miércoles, 7 de noviembre de 2012

Ellas lo dieron todo

Lectura orante de Marcos 12,38-44

Canto: Tal como soy, Señor

Tal como soy, Señor,
sin nada que ofrecer más que mi canción,
no tengo más que darte, pues todo es
tuyo, Señor.
Tal como soy, Señor,
sin nada que entregar más que el corazón.
me rindo todo a ti, tómame, Señor,
tal como soy.

Acéptame como ofrenda de amor,
como un sacrificio agradable en tu honor.
Grato perfume yo quiero ser, Señor (bis).
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En aquellos días, el profeta Elías se puso en camino hacia Sarepta, y, al llegar a la puerta de la ciudad, encontró allí una viuda que recogía leña. La llamó y le dijo: "Por favor, tráeme un poco de agua en un jarro para que beba." Mientras iba a buscarla, le gritó: "Por favor, tráeme también en la mano un trozo de pan." Respondió ella: "Te juro por el Señor, tu Dios, que no tengo ni pan; me queda sólo un puñado de harina en el cántaro y un poco de aceite en la alcuza. Ya ves que estaba recogiendo un poco de leña. Voy a hacer un pan para mí y para mi hijo; nos lo comeremos y luego moriremos." Respondió Elías: "No temas. Anda, prepáralo como has dicho, pero primero hazme a mí un panecillo y tráemelo; para ti y para tu hijo lo harás después. Porque así dice el Señor, Dios de Israel: "La orza de harina no se vaciará, la alcuza de aceite no se agotará, hasta el día en que el Señor envíe la lluvia sobre la tierra"." Ella se fue, hizo lo que le había dicho Elías, y comieron él, ella y su hijo. Ni la orza de harina se vació, ni la alcuza de aceite se agotó, como lo había dicho el Señor por medio de Elías.

 (1 Re 17,10-16)
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Marcos 12,38-44

38 Jesús decía también en su enseñanza: 
-¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en la plaza, 39 buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; 40 y devoran los bienes de las viudas, con pretexto de largos rezos. Éstos recibirán una sentencia más rigurosa.

41 Estando Jesús sentado enfrente del arca de las ofrendas, observaba a la gente que iba echando dinero: muchos ricos echaban en cantidad; 42 se acercó una viuda pobre y echó dos reales.  43 Llamando a los discípulos, les dijo: 
-Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. 44 Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero ésta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir.

PROPUESTAS DE LECTURA

1. Lo que no se da se pierde. Lo que se comparte se multiplica. Estas frases pueden resumir, de alguna manera, el mensaje de las lecturas de hoy.
Hoy vamos a contemplar dos figuras bíblicas que son modelo de fe y de entrega libre y desprendida. Las dos son mujeres. Las dos son viudas. Las dos son pobres. Y las dos son generosas hasta el heroísmo.

La primera aparece en la lectura del libro de los Reyes. Ese episodio hay que enmarcarlo en el contexto más amplio de la historia del profeta Elías. Su historia, conocida como “el ciclo de Elías”, está en 1 Re 17,1-2 Re 1,18. Elías es el “profeta de fuego”, “porque su palabra ardía como antorcha” (Eclo 48,1). Su nombre era una confesión de fe: “Mi Dios es Yahveh”. Era apasionado. Su celo por Dios era desmedido, y Dios mismo se ocupó de enseñarle otros caminos distintos para vivir su fe… (1 Re 19,12). 

En el comienzo de su ciclo, Elías busca refugio en tierra extranjera, huyendo del rey Ajab. Es tiempo de una gran sequía y de hambre en el país. Primero va al torrente Kerib y luego, cuando éste se seca, va a Sarepta de Sidón, en Fenicia. Allí encuentra a esta viuda tan pobre que ni siquiera tiene un poco de pan para ofrecerle. Las viudas y los huérfanos son el prototipo de los más pobres en Israel. Aún así, esta mujer da lo que tiene: un poco de agua para el extranjero que le pide.
Pero cuando Elías le pide que “primero” le haga un pan con lo único que tiene (en un contexto de hambre y de completa penuria), ella se fía de la palabra del profeta, prepara el pan primero para él… sin mirar por ella y por su hijo… y todo ese bien se multiplica sin medida. “Ni la orza de harina se vació, ni la alcuza de aceite se agotó…”

2. En el evangelio, encontramos la figura de otra viuda pobre, cuya generosidad contrasta con el egoísmo de algunos escribas, descritos por Jesús, y con la mezquindad de los ricos, que dan de lo sobrante.

