jueves, 25 de noviembre de 2010

Una puerta abierta en el cielo

Lectio divina de Apocalipsis 4,1-11
Alabanza y adoración al Dios Creador

(1) Después tuve una visión. He aquí que una puerta estaba abierta en el cielo, y aquella voz que había oído antes, como voz de trompeta que hablara conmigo, me decía: “Sube acá, que te voy a enseñar lo que ha de suceder después”.
(2) Al instante caí en éxtasis. Vi que un trono estaba erigido en el cielo, y Uno sentado en el trono. (3) El que estaba sentado era de aspecto semejante al jaspe y al sardonio; y un arcoiris alrededor del trono, de aspecto semejante a la esmeralda.
(4) Vi veinticuatro tronos alrededor del trono, y sentados en los tronos, a veinticuatro Ancianos con vestiduras blancas y coronas de oro sobre sus cabezas.
(5) Del trono salen relámpagos y fragor y truenos; delante del trono arden siete antorchas de fuego, que son los siete Espíritus de Dios.
(6) Delante del trono como un mar transparente semejante al cristal. En medio del trono, y en torno al trono, cuatro Vivientes llenos de ojos por delante y por detrás.
(7) El primer Viviente, como un león; el segundo Viviente, como un novillo; el tercer Viviente tiene un rostro como de hombre; el cuarto viviente es como un águila en vuelo.
(8) Los cuatro Vivientes tienen cada uno seis alas, están llenos de ojos todo alrededor y por dentro, y repiten sin descanso día y noche:
“Santo, Santo, Santo,
Señor, Dios Todopoderoso,
Aquel que era, que es y que va a venir.”
(9) Y cada vez que los Vivientes dan gloria, honor y acción de gracias al que está sentado en el trono y vive por los siglos de los siglos, (10) los veinticuatro Ancianos se postran ante el que está sentado en el trono y adoran al que vive por los siglos de los siglos, y arrojan sus coronas delante del trono diciendo:
(11) Eres digno, Señor y Dios nuestro,
de recibir la gloria, el honor y el poder,
porque tú has creado el universo;
por tu voluntad, no existía y fue creado.”


CUANDO LEAS


- En primer lugar, situamos el texto en la estructura general del libro, que comienza con un prólogo (1,1-3), al que siguen las dos grandes partes de que consta la obra: I. Las siete cartas a las Iglesias (1,4-3,22) y II. La interpretación profética de la historia (4,1-22,5), para terminar con un epílogo (22,6-21).
Si en la primera sección las siete cartas estaban precedidas por la visión del Hijo del hombre, que es el que está en el origen de las mismas, en la segunda sección que iniciamos, la presentación de los acontecimientos históricos va a ir precedida por la visión de aquellos que todo lo tienen en su mano y lo determinan todo: Dios Creador y el Cordero. Lo que vamos a ver en los próximos capítulos es que todo viene de Dios y del Cordero, todo está dispuesto por ellos y tiene sentido dentro de su proyecto.
- Así pues, los capítulos 4 y 5 del Apocalipsis, que presentan la visión de Dios y del Cordero, están estrechamente entrelazados, forman una rigurosa unidad teológica y, literariamente, constituyen un preludio sobrecogedor y majestuoso a la visión de la historia desde los ojos de Dios.
- El capítulo 4 nos presenta, por tanto, la visión de Dios, en la que descubrimos muchos elementos extraídos de las teofanías del A.T.: de la visión de Isaías en el episodio de su vocación (Is 6), de Ezequiel (cap. 1) y de la aparición de Dios en el Sinaí (Éx 19).

1. La ascensión del vidente (4,1-2a): Juan tiene una visión (una puerta abierta en el cielo), y oye una voz que lo invita a “subir”. La puerta abierta en el cielo es una expresión típicamente apocalíptica para indicar que Juan accede a la visión del mundo de Dios (así también en el Testamento de los Doce Patriarcas, se abre la puerta del cielo y se ofrece a Leví la visión del “Santo Altísimo sentado sobre el trono”). Dios es sublime y está oculto. No tenemos acceso a Él a menos que Él nos abra su puerta y nos eleve. Al instante, Juan cae en éxtasis.

