sábado, 13 de marzo de 2010

Parábola del padre con entrañas de madre

Lectura orante de Lucas 15, 1-3.11-32

- Oración para disponer el corazón

Dios y Padre Bueno,
quiero contemplar tu misericordia entrañable,
semejante a la compasión de una madre y de un padre:
misericordia que acoge, que abraza,
que perdona, que recrea,
que lo hace todo nuevo.

Quiero contemplar tu paciencia esperanzada,
que no se cansa de aguardar el regreso
del hijo ingrato y perdido.

Quiero contemplar tu Caridad,
que no toma en cuenta el mal,
que mira al pecador con una mirada siempre nueva,
recién estrenada, como la inocente mirada de un niño,
sin juicio, sin condena, sin ira,
colmada de absoluta bondad.

Quiero contemplar tu Amor infinito,
que todo lo excusa, todo lo espera,
todo lo aguanta,
con tal de ver nacer a la Vida
a tus hijos, heridos de muerte por el pecado.

Dios y Padre Bueno,
Tú eres la Caridad perfecta.
Tú eres el amor sin medida.
Tú eres el Perdón sin condiciones:
quiero contemplarte y darte gracias.
Quiero suplicarte que me acojas, que me abraces,
que me perdones y me recrees,
a Ti, que lo haces todo nuevo.

- Leemos Lucas 15,1-3.11-32

En aquel tiempo 1 se acercaban a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharlo. 2 Y los fariseos y los letrados murmuraban entre ellos:
- Ése acoge a los pecadores y come con ellos.
3 Jesús les dijo esta parábola:

- 11 Un hombre tenía dos hijos; 12 el menor de ellos dijo a su padre: “Padre, dame la parte que me toca de la fortuna”.
El Padre les repartió los bienes.
13 No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, emigró a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente.
14 Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad.
15 Fue entonces y tanto le insistió a un habitante de aquel país, que lo mandó a sus campos a guardar cerdos. 16 Le entraban ganas de llenarse el estómago de las algarrobas que comían los cerdos; y nadie le daba de comer.
17 Recapacitando entonces se dijo: “Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan mientras yo aquí me muero de hambre. 18Me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; 19 ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros”.
20 Se puso en camino adonde estaba su padre: cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió; y, echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo.
21 Su hijo le dijo:
- Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo.

22 Pero el padre dijo a sus criados:
- Sacad en seguida el mejor traje y vestidlo; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; 23 traed el ternero cebado y matadlo; celebremos un banquete, 24 porque este hijo mío estaba muerto y revivido, estaba perdido y lo hemos encontrado.
Y empezaron el banquete.

25 Su hijo mayor estaba en el campo.
Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y el baile, 26 y, llamando a uno de los mozos, le preguntó qué pasaba.
27 Éste le contestó:
- Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud.
28 Él se indignó y se negaba a entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo. 29 Y él replicó a su padre:
- Mira, en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; 30 y cuando ha venido ese hijo tuyo, que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado.
31 El padre le dijo:
- Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo: 32 deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido, estaba perdido y lo hemos encontrado.

1. Pistas de lectura

1.1. La ocasión de la parábola
La parábola del hijo pródigo es una de las tres parábolas conocidas con el nombre de “parábolas de la misericordia”, recogidas en el capítulo 15 del Evangelio de Lucas.
Lo que provoca que Jesús pronuncie estas parábolas es la murmuración de los fariseos y letrados porque Jesús “acoge a los pecadores y come con ellos”. Su actitud es dura, despectiva e inmisericorde. En lugar de alegrarse porque los publicanos y pecadores son acogidos por el Maestro Jesús, los fariseos sienten envidia y critican la actitud misericordiosa del Señor.
Ellos entienden mucho de leyes, pero poco de amor y compasión.
Entonces Jesús les dirige, con dedicatoria personal, tres parábolas: la del buen pastor, la de la dracma perdida y la del hijo perdido. Las tres tienen mucho en común: algo que se pierde (una oveja, una moneda, un hijo), alguien que busca o que espera (el pastor, la mujer, el padre), la constancia y la paciencia en la búsqueda o la espera, la inmensa alegría de reencontrarlos, la fiesta por haberlos recobrado...
1.2. Los personajesCuando leas la parábola, fíjate en cada uno de los personajes principales: el padre, el hijo pequeño y el hijo mayor. ¿Qué actitudes y rasgos caracterizan a cada uno de ellos?

