24 En aquellos
días, después de esa gran angustia, el sol se hará tinieblas, la luna no dará
su resplandor, 25 las estrellas caerán del cielo, los astros se
tambalearán.
26 Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y
majestad; 27
enviará a los ángeles para reunir a sus
elegidos de los cuatro vientos, desde el extremo de la tierra hasta el
extremo del cielo.
28 Aprended de
esta parábola de la higuera: Cuando
las ramas se ponen tiernas y brotan las yemas, deducís que el verano está cerca; 29 pues cuando
veáis vosotros suceder esto, sabed que él está
cerca, a la puerta. 30 Os aseguro que no pasará esta generación
antes que todo se cumpla. 31 El cielo y la tierra pasarán, mis
palabras no pasarán, 32 aunque el
día y la hora nadie lo sabe, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, sólo el
Padre.
33 Estad
atentos y vigilad, porque ignoráis cuándo será el momento.
34 Al igual que un hombre que se
ausenta: deja su casa, da atribuciones a sus siervos, a cada uno su
trabajo, y ordena al portero
que vele; 35
velad, por
tanto, ya que no sabéis cuándo viene
el dueño de la casa, si al atardecer, o a media noche, o al cantar del gallo, o
de madrugada.
36 No sea que llegue de improviso y os encuentre dormidos. 37 Lo que
a vosotros digo, a todos lo digo: ¡Velad!»
CUANDO
LEAS
- El evangelio forma parte del “discurso escatológico” de Marcos, llamado también “discurso sobre la parusía” o “apocalipsis sinóptico” (13,1-37). “El
material de que se compone son predicciones coloreadas apocalípticamente, que
tienen numerosos paralelos en la literatura apocalíptica contemporánea suya,
logia del Señor, tanto provenientes de Jesús como puestos en boca suya, las dos
parábolas de la higuera y la del guardián a la puerta” (J. Gnilka). “El Su
objetivo es animar la fe de la comunidad
desconcertada y asustada por los acontecimientos sucedidos en Judea durante
los años 70 d.C. (opresión romana, destrucción del templo y persecución de la
comunidad cristiana).
El discurso escatológico se
divide, a grandes rasgos, y tras una introducción que sitúa el escenario (vv.
1-4), en tres partes: a) 5b-23; b) 24-27; c) 28-37. Para nuestra oración de
hoy, seleccionamos las dos últimas secciones.
-El tema central del pasaje es la venida del Hijo del hombre, la venida de Jesús. Los vv. 24-25
presentan una escena de conmoción del
universo ante la venida del Señor. “No
es que el Hijo del hombre llegue a través de la calamidad, sino que su llegada trastorna el mundo viejo. Su esplendor
lo anula; ya no hay astros que iluminen ante su luz. En los Apocalipsis judíos
llegaba el juez a condenar. Aquí no hay juicio de condenación, sino la aparición de la salvación, el
inicio del mundo nuevo. El texto no pretende atemorizar sino dar esperanza”
(F. Riera).
En efecto, esa conmoción
cósmica era presentada ya en oráculos proféticos (Is 13,10; Ez 31,19) como un
recurso literario para anunciar el
nacimiento de un mundo nuevo. “Lo
viejo ha pasado; todo es nuevo” (2 Cor 5,17), “He aquí que yo hago nuevas todas las cosas” (Ap 21,5).
-La venida de Jesús es presentada, en los vv. 26-27 al estilo como la describe Daniel 7,13-14, con imágenes de la
apocalíptica judía de la época. En esencia, lo que se nos quiere decir que es,
en la parusía del Señor (la palabra griega parusía significa venida), el mundo viejo pasará y Dios
salvará a sus elegidos, sus hijos amados, por medio de su Hijo Jesús.
-Con parábola de la higuera, vv. 28-29, se nos quiere enseñar a mirar
los acontecimientos que se mencionan anteriormente como un signo de que el Señor está cerca, a la puerta. La
expresión “está cerca, a la puerta” hace alusión al juicio, a la salvación y al juez. En el mismo contexto aparece
en otros textos neotestamentarios:
“Tened, pues, paciencia,
hermanos, hasta la Venida del Señor. Mirad: el labrador espera el fruto
precioso de la tierra aguardándolo con paciencia… Tened también vosotros
paciencia; fortaleced vuestros corazones,
porque la Venida del Señor está cerca.
No os quejéis, hermanos, unos de otros para no ser juzgados; mirad que el Juez está a las puertas…”
(San 5,7-9)
“… Yo, a los que amo, los
reprendo y los corrijo. Sé, pues, ferviente y arrepiéntete. Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno
oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él
conmigo” (Ap 3,19-20)
-En nuestro pasaje, siguen tres dichos: sobre cuándo sucederá todo eso (v.30), sobre el valor
permanente de la palabra de Cristo (v.31; aquí Jesús habla con el lenguaje de
Is 40,8, para subrayar la autoridad divina de su enseñanza: “La Palabra de
nuestro Dios permanece para siempre”) y sobre el secreto del momento de la
venida de Jesús (v.32). Este último dicho “habría
nacido en una situación de apasionada e inminente espera de la parusía y habría
pretendido servir de corrección de tal espera” (J. Gnilka). Por otra parte,
la idea de que sólo Dios conoce el tiempo definitivo es típica en el judaísmo
(Zac 14,7, “Será un día único, conocido
sólo de Yahveh…”).
