domingo, 28 de marzo de 2010

El pueblo judío, un pueblo que sabe bendecir

Cuando lo estudiado se hace oración…
(Al hilo de la lectura de "Oraciones judías", Anne Catherine Avril, Nicolás Darrical, Dominique de La Maisonneuve, Verbo Divino 1990)

Quiero expresar la gracia y la riqueza que ha supuesto para mí profundizar en la vida de oración del pueblo judío.
Me sobrecoge su bendición incesante
, en todo tiempo, circunstancia y lugar. Es hermosa la vida puesta en presencia continua del Absoluto, reconociendo en Él la fuente de todo cuanto se tiene, en la gratuidad y con gratitud por los dones recibidos.
Es hermoso sentir Su mirada amorosa en los detalles más pequeños y sencillos de la cotidianidad. Me estremece el repentino aroma de un perfume y el encuentro con el mar convertido en bendición, percibir que en el despertar a un nuevo amanecer y en el inesperado cruce con una vieja amiga se derrama en abundancia la vida de Dios.
Me conmueve cómo, a lo largo de los siglos, muchos judíos han recitado el Shemá, Israel mientras eran conducidos a la muerte: “Poned estas palabras en vuestro corazón y en vuestra alma…”
Me gusta cómo todo el ser se hace oración. Los gestos, la postura del cuerpo, la música, la danza, el manto de oración, la Kipá, todo es válido para abrir las puertas de los sentidos de par en par y para que fluyan los sentimientos y poder “saborear a Dios, oír a Dios, sentir a Dios, ver a Dios y gozar con Dios”.
Aprendo de su oración de petición, siempre entrelazada con la bendición. No canalizan la petición hacia necesidades particulares porque les bastan los milagros permanentes de la vida y su Adonai no aparece reticente, como el que necesita dejarse convencer por nuestra palabra reclamadora.
Me sorprende el gran amor a la Torá, el amor a su Palabra. Desde su cándida infancia, apenas cumplidos los cinco añitos, los niños comienzan a estudiar y recitar la escritura de memoria, como si ya intuyeran que esa historia es su historia y nuestra historia. ¿Y nosotros? ¿Cuántos de nosotros, sacerdotes, religiosos y religiosas, laicos, hemos si quiera leído la Biblia desde el principio al final?
Me emociona que la casa sea espacio sagrado y santuario donde celebrar, de forma entrañable, una liturgia familiar de bello simbolismo y hondo significado. ¡Qué distante de nuestras lúgubres y frías celebraciones!
Me estremece musitar el Gran Hallel y el Dayenú de la noche de Pascua. El recuento de todas las obras maravillosas de Dios en la historia de su pueblo, subrayadas por el repetitivo estribillo “porque es eterno su amor” y constatando que cualquiera de ellas hubiera bastado: “dayenú, dayenú, dayenú”.
Creo que tenemos mucho que aprender de este pueblo israelita.
Bendito seas, Adonai.

(Publicado por Lidia Troya Cáceres)

5 comentarios:

Víctor M. Fdez. dijo...

Aprendamos, pues.
Felicidades por estas reflexiones. Me he detenido especialmente en lo que comentas de hacer del hogar un espacio de oración. Echo de menos una auténtica comunidad cristiana de encuentro, acogida, celebración y alabanza. Muy bello tu post.

Mónica dijo...

Shalom,

Ni que decir tiene que me ha encantado este artículo. Yo también pienso que tenemos que aprender mucho del pueblo judío, de sus bendiciones, de como ven presente a Dios en todo, de la transmisión de sus tradiciones y sus creencias que ha permitido que Israel haya sobrevivido milagrosamente a tantas persecuciones (algunas de ellas fomentadas por la Iglesia Católica debido a la mala formación quizá de sus jerarcas, ya sabes los judíos mataron a Jesús)aunque afortunadamente tenemos una Iglesia que reconoce sus errores.

El lunes pasado asistí al Séder de Pésaj con la comunidad judía y cantamos el Gran Hallel y el Dayenu junto con otras alabanzas y canciones.
Es una pena que el cristianismo haya roto casi por completo con su raíz judía. Hay que recordar que los primeros judeo-cristianos seguían con sus prácticas judías ya que para ellos Jesús no supuso una ruptura sino más bien el cumplimiento de las Escrituras pero debido a que el cristianismo se fue extendiendo por zonas paganas mientras que las comunidades judeo-cristianas debido a, principalmente, la destrucción de Jerusalén del año 70 más la política de intolerancia de los sacerdotes del Templo, fueron desapareciendo haciendo así que en el cristianismo desapareciese por completo su origen judío incluso llegando a considerar lo judío como algo "extraño" aunque al mismo tiempo los judíos se han ido encerrando en sí mismos no permitiendo la universalidad proclamada por los profetas.

Baruj Atá Adonay, Melej ha-olam

Una judeo-cristiana

Mónica

Conchi pddm dijo...

Querido Víctor:
También a mí me ha parecido hermoso. ¡Gracias a Lidia, que me ha permitido colgarlo!
Y también yo echo de menos una comunidad cristiana que sea como tú dices. Sobre todo cuando llegan tiempos como éste del Triduo Pascual.
Esta mañana intentaba rezar un rato en casa, y en ese silencio me ha asaltado la nostalgia de comunidades eclesiales "vivas, vibrantes, en las que el canto, los gestos, las palmas, la danza y los gritos de aclamación llenen el templo exterior y el templo interior que somos".
Pero, aquí estamos nosotros, para realizar ese sueño (si nos dejan, claro...).


Mi querida amiga judeo-cristiana:

Shalom!

Muchas gracias por tu comentario, tan intenso como siempre, tan bien documentado, y tan lleno de amor por nuestras descuidadas raíces judías.

También a mí me gustó mucho el escrito de Lidia y por eso le pedí que me dejara ponerlo en el blog. Es un resumen precioso del impacto que le causó leer un libro sobre la oración judía.
De vez en cuando colgaré alguna de esas oraciones.

¡Feliz Pascua a todos!
¡Que el Señor Resucitado nos conduzca hacia la Vida!

María Luisa dijo...

Acabo de leer el último post que has puesto y me encanta; me siento muy identificada con él. Siempre me ha llamado mucho la atención el don de los judíos para la bendición, para esa cercanía con Dios a pesar de los pesares. Ese saber que Él está en la vida toda, en cada momento, lugar, persona, en la Palabra... Muchas veces he pensado que nuestra iglesia necesitaba de ese encuentro con el Altísimo desde lo más hondo de nuestro ser. La Palabra hecha vida en cada vida.

Un beso y hasta pronto.

MLuisa

Anónimo dijo...

Es emocionante pensar en Jesús rezando el Shemá o alguna de las bendiciones en las que probablemente se inspiró para el Padrenuestro...
En mi comunidad, ahora en primavera celebramos una especie de Dayenú, una comida de acción de gracias en la que repasamos el año y cantamos, recordando cada una de esas cosas con las que habría bastado...
Un abrazo,
Julio