El hijo menor:
- Ingrato y egoísta: sólo piensa en sus deseos de diversión y placer. No le importa herir a su padre con el abandono y el desprecio. No le importa faltarle al respeto y al honor pidiéndole su parte de herencia. Reclamar la herencia era equivalente a considerar al padre muerto para él.
- Derrochador y “vividor”: Derrochó su hacienda con malas mujeres.
- Calculador e interesado: No le mueve a regresar el amor filial sino la necesidad. El que se enalteció y pisoteó el amor y el honor de su padre, después fue humillado por la vida misma: llegó incluso a cuidar cerdos, animales considerados impuros por los judíos.
- Lo positivo de este personaje es que aprende la lección: no vuelve orgullosamente reclamando sus derechos de hijo, sino que se humilla y pide ser tratado como un jornalero más de su padre.

El padre:
- Es un hombre bueno. No sólo bueno. Es la personificación de la caridad: no se irrita cuando su hijo lo desprecia y abandona; no tiene en cuenta el mal y, cuando su hijo regresa, corre a su encuentro, lo abraza, lo besa, lo viste, lo calza, le pone un anillo... y organiza un banquete.
- Lucas dice que el padre, al ver a lo lejos a su hijo despojado de bienes y de su dignidad, sintió compasión, se le conmovieron las entrañas, como a una madre por sus hijos. La compasión es el rostro de este personaje.

El hijo mayor:
- Trabajador, fiel y obediente a su padre. Pero, como el otro hijo, tampoco éste sabe amar. Sirve a su padre como un jornalero más, esperando “la paga”. No se siente verdadero hijo, no ha sabido comprender el amor de su padre, que le dice, perplejo: “Pero, hijo, tú estás siempre conmigo y todo lo mío es tuyo...”. No se parece a su padre ni en la compasión, ni en la generosidad ni en la alegría.

1.3. ¿De quién está hablando Jesús?
En el contexto de Jesús, el hijo perdido representa a los publicanos, pecadores, prostitutas..., de los que Jesús era amigo y con los que frecuentemente comía. El padre representa a Dios Padre y al mismo Jesús. Y el hijo mayor representa a los fariseos: rígidos, legalistas, más propensos a juzgar que a acoger y perdonar.

1.4. Tres lecturas, desde diversos ojos
Sumérgete ahora en la historia de esta familia. Sitúate allí, en la casa de aquel hombre que tenía dos hijos y trata de relatar los hechos con tus palabras adoptando, cada vez, un personaje distinto:
- Si es el padre quien lo narra: “Yo tenía dos hijos. El más pequeño me dijo un día... Con dolor, le repartí los bienes y al poco tiempo se marchó de casa... Lo que sentí... Cada día esperaba su regreso... Cuando lo vi de lejos, se me conmovieron las entrañas, corrí a él y lo llené de besos...” - Si es el hijo pequeño: “No sé por qué, deseé recorrer mundo, experimentar mi libertad, no tener que depender de mi padre para darme a la buena vida. Le pedí la parte de mi herencia y le abandoné a él y a mi hermano mayor...”.- Si es el hijo mayor: “Siempre fui fiel a mi padre. Por eso no podía dar crédito a lo que allí estaba pasando: mi padre nunca me dio una fiesta, a pesar de haberle servido siempre como si fuera uno de sus criados. Pero llegó mi hermano, sinvergüenza y perdido, y mi padre le preparó una fiesta como a su hijo favorito... Cuando oí la música y las danzas, las risas y el bullicio sentí...”.
2. Entramos en la meditación (me pregunto: ¿qué me dice Dios en esta palabra?)

