lunes, 19 de noviembre de 2012

Jesús, los niños y el hombre rico

Lectio divina de Mc 10, 13-31

13 Le presentaban unos niños para que los tocara; pero los discípulos les reñían. 14 Mas Jesús, al ver esto, se enfadó y les dijo: “Dejad que los niños vengan a mí, no se lo impidáis, porque de los que son como éstos es el Reino de Dios. 15 Yo os aseguro: el que no reciba el Reino de Dios como niño, no entrará en él”. 16 Y abrazaba a los niños, y los bendecía poniendo las manos sobre ellos.  
17 Se ponía ya en camino cuando uno corrió a su encuentro, y arrodillándose ante él, le preguntó: “Maestro bueno, ¿qué he de hacer para tener en herencia vida eterna?”18 Jesús le dijo: “¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino sólo Dios. 19 Ya sabes los mandamientos: No mates, no cometas adulterio, no robes, no levantes falso testimonio, no seas injusto, honra a tu padre y a tu madre” 20 Él entonces le dijo: “Maestro, todo eso lo he guardado desde mi juventud.” 21  Jesús, fijando en él su mirada, le amó y le dijo: “Una cosa te falta: anda, cuanto tienes véndelo y dáselo a los pobres  tendrás un tesoro en el cielo; luego, ven y sígueme.” 22 Pero él, abatido por estas palabras, se marchó entristecido, porque tenía muchos bienes.  
23 Jesús, mirando a su alrededor, dice a sus discípulos:  ”¡Qué difícil es que los que tienen riquezas entren en el Reino de Dios!” 24 Los discípulos quedaron sorprendidos al oírle estas palabras. Mas Jesús, tomando de nuevo la palabra les dijo: “¡Hijos qué difícil es entrar en el Reino de Dios!  25 Es más fácil que un camello pase por el ojo de la aguja, que el que un rico entre en el Reino de Dios.” 26 Pero ellos se asombraban aún más, y se decían unos a otros: “¿Y quién se podrá salvar?” 27 Jesús, mirándolos fijamente, dice:”Para los hombres, imposible; pero no para Dios, porque todo es posible para Dios.” 
28 Pedro se puso a decirle: “Ya lo ves, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido.” 29 Jesús dijo: “Yo os aseguro: nadie que haya dejado casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos  o hacienda por mí y por el Evangelio, 30 quedará sin recibir el ciento por uno: ahora al presente, casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y hacienda, con persecuciones; y en el mundo venidero, vida eterna. 31 Pero muchos primeros serán últimos, y los últimos, primeros.”

CUANDO LEAS

En esta extensa y riquísima perícopa que hemos escuchado podemos distinguir claramente dos temas: 1) 10,13-16  Los niños y su primacía a los ojos de Dios se refleja en la acogida y la bendición, que junto a los que son similares reciben constantemente 2) 10,17-31. Las riquezas y la actitud ante ellas; continuando con el adoctrinamiento del Maestro a los discípulos
         * 10,13-16 Como sucedía en los  tres versículos previos que nos mostraban el status de las mujeres (10,12), ahora son los niños los que experimentan un cambio en el suyo. A lo largo del evangelio, toda persona tiene acceso a Jesús: las multitudes, los considerados ritualmente impuros e incluso las criaturas potencialmente peligrosas (cf. 5,1-20: El endemoniado de Gerasa liberado por Jesús de los espíritus inmundos).

