La tarde de los viernes es, dentro de la semana,
un relax para mis neuronas y un maratón para mi voz. De 5 a 9 se suceden cuatro grupos de guitarra y canto: a las 5, los que comienzan a aprender guitarra de acompañamiento desde el principio. Este año son nueve, de momento. Espero que no se incorpore nadie más, porque ya son suficientes para empezar.
De 6 a 7, el grupo de Isabel, Eva, Flor y sus amigas, Leonor y Obdila (dos religiosas jóvenes de una parroquia vecina). Éstas ya tocan cantos variados, aunque los acordes con cejillas y ciertos ritmos más movidos aún se les resisten...
La hora de las siete es la del
coro de misa de 11, aunque la mayor parte de las integrantes
brillan por su ausencia. Ya se sabe... El viernes por la tarde es tiempo de paseo para las adolescentes y las jóvenes, o tiempo de otras actividades más apetecibles, como el baile. Así es que siempre acuden las incondicionales: Rosario, Pilar, Cristina y Mari Carmen. Antes también venían sus niñas, pero ya han crecido y privarse del paseo, de 7 a 8, todos los viernes, reconozco que es un sacrificio que no se les puede pedir a unas niñas que acaban de estrenar su adolescencia.
El último grupo, de 8 a 9.15, es el de Irene y su hermano José Vicente, Jaime Soriano, María, Ana, Jose, Lucía y, en este curso, dos nuevos "fichajes", Cristina y Marián. También son adolescentes, entre 12 y 16 años (excepto Jose, que tiene 19). Pero les tira la música y vienen a reforzar lo aprendido.
Así es que a las 5 me cuelgo la guitarra y estoy de pie tocando y cantando hasta que termina la tarde. Me gusta. Disfruto mucho enseñando, y en muy buena compañía, pero en los últimos cuatro años mis cuerdas vocales han sufrido dos o tres periodos largos de
afonía todos los cursos, hecho que achaco a tanto canturreo, a no poco volumen, para que los niños puedan seguirme. En este momento me encuentro en uno de esos periodos y trato de paliarlo tomando toda clase de potingues caseros, de herbolario y de farmacia. Aún no he podido verificar cuál es
el más eficaz (¿alguien tienen alguna sugerencia?). Lo cierto es que la afonía me dura siempre entre diez y veinte días, lo que resulta realmente incómodo e inconveniente cuando tu tarea es, mayormente, la de
hablar y
cantar.
De todos modos, en los últimos días estoy tratando de mentalizarme sobre
cómo tendría que reenfocar mi vida si perdiera la voz, porque reconozco que es uno de los bienes que más me costaría perder, y más vale irse haciendo a la idea... Éstar sin voz es algo que me irrita y me impacienta, como hace años me exasperó estar sin brazo para tocar la guitarra y escribir (brazo izquierdo) durante unos cuatro meses. No estoy acostumbrada a estas limitaciones y, cuando llegan, parece que se te cae el mundo encima. Actitud muy poco cristiana y muy poco sabia, lo reconozco...
Mientras yo trato de ejercitarme en esa sabiduría de
aceptar lo que trae la vida y de
convertir los inconvenientes en oportunidades, os presento al grupillo de las 8. Faltan María, Jose y Lucía. Otro día los traeré por aquí. Habitualmente cantamos cantos religiosos, pero me gusta cómo José Vicente y Jaime interpretan el "
ni una sola palabra" de Paulina Rubio. Tienen más sal y más marcha que Paulinita.