jueves, 8 de noviembre de 2012

La viuda pobre (Dolores Aleixandre)


Dicen los sociólogos que la fragmentación es una de las características más clara del individuo posmoderno. No estamos enteros en las cosas ni en los encuentros, sino divididos, parcializados, presentes sólo con una parte de nuestro ser: estamos trabajando soñando con el fin de semana y estamos en la caravana de retorno a casa el domingo por la tarde añorando el “hogar, dulce hogar”.

Nos cuesta tomar decisiones, nos aterra hacer elecciones que nos cierren posibilidades, huimos de compromisos duraderos que cojan a nuestra persona entera, nos horrorizan las palabras “definitivo”, perpetuo, total… Preferimos que todo quede abierto, reservándonos siempre la posibilidad de marcha atrás.

Aquella viuda pobre que echó la segunda monedita en el cepillo del templo provoca nuestro asombro y, por lo que se ve, también el de Jesús: tenía entre las manos dos monedas y no se puso a dudar, ni a calcular cuánto le darían a plazo fijo invirtiéndolas en un seguro de vejez o en el superlibretón de la Caixa, o haciendo apartados: esto para el abono a Canal Plus, esto para ir a Benidorm con el Inserso, esto para la letra del coche… Le pareció que era mejor jugárselo todo a una carta, la de la entrega, la de la totalidad, y toda ella estaba entera en su elección tan arriesgada. Toma la decisión temeraria de echar en el cepillo del templo y de una vez las dos moneditas que eran todo lo que tenía para vivir.

En la admiración de Jesús por esa mujer se nota la alegría de una coincidencia de fondo: aquella mujer había aprendido, seguramente sin saberlo, aquella extraña sabiduría de Jesús de no atesorar para mañana, esos rasgos de desmesura, desproporción, abundancia, esplendidez, derroche, despilfarro que son característicos de las narraciones evangélicas.

Da la sensación de que Jesús carece de sentido de la medida y por eso en Caná es una exageración la cantidad de agua convertida en vino (Jn 2,6), como lo son los doce canastos que sobran de los panes multiplicados (Mt 14,20).

La viuda pobre nos ofrece el tesoro de practicar la convicción de que la mejor manera de vivir el futuro es entregárselo todo al presente, atreverse a entrar en la lógica alternativa del derroche y de la pérdida, en un talante de vida no basado en la reserva, la precaución y las previsiones, sino en la presencia apasionada en lo que se vive en el momento presente.

Y podríamos empezar por las relaciones interpersonales: en ese campo “echarlo todo” significa que se está convencido de que sólo comprometiéndonos de todo corazón con la otra persona es como llegamos a conocerla de verdad, sólo cuando estamos dispuestos a entregar la segunda moneda, esa que siempre tenemos la tentación de reservarnos, es cuando empezamos a aprender algo de aquello que la viuda del Evangelio supo vivir tan bien: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y al prójimo como a ti mismo” (Lc 10, 28).
................................................................

Dolores Aleixandre rscj

(Misión Joven, mayo 2003, Eclesalia; tomado de http://eukleria.wordpress.com/2012/11/02/la-viuda-pobre-lc-211-4/)

miércoles, 7 de noviembre de 2012

Ellas lo dieron todo

Lectura orante de Marcos 12,38-44

Canto: Tal como soy, Señor

Tal como soy, Señor,
sin nada que ofrecer más que mi canción,
no tengo más que darte, pues todo es
tuyo, Señor.
Tal como soy, Señor,
sin nada que entregar más que el corazón.
me rindo todo a ti, tómame, Señor,
tal como soy.

Acéptame como ofrenda de amor,
como un sacrificio agradable en tu honor.
Grato perfume yo quiero ser, Señor (bis).
.......................................

En aquellos días, el profeta Elías se puso en camino hacia Sarepta, y, al llegar a la puerta de la ciudad, encontró allí una viuda que recogía leña. La llamó y le dijo: "Por favor, tráeme un poco de agua en un jarro para que beba." Mientras iba a buscarla, le gritó: "Por favor, tráeme también en la mano un trozo de pan." Respondió ella: "Te juro por el Señor, tu Dios, que no tengo ni pan; me queda sólo un puñado de harina en el cántaro y un poco de aceite en la alcuza. Ya ves que estaba recogiendo un poco de leña. Voy a hacer un pan para mí y para mi hijo; nos lo comeremos y luego moriremos." Respondió Elías: "No temas. Anda, prepáralo como has dicho, pero primero hazme a mí un panecillo y tráemelo; para ti y para tu hijo lo harás después. Porque así dice el Señor, Dios de Israel: "La orza de harina no se vaciará, la alcuza de aceite no se agotará, hasta el día en que el Señor envíe la lluvia sobre la tierra"." Ella se fue, hizo lo que le había dicho Elías, y comieron él, ella y su hijo. Ni la orza de harina se vació, ni la alcuza de aceite se agotó, como lo había dicho el Señor por medio de Elías.

 (1 Re 17,10-16)
.........................................................................................

Marcos 12,38-44

38 Jesús decía también en su enseñanza: 
-¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en la plaza, 39 buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; 40 y devoran los bienes de las viudas, con pretexto de largos rezos. Éstos recibirán una sentencia más rigurosa.

41 Estando Jesús sentado enfrente del arca de las ofrendas, observaba a la gente que iba echando dinero: muchos ricos echaban en cantidad; 42 se acercó una viuda pobre y echó dos reales.  43 Llamando a los discípulos, les dijo: 
-Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. 44 Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero ésta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir.

PROPUESTAS DE LECTURA

1. Lo que no se da se pierde. Lo que se comparte se multiplica. Estas frases pueden resumir, de alguna manera, el mensaje de las lecturas de hoy.
Hoy vamos a contemplar dos figuras bíblicas que son modelo de fe y de entrega libre y desprendida. Las dos son mujeres. Las dos son viudas. Las dos son pobres. Y las dos son generosas hasta el heroísmo.

