miércoles, 9 de enero de 2008

Dejar nacer a Jesús

Una amiga me ha hecho llegar la carta que las monjas cirtercienses de Buenafuente del Sistal han enviado a todos los "amigos de Buenafuente" en estos días, pasada ya la Navidad, y yo he querido traer aquí sus buenos deseos para todos los que creen en Jesús.

La huella de la Navidad en nosotros no debería ser el lamento por el desembolso incontrolado que han supuesto los excesos a la mesa, los regalos de papa Noel y de Reyes, las salidas y los viajes, y todo cuanto hará que la cuesta de enero resulte muy pero que muy empinada.

La huella de la Navidad en nosotros, aparte de la contemplación arrodillada del Misterio de la Encarnación, aparte del asombro y del amor a un Dios que nos ama tanto, debería ser un consentimiento y un compromiso: que Cristo se forme en nosotros cada día un poquito más (cf. Gál 4,19).

Éste es el deseo de las hermanas de Buenafuente, expresado en forma de meditación en torno a un belén: "... que quien nos mire pueda encontrar en nosotros, en nuestras actitudes, en nuestro ritmo diario, retazos de un nuevo Nacimiento de Jesús."

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Monasterio Cisterciense Madre de Dios
Buenafuente del Sistal
8 de enero de 2008



Queridos amigos:

Parece que fue ayer cuando llenos de gozo y alegría preparábamos cada rinconcito de nuestros hogares para recibir a los nuestros y celebrar con ellos la Navidad.
Hemos sacado de sus cajas las figuritas que componen el belén, hemos adornado las habitaciones, el pasillo, el patio…, todo engalanado para recibir a nuestro Niño-Dios.
Ya han pasado los días de la Navidad y ahora toca recoger todo. Nosotras este año hemos montado el belén de forma “tradicional”, con sus pastores, sus ovejas, un horno de pan con su panadero, un zapatero en su taller, una fuente y una aguadora, un desierto con los reyes, un establo con la mula, el buey, José, María y el Niño…, todo como siempre.

Pero no queremos que este año su recogida sea “como siempre”, y por ello os invitamos a pararnos un poco en cada figurita y a guardarla sí, en su caja, pero antes en cada corazón, pues quizás en ellas podamos ver o sentir algo de lo que el Señor quiere decirnos para este año que hemos comenzado y para toda la vida.

Descolgamos la estrella, sí, ésa que no ha dejado de brillar, que es portadora de luz, de Buena Noticia; la que ha guiado a los magos hasta el Niño-Dios, ésa que en nuestro corazón nos pide que seamos luz para el mundo, guías en el buen camino, orientadores de los senderos del Señor.

Si nos acercamos a la gruta de los pastores, nos encontramos con el ángel de la Anunciación. Él, como la estrella, anuncia la Buena Noticia para todos, para los más pobres y desvalidos, para aquellos que no pueden creer que a ellos también va dirigido el Mensaje del Señor… A ésos se nos invita a anunciarles la Buena Noticia: a los pobres, a los desheredados, los marginados; empecemos por ellos y sigamos con los demás.

Nos acercamos a la fuente o al pozo y ahí está la aguadora que llena su cántaro de agua fresca para llevarla a los suyos o a los que tengan sed… Que nosotros seamos portadores del Agua Viva que sacia la sed.

Vemos cómo está el horno encendido y el panadero cociendo los panes y sirviéndolos a la mesa. Pan, alimento cotidiano hecho con amor para los demás… Hagamos que nuestros quehaceres diarios sean para los demás alimento de amor.

Pasamos por delante del taller del zapatero. Él remienda, arregla y hace zapatillas nuevas. También nosotros debemos acercarnos a los hombres y mujeres “rotos” por el alcohol, la droga, el juego, la enfermedad, la soledad, llevándoles el Mensaje de Cristo que los repare, los haga nuevos, porque son hijos de Dios.

El mielero se acerca al portal con sus pucheros de miel, ahí está el trabajo duro y afanoso de la abeja y a la vez la dulzura de la miel. Hermanos, que la palabra que salga de nuestros labios, las acciones de nuestras manos sean como “miel en la boca” para los demás.

Un pastorcillo lleva a hombros su corderillo y va a entregar al Señor su primicia. Nuestra Primicia es Cristo y a los hombres debemos ofrecérsela para que le conozcan y le amen.

Los magos de Oriente, que siguen a la estrella, que recorren los caminos para llegar a ver a Jesús y ofrecerle sus dones… Que nosotros siempre busquemos esa “estrella” que nos conduzca hasta él y enseñemos a los hermanos a encontrarlo.

Andamos por caminos diversos: el del desierto, el de las aldeas, el de los campos, pero todos ellos son senderos por los que pasar, pisar, recorrer… Seamos para el otro sendero que conduzca a Dios.

Y nos acercamos al nacimiento: allí está María, la que ha acogido confiada la Palabra del Dios y la ha hecho Vida… Nosotros también estamos llamados a dar vida a los demás y a dar nuestra propia vida. Allí está José, compañero en el silencio, que ha apostado por hacer realidad el Proyecto de Dios y que nos invita a que hagamos nosotros lo mismo.
Y Jesús, Niño-Dios, Verbo encarnado, hecho hombre, como uno de nosotros…, y nosotros en medio de los hombres y mujeres de nuestro tiempo, encarnándonos allí donde el Señor nos lleve y dándolo a conocer.

Una vez que hemos recorrido algunas de las escenas de nuestro nacimiento, que hemos dejado nacer a Jesús dentro de nuestro corazón, ahora, y en cada momento de nuestra vida, dejémosle nacer y crecer. ¡Que nuestra vida siga siendo fecunda cada día, haciendo de ella un belén viviente; que quien nos mire pueda encontrar en nosotros, en nuestras actitudes, en nuestro ritmo diario, retazos de un nuevo Nacimiento de Jesús!

Feliz y santo año 2008.
Y la paz para todos vosotros.

Vuestras hermanas de Buenafuente

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