2. El Creador y lo que le rodea (4,2b-8): Lo que Juan ve es un trono y “Uno sentado en el trono”. Es uno que no tiene nombre y cuyo nombre es impronunciable porque es Dios mismo, Adonai, el Pantocrátor, que se revela en la postura de Juez y Señor del Universo. Se describe su apariencia: semejante al jaspe y al sardonio, piedras preciosas, la una clara y transparente y la otra, roja (claridad de la luz y rojo del fuego, como en el A.T.). El arcoiris con el color verde esmeralda es signo del pacto entre Dios y todos los seres vivientes (Gn 9,12-17). Así se describen la majestad de Dios, su poder y autoridad, y su bondad que da vida.
En torno a Dios se sientan, en veinticuatro tronos, veinticuatro ancianos con vestiduras blancas y coronas de oro. Los ancianos representan la totalidad del pueblo de Dios, tanto de la Antigua como de la Nueva Alianza (doce tribus y doce apóstoles). Sus tronos, vestiduras y coronas sugieren que participan de la vida de Dios.
Del trono salen relámpagos, torrentes de agua y truenos, como en el Sinaí (Éx 19,16). Delante del trono, las siete lámparas simbolizan la plenitud del Espíritu de Dios. Y se extiende también un mar trasparente como el cristal. En el Apocalipsis, el mar es símbolo de la potencia hostil a Dios. Quiere, pues, afirmarse, que Dios es el dominador de todas las fuerzas negativas que amenazan al hombre (cf. Sal 66,6; 74,13; Mc 5,39.41).
Los cuatro vivientes se parecen a los portadores del trono de Dios de Ezequiel (1,4-25) y a los serafines de Isaías (6,2-3). Representan a todas las criaturas vivientes y aluden a toda la creación representada en los cuatro puntos cardinales simbolizados por ellos (según la cosmología hebrea).

3. La adoración del Creador (4,8-11): Sus muchos ojos indican la ciencia y el conocimiento, la vigilancia perfecta, siempre despiertos y dispuestos a adorar a Dios. O bien, como otros autores indican, la acción múltiple del Espíritu (cf. 5,6).
Los cuatro vivientes incesantemente, de día y de noche, reconocen la gloria de Dios y le rinden honor y gratitud con el canto del trisagio de Is 6,3. Se reconoce la santidad de Dios, su justicia y amor, su gloria y majestad, su condición de Señor. Con la expresión “el que era, es y va a venir” (cf. 1,4.8) se afirma que Dios es Señor de toda la historia y contemporáneo de todas las épocas, y se evoca la revelación del Nombre de Éx 3,14.
El homenaje de los veinticuatro ancianos muestra que Dios es único: el único sentado en el trono, mientras que los ancianos sentados en veinticuatro tronos en círculo en torno a Dios se postran, lo adoran, arrojan sus coronas ante Él y pronuncian una doxología que lo proclama como el único digno de reconocimiento y alabanza (en polémica contra el emperador y los ídolos).

“Israel y la Iglesia reconocen que todo procede de Dios y le restituyen la gloria y el señorío que de él han recibido y del que ellos no son propietarios. Toda acción de gracias, toda ofrenda, es esencialmente un acto de restitución a Dios del don recibido, así como de reconocimiento de que todo procede de Él” (Enzo Bianchi).


CUANDO MEDITES


- La oración es la “puerta abierta al cielo” que te permite ver y escuchar la voz que te invita a “subir” y contemplar la vida y los acontecimientos con los ojos de Dios. ¿Cómo influye tu fe en el modo de valorar la realidad (personal, socioeclesial…) y de situarte en ella? ¿Tu fe te da ojos, te ilumina, te alienta, te ayuda a relativizar situaciones frente al único Absoluto?
- ¿Cómo enriquece tu imagen de Dios y tu experiencia de Él el texto del Apocalipsis que estamos orando? ¿Experimentas a Dios como el que ha estado siempre presente en tu pasado, es tu Compañero en el presente y te espera en el futuro que Él mismo te prepara?
- Dios es reconocido, alabado y adorado por los vivientes y ancianos y constituye el centro de sus vidas. ¿Es también el centro de la tuya? ¿Lo bendices, lo alabas, le das gracias… continuamente?
- Los ancianos arrojan sus coronas ante el único “Señor y Dios nuestro”. Reconoce que todo cuanto posees es don suyo y ponlo ante Él, amorosamente, en la ofrenda cotidiana y alegre de tu vida.
- ¿Qué emociones suscita en ti este pasaje tan lleno de imágenes evocadoras?

CUANDO ORES

- Contempla y adora a Dios como único Señor de tu vida, como el Viviente, el Eterno, el Creador de todo cuanto existe, el lleno de Luz y de Vida, el Santo, “El que era, es y vendrá”…
- Cae en la cuenta de que todo cuanto posees te ha sido dado por Dios y dale gracias de corazón…
- Puedes terminar orando:
Toma, Señor, y recibe
toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento
y toda mi voluntad,
todo mi haber y mi poseer.
Tú me lo diste, a ti, Señor, lo torno.
Todo es tuyo.
Dispón de todo según tu voluntad.
Dame tu amor y tu gracia,
que ésta me basta.

(Conchi López, pddm, Equipo de Lectio Divina de la U.P.Comillas)

2 comentarios:

Esperanza dijo...

Gracias: con lecciones y ORACIONES como ésta es fácil compreder un poco más la lectura del Ap.
Hay mucho tesoro escondido en tu corazón.

Conchi dijo...

:)

¡Gracias!
La lectura que me tocó animar es muy bonita. Era fácil embelesarse con "la puerta del cielo"...
Un beso