La primera aparece en la lectura del libro de los Reyes. Ese episodio hay que enmarcarlo en el contexto más amplio de la historia del profeta Elías. Su historia, conocida como “el ciclo de Elías”, está en 1 Re 17,1-2 Re 1,18. Elías es el “profeta de fuego”, “porque su palabra ardía como antorcha” (Eclo 48,1). Su nombre era una confesión de fe: “Mi Dios es Yahveh”. Era apasionado. Su celo por Dios era desmedido, y Dios mismo se ocupó de enseñarle otros caminos distintos para vivir su fe… (1 Re 19,12). 

En el comienzo de su ciclo, Elías busca refugio en tierra extranjera, huyendo del rey Ajab. Es tiempo de una gran sequía y de hambre en el país. Primero va al torrente Kerib y luego, cuando éste se seca, va a Sarepta de Sidón, en Fenicia. Allí encuentra a esta viuda tan pobre que ni siquiera tiene un poco de pan para ofrecerle. Las viudas y los huérfanos son el prototipo de los más pobres en Israel. Aún así, esta mujer da lo que tiene: un poco de agua para el extranjero que le pide.
Pero cuando Elías le pide que “primero” le haga un pan con lo único que tiene (en un contexto de hambre y de completa penuria), ella se fía de la palabra del profeta, prepara el pan primero para él… sin mirar por ella y por su hijo… y todo ese bien se multiplica sin medida. “Ni la orza de harina se vació, ni la alcuza de aceite se agotó…”

2. En el evangelio, encontramos la figura de otra viuda pobre, cuya generosidad contrasta con el egoísmo de algunos escribas, descritos por Jesús, y con la mezquindad de los ricos, que dan de lo sobrante.

Han terminado las controversias de Jesús con los sumos sacerdotes, escribas, ancianos, fariseos, herodianos y saduceos (Mc 11,27-12,27). Pero antes de abandonar el templo, Jesús hace una denuncia profética de aquellos líderes religiosos que, en lugar de ponerse al servicio del pueblo, especialmente de los pobres, sólo buscan su honor y su provecho personal.
La crítica de Jesús se centra en dos aspectos: la vanagloria y la ambición. La vanagloria se concreta en la ostentación en el vestir, la búsqueda de reverencias y reconocimiento social, y en el ansia de ocupar los primeros puestos en el culto y en los banquetes (cf. Lc 14,7-11). La ambición se expresa en “devorar las casas”, es decir, devorar la hacienda, bienes y posesiones de las viudas. Sabemos que las viudas y los huérfanos gozaron de protección jurídica especial en el judaísmo. Ya en Éx 22,21 leemos: “No vejarás a viuda ni a huérfano. Si los vejas y claman a mí, yo escucharé su clamor…” (cf. Is 1,7.23; 10,2). También en los escritos contemporáneos de Jesús se condena con dureza la explotación con el pretexto de realizar la justicia: “Devoran los bienes de los pobres y afirman que lo hacen sólo por justicia. En realidad, perecen ellos” (AscMois 7,3-10).


En contraste, a continuación, entra en escena una viuda pobre. Nos situamos en el templo, en el patio de las mujeres. Allí había, en torno al muro, trece recipientes colocados con forma de embudo invertido, que servían para depositar las ofrendas. Marcos lo denomina “gazofilacio” (el tesoro). Jesús estaba sentado frente al arca del tesoro mirando atentamente y vio que muchos ricos echaban mucho de lo sobrante, mientras que aquella mujer, que echó sólo dos lepta (el leptón era la moneda de cobre más pequeña), echó “todo lo que tenía para vivir".
Los rabinos tienen una historia paralela. Cuentan que un sacerdote se burlaba siempre de una mujer pobre por la insignificancia de su ofrenda: un puñado de harina. Un día, Dios se le apareció en sueño y le dijo: “No la desprecies, pues es como si ofreciese su propia vida”.

“La viuda –comenta Enrique Martínez Lozano- ha donado al templo su persona entera. Se ha entregado plenamente y dejado a Dios el cuidado de su subsistencia. Estas cosas le fascinan a Jesús… Sus grandes enseñanzas en Jerusalén encontraban en la viuda la aplicación concreta. Ella sí había entendido cuál es el principal de los mandamientos… El caso de la viuda muestra magníficamente lo que a él le agrada ver en el corazón del hombre”.

PROPUESTAS DE MEDITACIÓN

* “¡Cuidado con los escribas…!”
- Sobre todo, ¡cuidado con el escriba y el fariseo que todos llevamos dentro…! Cae en la cuenta de cómo no estás libre de esas actitudes que denuncia Jesús: deseo de reconocimiento, relevancia, primeros puestos, significatividad y cierta ambición (si no por cosas materiales, sí por otros bienes sociales).
- Cuida, sabiamente, de no dejarte influenciar y “seducir” por quienes nos arrastran a esas actitudes tan lejanas y contrarias a las de Jesús. Jesús, pobre de espíritu, humilde y Siervo, es nuestro Maestro.
Hay quienes incitan a veces, desde una mentalidad antievangélica, a que hagamos alarde de nuestra importancia, nuestros títulos, nuestro “curriculum”, nuestros méritos, nuestro estatus social… Mantén una sana y sabia distancia de esas pretensiones vacías… Mantente, en paz, en lo que eres. Agradece lo que eres… Lo que eres no es lo que aparentas ni depende de lo que los demás piensen de ti (tanto si te sobrevaloran y alaban como si te infravaloran y critican). Tu riqueza es la humildad (y grandeza) de tu ser en Dios y ante sus ojos…

 * “Jesús… observaba…”
- Contempla la mirada sabia y penetrante de Jesús. Él mira el corazón, no las apariencias. Él conoce con profundidad… Y mira situándose siempre en el lugar de los últimos… ¿Cómo es tu mirada sobre la realidad, las personas y circunstancias? 

