De todos modos, el día uno del mes uno me sigue gustando. Es el día de BENDECIR.
La liturgia comienza con una Palabra de Bendición (Núm 6,24) y termina con una solemne bendición al final de la Eucaristía de Santa María, Madre de Dios.
Me inspira pensar en Israel como un pueblo que sabe bendecir.
Israel tiene bendiciones para casi todo: para el campo, las cosechas, la casa,
los hijos... y, por supuesto, para Dios. Son
incontables los cánticos, himnos y salmos con que Israel bendice a su Dios. La
bendición está al orden del día en el culto y en la vida corriente. Esto es lo más impresionante para mí.
En las grandes narraciones del Génesis
asistimos a las bendiciones que los padres dan a los hijos, por ej., la
bendición de Isaac a Jacob (cf. Gén 27,27 ss), o las de Jacob a sus hijos (cf.
Gén 48-49). Henri Nouwen cuenta, en 'Tú eres mi amado' (PPC,
Madrid, 1995, p. 43) cómo, en el rito de la bar mitzva, por el que los
adolescentes son declarados adultos en la comunidad judía, los padres
pronuncian una bendición sobre sus hijos. La bendición de la que Henri fue
testigo aquel día, en una sinagoga de Nueva York, fue la siguiente:
"Hijo, te pase lo
que te pase en la vida,
tengas éxito o no,
llegues a ser
importante o no,
goces de salud o no,
recuerda siempre
cuánto te aman tu padre y tu madre”.
Dejo aquí escrita una bendición para hijas, para hijos, para esposas, para esposos, para amigas y amigos, para aquellos que nos importan y, quizá, para el prójimo lejano, que también nos importa porque estamos irremisiblemente unidos a él por la misma savia del amor creador de Dios que circula por todos.
Sabeos bendecidas y bendecidos
cada uno de los días del año
que comienza HOY:
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Foto: MCMonroy |
a bendecirte y a amarte,
dejándote ser lo que eres,
contemplando lo que eres,
acogiendo lo que eres,
agraciando lo que eres
con mi mirada asombrada en tu hermosura,
y benevolente con tu debilidad.
De Dios quiero aprender
a estar contigo siempre,
incondicionalmente,
eternamente,
abrazándote en un abrazo libre
y exento de posesión.
Quiero ser tu apoyo si me necesitas,
tu regazo, si quieres descanso,
oídos abiertos, si pronuncias palabras
para ser escuchada,
para saberte a ti misma
y sentirte conocida
y aceptada
en lo más profundo de tu ser.
Quiero ser ternura para ti,
y risa,
y esperanza.
Quiero ayudarte a vivir.
Quiero alentar tu felicidad.
Quiero frenar los golpes que te traiga la vida,
con mi debilidad fuerte
que apuesta por ti,
que roturará caminos para ti,
quitando piedras
y sembrando flores.
Quiero amarte con el corazón de Dios,
creyendo en ti,
esperándolo todo de ti,
(lo mejor de ti),
perdonándolo todo en ti,
sin más interés
que tu crecimiento y tu felicidad.
Te contemplo, y siembras mi futuro
con tus ganas de vivir,
y pueblas de alegrías mi presente
con tu alegría de niña
y tu proyecto recién estrenado.
Unas palabras acuden, atropelladas,
a mis labios,
al comenzar este camino acompañado,
para expresar de qué modo de bendigo
y te amo:
'Te apoyaré en todo lo que hagas,
te ayudaré en todo lo que necesites.
me uniré a ti en todo lo que sufras,
te animaré en todo lo que intentes,
te comprenderé en todo lo que hay en tu alma.
te amaré en todo lo que eres'.
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Las palabras en cursiva están tomadas del libro Viviendo juntos de Carlos González Vallés, Sal Terrae 1985, 52.
Gracias... y que Dios te cubra con su paz y bendición siempre y en todo momento. Preciosa la liturgia del día 1 de enero. Un abrazo y feliz año 2013.
ResponderEliminarGracias, amiga mía.
ResponderEliminarUn abrazo y feliz año!