1. ¿Con qué personaje de la parábola me identifico más y por qué?

2. Imagina la continuación de la parábola:
¿Cómo te sentirías tú, si fueras el hijo pequeño, después de ser recibido con tanto amor? ¿Cómo actuarías después, en la casa de tu padre? ¿Comenzarías a amar mucho, porque tu padre te ha perdonado mucho?...
Y si fueras el hijo mayor, ¿cambiaría algo en ti al escuchar las palabras de tu padre: “Tú estás siempre conmigo y todo lo mío es tuyo...”? ¿Abrazarías a tu padre y entrarías en la fiesta? ¿Acogerías a tu hermano y le preguntarías por su vida...?
3. La parábola tiene una doble llamada para ti:
Te invita a sentirte y ser verdadero hijo amado de Dios.
Te invita a parecerte al Padre en tus relaciones con los demás: siendo paciente, compasivo, generoso, alegre... En definitiva, amando con el Amor del Padre.
¿Cómo puedes responder de un modo más auténtico y fiel a esa doble llamada?


3. Entramos en la oración (¿qué le quiero decir a Dios después de leer y meditar esta Palabra?)

- Pídele perdón a Dios por tu pecado, tu infidelidad, tu inconsciencia o tu alejamiento en muchos momentos... Pídele la gracia de volver a Él siempre que te alejes, con confianza, sin miedo, con corazón humilde y agradecido.

- Haz memoria de episodios significativos de tu vida en los que hayas experimentado el amor de Dios y el amor de otras personas que han sido para ti su sacramento. Dale gracias por su amor y por estas personas que ha puesto y pone en tu vida.

- Suplícale por todos sus hijos “perdidos”, equivocados, alejados...

- Pídele por todos los cristianos y por la Iglesia, para que seamos un espejo de su caridad para el mundo.

- O quédate en silencio, contemplando agradecidamente su amor para con todas su criaturas.

- Salmo de la ternura de Dios (Salmo 104/103 adaptado)
Bendito seas, Jesús, Dios de misericordia infinita,
imagen del Padre, encarnación de su bondad.
Desde el fondo de mi ser te bendigo, Señor,
y recuerdo siempre tus muchos beneficios.

Bendito seas Tú, que perdonas todas mis culpas
y sanas todas mis enfermedades.
Bendito seas Tú, que rescatas mi vida de la infelicidad,
del desánimo y la desesperanza,
y saturas de bienes mi existencia.

Bendito seas, Jesús, misericordioso y cercano.
Como se alzan los cielos por encima de la tierra,
así de alto e inmenso es tu amor para con nosotros.
Tan lejos como está el oriente del ocaso,
así alejas de nosotros todas nuestras rebeldías.
Como un padre y una madre sienten ternura por sus hijos,
así sientes ternura por nosotros,
porque Tú nos conoces enteramente,
y sabes que somos tan frágiles como el barro.

Bendito seas, Jesús, que nos recreas y nos haces de nuevo.
Como a los hijos pródigos de la parábola,
tiras de mí, atrayéndome con tu llamada amorosa,
para que abandone mis intereses y ambiciones
y me abra a la fraternidad, la generosidad y el compartir.

Bendito seas, Jesús, el Amigo de los niños y de los pobres,
de las mujeres, de los enfermos y de los extranjeros,
de los extraviados y pecadores:
dame un corazón lleno de hospitalidad
para que pueda ofrecer a otros
el mismo amor que Tú derrochas conmigo.

Bendito seas Tú, Jesús, por sentarnos en la mesa nueva de tu Reino,
en la que todos somos hijos del mismo Dios y Padre, iguales y hermanos.
Bendito seas Tú, por darnos a comer tu pan partido
y a beber el vino de tu sangre derramada
para que todos seamos colmados de vida y de sentido.

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