* “… se acercó una viuda pobre y echó dos monedas…
- “Las moneditas eran dos. Los comentaristas no hacen sino resaltar este particular, explicando que la viuda hubiera podido quedarse perfectamente con uno para ella.
Si hubiera pedido consejo a algún director espiritual prudente, probablemente hubiera escuchado que no hay que exagerar, que basta la intención. Pero, afortunadamente, esta mujer no se ha dirigido a maestro alguno. Ella se bastaba para no hacer cálculos. Un aforismo chino dice:
“Quien se aplica a la búsqueda de Dios
y vende todo lo que posee,
excepto la última y más pequeña posesión,
es literalmente un loco.
De hecho, con la última y más pequeña posesión
es con la que se compra a Dios”.
San Ambrosio, por su parte, afirma: “Dios no se fija tanto en lo que damos como en aquello con que nos quedamos para nosotros” (Alessandro Pronzato, Las mujeres que encontraron a Jesús, San Pablo 2003, 128).

* “Esta viuda pobre ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie… todo lo que tenía para vivir”
- ¿Qué es “todo lo que tú tienes para vivir”, qué es aquello que le ofreces a Dios y qué más puedes ofrecerle, sin angustia, sin preocupación, pero con total disponibilidad y amor...? 
- ¿Cómo es tu identificación, tu compasión y solidaridad con los pobres de la tierra?...

PROPUESTAS DE ORACIÓN

Dos textos para orar: 

1) El salmo 146, correspondiente a este domingo, alaba a Dios, que ama a los pobres, los cuida y los sostiene en la vida.

Te alabo, Señor, y te doy gracias de corazón
porque eres siempre fiel a quienes amas.

Te alabo porque haces justicia a los oprimidos.
Te alabo porque das pan a los hambrientos.
Te alabo porque abres los ojos a los ciegos.
Te alabo porque enderezas a los que ya se doblan.

Te alabo porque amas a los justos.
Te alabo porque proteges a los desvalidos.
Te alabo porque sustentas al huérfano y a la viuda.
Te alabo porque sostienes a los que ya no resisten.
Te alabo porque tu Reino dura por siempre. 

Te alabo porque das felicidad
a quien tiene su apoyo y esperanza en Ti.
…………………………………………..

2) Los centavos de Noemí

A Noemí, la viuda pobre,
todavía le dolían 
los dedos de las manos 
cuando depositó en silencio
su ofrenda para los pobres
en el cepillo del templo.
Había trabajado todo el día
cosechando aceitunas
en el olivar de Sadoc,
un alto funcionario.

Al final de la jornada
pensó que ningún vecino
estaba en apuro urgente.
Ella no había comprado
nada a crédito
en la tienda de Josías.
Su velo descolorido
podía durar más tiempo.
Y no le seducían el corazón
las baratijas que anunciaba
un vendedor ambulante
sentado en su camello.

Noemí sabía mucho
de hambres hincadas
como un alfiler
en el centro del estómago,
de deudas enviando mensajeros
con insistencia y amenaza,
y de emergencias repentinas
desequilibrando en un instante
la frágil existencia.

Por eso dejó con alegría
unos centavos en el templo,
regalo suyo y de Dios
para un hermano.
Era poco dinero.
pero era todo para ella.
Y todo el corazón
quedó abierto
para el don
que el Dios del reino le ofrecía.

(Benjamín González Buelta, sj)
...............................................................

lunes, 5 de noviembre de 2012

Sectarismo

Cuenta Carlo Carreto que un día su amigo Abdaraman, un niño musulmán de ocho años, lloraba sin consuelo porque Carlo no se hacía musulmán e iba a arder en el infierno eternamente, según le había dicho su maestro de la escuela coránica.
Carlo quedó conmocionado por este episodio. Meditando, sus recuerdos le llevaron a su pueblo natal, años atrás, cuando él también era niño y apedreó a un hombre que vendía libros por las calles de su lugar. Aquel hombre era protestante. Los libros, eran biblias. Y  los niños que le persiguieron y apedrearon, eran católicos. El párroco les felicitó después, por haber defendido con tanto celo su fe "católica".

Traigo esto aquí porque ayer sucedió un episodio que me hizo pensar... Cualquier ideología, cualquier credo, cualquier religión... son dañinas, falsas, inauténticas si hacen que miremos a las personas desde esos filtros que nos ciegan, sin com-pasión y sin fraternidad.

Hay muchos modos de ser intolerantes y fanáticos.
.................................................

Sectarismo

También es esta tarde Abdaraman quien me acompaña al eremitorio para la adoración: doscientos metros que recorremos juntos, cogidos de la mano y conversando sobre el tiempo.
¿Sabéis quién es Abdaraman? Es un muchachito musulmán de unos ocho años. Digo “de unos” porque aquí no existe la oficina del estado civil y nadie toma nota del nacimiento de un niño; por eso pocos conocen su edad con precisión.
Abdaraman no va a la escuela, aunque hay una más allá de Oued, frecuentada por los europeos y por algún “mosabit”, hijo de comerciantes del lugar. No va la escuela, porque su padre Aleck no le deja ir.
“Aleck -le pregunto-, ¿por qué no envías a tu hijo a la escuela?”
Aleck me mira profundamente y me dice:
“Hermano Carlos, no mando a mis hijos a la escuela porque se hacen malos. Mira a los niños que van a la escuela: no rezan, ya no obedecen y sólo se preocupan de vestir bien”.
Abdaraman está completamente desnudo; parece una hermosa estatuita de un color gris oscuro, resultado de infinitos cruces entre el África negra deportada como esclava y, aquí, el África blanca de las tribus del norte: árabes, bereberes y tuaregs.

