miércoles, 23 de octubre de 2013

La parábola del fariseo y el publicano

Oramos el evangelio de Lucas 18,9-14
Canto: Espíritu de Dios (Glenda)
Espíritu, Espíritu de Dios,
Espíritu, Espíritu de Dios,
en tu amor, en tu amor quiero vivir,
en tu amor, en tu amor quiero vivir.

En tu paz, en tu paz quiero estar.
En tu paz, en tu paz quiero estar.
Hazme vivir en ti y en tu bondad,
Hazme vivir en alegría,
en mansedumbre y dominio de mí.

En libertad, en libertad, hazme andar.
En fortaleza, en fidelidad, hazme andar.
En libertad, en libertad, hazme andar.
En fortaleza, en fidelidad, hazme andar.

Quiero dejarte ser, quiero dejarte actuar,
Quiero que habites tú mi vida,
Quiero, quiero que vivas en mí.
Quiero, quiero que vivas en mí.

Espíritu, Espíritu de Dios
Espíritu, Espíritu de Dios,
Espíritu, Espíritu de Dios,
Espíritu, Espíritu de Dios.


 LEEMOS LUCAS 18, 9-14

9 Dijo también a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, esta parábola:
10 Dos hombres subieron al templo a orar; uno fariseo, otro publicano.
11 El fariseo, de pie, oraba en su interior de esta manera: "¡Oh Dios! Te doy gracias porque no soy como los demás hombres, rapaces, injustos, adúlteros, ni tampoco como este publicano. 12 Ayuno dos veces por semana, doy el diezmo de todas mis ganancias."
13 En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se atrevía ni a alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: "¡Oh Dios! ¡Ten compasión de mí, que soy pecador!"
14 Os digo que éste bajó a su casa justificado y aquél no. Porque todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado.»
……………………………………..

ð La parábola del fariseo y el publicano, exclusiva de Lucas como tantas otras parábolas (cf. Lázaro y el rico, Lc 16,19-31; El hijo pródigo, Lc 15,11-32; El buen samaritano, Lc 10,29-37…) sirve de complemento a la del juez injusto y la viuda insistente (Lc 18,1-8). Las dos enseñan algo sobre el tema de la oración y las dos hablan de la justicia. Respecto a la oración, la parábola del juez injusto pretende mostrar la necesidad de orar insistentemente, con constancia y sin desfallecer. La parábola de hoy enseña que hay que orar con humildad ante Dios.
Respecto a la justicia, Lc 18,9-14 expone, en forma de parábola, lo que Pablo enseña una y otra vez en sus cartas, sobre todo en las cartas a los Gálatas y a los Romanos: que la persona no se hace justa a sí misma por cumplir las obras de la ley, sino que todos somos hechos justos por la gracia, por el amor gratuito de Dios que nos perdona y nos recrea.
La parábola enseña también que el ser humano deja de ser justo por el orgullo y es justificado por Dios en la humildad.

ð La parábola tiene cuatro partes:

1. Introducción (vv.9-10): Destinatarios de la parábola y ambientación.

a) Destinatarios, v.9: Jesús dirige la parábola a “algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás”. No va dirigida al grupo de los fariseos en su totalidad, porque no todos los fariseos se tenían por justos y despreciaban a su prójimo. Va dirigida a algunos fariseos orgullosos que presumían de sus logros y sus méritos ante Dios, creyéndose mejores que los demás.
El desprecio a los otros viene expresado, en griego, por el verbo esoudeno, que significa, etimológicamente, “tener en nada”, despreciar con un desprecio mortal. Lucas emplea este verbo en el relato de la pasión: el rey Herodes desprecia a Jesús de esta misma manera (Hch 23,11).
No es la primera vez que Jesús les dedica una parábola a este grupo de personas. Las parábolas de la misericordia también van dirigidas a ellos principalmente. La situación es la misma: los fariseos y escribas murmuran despectivamente contra Jesús porque “acoge a los pecadores y come con ellos” (cf. Lc 15,1-3). Fariseos y escribas son hombres escrupulosamente cumplidores de la ley de Moisés y de las tradiciones judías. Pero no han comprendido lo que significa “misericordia quiero y no sacrificio” (cf. Mt 12,7; Os 6,6).

