jueves, 7 de marzo de 2013

Estando él en casa de Simón el leproso, vino una mujer...

Lectio divina de Marcos 14, 1-20

1 Faltaban dos días para la Pascua y los Ázimos. Los sumos sacerdotes y los escribas buscaban cómo prenderle con engaño y matarle. 2 Pues decían: “Durante la fiesta no, no sea que haya alboroto del pueblo.
3 Estando él en Betania, en casa de Simón el leproso, recostado a la mesa, vino una mujer que traía un frasco de alabastro con perfume puro de nardo, de mucho precio: quebró el frasco y lo derramó sobre su cabeza.  4 Había algunos que se decían entre sí indignados: “¿Para qué este despilfarro de perfume? 5 Se podía haber vendido este perfume por más de trescientos denarios y habérselo dado a los pobres.” Y refunfuñaban contra ella. 6 Mas Jesús dijo: “Dejadla. ¿Por qué la molestáis? Ha hecho una obra buena en mí. 7 Porque pobres tendréis siempre con vosotros y podréis hacerles bien cuando queráis; pero a mí no me tendréis siempre. 8 Ha hecho lo que ha podido. Se ha anticipado a embalsamar mi cuerpo para la sepultura. 9 Yo os aseguro: dondequiera que se proclame la Buena Nueva, en el mundo entero, se hablará también de lo que ésta ha hecho para memoria suya.”
10 Entonces, Judas Iscariote, uno de los Doce, se fue donde los sumos sacerdotes para entregárselo. 11 Al oírlo ellos, se alegraron y prometieron darle dinero. Y él andaba buscando cómo le entregaría en momento oportuno.   
12 El primer día de los Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dicen sus discípulos: “¿Dónde quieres que vayamos a hacer los preparativos para que comas el cordero de Pascua?” 13 Entonces, envía a dos de sus discípulos y les dice: “Id a la ciudad; os saldrá al encuentro un hombre llevando un cántaro de agua; seguidle 14 y allí donde entre, decid al dueño de la casa:”El Maestro dice: ¿Dónde está mi sala donde pueda comer la Pascua con mis discípulos?” 15 Él os enseñará en la planta superior una sala grande, ya dispuesta y preparada; haced allí los preparativos para nosotros.” 16 Los discípulos salieron, llegaron a la ciudad, lo encontraron tal como les había dicho, y prepararon la Pascua.
17 Y al atardecer, llega él con los Doce. 18 Y mientras comían recostados, Jesús dijo: “Yo os aseguro que uno de vosotros me entregará, el que come conmigo.”  19 Ellos empezaron a entristecerse y a decirle uno tras otro: “¿Acaso soy yo?”  20 Él les dijo: “Uno de los Doce que moja conmigo en el mismo plato.  21 Porque el Hijo del hombre se va, como está escrito de él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre es entregado! ¡Más le valdría a ese hombre no haber nacido!”

CUANDO LEAS

Con el texto que oramos hoy iniciamos la quinta y última parte del Evangelio de Marcos: la Pasión y la Resurrección de Jesús. En concreto en los capítulos 14-15 se nos narra la muerte del Mesías. Marcos llega al punto en que Jesús se hace encarnación de la buena noticia. Es un momento frecuentemente anticipado en los 13 capítulos previos, con claras predicciones de la pasión y resurrección (8,31; 9,31; 10,33-34; 9,12; y en el relato de la pasión: 14,3-9.21.27.41), con dichos que interpretan la muerte de Jesús en función de su significado salvífico. La narración de este evangelio ha ido señalando este desenlace como inevitable. Es indudable que en todo el evangelio de Marcos la parte en que se narra la pasión y la resurrección domina completamente la dedicada a hablar de la buena noticia y de su proclamación por Jesús. Como ocurre en el resto de del evangelio, esta última parte presenta importantes imágenes y motivos procedentes del Antiguo Testamento, especialmente de los salmos 22 y 69 y, quizá, del “otro” relato de la pasión (Is 52,13-53,12 “Como cordero llevado al matadero”).
El relato de la pasión se inicia con tres unidades que tratan de “preparativos” para la muerte de Jesús, captándose perfectamente la dinámica del drama que está a punto de desarrollarse. En medio de los preparativos hostiles del exterior (los jefes de los sacerdotes y los escribas: 14, 1-2) y del interior (Judas, Uno de los Doce: 14, 10-11), una mujer realiza un acto de amor que Jesús interpreta como preparación para su muerte y sepultura.                
La acción de la mujer tiene lugar fuera de Jerusalén, en casa de un leproso del que no se indica si había sido curado. Se afirma que Jesús morirá y no habrá más unción de su cuerpo hasta que se halle en el sepulcro (narrativamente, porque no había tiempo; teológicamente, porque con la Resurrección no tenía sentido; históricamente, porque Jesús fue ejecutado como un criminal). Considerando que la mujer “ha hecho lo que ha podido”, Jesús la alaba. No es posible salvarlo de la muerte pero sí tener un gesto de amor que le ayude a afrontarla. Así como el acto amoroso era apropiado para ese momento, los gestos de amor  hacia los pobres son siempre apropiados. Ese acto de amor realizado tan abiertamente  de cara a la cercana muerte es tan singular que Jesús vincula a la mujer y su actuación con la proclamación del evangelio.
Luego, dos discípulos preparan para la cena de Pascua en casa de un hombre que reconoce a Jesús como “el maestro” y que tiene una habitación de invitados a disposición de él (“mi habitación”). Resulta evidente que en el relato de la última cena Jesús es el anfitrión.
La cena propiamente dicha es descrita en dos escenas. En la primera (recogida en los últimos versículos que hoy tratamos) Jesús anuncia solemnemente que uno de los que está comiendo con él lo va a “entregar”. La segunda escena desarrollada en torno a la mesa (orada la próxima semana, 14, 22-25) ha permitido experimentar; desde los comienzos del cristianismo, el más profundo misterio y la más luminosa revelación. Tanto en los versículos 18 y 20 de nuestra perícopa el lenguaje subraya la proximidad e intimidad del traidor con respecto a Jesús (“uno de vosotros”/”uno de los Doce”; “cenando conmigo”/”mojando pan conmigo en la fuente”; cf., Sal 41,9). La traición se relaciona siempre con Judas (3,19; 14, 10.41), ésta es parte de las terribles consecuencias de su conducta, porque como indica el v.21, aunque el Hijo del hombre va a la muerte en conformidad con la voluntad de Dios, el que lo ha traicionado cargará con todas las consecuencias de su acto.

