viernes, 26 de octubre de 2012

Con los ojos fijos en Jesús: Marcos 11-16

Mc 11: Una fe que mueve montañas

"Jesús les respondió: Tened fe en Dios. Yo os aseguro que quien diga a este monte: Quítate y arrójate al mar, y no vacile en su corazón, sino que crea que va a suceder, lo obtendrá. Por eso os digo: todo cuanto pidáis en la oración, creed que ya lo habéis recibido y lo obtendréis" (Mc 11,22-24)

Este texto sobre la oración enlaza con otro texto problemático, el de Mc 11,12-14: Jesús sale de Betania, siente hambre, se acerca a una higuera aparentemente frondosa para comerse un higo pero, pese a su apariencia, la higuera no tiene fruto y Jesús la maldice.
El episodio crea malestar e incomodidad en los lectores. ¿Cómo podía Jesús ser tan irascible, tan arbitrario y caprichoso? Y, para colmo, el evangelista añade que "no era tiempo de higos". Es como pedir peras al olmo...
El lector se escandaliza de la actuación de Jesús, ¡y con razón! Si el relato tuviera que entenderse literalmente, el comportamiento de Jesús sería absurdo e inmaduro, indigno de un Maestro de sabiduría... Y, desde luego, no es ése el retrato de Jesús que tenemos en todos los evangelios. Así es que es obvio que hemos de interpretar este pasaje en otra clave distinta de la literal. El episodio hay que entenderlo de modo simbólico. En el A.T., la higuera y sus frutos son símbolo de Israel. Os 9,10 llama a Israel "fruto temprano de higuera". Jeremías tiene una visión de dos cestos, uno lleno de higos buenos y otro lleno de higos malos, no comestibles (24,1-10). Son símbolo de los exiliados fieles y de los traidores a la patria y a las raíces de su fe. Miqueas tiene un texto parecido al de nuestro evangelio: "¡Ay de mí, que he venido a ser como en las recolecciones de verano, como en la rebusca de la  vendimia! ¡Ni un racimo que comer, ni una breva que tanto desea mi alma!" (7,1ss). El desencanto de Miqueas se explica porque los piadosos y los rectos han desaparecido de la tierra y los malos hacen todo tipo de fechorías... Ése es el desencanto de Jesús al acercarse a su Israel amado y ver que no tiene frutos de vida.
Al entrar en Jerusalén, Jesús realiza dos acciones simbólicas: su entrada al estilo del Mesías manso y humilde de corazón de Zacarías, y la purificación del templo, escena situada, como en un sandwich literario, entre los  textos sobre la higuera estéril, que es el pueblo de Israel, el pueblo judío, que no da el fruto de vida esperado.
"Por extensión, las palabras de Jesús alcanzan a toda religión que se queda en la apariencia, en las formas o la imagen, olvidando lo único que realmente importa: el fruto de bondad a favor de la vida" (Enrique Martínez Lozano).

Tras la maldición de la higuera, viene el episodio del templo de Jerusalén, convertido en "cueva de bandidos". Ya no es lugar de encuentro con Dios, sino lugar de injusticia. Ya no es casa de oración, lugar de contacto con la Fuente de la vida. Está seco de raíz.
Sin embargo, quien tiene fe en Dios, verdadera confianza, es firme como una roca y da fruto abundante. "Es como un árbol plantado al borde de la acequia, da fruto en su sazón y no se marchitan sus hojas" (Sal 1,3).
El dicho de que "la fe mueve montañas", en Marcos, va unido al poder de la oración, que no hay que entender de un modo infantil, como un poder mágico que la persona puede usar en provecho propio.

Mc 14: Le negaron todos


"Todos os vais a escandalizar... Pedro le dijo: 'Aunque todos se escandalicen, yo no... Aunque tenga que morir contigo, yo no te negaré'. Y lo mismo decían también todos". (...) "Y abandonándole, huyeron todos" (Mc 14,27-31.50).

"Escandalizarse" es, en este pasaje, sinónimo de negar a Jesús, apostatar de él, abandonarle. "¡Vela, vela, Pedro! El espíritu está dispuesto pero la carne es débil", le había dicho Jesús a Pedro. Y él, con su impulsividad de siempre, había desestimado los avisos de su Maestro. "¡Moriré contigo!" Hace falta una fe muy grande y un amor más grande aún para compartir la desdicha de aquellos a quienes amamos. Cuando la amenaza de muerte fue real para Jesús, ninguno tuvo la fe y el amor suficiente.

Mc 15: Los paganos desvelan el secreto

"Verdaderamente, este hombre era hijo de Dios" (Mc 15,39)

Solo, torturado, abandonado de todos, sin figura, sin belleza, víctima de una muerte injusta, clavado en un madero... Así terminó Jesús. ¡Y éste era el hijo de Dios! Secreto guardado a lo largo de todo el evangelio y confesado ahora por un pagano.
No fueron los discípulos quienes confesaron la identidad de su Maestro.
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"¡Yo no conozco a ese hombre de quien habláis!" (Mc 14,71).
Pedro, ese hombre de quien hablaban es tu Maestro, es aquel a quien amabas.
Es aquel que te llamó en la orilla del lago y te dio una vida nueva.
Es aquel que te dejó sin palabras, tantas veces, y con una sola pregunta en los labios:
"¿Pero quién es éste?"
Es aquel que pasó sanando, liberando, haciendo andar a los cojos y ver a los ciegos.
Es aquel que puso en el centro de su compasión al hombre y la mujer
despojados de su dignidad, excluidos, marginados y oprimidos.
Es aquel que viste en la montaña, atravesado por la luz del Santo, Bendito sea.
Es aquel que te lavó los pies y te enseñó a vivir
confiado en la Providencia amorosa del Padre.
Es aquel a quien dijiste que acompañarías hasta la muerte.
Es el Mesías, el Hijo de Dios, el Servidor de los hombres.

