jueves, 3 de noviembre de 2011

Jesús curó a muchos

Lectio divina de Marcos 1,29-39


(29) Cuando salió de la sinagoga se fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. (30) La suegra de Simón estaba postrada en cama con fiebre; y le hablan de ella. (31) Se acercó y, tomándola de la mano, la levantó. La fiebre la dejó y ella les servía.

(32) Al atardecer, a la puesta del sol, le trajeron todos los enfermos y endemoniados; (33) toda la ciudad estaba agolpada a la puerta. (34) Jesús curó a muchos que se encontraban mal de diversas enfermedades y expulsó muchos demonios. Y no dejaba hablar a los demonios, pues le conocían.

(35) De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se levantó, salió y fue a un lugar solitario y allí se puso a hacer oración. (36) Simón y sus compañeros fueron en su busca; (37) al encontrarle, le dicen: “Todos te buscan.” (38) El les dice: “Vayamos a otra parte, a los pueblos vecinos, para que también allí predique; pues para eso he salido.” (39)Y recorrió toda Galilea, predicando en sus sinagogas y expulsando los demonios.

CUANDO LEAS

En el comienzo de su evangelio, tras la presentación de Juan el Bautista, el relato del bautismo y las tentaciones de Jesús, el inicio de la predicación y la llamada de los primeros discípulos, Marcos nos va a contar un día-tipo en la vida de Jesús. Se trata de un sábado en Cafarnaún. Lo primero que Jesús hace, en esa jornada-tipo, es enseñar en la sinagoga. Lucas dice que ésa era “su costumbre” los sábados (Lc 4,16; cf. 4,31ss). Allí enseña con autoridad y expulsa el espíritu impuro de un hombre poseído. Lo que hace Jesús el resto del día hasta la madrugada es lo que vamos a ver en el evangelio de hoy. En él encontramos tres perícopas diversas: la curación de la suegra de Simón (vv. 29-31), numerosas curaciones y exorcismos al atardecer (sumario de los vv. 32-34) y la oración de Jesús y su salida a Galilea (vv. 35-39).

1. Curación de la suegra de Simón (vv. 29-31): Cambiamos de escenario y pasamos de la sinagoga a “la casa” de Simón y Andrés. La “casa” es muy importante en el evangelio de Mc. Es el lugar de la estancia de Jesús y sus discípulos, escenario de su actuación y lugar de su enseñanza (cf. 7,17; 9,28.33; 10,10). Este hecho refleja que, en las comunidades, las casas servían como lugar de reunión para la catequesis y el culto.
La narración tiene los elementos típicos de un relato de curación: el diagnóstico de la enfermedad, alguien que solicita la curación (propia o de otra persona), la acción terapéutica y el efecto sobre la persona enferma.
Cuando Jesús llega a la casa de Simón, encuentra a la suegra de éste que está postrada en cama con fiebre, y le hablan de ella. Es una mujer sin movimiento (autonomía) y sin palabra (autoridad). La fiebre indica la gravedad de la situación en que se encontraba, indicio de una enfermedad mortal (Jn 4,52). Para los judíos, la enfermedad era algo que ataba, atormentaba o ensuciaba al enfermo, hasta el punto de atribuirla a una posesión maligna. De ahí que, en Lc 4,39, Jesús “conmine” a la fiebre como a un demonio. En Mc se dice: “la fiebre la dejó”.
Al contacto con Jesús (se acercó y la tomó de la mano), la mujer “se levantó” (se puso en pie, “resucitó” de la muerte) y se puso a “servir”. Es la segunda vez que aparece el verbo diakoneô en el evangelio. La primera vez son los ángeles los que sirven a Jesús en el desierto. Este verbo, cada vez más recurrente en el evangelio, será la descripción de la misión de Jesús, que “no ha venido a ser servido sino a servir” (10,45).
La respuesta de la mujer (“les servía”) está en imperfecto. No se trata de un servicio puntual sino de una actitud que comienza en ese momento y no termina. Esta escena es un elemento marco del evangelio completo y forma inclusión con la escena de la cruz, en donde se dice que unas mujeres servían y seguían a Jesús desde Galilea (15,40-41). La suegra de Simón es, con toda probabilidad, vista desde la Pascua, una de las primeras seguidoras de Jesús.

2. Curaciones de Jesús al atardecer (vv. 32-34): Se trata de un sumario de la actividad sanadora de Jesús en Cafarnaún. Llama la atención el uso del término “todo” en Mc: “todos los enfermos”, “toda la ciudad”, “todos te buscan”, “todo Cafarnaún”… “Todos” ven en Jesús la respuesta a sus necesidades y deseos. Aparece, también, en el texto, el “secreto mesiánico”, la imposición del silencio a los demonios y, más tarde, a los curados y a los discípulos. El motivo de ese silencio es evitar una comprensión equivocada de sus signos y de su mesianismo, que no es de poder sociopolítico sino de servicio y amor hasta el extremo...