b) Ambientación, v.10: Jesús presenta a los dos protagonistas de la parábola: dos hombres que van al templo a orar. Uno fariseo y otro, publicano. El contraste es llamativo. Religiosamente, los fariseos son los perfectos, mientras que los publicanos son los prototipos de la gente moralmente reprobable. Publicano era, en tiempo de Jesús, un judío que se dedicaba a cobrar los impuestos que la potencia ocupante exigía. Parece que la palabra telonés hacía referencia a los que tenían su puesto en las entradas de las ciudades o en las fronteras para cobrar las tasas establecidas. Eran considerados pecadores públicos por dos razones. Primero, porque colaboraban con el imperio romano, y ningún judío podía reconocer otra autoridad que no fuera la de Dios. Segundo, porque se veían obligadas a cobrar más de lo establecido porque no tenían otra retribución.
2. Oración del fariseo, vv.11-12: El fariseo ora “erguido”. Salvo para las inclinaciones prescritas, la costumbre judía era rezar de pie. La oración denominada las “Dieciocho bendiciones” es llamada también Amidah, es decir, oración para rezar de pie. Sin embargo, podemos preguntarnos si al indicar esta posición, en contraste con la postura del publicano, no pretende sugerir Lucas, polemizando, que el fariseo ora con una actitud altanera. Por otra parte, ora “vuelto hacia sí mismo”, extasiado ante su propia santidad, pues se consideraba justo por mérito propio. Aunque su oración es de gratitud, los motivos de esa gratitud no son buenos. Su gratitud no está centrada en Dios, sino en sí mismo. En su acción de gracias presume de sí, a la vez que juzga y descalifica a los demás hombres, que son, según él, “ladrones, injustos y adúlteros”, y se considera mejor que ellos.
Alardea, además, de sus obras: ayuna dos veces por semana y da el diezmo de todas sus ganancias. El ayuno del Yom Kippur, y los mencionados en Zac 8,18-19, así como el del día 9 del mes Av, que conmemoraba la destrucción del primer y del segundo Templo eran un deber nacional. El texto lucano, junto con la Didaché (8,1) es uno de los testimonios más antiguos sobre el ayuno de los lunes y los jueves, facultativo para los judíos. (Para diferenciarse de ellos, los cristianos escogieron para ayunar los miércoles y viernes). Este judío fariseo hacía más de lo obligatorio, por tanto. Respecto al diezmo, Jesús reprocha a los fariseos, en 11,42, el olvido de los grandes mandamientos, de las obras de amor, mientras se observa escrupulosamente el diezmo.
Oración, limosna y ayuno eran las tres obras de justicia de todo buen judío (cf. Mt 6,1-6; 16-18). Y Jesús previene a sus discípulos en el sermón del monte de no practicar esa justicia “nuestra” para ser vistos por los demás sino en el secreto de Dios y por amor a Él.
Las obras y sacrificios de este fariseo se han convertido en injusticia, pues están llenas de orgullo y vacías de misericordia.
3. Oración del publicano, v.13: Conocemos a dos publicanos con nombre, en el evangelio. Uno es Mateo, llamado por el Señor mientras estaba sentado en el mostrador de los impuestos (cf. Mt 9,9), y otro es Zaqueo, que aparece solo en el evangelio de Lucas (19,1-10). El paso de Jesús por sus vidas las cambió completamente y, en el caso de Zaqueo (“hombre pecador”, según la gente que murmuraba cuando Jesús decide hospedarse en su casa), hizo que repartiera la mitad de sus bienes a los pobres y devolviera cuatro veces más de lo robado…
No todos los publicanos, sin embargo, se arrepintieron de su vida injusta y se convirtieron de este modo. Pero el publicano de la parábola parece que ha tomado plena conciencia de su pecado, se pone en camino hacia el templo, para orar, se muestra arrepentido y pide a Dios que se reconcilie con él. El imperativo que utiliza, “reconcíliate conmigo”, no equivale exactamente a “ten compasión de mí” (Lc 18,38-39), pues hace más hincapié en el restablecimiento de una relación que en la compasión.
La oración del publicano denota confianza en el Dios que “perdona todas las culpas”, que “no está siempre acusando”, que es “compasivo y misericordioso, rico en amor y en fidelidad”.
4. Conclusión: La parábola termina con una frase que Jesús repetía con frecuencia: “El que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido”. Dios pone del revés nuestra forma de pensar y de juzgar. Dios mira con ojos distintos la realidad, como podemos comprobar al leer, con atención, el Magníficat de María.

MEDITAMOS

à De los dos personajes del evangelio, inmediatamente sentimos rechazo hacia la actitud del fariseo y nos parece que nosotros no somos así. Sin embargo, ¿Cuántas veces no nos sorprendemos a nosotros mismos criticando, juzgando y descalificando a aquellos que son distintos a nosotros?¿Cuántas veces no criticamos a algunos cristianos porque son demasiado “conservadores”, demasiado “progres”, demasiado “cerrados”, demasiado “abiertos”…?¿Cuántas veces no nos consideramos, en el fondo, mejores que los demás?
àLa verdadera humildad es lo único que permite el crecimiento personal. Cuando la persona humilde contempla la interioridad de su vida descubre siempre dos cosas: aquellas de las cuales debe convertirse y aquellas en las cuales debe aceptarse. En definitiva ser humilde es ser sabio. Cuando nos hemos dado cuenta de eso, nuestro corazón está ya abierto a Dios y presto a participar de su ternura. Éste fue el camino del publicano. ¿Qué descubro en mí que debo cambiar o en lo que debo convertirme? ¿Qué descubro en mí que debo aceptar?...
à Medita estas palabras de Simone Weill: "Hay quienes tratan de elevar su alma como quien se dedica a saltar continuamente, con la esperanza de que, a fuerza de saltar cada vez más alto, llegue el día en que alcance el cielo para no volver a caer. Pero si miramos largamente al cielo, Dios desciende y nos toma fácilmente. Como dice Esquelo: 'Lo divino es ajeno al esfuerzo'. Hay en la salvación una facilidad más difícil para nosotros que todos los esfuerzos."

ORAMOS

à Date cuenta de que ya estás en presencia del Dios de la misericordia. Siente que te busca, como a la oveja perdida; sale a tu encuentro, como el Padre del hijo pródigo; te acoge como eres, como al publicano. Preséntale tu realidad, tus logros, tus retos en el camino de la verdadera humildad.
à Siéntete humilde y sabio en las entrañas del Dios de la misericordia. Recuerda las palabras de Jesús: "… aprended de mí que soy sencillo y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras vidas" (Mt 11,29). Déjate descansar en Dios. Pide también el descanso para otros.
à María es el modelo de humildad ante el Señor. Ella, mejor que nadie, nos ha mostrado la realidad de un corazón abierto ante Dios; un corazón humilde, pobre y sabio. Oramos el Magnificat.

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora todas las generaciones me llamarán dichosa,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia,
como lo había prometido a nuestros padres

en favor de Abrahán y su descendencia por siempre. 
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(cf. Nuria Calduch, Misa Dominical, CPL)

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