“Le presentaban niños para que los tocara; pero los discípulos les reñían. Mas Jesús, al ver esto, se enfadó. Sólo los niños encuentran en los discípulos dificultades para acercarse a él, llegando a ser reprendidos. No se explican las causas de tales conductas; ello tiene que ver con la “pequeñez”, interpretada equivocadamente por insignificancia. Esta actitud de los discípulos indigna a Jesús (10,14 cf.10, 41; 14,4).
        “Dejad que los niños vengan a mí, no se lo impidáis, porque de los que son como ellos es el Reino de Dios”.  Indignado con los discípulos les ordena que permitan a los niños llegar hasta él, situarse a su lado (cf. 9,34a), afirmando que, lejos de ser insignificantes, son ellos los que heredarán el reino de Dios. Marcos añade mucho énfasis a esta idea que encontramos también en otros contextos. El trato cariñoso que Jesús prodiga a los niños (¡tres verbos: abrazaba, bendecía, ponía las manos sobre ellos!) en v.16 contrasta fuertemente con el que reciben de los “otros” mayores, los discípulos en v.13; y asegura a los niños un lugar principal en la comunidad de la fe.
      * 10,17-31  El segundo tema de la perícopa es el de las riquezas. Tal pasaje contiene el relato del encuentro de Jesús con un hombre rico (vv. 17-22), dichos de Jesús sobre las riquezas y el reino de Dios (vv.23-27) y un novedoso dicho de Jesús acerca de los que han debido sacrificarse por ser sus discípulos (vv.28-31). Esta última parte del pasaje permite ver como el asunto aquí tratado era de enorme interés para la Iglesia primitiva.
      “Maestro bueno, ¿qué he de hacer para tener en herencia vida eterna?”  La cuestión que plantea el rico “sobre la vida eterna” es otra forma de la pregunta relativa a cuál es el mandamiento más importante (12,28), y la insistencia de Jesús en que sólo es “bueno” Dios, origen y dador de toda cosa buena, incluida la vida eterna (cf. 1Cr 16,34: “¡Dad gracias a Yahveh, porque es bueno, porque es eterno su amor!”;  Sl 118,1), puede ser una referencia al Shemá (Mc 12,29,30  donde Jesús  hace eco del principal mandamiento: “Escucha Israel: El Señor, nuestro Dios es el único Señor, y amarás al Señor con todo tu corazón (…) con todas tus fuerzas”. Incapaz de ir más allá de la obediencia a los mandamientos, desprendiéndose de sus riquezas, el rico se retira triste y abatido.
       “¡Qué difícil es que los que tienen riquezas entren en el Reino de Dios! (…) (…) Para los hombres, imposible, pero todo es posible para Dios” Jesús pone al rico como dramático ejemplo de que el apego a los bienes materiales hace casi imposible la verdadera participación en el reino de Dios. No puede ocurrir a menos que Dios, librando a la persona de la fascinación de las riquezas le induzca a buscar vida en él.  
      ”Nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido” (…)Nadie que haya dejado (…) quedará sin recibir (…)casas, hermanos (…) con persecuciones (…) y vida eterna”.  Pedro afirma que precisamente eso es lo que ha sucedido en el caso de los discípulos y Jesús los incluye, junto a todo aquel que ha dejado casa y familia por Jesús y por el evangelio, entre los afortunados del presente y del futuro. Los seguidores del Maestro son los que han recibido otras casas y una familia mayor, la familia de Dios (3,31-35), la Iglesia.  Pero todo esto lleva el sello de la cruz: es “con persecuciones” como vive la Iglesia en tiempos de Marcos.

CUANDO MEDITES

Ser niño es sentirse serenamente pequeño porque para Dios la pequeñez no se mide por el ser aplastados o despreciados por otros, o por tener una edad, cultura, prestigio o poder menor. Ser pequeño es ser discípulo abierto incondicionalmente a los valores del Reino y a sus caminos. Ser pequeño a los ojos de Dios no significa sentir dureza de juicio sino vivir seguros en la conciencia  de que me mira con amor.
Nuestro Dios Madre y Padre es el Dios de Jesús, y como él hacía sigue abrazándonos, abrazándome, mimándome, fijando su mirada mientras me ama y se acerca con delicadeza, haciendo llegar a mis entrañas el calor de su corazón y de sus manos. Todos podemos hacernos pequeños ante él si buscamos que la ambición no nos domine y que sea él quien conduzca nuestra vida y se convierta en el baremo de ella. Todos los seres humanos necesitamos ser bendecidos constantemente. Bendecir significa hablar bien (bene-dicere), o decir cosas buenas de alguien.
- Contemplando y reflexionando ahora sobre los discípulos nos preguntamos y detenemos a pensar concienzudamente la causa por la que estaban tan asombrados ante las palabras de Jesús dirigidas al hombre rico. ¿Qué pide, qué te pide Jesús? Acojamos y profundicemos la enseñanza dada a este hombre que decía querer seguir al Maestro. Reconozcamos que no basta con llevar una vida moral buena para seguir al Maestro.

CUANDO ORES

* Bendecir a alguien es la afirmación más significativa que podemos ofrecerle. La bendición tiene que ver con la bondad original del otro, de cada uno. Contempla a Jesús bendiciendo y acogiendo y cae en la cuenta en esta tarde noche de la importancia de bendecir y ser bendecido. Pon ante el Maestro esas situaciones, personas o circunstancias que te hacen sentir zarandeado y te quitan la paz. Contémplate, mírate sin emitir juicios y sella en ti la profunda realidad de que como hijo/a amado/a de Dios estás bendecido/a. Serenamente, deja aflorar en tu corazón las bendiciones que necesitas, o que otros necesitan de ti. Presta atención a las que te llegan día a día. No permitas que estar demasiado ocupado te impida reconocerte y sentirte una persona bendecida, porque lo somos. Asegúrate de poner tu fe y confianza en Dios mismo, no en las bendiciones que recibimos. Centra la atención en Dios (Sl 90, 12-17) y con Sab 7,7-11 renueva en ti como la sabiduría de Dios es más valiosa que las riquezas de este mundo.

* Permite hoy que la Palabra viva y eficaz (Hb,4,12-13) ilumine y escrute tu ambición por las riquezas. Invoca humildemente que puedas llegar a decir serenamente con el apóstol Pablo: “Sé  vivir en pobreza y abundancia”.      

“Señor, mi corazón no es ambicioso ni mis ojos altaneros,
no pretendo grandezas que superan mi capacidad
sino que acallo y modero mis deseos como niño en brazos de su madre
Espere Israel en el Señor, ahora y por siempre.”
(cf. Sl 130)

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Autora: Mª Pilar Casarrubios, Equipo de lectio divina de la UPComillas.

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