Un pagano ha vislumbrado ese Misterio en su modo de morir.
¿No lo viste tú, Pedro, en su modo de vivir?
Te cegaron tus falsas expectativas.
Tus ideas sobre Dios y su Mesías te impidieron ver al Dios que Es,
y acoger al Mesías Servidor que Es.
Éste es el Hombre, Pedro. Éste es el Hijo de Dios. Éste es el Amor y la Vida.
Llora tu ceguera. Llora si quieres. Pero, déjala atrás.
El Dios de la Vida te sale al encuentro, nuevamente,
en la orilla del mar, y te pregunta incansable:
"Pedro, ¿me amas?, ¿me amas?, ¿me quieres?".
Y ponte en camino de nuevo, Pedro,
dispuesto, esta vez, a vivir y a morir
siguiendo las huellas de tu Maestro-Servidor.
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Mc 16: La fe es un don

"Ellos, al oír que vivía y que había sido visto por ella [María Magdalena], no creyeron. Después de esto, se apareció bajo otra figura, a dos de ellos cuando iban de camino a una aldea. Ellos volvieron a comunicárselo a los demás, pero tampoco creyeron a éstos. Por último, estando a la mesa los once discípulos, se les apareció y les echó en cara su incredulidad y su dureza de corazón por no haber creído a quienes le habían visto resucitado" (Mc 16,11-14).

La resurrección no es obvia.
La tumba vacía no es una prueba.
De los testigos siempre se podrá decir que mienten o que se han autoengañado... Sólo la fe y la experiencia personal del Dios Vivo es "prueba" y "garantía", para cada persona, de que Dios existe y de que Jesús está Vivo.
Es inútil tratar de "convencer" a nuestros amigos, parientes o conocidos "ateos" de la existencia de Dios. Lo único que podemos hacer es unirnos a Él de tal manera que transparentemos algo de su Ser.

Mc: El Señor trabaja con nosotros

" Éstos son los signos que acompañarán a los que crean..." (Mc 16,17).
Ellos salieron a predicar por todas partes y el Señor actuaba con ellos..." (Mc 16,20).

El signo de la fe es la victoria sobre el mal. Nada puede hacernos daño si estamos íntimamente unidos a Él y Él vive en nosotros.
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2 comentarios:

Serpolux dijo...

Dios escribe con renglones torcidos y tú, gracias al transmitir desde una visión global de las Escrituras los significados y poder de la Fé, ayudas a entender el mensaje casi criptográfico que se nos quiere dar. Si yá es difícil de enterder en nuestra cultura y con la predisposición al entendimiento, qué difícil sería y ha sido en su tiempo y en la historia! La higuera seca, la higuera que no dá frutos. Cuántas veces he visto este pasaje fuera de lugar y más acorde con los apócrifos, mostrando a un Cristo vengativo y malvado, no acorde con la Nueva Alianza del Nuevo Testamento sino a aquel Dios impositivo, cruel por momentos, con quienes no seguían las leyes dictadas mediante Abrahán, Moisés y los profetas en el Antigüo Testamento.
Siempre me hé preguntado por qué el mensaje no ha sido más claro, por qué se nos ha sido dado en forma de parábolas, o en forma de signos o símbolos, o en ejemplos de vida. Está claro que además de tener Fé para entender nos hacen falta personas como tú que nos ayuden a descifrar muchos de los mensajes que, aun estando predispuestos a asumir, nunca los entenderíamos o los malinterpretaríamos. Gracias por tu linterna en la niebla que aveces nos cubre al leer las Escrituras, aclarando de forma tan sencilla y clara lo que leémos y no interpretamos o entendemos. José Ignacio (serpolux)

Conchi pddm dijo...

Gracias, José Ignacio.
Para mí el mensaje de la Escritura, en general, es... claro y sencillo. Quizá yo soy demasiado simple. Para los judíos del tiempo de Jesús lo era. A nosotros nos faltan datos. Nos falta el conocimiento de toda la Escritura, de la cultura de su tiempo, de su historia, de sus costumbres, de su lenguaje cotidiano, de su modo de hablar y expresarse, de sus imágenes y "refranes"... Por eso muchos textos nos resultan oscuros.
Hay muchos comentarios bíblicos a nuestro alcance, en librerías religiosas, para poder ayudarse a comprender mejor los textos.
Y luego está el leer, leer, leer y rezar con ellos.
Cuando conoces toda la Biblia (todos sus libros, sin dejar uno), la sola lectura de uno de ellos está llena de resonancias evidentes, obvias, que clarifican el sentido. La Escritura se explica con la misma Escritura y a la luz de Cristo.
En fin, me alegra de que estos escritos espontáneos que voy haciendo al hilo mismo de mi lectura personal, sean útiles.