Abdaraman es musulmán, ha sufrido la circuncisión, como todos los hijos de Ismael, y es de la estricta observancia. Su padre Aleck es un buen hombre, rico de fe y de hijos. Cuando llega el mes de Ramadam, ayuna desde la aurora hasta la puesta de sol, aunque continúa trabajando su campo a lo largo de la orilla del Oued de Tamanrasset. Aleck es verdaderamente religioso y todos los años recuerda el sacrificio de Abraham con la muerte de un carnero, y con tal ocasión compra un vestido claro de algodón a todos sus compañeros. Su confianza en Dios es total; y, aunque es muy pobre, no roba, sino vive de su trabajo, que consiste en excavar durante meses y meses en la arena del Oued un canal submarino llamado “seghia” y por otros medios cultivar su campito que tiene necesidad de agua al menos tres veces a la semana.
Una vez llegó la Legión Extranjera y acampó a lo largo de la “seghia” excavada en la arena y que lleva el agua al trigo de Aleck.
Naturalemente, el agua llegó a faltar y el trigo de Aleck empezó a secarse.
“Aleck -le digo-, si esto continúa así, tu trigo se seca. Vete a decir al capitán qu ella “seghia” es tuya y que ponga el campamento en otra parte”.
Aleck me respondió: “Allah es grande y proveerá a sus hijos”; y deja morir el trigo, mientras los legionarios lavan los camiones y se echan el agua encima para divertirse.

Abdaraman, pues, me acompaña esta tarde al eremitorio. El sol se ha puesto y el aire se ha vuelto fresco, propicio para pasear. Siempre tenemos muchas cosas que contarnos, porque realmente nos queremos bien. Todas las mañanas me lo encuentro delante de la celda esperando a que yo termine la meditación. Frecuentemente tomamos el té juntos; y él me dice que le gusta mucho el pan que yo hago. Abdaraman siempre tiene apetito, pero nunca me pide nada: soy yo quien debe adivinarlo.
Esta tarde está serio y a duras penas responde a mis preguntas. Comprendo que tiene algo importante que decirme y que no se atreve. Pero sé que no tardaré en saberlo, porque entre ambos no hay secretos.
-¿Qué tienes, Abdaraman, esta tarde? ¿Por qué no hablas?
Silencio.
-¿No has comido el cuscus?
Silencio.
-¿Te ha pegado tu padre?
Silencio.
-¿Se te ha escapado el “jenek” de la jaula?
Silencio.
-Pero habla, Abdaraman; abre el corazón a tu amigo, el hermano Carlos.
Abdaraman rompe a llorar y su cuerpo desnudo se contorsiona y contrae.
Es un espectáculo verlo llorar: lo hace con ganas, y las lágrimas, después de haber regado el rostro, continúan su marcha por el pecho y el vientre.
Ahora soy yo quien guarda silencio. Tengo que esperar que se aplaquen los elementos.
Le aprieto fuertemente la mano en señal de afecto.
-Entonces, Abdaraman, ¿qué es lo que te hace llorar?
-Hermano Carlos, lloro porque tú no te haces musulmán.
-Oh -exclamo-, ¿y por qué debo hacerme musulmán? Abdaraman, yo soy cristiano y creo en Jesús. Yo ruego, como tú, al Dios que creó el cielo y la tierra, y nuestras oraciones van al mismo Cielo, porque sólo hay un Dios. Y mi Dios es tu Dios. Es Él quien nos ha creado, nos alimenta y nos ama. Si cumples tu deber, si no robas, si no matas, si no dices mentiras, si sigues la voz de tu conciencia, irás al paraíso; y será el mismo paraíso que el mío, si también yo hago lo que Dios me manda. No llores ya.
-No, no -me grita Abdaraman-; si no te haces musulmán, irás al infierno, como todos los cristianos.
-¿Quién te ha dicho, Abdaraman, que si no me hago musulmán iré al infierno?
-Me ha dicho el Taleb que todos los cristianos van al infierno; y yo no quiero que tú vayas al infierno.
Hemos llegado al eremitorio y Abdaraman se detiene. Nunca ha ido adelante. Siempre se ha quedado a una decena de pasos de aquella construcción y ni por todo el oro del mundo entraría, como si allá dentro hubiera alguna cosa misteriosa y diabólica prohibida a los pequeños musulmanes.
El amor que me tiene, y es mucho, siempre ha chocado contra este muro que nos divide y que esta tarde toma un nombre tan tremendo: “infierno”.
Le digo: “No, Abdaraman; Dios es bueno y nos salvará  a los dos; y salvará a tu padre, y todos iremos al paraíso. No creas que por el solo hecho de que yo sea cristiano voy a ir al infierno, como yo no creo que tú irás allá porque eres musulmán. ¡Dios es tan bueno! Quizá no has entendido bien lo que quería decir el Taleb (el maestro de la escuela coránica); quizá te ha dicho que los malos cristianos irán al infierno. Estáte tranquilo; vete a casa a rezar tu oración, mientras yo rezaré la mía; y antes de terminar, di a Dios esto, como también se lo diré yo: 'Señor, haz que todos los hombres se salven'. Vete...” Y entro triste en el eremitorio, en esta pequeña construcción de barro, edificada por el mismo Carlos de Foucauld, que quiso que le llamaran el Pequeño Hermano universal y que murió asesinado, por ignorancia y por fanatismo, por los hijos de la misma tribu de Aleck y Abdaraman.
Pero ¡esta tarde será difícil orar! ¡Qué tumulto de pensamientos ha despertado en mí el pequeño amigo!
¡Pobre pequeño Abdaraman! También tú eres víctima del fanatismo, del celo intempestivo de los llamados “hombres de Dios”, de los religiosos que enviarían al infierno a la mitad del género humano, sólo porque “no son de los suyos”.