CUANDO MEDITES

Sólo “faltaban dos días para la Pascua” y Jesús no ignora su destino. Acompáñalo; valiente pero no por ello sin miedo ni incertidumbres. Un hombre coherente e impulsado por la libertad que sólo da el Espíritu.                 
Con plena confianza en el Abba pero con la necesidad de una mano amiga, humana
“Estando en Betania, en casa de un leproso, recostado vino una mujer” ¡Cuantos gestos humanos necesitamos, cuanta sed de cariño en nuestro mundo con lo poco que cuesta a veces! Y viene a su encuentro una mujer con la ternura que precisa su corazón roto para sin medidas ni hacer cuentas embriagarlo con el perfume del alivio, de la presencia convirtiendo aquello en una fiesta; ajena a la ruindad de tantos corazones que la juzgaban. ¡El anfitrión leproso seguro que se alegró! porque “sólo necesitan médico los enfermos y pecadores. Betania, ciudad de amigos, donde puede retirarse y encontrar sosiego, fiesta, calor.
“El Maestro” celebrando la pascua con sus discípulos y discípulas; misterio de amor cuando se aproxima la Hora, mojando en la misma fuente consciente de la cercanía del que lo va a “entregar”. ¡Deseo y quiero cenar siempre contigo y poder recostarme sobre tu pecho para afrontar mi destino, mi día a día.
¡QUIERO QUEBRAR CADA DÍA MIS FRASCOS,
MIS DEBILIDADES,  MIS GESTOS MÁS COTIDIANOS Y PONERLOS A TUS PIES;
QUE MI VIDA SE DERRAME Y ENTREGUE COMO LA TUYA HASTA EL FINAL!

CUANDO ORES
                  
La mujer del perfume  

Había observado tu rostro resuelto y amenazado.
El rumor de la muerte se movía a ráfagas
de palabras entrecortadas por las calles de Jerusalén…
Faltaban dos días para celebrar la Pascua.
Su intuición femenina tan cercana al dolor,
sintió  intensas la certeza de tu muerte y la alegría de tu vida.

Buscó su mejor perfume, quebró el frasco,
derramó la esencia de nardo sobre tu cabeza tensa,
y ungió con sus dedos suaves la angustia de tu futuro.
El perfume tan fino llenó la casa de fiesta.

Ajenos a tu encrucijada, con mezquina contabilidad los varones se indignaron
invocando a los pobres y criticando el derroche.
Nunca tuviste donde reclinar tu cabeza ungida.
Pero defendiste la ternura que anticipaba tu pascua,
 el frasco en pedazos como tu cuerpo roto,
y la fragancia de nardo aroma de resucitado por todo el universo.

Al sostener a un pobre que se hunde en el abismo,
una vida que se aleja hacia la muerte, angustia ciudadana,
Siempre tenemos en las manos tu cabeza
para ser ungida con perfume festivo.
¡Este evangelio de la pascua humana debe anunciarse
en todos los idiomas por los siglos de los siglos!  
           
(Benjamín González Buelta, SJ)
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Autora: Mª del Pilar Casarrubios Lucas, equipo de Lectio Divina de la UPComillas

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