Han terminado las controversias de Jesús con los sumos sacerdotes, escribas, ancianos, fariseos, herodianos y saduceos (Mc 11,27-12,27). Pero antes de abandonar el templo, Jesús hace una denuncia profética de aquellos líderes religiosos que, en lugar de ponerse al servicio del pueblo, especialmente de los pobres, sólo buscan su honor y su provecho personal.
La crítica de Jesús se centra en dos aspectos: la vanagloria y la ambición. La vanagloria se concreta en la ostentación en el vestir, la búsqueda de reverencias y reconocimiento social, y en el ansia de ocupar los primeros puestos en el culto y en los banquetes (cf. Lc 14,7-11). La ambición se expresa en “devorar las casas”, es decir, devorar la hacienda, bienes y posesiones de las viudas. Sabemos que las viudas y los huérfanos gozaron de protección jurídica especial en el judaísmo. Ya en Éx 22,21 leemos: “No vejarás a viuda ni a huérfano. Si los vejas y claman a mí, yo escucharé su clamor…” (cf. Is 1,7.23; 10,2). También en los escritos contemporáneos de Jesús se condena con dureza la explotación con el pretexto de realizar la justicia: “Devoran los bienes de los pobres y afirman que lo hacen sólo por justicia. En realidad, perecen ellos” (AscMois 7,3-10).


En contraste, a continuación, entra en escena una viuda pobre. Nos situamos en el templo, en el patio de las mujeres. Allí había, en torno al muro, trece recipientes colocados con forma de embudo invertido, que servían para depositar las ofrendas. Marcos lo denomina “gazofilacio” (el tesoro). Jesús estaba sentado frente al arca del tesoro mirando atentamente y vio que muchos ricos echaban mucho de lo sobrante, mientras que aquella mujer, que echó sólo dos lepta (el leptón era la moneda de cobre más pequeña), echó “todo lo que tenía para vivir".
Los rabinos tienen una historia paralela. Cuentan que un sacerdote se burlaba siempre de una mujer pobre por la insignificancia de su ofrenda: un puñado de harina. Un día, Dios se le apareció en sueño y le dijo: “No la desprecies, pues es como si ofreciese su propia vida”.

“La viuda –comenta Enrique Martínez Lozano- ha donado al templo su persona entera. Se ha entregado plenamente y dejado a Dios el cuidado de su subsistencia. Estas cosas le fascinan a Jesús… Sus grandes enseñanzas en Jerusalén encontraban en la viuda la aplicación concreta. Ella sí había entendido cuál es el principal de los mandamientos… El caso de la viuda muestra magníficamente lo que a él le agrada ver en el corazón del hombre”.

PROPUESTAS DE MEDITACIÓN

* “¡Cuidado con los escribas…!”
- Sobre todo, ¡cuidado con el escriba y el fariseo que todos llevamos dentro…! Cae en la cuenta de cómo no estás libre de esas actitudes que denuncia Jesús: deseo de reconocimiento, relevancia, primeros puestos, significatividad y cierta ambición (si no por cosas materiales, sí por otros bienes sociales).
- Cuida, sabiamente, de no dejarte influenciar y “seducir” por quienes nos arrastran a esas actitudes tan lejanas y contrarias a las de Jesús. Jesús, pobre de espíritu, humilde y Siervo, es nuestro Maestro.
Hay quienes incitan a veces, desde una mentalidad antievangélica, a que hagamos alarde de nuestra importancia, nuestros títulos, nuestro “curriculum”, nuestros méritos, nuestro estatus social… Mantén una sana y sabia distancia de esas pretensiones vacías… Mantente, en paz, en lo que eres. Agradece lo que eres… Lo que eres no es lo que aparentas ni depende de lo que los demás piensen de ti (tanto si te sobrevaloran y alaban como si te infravaloran y critican). Tu riqueza es la humildad (y grandeza) de tu ser en Dios y ante sus ojos…