¡Qué doloroso es todo esto! ¿Cómo es posible que esto suceda? ¡Que el hilo de amor que me une a un hermano sea roto por el presunto “celo por Dios”! Que la religión, en vez de ser motivo de unión, se convierta en trinchera de muerte o, por lo menos, de odio inconfesado. Mejor es no tener esta religión que divide. ¡Mejor andar a tientas en la oscuridad que poseer una luz semejante!
Después de una hora de esfuerzos para recoger mi pobre alma ante el silencio de la Eucaristía, me di cuenta de que las lágrimas regaban mi “gandura” blanca. Ahora era yo quien lloraba. ¿Y sabéis por qué?
Haciendo el examen de conciencia para purificar mi alma y no la de Abdaraman del sectarismo, había vuelto a mi memoria una escena que se remontaba hasta mi infancia. Entonces tenía ocho años, precisamente ocho años, como Abdaraman. Vivía en una aldea, a la sombra de un campanario. No era muy religiosa la población, pero era cerrada y tradicionalista hasta el exceso.
Cierto día llegó un hombre a vender libros, yendo de casa en casa. No comprendía mucho, entonces, pero fue la primera vez que oí la palabra “Biblia”.
En la aldea se produjo una agitación extraña. Primero, en las mujeres, después en todos, unos por celo, otros por respeto humano.
Se oyeron en el aire los gritos histéricos de una mujer. Desde una ventana gritaba:
-Barbet, barbet. No tenemos necesidad de tu religión. Márchate de aquí.
La agitación alcanzó a los muchachos.
El hombre caminaba por medio de la calle, pálido. Llevaba los libros en una gran bolsa oscura, pesada.
Una mujer le tiró un libro que había recibido poco antes. El hombre se inclinó a recogerlo sin volverse. Una piedra arrojada por un muchacho le hirió en la espalda. Aceleró la marcha, seguido por algunos muchachos a cierta distancia. Todos tenían en sus manos una piedra. Entre aquellos muchachos estaba también yo.
Por la tarde, en la bendición eucarística del mes de mayo, el párroco nos alabó, porque habíamos defendido la trinchera de la parroquia.
Parece nada; pero a la distancia de cuarenta años, y particularmente esta tarde, aquella escena adquiere un valor y una gravedad enteramente nuevos.
Jamás me he confesado de haber tirado una piedra a un hombre indefenso y por ello, religioso. El episodio tuvo lugar en un mundo que aceptaba semejantes cosas, sin ver toda su maldad.

Pero, a distancia de medio siglo, las cosas han cambiado.
Hay en el aire algo nuevo. Un soplo de Espíritu anima todo el universo. Un mundo viejo muere y otro nace. Otra sensibilidad, otras exigencias, otras fuerzas. Estamos en la aurora de una época marcada por un gran deseo de amor y de paz entre los pueblos y entre los hombres.
La verdad y la caridad están en marcha de nuevo para encontrarse; y el respeto de la persona humana se ha convertido en estribillo, en el canto de todas las gentes.
Un sentido ecuménico desata los nudos más complicados; y un deseo de conocernos y de comprendernos supera con mucho la tentación de permanecer cerrados en la vieja ciudadela de nuestra presunta verdad.
El hombre, quizá por primera vez, sale al campo sin defensas y con la esperanza de encuentros fecundos.
La amistad está convirtiéndose en el camino normal de las relaciones humanas y las guerras religiosas quedan confinadas a la historia del pasado.
Abdaraman, mi pequeño y querido Abdaraman, no temas; seguiremos amándonos, nos encontraremos y... no sólo en el paraíso.


(Carlo Carreto, Cartas del desierto, Ediciones Paulinas, 1974)
..........................................

domingo, 4 de noviembre de 2012

Sobre la unión de hombre y mujer

Lectio divina de Marcos 10, 1-12

1 Parte de allí y viene a la región de Judea, a la otra orilla del Jordán. Y de nuevo se reúne la muchedumbre alrededor de él, y siguiendo su costumbre, les enseñaba. 2 Y se presentaron los fariseos y le preguntaron si estaba permitido al marido despedir a la esposa. Pretendían tentarle. 3 Mas él respondió y les dijo: ¿Qué os ordenó Moisés? 4 Ellos respondieron: Moisés permitió escribir un acta de divorcio y repudiarla. 5 Y Jesús les dijo: Teniendo en cuenta la dureza de vuestro corazón escribió Moisés este mandamiento. 6 Pero desde el comienzo de la creación los creó como marido y mujer. 7 Por eso el hombre abandonará a su padre y a su madre 8 y los dos se convertirán en una carne, de manera que ya no son dos, sino una carne. 9 Lo que Dios ha unido no puede separar el hombre. 10 En la casa, los discípulos volvieron a preguntarle sobre el tema. 11 Y les dice: El que despide a su esposa y se casa con otra, comete adulterio contra ella. 12 Y si ella, después de haber sido despedida por su esposo, se casa con otro, comete adulterio. 

CUANDO LEAS

En el principio del texto encontramos un breve sumario introductorio (Lc 10,1). La perícopa se abre con una noticia que une una indicación geográfica un tanto imprecisa con una descripción general de la actividad docente de Jesús. Es autónoma y la perícopa siguiente es independiente de ella, de ahí que se pueda calificar como pequeño sumario. Este sumario realiza la función de paso. Jesús parte de allí, concretamente de Cafarnaún (9,33) y continúa su camino. Más adelante, en 10,32 se indica con toda precisión la meta a la que se dirige Jesús: Jerusalén. Se deduce de esto una intención teológica en el evangelista: Jesús ha dejado definitivamente Galilea y se halla de camino hacia Jerusalén. También durante el camino Jesús ejerce, según su costumbre, como Maestro del pueblo. Lo que él dirá a continuación tiene importancia para todos, a pesar de que los discípulos reciban una información especial. 
Después, la perícopa se divide claramente en dos partes: 1) 10,2-9. Adoctrinamiento del pueblo. Se trata de una discusión mantenida con los fariseos de mano de una prueba escriturística, que supera el mandamiento dado por Moisés; 2) 10,10-12. Se trata de un adoctrinamiento a los discípulos. Jesús ofrece dos principios: el primero se refiere al hombre y el segundo a la mujer. Ambos están a la luz del sexto mandamiento: “No cometerás adulterio” (Ex 20,13; Dt 5,17). En el v.11 tenemos una declaración dramática para una cultura patriarcal, que no consideraba adulterio una ofensa contra la mujer. 