- Los vv. 33-37 presentan una segunda parábola, la del
portero. Compara la vigilancia sobre el reino con la vigilancia que ha de tener un
portero cuyo señor se ha ido de viaje. Puesto que no se conoce el momento
exacto de su venida, se requiere una vigilancia
constante. “Velad” es la
exhortación que se repite tres veces.
CUANDO MEDITES
Los textos “escatológicos” de
los evangelios nos cuestionan sobre las razones
de nuestra esperanza, sobre nuestras actitudes
y nuestro modo de vivir el momento
presente, y sobre nuestro modo de
encarar el sufrimiento (lo que en los textos aparece como “tribulaciones”) y la muerte.
- “Él
está cerca, a la puerta”
- La
razón de nuestra esperanza no es sólo ni principalmente que el Señor vendrá,
que el Señor resucitó y nos resucitará, que hay vida eterna… La razón de
nuestra esperanza no está en el futuro, sino
en el presente. En realidad, sólo
existe el presente, y Dios está en él. Dios está siempre cerca, viene siempre, está dentro, nos habita y, si
consentimos, si le abrimos la puerta de nuestra casa, si tenemos fe, Él llena
nuestro presente de Vida abundante, de sentido, de proyecto, de Presencia…
- La
razón de nuestra esperanza es que Dios
es Amor. Se define como “Aquel que
nos ama” (Ap 1,5; Rom 8,37); nada
puede separarnos de su amor… Y eso es lo más real de nuestra existencia.
Los
pasajes escatológicos pretenden despertarnos a esa verdad: vigilad, estad atentos, daos cuenta…
-“Estad atentos y vigilad… velad…”
- “Vosotros, hermanos, no vivís en la
oscuridad… pues todos sois hijos de la luz e hijos del día. Nosotros no somos
de la noche ni de las tinieblas. Así pues, no
durmamos como los demás, sino velemos
y seamos sobrios…” (1 Tes 5, 4ss)
- “Mirad
atentamente cómo vivís; no
seáis necios, sino sabios” (Ef 5,15): Esta es la actitud cristiana: vivir en la luz, vivir en el amor, con
intensidad, en comunión con Dios y con los otros… Vivir atentamente y con profundidad el tiempo… Vivir de un modo
“espiritual”. “Espiritual” no es lo contrario de “material”, sino lo contrario
de “superficial”. Es espiritual quien es consciente de su identidad más
profunda y vive desde ella, en compromiso con las realidades del mundo. “La
esperanza cristiana es una esperanza que ama la tierra”.
- “Entonces verán venir al Hijo del hombre… para
reunir a sus elegidos de los cuatro vientos…”
- Nuestro
“futuro” tras la muerte es “estar
siempre con Él” (1 Tes 4,17). No sabemos cómo. Sabemos que será así. Pero
en realidad, si comenzamos a vivir esa comunión aquí y ahora, no importa
demasiado el “después”. Esa pregunta deja de tener sentido, así como el miedo a
la muerte y a lo que pasará tras ella… Los santos han experimentado, mejor que
nadie, esta verdad: “Para mí la vida es
Cristo y la muerte, una ganancia… Mi deseo es partir y estar con Cristo, lo
cual, ciertamente, es con mucho, lo mejor…” (Filp 1,21-23)
CUANDO ORES
1) Con
el Salmo 15/16, puedes expresarle a Dios tu confianza en que, al
final de la vida
y
al final de la historia, Él no nos entregará a la muerte sino que nos seguirá
llenando de vida y de dicha en su Presencia.
El Señor es el lote de mi heredad y mi copa,
mi suerte está en tu mano.
Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha, no vacilaré.
Por eso se me alegra el corazón,
se gozan mis entrañas,
y mi carne descansa serena:
porque no me entregarás a la muerte
ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.
Me enseñarás el sendero de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha.
2) Ora al
Señor constantemente: “¡Ven, Señor
Jesús!”
3) Él viene, viene siempre
¿No oíste sus pasos silenciosos?
El
viene, viene, viene siempre.
En cada instante y en cada edad,
todos los días y todas las noches,
él
viene, viene, viene siempre.
He cantado muchas canciones
y de mil maneras;
pero siempre decían sus notas:
"El
viene, viene, viene siempre".
En los días fragantes del soleado abril,
por la vereda del bosque,
él
viene, viene, viene siempre.
En la oscura angustia lluviosa
de las noches de julio,
sobre el carro atronador de las nubes,
él
viene, viene, viene siempre.
De pena en pena mía,
son sus pasos los que estremecen mi
corazón,
y el dorado roce de sus pies
es lo que hace brillar mi alegría.
(Tagore)
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Autora: Conchi López, discípula del Divino Maestro, equipo de Lectio Divina de la UPComillas
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