3. La oración de Jesús, de madrugada (vv.35-39): Mc habla de la oración de Jesús en tres ocasiones: tras el episodio de los panes (6,46), en Getsemaní (14,32) y en este pasaje. Pero la presentación de esta jornada-tipo en Cafarnaún nos lleva a pensar que la oración era una práctica habitual de Jesús. Entonces Simón y sus compañeros lo buscan (literalmente, “lo persiguen”) y le recriminan, con un tono irritado, que no esté disponible a las expectativas entusiastas de la gente: “todos te buscan”. Pero Jesús se mantiene libre y fiel a su misión: ir a todos, anunciando la Buena Noticia y liberando del mal. Él no es como los rabinos judíos, ligado a una sede fija, sino un predicador itinerante al estilo de los antiguos profetas.

CUANDO MEDITES

- Haz memoria agradecida de las experiencias de sanación-resurrección que has vivido o has visto en otros. El Señor “sana todas tus enfermedades, rescata tu vida de la fosa y te colma de gracia y de ternura…”.
- Medita cómo Jesús puede ser la esperanza de la humanidad, cómo puede transformarnos en un pueblo liberado que sirve y libera a otros de los demonios del egoísmo, la violencia, el ansia de poder y de tener, la desigualdad, la injusticia…
- En Marcos, todos buscan a Jesús, todos se agolpan a su puerta, todos le quieren tocar, todos le siguen de un lugar a otro… ¿Qué buscas tú? ¿Cómo buscas a Jesús? ¿Cómo es tu deseo y hacia dónde se inclina?

- Jesús orante:

“Jesús es un ser horadado. Hay un hueco constitutivo en él, un espacio abierto que le impulsa a orar. Su vida y su persona son inimaginables sin oración. Todo su ser era oración, referencia a ese Otro de sí en quien se abismaba: ‘El Hijo no hace nada por sí mismo, como no lo vea hacer al Padre; todo lo que hace el Padre lo hace el Hijo’ (Jn 5,19).
Para ello tenía que cuidar tiempos diarios en los que abismarse en ese Otro de sí al que se entregaba en adoración al amanecer, para continuar haciéndolo en el resto de las situaciones de la jornada.
“Muy de madrugada”, dice el texto. Antes de que todo comience, para que, cuando suceda, pueda ser visto desde ese horizonte. De este modo, en lugar de un comportamiento activo-reactivo que condena a la repetición, se podrá dar lo nuevo. Lo nuevo es lo que adviene, no como resultado de una reacción, sino como fruto de una creación. Orar da la posibilidad de co-crear: “Todo lo que hace el Padre lo hace el Hijo’.
Por ello, Jesús se levantaba muy de madrugada: para nutrirse de la Fuente que manaba en lo hondo de su persona, lo cual le permitía percibir, durante la jornada, manantiales de la misma Fuente por doquier.
“Maestro, enséñanos a orar”, le pedirán en su momento, los discípulos (Lc 11,1).
- ¿Cómo oras para que tu ser se transforme cuando entras en contacto con la Raíz que te origina? ¿Por qué a nosotros no nos sucede? ¿Qué le falta a nuestra oración?
Y el Maestro, más que palabras, les enseñó la actitud: no hablar mucho, sino recogerse en la profundidad del corazón, allá donde la Fuente está esperando a darse”.

(Javier Melloni, El Cristo interior, Herder 2010, 37-41)

CUANDO ORES

- Dale gracias a Jesús por la vida que genera con su vida y su presencia: la sanación, la transformación de la realidad, de las personas y de las relaciones…; dale gracias por la ilusión, la esperanza y la alegría que suscita...; dale gracias por la liberación y las vidas resucitadas que “levanta”…; dale gracias por revelarnos lo que somos y lo que estamos llamados a ser en Él, en el Padre y en el Espíritu…
- Jesús entra hoy a tu casa… Háblale de ti, de todo lo tuyo y especialmente de tus “fiebres”, “ataduras” y “demonios”… Descarga sobre él todas tus preocupaciones, porque Él se interesa por ti… Deja que se acerque a ti, te tome de la mano y te ponga en pie… Deja que te saque de tu inmovilidad y haga de ti un hijo/a y siervo/a del Padre y de su Reino… Deja que te transforme en lo que Él mismo es, en lo mejor de ti mismo/a…

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Bibliografía:
Enrique Martínez Lozano, Sabiduría para despertar. Una lectura transpersonal del evangelio de Marcos, DDB 2011
Joachim Gnilka, El evangelio según san Marcos, vol. I, Sígueme 1996
Mercedes Navarro Puerto, Marcos, Verbo Divino 2006
Secundino Castro, El sorprendente Jesús de Marcos, Comillas-DDB 2007
Javier Melloni, El Cristo interior, Herder 2010

(Autora: Mª Concepción López, pddm, equipo de lectio divina de la U.P. Comillas)

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