“Y se presentaron los fariseos y le preguntaron si estaba permitido al marido despedir a la esposa. Pretendían tentarle”. Los fariseos se acercan a Jesús, que está rodeado por la muchedumbre. Vienen con una pregunta, pero se trata de una pregunta tentadora, pues ya era conocida la opinión de Jesús sobre este asunto. El término “despedir” comprende la totalidad del proceso de divorcio. Frente al judaísmo oficial contemporáneo, que existía la posibilidad de disolver legalmente casi todos los matrimonios, estando previsto en la ley, vienen ellos a desafiar a Jesús para que contradiga la ley. Es ahí donde tenemos lo tentador del empeño. 

“¿Qué os ordenó Moisés? Ellos respondieron: Moisés permitió escribir un acta de divorcio y repudiarla”. En esta contrapregunta de Jesús no se habla de permisión, sino de mandamiento. Es decir, los fariseos preguntan por aquello que les interesa, Jesús pregunta por el mandamiento de Dios. Los fariseos se aferran a su punto de vista cuando responden que Moisés permitió un acta de divorcio y repudiar a la esposa. Ellos están pensando en Dt 24,1-4, donde en la biblia griega encontramos el mismo término (acta de divorcio) que en Marcos; hace referencia a que se hacía depender el divorcio al hecho de que el esposo ya no encontrara complacencia alguna en su esposa porque descubriera en ella “algo vergonzoso” (erwath dabar). Con el otorgamiento del acta, el matrimonio se disolvía y no podía restablecerse otra vez mediante la revocación del acta. 

“Teniendo en cuenta la dureza de vuestro corazón escribió Moisés este mandamiento”. Jesús confirma la prescripción de Moisés citada por los fariseos, pero la relaciona con la dureza de corazón de éstos. Utiliza la palabra esclerocardía, término veterotestamentario que significa el corazón humano insensibilizado a las instrucciones divinas como consecuencia de su continua desobediencia. En Ez 20,25 encontramos: “También les di leyes que no fueron buenas para ellos y reglamentaciones que hicieron imposible que ellos continuaran con vida”. Es decir, Mc 10,5 puede que se mueva en esta dimensión en que los mandamientos mosaicos fueron devaluados en el judaísmo, pues una vez que habían adorado al becerro de oro recibieron después de la primera legislación, otra segunda de rango más bajo, y esta distinción hacía posible una crítica parcial de la ley. Por consiguiente, la “dureza de corazón” es el punto de partida del mandamiento de divorcio, mostrando éste continuamente su dureza de corazón.  

“Pero desde el comienzo de la creación…”. La voluntad de Dios, que Jesús proclama aquí, se contrapone así tajantemente a lo que Moisés prescribió, y parte del orden de la creación. “Desde el comienzo de la creación tiene carácter de fórmula (principalmente se encuentra en la literatura sapiencial) y da paso a los dos argumentos siguientes tomados del Génesis (Gn 1,27 y Gn 2,24) como expresiones de la voluntad de Dios inscrita en la creación. Es decir no se da un enfrentamiento entre la palabra de Dios de la Escritura, sino entre la idea primigenia de Dios y el mandamiento que ha entrado de forma secundaria.  

“(…) los creó como marido y mujer (…) los dos se convertirán en una carne (…) Lo que Dios ha unido no puede separar el hombre”.  La idea es que hay que restablecer el estado originario. Representa una toma de postura en contra de la ley recogida en Dt 24,1 y se pretende fundamentar la prohibición de la anulación del matrimonio. Sin embargo, lo que se cita en el texto nada tiene que ver con una prohibición del divorcio, sino que cuenta que Dios, en la creación del ser humano estableció los dos géneros. “Los dos serán una sola carne” apunta a la unión corporal-sexual de los esposos, pero incluye más que la comunión de cuerpo, adquiriendo así una alta valoración en el orden de la creación. En el v.9 se da una contraposición entre Dios y el hombre, dándose una superación de la prescripción de Moisés sobre el acta de divorcio como norma humana, pues se presenta a Dios como el que une. 

CUANDO MEDITES 

- Ten en cuenta que en el judaísmo de los tiempos de Jesús, el matrimonio era un estado en el que la mujer era sometida al marido. Según la ley de Moisés, el marido podía romper el contrato matrimonial y expulsar de casa a su esposa. La mujer, por el contrario, sometida en todo al varón, no podía hacer lo mismo. ¿Cómo es en la actualidad la realidad de la mujer, en nuestro país, en el mundo?

- En Mt 5,27-28 se da una radicalidad de esta misma concepción: “Habéis oído que se dijo: No cometerás adulterio. Pues yo os digo: Todo el que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón”. Contempla la actitud de Jesús, sus palabras: realmente, ¿a quiénes quiere defender en esta nueva diatriba en la que se ve inmerso?¿De parte de quién se pone?¿Le preocupa realmente la reglamentación del matrimonio, o hay que buscar una intención más profunda en sus palabras?¿A quién le está otorgando Jesús toda la dignidad? ¿Quiénes son aquellos o aquellas que hoy en nuestra sociedad necesitan que se les sea restablecida su dignidad?

CUANDO ORES


“Entonces dijo Dios:
Hagamos a los seres humanos a nuestra imagen,
según nuestra semejanza.
Y creó Dios a los seres humanos;
a imagen de Dios los creó;
varón y hembra los creó.
Vio entonces Dios todo lo que había hecho,
y todo era muy bueno” 
(Gén 1, 26)

...............................................................
Autora: Gema Villaluenga; Equipo de animación de la lectio divina de la UPComillas.

sábado, 3 de noviembre de 2012

Tú, conmigo

Una sencilla oración para hoy: respira estas palabras del salmo 23,4:
"Tú, conmigo"

Literalmente, el texto hebreo dice: kî 'attah himmadî, "porque Tú, conmigo".
El verbo que se elide puede ser "ir" o "estar": "Tú vas conmigo" o "Tú estás conmigo".
En todo caso, se trata de que expreses esa confianza en el Dios que te ama y camina contigo,
y lo hagas, sobre todo, ante todo aquello que te causa temor:

"Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú, conmigo".



