- Pide al Señor que te de las “migajas” de su gracia, para hacer de ti alguien nuevo.

- Pide al Señor que te abra los oídos del corazón y del entendimiento, para ver y oír más allá de lo superficial, y pueda adentrarme en la hondura de mi propia verdad y de la verdad de Dios.

- Pide al Señor que podamos ser nosotros también agentes liberadoras, personas que sanan, mediaciones que permitan que otros puedan ver y oír.


(Autora: Azucena Hernández, Equipo de Lectio Divina de la UPComillas)

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