 * “Jesús… observaba…”
- Contempla la mirada sabia y penetrante de Jesús. Él mira el corazón, no las apariencias. Él conoce con profundidad… Y mira situándose siempre en el lugar de los últimos… ¿Cómo es tu mirada sobre la realidad, las personas y circunstancias? 

* “… se acercó una viuda pobre y echó dos monedas…
- “Las moneditas eran dos. Los comentaristas no hacen sino resaltar este particular, explicando que la viuda hubiera podido quedarse perfectamente con uno para ella.
Si hubiera pedido consejo a algún director espiritual prudente, probablemente hubiera escuchado que no hay que exagerar, que basta la intención. Pero, afortunadamente, esta mujer no se ha dirigido a maestro alguno. Ella se bastaba para no hacer cálculos. Un aforismo chino dice:
“Quien se aplica a la búsqueda de Dios
y vende todo lo que posee,
excepto la última y más pequeña posesión,
es literalmente un loco.
De hecho, con la última y más pequeña posesión
es con la que se compra a Dios”.
San Ambrosio, por su parte, afirma: “Dios no se fija tanto en lo que damos como en aquello con que nos quedamos para nosotros” (Alessandro Pronzato, Las mujeres que encontraron a Jesús, San Pablo 2003, 128).

* “Esta viuda pobre ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie… todo lo que tenía para vivir”
- ¿Qué es “todo lo que tú tienes para vivir”, qué es aquello que le ofreces a Dios y qué más puedes ofrecerle, sin angustia, sin preocupación, pero con total disponibilidad y amor...? 
- ¿Cómo es tu identificación, tu compasión y solidaridad con los pobres de la tierra?...

PROPUESTAS DE ORACIÓN

Dos textos para orar: 

1) El salmo 146, correspondiente a este domingo, alaba a Dios, que ama a los pobres, los cuida y los sostiene en la vida.

Te alabo, Señor, y te doy gracias de corazón
porque eres siempre fiel a quienes amas.

Te alabo porque haces justicia a los oprimidos.
Te alabo porque das pan a los hambrientos.
Te alabo porque abres los ojos a los ciegos.
Te alabo porque enderezas a los que ya se doblan.

Te alabo porque amas a los justos.
Te alabo porque proteges a los desvalidos.
Te alabo porque sustentas al huérfano y a la viuda.
Te alabo porque sostienes a los que ya no resisten.
Te alabo porque tu Reino dura por siempre. 

Te alabo porque das felicidad
a quien tiene su apoyo y esperanza en Ti.
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2) Los centavos de Noemí

A Noemí, la viuda pobre,
todavía le dolían 
los dedos de las manos 
cuando depositó en silencio
su ofrenda para los pobres
en el cepillo del templo.
Había trabajado todo el día
cosechando aceitunas
en el olivar de Sadoc,
un alto funcionario.

Al final de la jornada
pensó que ningún vecino
estaba en apuro urgente.
Ella no había comprado
nada a crédito
en la tienda de Josías.
Su velo descolorido
podía durar más tiempo.
Y no le seducían el corazón
las baratijas que anunciaba
un vendedor ambulante
sentado en su camello.

Noemí sabía mucho
de hambres hincadas
como un alfiler
en el centro del estómago,
de deudas enviando mensajeros
con insistencia y amenaza,
y de emergencias repentinas
desequilibrando en un instante
la frágil existencia.

Por eso dejó con alegría
unos centavos en el templo,
regalo suyo y de Dios
para un hermano.
Era poco dinero.
pero era todo para ella.
Y todo el corazón
quedó abierto
para el don
que el Dios del reino le ofrecía.

(Benjamín González Buelta, sj)
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