.................................................................................................................................

viernes, 2 de noviembre de 2012

Yo te amo, Señor, mi fortaleza

Oramos con versículos del Salmo 18:

Yo te amo, Señor, mi fortaleza,

Señor, mi roca y mi baluarte,
mi libertador y mi Dios;
la roca en la que me amparo,
mi escudo y mi fuerza salvadora,
mi alcázar y mi refugio.
En mi angustia grité al Señor,
pedí socorro a mi Dios;
desde su templo escuchó mi voz,
resonó mi socorro en sus oídos.

Lanzó su mano de lo alto y me agarró
para sacarme de las aguas caudalosas,
de adversarios más fuertes que yo.
El Señor fue un apoyo para mí,
me sacó a campo abierto,
me quería y me salvó.

Tú, Señor, eres mi lámpara,
mi Dios, que alumbra mis tinieblas.
¿Quién es Dios fuera del Señor?
¿Quién es roca, sino sólo nuestro Dios?
El Dios que hace mis pies como de cierva
en las alturas me sostiene en pie
y multiplica sus cuidados conmigo.


...........................................................................................................................

jueves, 1 de noviembre de 2012

Amarás al Señor, tu Dios... y al prójimo como a ti mismo

Lectura orante de Marcos 12,28-34

Invitación a escuchar




Marcos 12,28-34

28 Se acercó a Jesús un escriba que les había oído y, viendo que les había respondido muy bien, le preguntó:
- ¿Qué mandamiento es el primero de todos?
29 Respondió Jesús:
- El primero es: Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: 30 amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser. 31 El segundo es éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay mandamiento mayor que éstos.
32 El escriba replicó:
- Muy bien, Maestro, tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; 33 y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios.
34 Jesús, viendo, que había respondido sensatamente, le dijo:
- No estás lejos del reino de Dios.
Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.

PROPUESTAS DE LECTURA

1. El evangelio de hoy forma parte de una amplia controversia entre Jesús y algunos dirigentes del judaísmo oficial (Mc 11,27-12,34, sobre la autoridad de Jesús, el tributo al César, la resurrección y ahora, el mandamiento principal). El escenario es el atrio del templo de Jerusalén, pocos días antes de la pasión.

2. El escriba que se acerca a Jesús ha presenciado la conversación precedente de Jesús con los saduceos y ha quedado impresionado. Los escribas eran maestros o guías religiosos del pueblo. Conocían la ley a la perfección y se dedicaban a enseñarla al pueblo y a aplicarla a situaciones concretas de la vida. Este escriba se acerca a Jesús, con ánimo sincero, sin intención de ponerlo a prueba como indica su paralelo de Mt 22,35. Y lo hace con una pregunta semejante a la que un gentil que quiere hacerse prosélito le plantea a los jefes de escuela rabínicos Shammai y Hillel. La torá está compuesta por 613 mandamientos (248 que mandan y 365 que prohíben  y, aunque los rabinos distinguían entre graves y leves, exigían el cumplimiento de todos ellos. El estricto Shammai rechaza la pregunta, negándose a reducir la ley a un único precepto supremo, mientras que Hillel (procedente de la diáspora) accede a responderla.
El escriba ha preguntado por el mandamiento principal, y Jesús les responde con dos mandamientos, citando Dt 6,4 y Lev 19,18. La primera cita es el texto del “Shema”, “Escucha, Israel”, que proclama la unicidad de Dios y el mandamiento del amor a Él con todo el ser. Todo israelita varón tenía que recitar el Shema dos veces al día, por la mañana y por la tarde y aún hoy constituye el elemento central de la oración judía diaria, junto a las semoné esré (18 bendiciones). Todavía actualmente, se lleva el texto en el estuche atado con cintas de cuero alrededor del brazo izquierdo (del corazón) y de la cabeza, durante la oración de la mañana (junto a Éx 13,1-10 y Dt 11,13-21). Así lo prescribe el Deuteronimio en el capítulo 6: "... Las palabras que hoy te digo quedarán en tu memoria; se las repetirás a tus hijos y hablarás de ellas estando en casa y yendo de camino, acostado y levantado; las atarás a tu muñeca como un signo, serán en tu frente una señal..."  Son los tefillim (traducido por filacterias).

3. El segundo mandamiento es el del amor al prójimo, tomado de Lev 19,18. El primer mandamiento sin el segundo está incompleto porque, en realidad, son uno solo: “Si alguno dice ‘Yo amo a Dios y odia a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve. Y nosotros hemos recibido de él este mandamiento: quien ama a Dios, ame también a su hermano” (1 Jn 4,20-21). “Quien dice que está en la luz y aborrece a su hermano, está aún en las tinieblas. Quien ama a su hermano, está en las tinieblas, camina en las tinieblas, no sabe adónde va, porque las tinieblas han cegado sus ojos” (1 Jn 2,9-11).
“Únicamente un pensamiento dualista pudo separar ambas dimensiones, hasta el punto de que parecía posible amar a Dios sin amar a los otros y sin amar la realidad. Para la mente, todo son objetos separados, por lo que no encuentra problema en imaginar relaciones igualmente “separadas”. La realidad, sin embargo, no es dual. No existe un Dios separado que pueda ser objeto de nuestro amor, al margen de todo lo que es. Por eso, en realidad –Jesús mismo lo había afirmado (Mt 7,21)-, ama a Dios quien ama todo lo que existe. Y quien eso hace, dice Jesús, “no está lejos del reino de Dios” (Enrique Martínez Lozano).

4. En el comentario del escriba aparece una crítica del culto en la línea profética del A.T.: “No quiero sacrificios, sino amor; no holocaustos, sino conocimiento de Dios” (Os 6,6; cf. Is 1,11).

5. Jesús alaba la sensatez del escriba y le dice que no está lejos del reino de Dios. La afirmación de Jesús es propia de un maestro con autoridad.
La frase final (nadie se atrevió a hacerle más preguntas) denota el carácter polémico del episodio frente a los otros grupos de judíos, cerrados a Jesús. El escriba ha puesto en evidencia que cualquier judío podría aceptar la enseñanza de Jesús si busca la verdad con sincero corazón.

PROPUESTAS DE MEDITACIÓN

“Escucha, Israel…”
- ¡Escucha!... El Señor habla “en muchas ocasiones y de muchas maneras”… Habla en su Palabra, habla en las cosas que pasan y que nos pasan… Habla a través de mediaciones y también habla al corazón, directamente, en forma de una voz sin voz pero más clara que las palabras… ¿Cómo escuchas tú todos los días la Voz interior del amor?…

“El Señor, nuestro Dios es el Único…”
- En la práctica, a veces, Dios no es nuestro único Dios… Hay muchos dioses y muchos ídolos en nuestro mundo, en nuestra vida: la apariencia…; el dinero…; el buen nombre…; la posición social… ¿Eres consciente de tus ídolos?

“Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu ser…”
- Pedro escuchó una pregunta de Jesús: “Pedro, ¿me amas?”… El mandamiento de amar a Dios nos remite esa pregunta a cada uno de nosotros: “Tú, ¿me amas realmente?”… ¿Qué es para ti amar a Dios?

 “Amarás a tu prójimo…”
- "¿Quién es mi prójimo, para que lo ame?", preguntó alguien a Jesús. Y Jesús le respondió con la parábola del buen samaritano (cf. Lc 10,29)… Prójimo es aquel que necesita de nosotros. No es sólo aquel a quien nos resulta fácil amar, porque nos resulta amable. Es, principalmente, aquel que necesita nuestra ayuda efectiva, nuestro cuidado, nuestro tiempo…

 “… como a ti mismo”
- Nosotros somos también objeto de nuestro amor y nuestro cuidado. No podemos amar a nadie si nos odiamos a nosotros mismos. Es deseo de Dios que cuidemos de nosotros mismos, nos estimemos, nos aprobemos y nos amemos, favoreciendo nuestra salud, nuestro crecimiento y nuestro bien.

“… vale más que todos los holocaustos y sacrificios”
- Nuestro culto, las celebraciones litúrgicas, los sacramentos… tienen sentido cuando la fe se vive en la vida cotidiana, cuando se actúa con justicia, se ama con ternura y se camina humildemente con Dios (Miq 6,8).

PROPUESTAS DE ORACIÓN

Tres textos para orar:

1) El salmo 18, correspondiente a este domingo, expresa el amor del orante hacia Dios, al que experimenta como salvación, ayuda, roca…

Te quiero, Señor, mi fortaleza,
Señor, mi roca y mi baluarte,
mi libertador y mi Dios;
la roca en la que me amparo,
mi escudo y mi fuerza salvadora,
mi alcázar y mi refugio.
En mi angustia grité al Señor,
pedí socorro a mi Dios;
desde su templo escuchó mi voz,
resonó mi socorro en sus oídos.

Lanzó su mano de lo alto y me agarró
para sacarme de las aguas caudalosas,
de adversarios más fuertes que yo.
El Señor fue un apoyo para mí,
me sacó a campo abierto,
me quería y me salvó.

Tú, Señor, eres mi lámpara,
mi Dios, que alumbra mis tinieblas.
¿Quién es Dios fuera del Señor?
¿Quién es roca, sino sólo nuestro Dios?
El Dios que hace mis pies como de cierva
en las alturas me sostiene en pie
y multiplica sus cuidados conmigo.


2) ¡Te he dicho que te quiero!
(Oración de Mari Patxi Ayerra)

Te quiero por quererme, Señor.
Te quiero porque me haces la vida más bonita.
Te quiero porque un día decidiste llamarme.
Te quiero porque tu amor me hace amoroso.

Te quiero porque Tú me invitas a aceptarme.
Te quiero porque Tú me enseñas a quererme.
Te quiero porque Tú dinamizas mi crecimiento.
Te quiero porque Tú me impulsas a entregarme.

Te quiero por tantas personas que has puesto en mi camino.
Te quiero porque me enseñas a quererlas.
Te quiero por todo lo ellas me enriquecen.
Te quiero por todo lo que yo puedo entregarles.

Te quiero por el mundo que soñamos juntos.
Te quiero porque cuentas conmigo para construirlo.
Te quiero porque siento tu fuerza en mis entrañas.
Te quiero porque cada mañana me pones en camino.

Te quiero por este corazón que me has dado,
que ama con pasión y necesita ser amado,
y  no descansará hasta que deje brotar todo el amor
que tú has puesto dentro de cada uno de nosotros.


3) Amor es...
(Poema de Dulce María Loynaz)

Amar la gracia delicada
del cisne azul y de la rosa rosa;
amar la luz del alba
y la de las estrellas que se abren
y la de las sonrisas que se alargan...
Amar la plenitud del árbol,
amar la música del agua
y la dulzura de la fruta
y la dulzura de las almas dulces....
Amar lo amable, no es amor:

Amor es ponerse de almohada
para el cansancio de cada día;
es ponerse de sol vivo
en el ansia de la semilla ciega
que perdió el rumbo de la luz,
aprisionada por su tierra,
vencida por su misma tierra...

Amor es desenredar marañas
de caminos en la tiniebla:
¡Amor es ser camino y ser escala!
Amor es este amar lo que nos duele,
lo que nos sangra bien adentro...

Es entrarse en la entraña de la noche
y adivinarle la estrella en germen...
¡La esperanza de la estrella!...

Amor es amar desde la raíz negra.
Amor es perdonar;
y lo que es más que perdonar,
es comprender...
Amor es apretarse a la cruz,
y clavarse a la cruz,
y morir y resucitar ...

¡Amor es resucitar!
............................................................